Resulta paradójico que la marca de moda nacional con mayor proyección internacional (basta con preguntar a los insiders de la industria de otros países para corroborar que España se asocia indiscutiblemente con Palomo Spain) sea a su vez una de las más arraigada a sus orígenes. Tal vez sea en esta perfecta sincronía de tradición e internacionalización donde resida la fórmula de su éxito. Una equilibrada miscelánea de referentes que ha construido desde que presentase su primera colección en 2016, y a la que ahora rinde homenaje en el que fuera el epicentro de sus primeros desfiles capaces de despertar una expectación máxima, Madrid. Concretamente en el céntrico Paseo del Prado, donde acaba de presentar su nueva colección, Córdoba otoño/invierno 2022, con la que celebra un lustro en la moda.
Ni los dioses quisieron faltar a la cita convocada por Palomo Spain el pasado jueves en el corazón de la capital. Y si no que se lo digan a Neptuno y Cibeles, quienes desde sus respectivas plazas no quitaban ojo del evento multitudinario celebrado en la que es su morada desde hace siglos, el Paseo del Prado de Madrid. Agolpados en una interminable cola, todos los allí presentes esperábamos ansiosos a acceder al recinto reservado para la presentación del diseñador cordobés, mientras curiosos, locales y turistas, no dudaban en acercarse al enclave sorprendidos por la energía que se respiraba. Un halo de expectación y esperanza, en la moda española y en la vuelta de los eventos presenciales, tras más de año y medio marcado por los aplazamientos y las cancelaciones sucesivas.
Y es que si hay algo que ha logrado Alejandro Palomo, alma máter de Palomo Spain, es un envidiable equilibrio entre el reconocimiento de los agentes del sector y el cariño de un público general a cuyas casas ha llegado gracias a un formato televisivo que ha hecho de su persona (y de su marca) un símbolo de la moda nacional. Es precisamente en ese perfecto engranaje de realidades en el que basa su nueva propuesta, Córdoba, con la que abraza las culturas romana, árabe, judía y cristiana que poblaron la ciudad andaluza que le vio nacer. En definitiva, una apertura mental que se evidencia tanto en el creador como en su obra, que huye de etiquetas y en el que todos, todas y todes son bienvenidos.
De la colección en términos técnicos y creativos a la sorprendente puesta en escena, son muchas las muestras del talento y la perspicacia del creativo. Una inteligencia que traspasa los patrones y las siluetas, impregnando la comunicación de su identidad de marca, la construcción de una comunidad con identidad propia y las sinergias que van más allá de la moda. Una forma de entender el negocio que en esta ocasión se materializó en un magistral acompañamiento por parte de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid y la pianista solista María Dolores Gaitán en directo, encargados de agregar una dosis extra de emoción a la ya de por sí impresionante colección de Palomo.
Cincuenta y un looks discurrieron por la pasarela urbana, matizada con la sofisticación y el poderío de un desfile capaz de transportarnos a alguna de las grandes capitales de la moda por momentos. Y no es que la moda española esté falta de talento, ni mucho menos. Pero la capacidad de sorprender se diluye temporada tras temporada bajo la oscuridad de Ifema y el peso de una estructura inamovible que rige los cimientos de un sector que exige frescura y dinamismo de forma inminente.
Córdoba no hace sino reafirmar el ADN identitario de Alejandro Palomo y su equipo, materializando a su vez las lecciones aprendidas por la marca en sus cinco años de vida. De la necesidad de aterrizar las propuestas experimentales al mercado, a la importancia de ser fiel a los principios que en su momento cautivaron a la crítica nacional e internacional e hicieron de la firma un símbolo de progreso y tolerancia. No hay duda de que Alejandro superó las expectativas y su desfile se convirtió en una celebración del poder sensorial de la moda. Pero a su vez evidenció una triste realidad imperante en la industria nacional, suscitando importantes preguntas que deberían abordarse en profundidad urgentemente.
¿Es la internacionalización un requisito fundamental para ser reconocido en el país de origen? ¿Acaso los esfuerzos por parte de las instituciones y organismos responsables no deberían dirigirse a fortalecer el músculo de la industria de la moda nacional dentro y fuera de nuestras fronteras? ¿Por qué aquellos con capacidad de impulsar el talento patrio se limitan a hacer acto de presencia cuando la moda muestra su cara más amable y despreocupada? Palomo ha cumplido. Ahora es el turno de los verdaderos agentes de la industria.
Y es que si hay algo que ha logrado Alejandro Palomo, alma máter de Palomo Spain, es un envidiable equilibrio entre el reconocimiento de los agentes del sector y el cariño de un público general a cuyas casas ha llegado gracias a un formato televisivo que ha hecho de su persona (y de su marca) un símbolo de la moda nacional. Es precisamente en ese perfecto engranaje de realidades en el que basa su nueva propuesta, Córdoba, con la que abraza las culturas romana, árabe, judía y cristiana que poblaron la ciudad andaluza que le vio nacer. En definitiva, una apertura mental que se evidencia tanto en el creador como en su obra, que huye de etiquetas y en el que todos, todas y todes son bienvenidos.
De la colección en términos técnicos y creativos a la sorprendente puesta en escena, son muchas las muestras del talento y la perspicacia del creativo. Una inteligencia que traspasa los patrones y las siluetas, impregnando la comunicación de su identidad de marca, la construcción de una comunidad con identidad propia y las sinergias que van más allá de la moda. Una forma de entender el negocio que en esta ocasión se materializó en un magistral acompañamiento por parte de la Banda Sinfónica Municipal de Madrid y la pianista solista María Dolores Gaitán en directo, encargados de agregar una dosis extra de emoción a la ya de por sí impresionante colección de Palomo.
Cincuenta y un looks discurrieron por la pasarela urbana, matizada con la sofisticación y el poderío de un desfile capaz de transportarnos a alguna de las grandes capitales de la moda por momentos. Y no es que la moda española esté falta de talento, ni mucho menos. Pero la capacidad de sorprender se diluye temporada tras temporada bajo la oscuridad de Ifema y el peso de una estructura inamovible que rige los cimientos de un sector que exige frescura y dinamismo de forma inminente.
Córdoba no hace sino reafirmar el ADN identitario de Alejandro Palomo y su equipo, materializando a su vez las lecciones aprendidas por la marca en sus cinco años de vida. De la necesidad de aterrizar las propuestas experimentales al mercado, a la importancia de ser fiel a los principios que en su momento cautivaron a la crítica nacional e internacional e hicieron de la firma un símbolo de progreso y tolerancia. No hay duda de que Alejandro superó las expectativas y su desfile se convirtió en una celebración del poder sensorial de la moda. Pero a su vez evidenció una triste realidad imperante en la industria nacional, suscitando importantes preguntas que deberían abordarse en profundidad urgentemente.
¿Es la internacionalización un requisito fundamental para ser reconocido en el país de origen? ¿Acaso los esfuerzos por parte de las instituciones y organismos responsables no deberían dirigirse a fortalecer el músculo de la industria de la moda nacional dentro y fuera de nuestras fronteras? ¿Por qué aquellos con capacidad de impulsar el talento patrio se limitan a hacer acto de presencia cuando la moda muestra su cara más amable y despreocupada? Palomo ha cumplido. Ahora es el turno de los verdaderos agentes de la industria.