Aún con la resaca emocional de la última edición de Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, (donde como ya viene siendo habitual, la pasarela Allianz EGO sobresalió llegando incluso a superar a muchos de los diseñadores consagrados) y a menos de una semana del arranque de 080 Barcelona Fashion, un mail anunciando un (nada esperado) desfile de Palomo Spain en brillaba en una prácticamente llena bandeja de entrada. Recién llegado de París, donde estuvo presentando su propuesta días antes con motivo de su nominación al LVMH Prize (donde quedó semifinalista junto a la española Paula Cánovas del Vas), el cordobés estaba decidido a hacernos recuperar la ilusión en la moda española con su colección Primavera/Verano 2022, Tiburón. Y sí, volvió a conseguirlo.
Agolpados a las puertas del nuevo Espacio Loom, en el número 85 de la madrileña Castellana, todos nos preguntábamos ansiosos qué podíamos esperar de esta convocatoria. No muy lejos presentaba el andaluz su colección Córdoba en octubre de 2021, en uno de los desfiles más sonados de los últimos tiempos donde la calle y la moda más elevada se fundieron en una perfecta sincronía. Pero Alejandro ya dejaba entrever que esta presentación sería completamente diferente. Y eso que aún no habíamos visto las piezas y poco sabíamos de la inspiración de su nada previsible colección, Tiburón.
Palomo pertenece a un reducidísimo grupo de creativos que consigue hacer de una cita un viernes por la tarde un evento ilusionante. Tal vez el éxito de sus convocatorias tenga que ver con su apuesta por enclaves céntricos, en contraposición al (cada vez más inhóspito) recinto ferial de Ifema. O por su más que demostrado talento en estos últimos años. O puede que sea una consecuencia de haber hecho de su marca un lugar de encuentro para la comunidad creativa. Basta con echar un vistazo a la multitud congregada a las puertas del edificio, en el área de negocios madrileña, para darse cuenta de cómo el andaluz es capaz de reunir a rostros absolutamente dispares que difícilmente se cruzarían de no ser por la firma española. Pedro Almodóvar y Begoña Villacís, Ana Rujas y Fabio McNamara, Mario Vaquerizo y Guitarricadelafuente son algunas de las combinaciones que más nos sorprenden (gratamente) una vez aterrizamos en la octava planta del Espacio Loom.
Los fotógrafos esperan impacientes la llegada de algunas de las caras más conocidas del mundo del arte y del espectáculo, a la salida de los (nada más y nada menos que) seis ascensores que nos elevan hasta la pasarela instalada en el distrito financiero. Un espacio diáfano donde no existe la segunda, ni la tercera, ni la cuarta fila. Todos los asientos se disponen en un larguísimo front row, en un ejercicio que bien podría ser un intento por democratizar la moda al permitir a todos los asistentes apreciar los perfectos acabados de su propuesta y sentir plenamente la esencia de su show. Pero ojo, el desfile no es abierto al público, ni mucho menos. Incluso los asistentes han sido divididos en dos turnos por cuestiones de aforo. Una muestra más de su máxima implicación con su fieles seguidores.
Empieza el espectáculo. El show es, desde el principio, mucho más sobrio que en anteriores ocasiones. No hay rastro de orquestas tocando en directo, ni excéntricas poses por parte de los modelos ante las cámaras. Lo que sí vemos desde la primera salida es una absoluta devoción por los hombros sobredimensionados. Como buen amante de los ochenta, solo puedo celebrar esta decisión, que se combina con una impecable sastrería clásica inspirada en el trabajador de oficina. Eso sí, llevado al terreno que ha consolidado la marca durante el último lustro. Un reconocible ecosistema donde masculinidad y feminidad se abrazan, donde el estilo preppy adquiere un nuevo significado, y en el que los trajes dejan al descubierto más allá de la espalda.
Estamos ante una de las colecciones más completas de la firma cordobesa. Es evidente que, después de haber fortalecido su personal visión de la moda sin renunciar por ello a su pueblo natal, Posadas (gran parte de los asientes vienen directos desde allí para presenciar el desfile), el diseñador ha encontrado un perfecto balance entre lo creativo y lo comercial. Algo de lo que deberían tomar nota muchos diseñadores españoles, quienes parecen apostarlo todo a una nada emocionante sobriedad, o se decantan en su lugar por los estrafalarios espectáculos sin visión de negocios alguna.
Tampoco faltan las colaboraciones. Por ejemplo con Levi’s en forma de prendas vaqueras customizadas. Con Multiópticas, en una alianza que el diseñador firma por tercera vez y que ya ha demostrado ser un éxito temporada tras temporada. Y hasta con Puma. Mención especial merecen los accesorios, concretamente su nuevo bolso insignia bautizado como Castellana. Tampoco faltan las apariciones estelares sobre la pasarela, como la de Filip Custic, que desfila a paso acelerado por la oficina oculto tras unas fantásticas gafas de sol.
La colección parece agradar a los fans incondicionales del Palomo que hace unos años irrumpía en la escena madrileña para ponerla patas arriba. Pero también parece hacer las delicias de los que hasta ahora no acababan de comprender el (a veces excéntrico) universo del diseñador. No se han extinguido los comentarios negativos, por supuesto, ni las críticas nada constructivas. Pero, ¿qué sería de Alejandro Palomo si no generase una reacción por parte de la audiencia?
Palomo pertenece a un reducidísimo grupo de creativos que consigue hacer de una cita un viernes por la tarde un evento ilusionante. Tal vez el éxito de sus convocatorias tenga que ver con su apuesta por enclaves céntricos, en contraposición al (cada vez más inhóspito) recinto ferial de Ifema. O por su más que demostrado talento en estos últimos años. O puede que sea una consecuencia de haber hecho de su marca un lugar de encuentro para la comunidad creativa. Basta con echar un vistazo a la multitud congregada a las puertas del edificio, en el área de negocios madrileña, para darse cuenta de cómo el andaluz es capaz de reunir a rostros absolutamente dispares que difícilmente se cruzarían de no ser por la firma española. Pedro Almodóvar y Begoña Villacís, Ana Rujas y Fabio McNamara, Mario Vaquerizo y Guitarricadelafuente son algunas de las combinaciones que más nos sorprenden (gratamente) una vez aterrizamos en la octava planta del Espacio Loom.
Los fotógrafos esperan impacientes la llegada de algunas de las caras más conocidas del mundo del arte y del espectáculo, a la salida de los (nada más y nada menos que) seis ascensores que nos elevan hasta la pasarela instalada en el distrito financiero. Un espacio diáfano donde no existe la segunda, ni la tercera, ni la cuarta fila. Todos los asientos se disponen en un larguísimo front row, en un ejercicio que bien podría ser un intento por democratizar la moda al permitir a todos los asistentes apreciar los perfectos acabados de su propuesta y sentir plenamente la esencia de su show. Pero ojo, el desfile no es abierto al público, ni mucho menos. Incluso los asistentes han sido divididos en dos turnos por cuestiones de aforo. Una muestra más de su máxima implicación con su fieles seguidores.
Empieza el espectáculo. El show es, desde el principio, mucho más sobrio que en anteriores ocasiones. No hay rastro de orquestas tocando en directo, ni excéntricas poses por parte de los modelos ante las cámaras. Lo que sí vemos desde la primera salida es una absoluta devoción por los hombros sobredimensionados. Como buen amante de los ochenta, solo puedo celebrar esta decisión, que se combina con una impecable sastrería clásica inspirada en el trabajador de oficina. Eso sí, llevado al terreno que ha consolidado la marca durante el último lustro. Un reconocible ecosistema donde masculinidad y feminidad se abrazan, donde el estilo preppy adquiere un nuevo significado, y en el que los trajes dejan al descubierto más allá de la espalda.
Estamos ante una de las colecciones más completas de la firma cordobesa. Es evidente que, después de haber fortalecido su personal visión de la moda sin renunciar por ello a su pueblo natal, Posadas (gran parte de los asientes vienen directos desde allí para presenciar el desfile), el diseñador ha encontrado un perfecto balance entre lo creativo y lo comercial. Algo de lo que deberían tomar nota muchos diseñadores españoles, quienes parecen apostarlo todo a una nada emocionante sobriedad, o se decantan en su lugar por los estrafalarios espectáculos sin visión de negocios alguna.
Tampoco faltan las colaboraciones. Por ejemplo con Levi’s en forma de prendas vaqueras customizadas. Con Multiópticas, en una alianza que el diseñador firma por tercera vez y que ya ha demostrado ser un éxito temporada tras temporada. Y hasta con Puma. Mención especial merecen los accesorios, concretamente su nuevo bolso insignia bautizado como Castellana. Tampoco faltan las apariciones estelares sobre la pasarela, como la de Filip Custic, que desfila a paso acelerado por la oficina oculto tras unas fantásticas gafas de sol.
La colección parece agradar a los fans incondicionales del Palomo que hace unos años irrumpía en la escena madrileña para ponerla patas arriba. Pero también parece hacer las delicias de los que hasta ahora no acababan de comprender el (a veces excéntrico) universo del diseñador. No se han extinguido los comentarios negativos, por supuesto, ni las críticas nada constructivas. Pero, ¿qué sería de Alejandro Palomo si no generase una reacción por parte de la audiencia?