La ilustradora y pintora María Treviño nos habla acerca de su obra, cuyo proceso creativo se centra en la búsqueda constante de imágenes inspiradoras y donde el elemento más importante es el color. En su último proyecto, de carácter autobiográfico, la pintora nos cuenta la historia de sus veranos familiares a orillas del Mediterráneo de la mano de la temática del agua.
¿Cómo supiste que te dedicarías al arte? ¿De dónde viene tu interés por la pintura?
En realidad no soy consciente del momento en el que me di cuenta de que el arte era a lo quería dedicarme. Creo que surgió de forma natural, me encantaba dibujar desde muy pequeña. A los trece años mis padres me apuntaron a un estudio de pintura y después, ya en Madrid, empecé a preparar el examen de ingreso a Bellas Artes en una academia y hasta hoy.
Tratas la imagen con un virtuosismo técnico brillante, ¿cuándo diste con tu estilo pictórico? ¿Cómo lo definirías?
No me resulta fácil definirlo porque mis colores son demasiado saturados y brillantes como para hablar de hiperrealismo. Sí te puedo decir que hay mucha búsqueda e investigación detrás. He pasado por muchas fases, siempre dentro del realismo, hasta que he encontrado mi voz. Porque al final se trata de eso, de sentirte cómoda con lo que haces para hablarle al espectador a través tu obra de la forma más honesta.
Son muchos los pintores, entre ellos Antonio López, los que no afrontan de manera positiva la comparación de su obra con una fotografía, ¿qué piensas acerca de esto? ¿Te sientes identificada?
Yo sé que cuando se te acerca alguien y te comenta eso lo hace con buena intención, te quiere halagar, y por tanto a mí no me molesta. Otra cosa es que lo haga un crítico de arte, porque claro, ante esa percepción de la obra está obviando muchas emociones, aspectos, gestos y matices que son fundamentales para que el resultado final sea la imagen única que es.
¿Qué tiene que tener la realidad que decides retratar para que la incluyas en tus pinturas?
Se puede decir que estoy en una búsqueda constante de imágenes que me puedan interesar para mi trabajo. El color es lo más importante a la hora de seleccionar una imagen en la que apoyarme. Me gusta partir de una foto que me atraiga mucho cromáticamente de entrada, aunque después yo manipule y sature bastante el color en el lienzo.
En tu última exposición, La casa junto al mar, rindes homenaje a escenas cotidianas de tus vivencias estivales, lo que defines como un trabajo autobiográfico. ¿Cómo empezaste a crear este proyecto? ¿Qué historias hay detrás de él?
Desde hace bastantes años me han interesado las imágenes acuáticas y llevo mucho trabajando con ellas. Me gusta tratar de fijar la fugacidad al mismo tiempo que me sumerjo en escenas tan efímeras. Además, el agua me proporciona un movimiento y unos juegos de abstracción que me dan mucho juego a la hora de experimentar. Pero vi un documental que me encantó, A media voz, que comenzaba con la frase: “Busco imágenes que te hablen de mí”, y me entraron muchas ganas de hacer algo autobiográfico. Así es que a través de la antigua casa familiar de mis abuelos a orillas del Mediterráneo conté la historia de nuestros veranos, sin dejar la temática del agua.
¿Qué artistas (más allá de la pintura) te gustan más actualmente?
Pues me gustan muchos, la verdad. Por ejemplo, Toya Legido y Ramón Siscart en fotografía. Sandra Malvar y Bartolomé Rey en dibujo. Julia Santa Olalla, Victoria Encinas, Irene Cuadrado y Jenna Gribbon en pintura, y en dibujo digital, Tito Merello.
¿Cuál es tu visión acerca del futuro del arte?
Pues me preocupa mucho lo poco que se hace desde las artes visuales para llegar al público. Creo que hay que cambiar muchas cosas, empezando por la educación, también los apoyos institucionales y la visibilidad para que deje de ser un producto únicamente de minorías cada vez más reducidas.
¿Tienes en mente algún proyecto nuevo?
Ahora mismo estoy haciendo encargos y tengo varios proyectos pero todavía sin cerrar.
