Esto fue muy guay porque yo justo estaba empezando la preproducción de mi primer largometraje documental y le llegó este trabajo a Boogaloo Films, que es la productora que me hace este proyecto, y pensaron en mí y en seguida cuajó la idea. Creo que el éxito de ese documental es que estábamos en un momento muy concreto de ella, que era la semana antes de la presentación de
El mal querer, que hoy en día ya es como un disco histórico.
Era muy importante que hubiera una relación de confianza, lo máximo que pudiera, porque sé que los artistas, sobre todo cuando tienen mucho curro y presión, pueden tener una idea muy negativa de la cámara porque es algo que no controlan. Aparte, están acostumbrados a la prensa, y pueden verlo como un instrumento invasor. Por eso, el primer día fui sola y estuve con ella e iba con una cámara pequeña, estuvimos hablando, cenando con
Charm La’Donna (coreógrafa), Rosalía y Ferrán Echegaray (director artístico).
Fue muy guay, pude explicar mis proyectos y ahí ella entendió quién soy y se me abrió esa puerta. Al día siguiente fui con
Maria Codina, y el resto del equipo a rodar, la directora de fotografía, y éramos un equipo superreducido e intentábamos ser lo menos intrusivos posible, aún teniendo que estar ahí muchas horas. Y
Pau Luzón y yo pudimos hacer el montaje, que al fin y al cabo es una construcción. En este caso, se trataba de la construcción de la artista que es fácilmente deshumanizada. De mostrar a una chica muy currante, que tiene sueños, que viene de cantar en restaurantes y hablar de esto desde una manera íntima. Creo que lo conseguí.