Si hace año y medio Loom se celebró gracias a la plataforma Artsy de Movistar, en la que ganaron como propuesta ganadora, este año se lo hacen todo ellos mismos, manteniendo el espíritu DIY y underground que tanto caracteriza las mentes más audaces. “Ha sido quizás el trabajo más duro que hemos hecho nunca” dice Nikolov. Pero gracias a amigos, sponsors, y una campaña de crowdfunding que se hizo viral, “hemos afrontado la situación económica lo mejor que hemos podido”.
¿Pero quién está detrás de ese ‘nos’? Pues el colectivo Loom, integrado por más de treinta personas cuyas profesiones están, generalmente, ligadas a las industrias creativas y culturales (fotógrafos, diseñadores, promotores y agitadores culturales, estilistas, etc.). Cada uno ha aportado su granito de arena para crear no un desierto, sino un oasis dentro del panorama cultural y festivalero en Barcelona.
En la primera edición, muchos de los que asistimos estábamos boquiabiertos al ver lo que estaba pasando: algunos miembros del colectivo Transspecies Society, como los ciborgs Neil Harbisson, Moon Ribas, o Manel Muñoz, se estaban implantando un chip en vivo y en directo (camillas, personal médico, bisturís y sangre incluidos); Serbian Bacon, en una sala pequeñísima, realizó una performance tan íntima como bestial en la que acabó con el cuerpo entero cubierto en cera; o la familia Woolman, que se paseaba montando jaleo con pancartas reivindicativas sobre el género, el machismo, o la libertad. Y como guinda del pastel, los espectaculares conciertos y sets de Shygirl o Coucou Chloe, entre otros. No sabíamos si estábamos en una fábrica abandonada a las afueras de Berlín, o si seguíamos en Barcelona.