Haciendo nuestro el emblemático lema de Levi’s Use Your Voice, más necesario que nunca, damos la palabra a seis creativos destacados del colectivo LGBTQ+ que tienen mucho que decir. Seis voces procedentes de distintos ámbitos, entornos y realidades, que convergen en las páginas de nuestro número de verano y ahora también aquí para hablar abiertamente, compartir opiniones y experiencias y llegar a puntos de encuentro que contribuyan a hacer del mundo un lugar mejor. De la performer Samantha Hudson y la actriz Lola Rodríguez, a la impulsora de la fiesta queer Maricas, ISAbella, cantantes como Megane Mercury, con quien hoy hablamos de no binarismo y reflexionamos sobre la carga política inherente a la toma de decisiones, Conan Osíris y el director de cine Eduardo Casanova.
Autodefinirse como persona no binaria no significa negar la realidad imperante del sistema, sino asumirla y reivindicar el espacio que te pertenece. El artista disciplinar Megane Mercury se reconoció como persona queer hace tres años, y lo hizo tras darse cuenta de que el binarismo de género está absolutamente en todo lo que nos rodea. Desde la categorización de los baños públicos hasta el patronaje de las prendas, la sociedad se estructura bajo un esquema que no deja de oprimir a las identidades disidentes. Y el creativo, que acaba de lanzar su segundo EP, Desamor y pop-rock para adolescentes, reivindica la necesidad de recurrir a las etiquetas mientas determinados grupos sigan reprimidos, como forma de delimitar una realidad existente. “No pienses que la realidad es solo lo que vemos, siempre hay más, aunque muchas veces nos pongan las lentes”, explica, en un diálogo en el que el heteropatriarcado se encuentra con las dinámicas colonialistas, el capitalismo y la salud mental.
Megane, a principios de este año lanzaste tu segundo EP, Desamor y pop-rock para adolescentes. ¿Qué nos puedes contar sobre este nuevo trabajo?
Es un proyecto en el que cuento mis experiencias un poco traumáticas con mi ex pareja, pero a la vez me centro mucho en lo que siento, lo difícil que es olvidar, el estar cansado de estar triste, la imposibilidad de amar, etc. Este EP es el inicio de una narrativa musical más profunda que quiero seguir, empiezo diciendo que estoy cansado de estar triste y que quiero empezar a sanarme, y acabo diciendo que no puedo (risas).
¿Estás trabajando en otros proyectos de manera simultánea? ¿Hay alguna disciplina creativa con la que te gustaría experimentar?
Sí, hago mucha fotografía. En un futuro próximo, me gustaría trabajar de ayudante de fotógrafo, o ese tipo de cosas. Este año estoy haciendo más editoriales, y vídeo. Una cosa que me gustaría mucho sería dirigir cine. He estudiado audiovisual, pero estaba muy enfocado a televisión, y entre eso y problemas familiares acabé dejándolo. La actuación siempre me ha interesado, y también tengo una parte periodística, me encanta hacer entrevistas. Me parece que las entrevistas son como juegos psicológicos, que si sabes dónde dar consigues sacar cosas, más de lo que tú piensas que podía haber, incluso. Yo siempre tengo de qué hablar (risas).
¿Qué tipo de fotografía es la que más te interesa?
La fotografía de moda, pero no tanto la moda clásica, sino subvertir todo eso. Es moda, pero no es tan perfecta. Me gusta aplicar a la moda algún tema específico, y que adquiera ese tono de fotografía personal.
Tus letras se caracterizan por el contenido explícito y los mensajes empoderados. ¿Es la música una forma de canalizar emociones internas?
Sí. Yo ya tenía las habilidades suficientes para hacer fotos y grabar, pero la música lo que me permite es llevar toda la dirección creativa de mis proyectos. Y si necesito hacer unas fotos y no tengo a nadie, las puedo hacer yo. Entonces, la música me permite crear mis propios universos y no depender tanto de otra gente, aunque sí que me gusta trabajar con más personas. Tengo el criterio de saber cómo quiero que sea la fotografía, el estilismo o la dirección de arte. Para mí, un proyecto musical no es solo hacer la música, tiene muchas más dimensiones. Y ahí es donde entran mis conocimientos audiovisuales y mi sensibilidad artística.
En tu single Vorágine, incluido en tu nuevo álbum, cantas “se ha roto mi caparazón”. Un caparazón que, aunque en este caso va ligado al amor, podría ser perfectamente una armadura emocional frente a la discriminación o lo que supone ser diferente en la sociedad. ¿Sientes que has tenido que protegerte del sistema en tu vida?
Sí, creo que es algo que haces como supervivencia de alguna manera. Te pones ciertas barreras que no quieres pasar, en parte porque no te atreves, y por otra parte porque vivimos en un contexto sociocultural e histórico en el que identidades como la mía no son aceptadas. Está muy bien exponerse y expresarse libremente, pero todo ello también conlleva un riesgo. Muchas veces, voy a salir de casa y pienso, “lo mismo no me apetece ponerme esto porque hoy no quiero que me miren por la calle, no me apetece que me digan nada, que pase un coche y me pite”.
¿Te importa menos el qué dirán o el qué pensarán ahora?
No diría que me importa menos, sino que simplemente depende de cómo me encuentre. Hay días en los que tengo las fuerzas, y otros no. A veces digo que voy a ir en chándal durante un mes y lo hago, porque no me apetece que me toquen el coño. Sí que es verdad que hay cosas que has superado y te acostumbras más, y si en algún momento lo tienes que hacer no te va a importar tanto, pero la salud mental es muy importante. Muchas veces prefiero conservar mi salud mental a arriesgarme que me pase cualquier cosa por la calle.
Efectivamente, parece que muchas veces la gran protagonista es la salud física. Tal vez porque es más evidente o visible, y porque está más normalizada. Pero cuando hablamos de salud mental la cosa cambia, aunque hay que reconocer que cada día se habla más de este tema, tanto en ámbitos públicos como privados. ¿Estamos avanzando por el buen camino?
En las jóvenes generaciones está empezando a haber mucho flujo de información y debate en Internet sobre la salud mental, aunque creo que la gran parte de la sociedad no se lo toma en serio realmente. A nuestros padres no les han enseñado que existe una salud mental, y muchas veces les es muy difícil identificar este tipo de cosas. No es fácil decirle a tu madre que tienes depresión, ha habido falta de información. La diferencia generacional se nota un montón a la hora de hablar de emociones y sentimientos, y en cómo gestionamos las situaciones. De mi madre a mí, o de padres de mis amigos a ellos, lo noto mucho.
¿Y a qué atribuyes este cambio generacional? Es decir, la diferencia de edad no tendría por qué significar un avance per se. Igual que avanzamos podemos retroceder en un momento dado, incluso recortar libertades que creíamos ya conquistadas.
Creo que ha sido un cúmulo de todo. Muchos de nuestros padres vivieron una dictadura y eso tiene muchísimas implicaciones a la hora de expresarte y saber qué es lo que tienes que hacer para sobrevivir y ser exitoso, entre comillas. Simplemente se ha dado un momento en el que el marco donde estamos ha permitido que haya gente que hable de ello. Además de más conciencia, avances en los estudios, etc.
“Estamos bebiendo, estamos fumando, allá están los haters mirando”, cantas en tu single Activao, en el que también están presentes cuestiones como el género y el poder. ¿Has recibido mucho odio en tu vida?
Sí. Siempre, en mayor o menor medida, te encajan en unos roles. Por ejemplo, a mí nunca me visten de determinada forma en una sesión de fotos si ya hay una persona blanca que representa la identidad queer en ese mismo entorno. Y eso es algo que me pasa mucho. Voy y es raro que a mí me dejen ser explosivo o expresarme con cierta expresión de género, sobre todo si hay otras personas. Cuando ya recibimos la exposición, va filtrada por lo que la persona que lo está haciendo piensa que es el hueco que nosotros tenemos que llenar.
Y hablando de discriminación, ¿también existe dentro del colectivo LGTBIQ+?
Así es. De hecho, hace poco hablaba sobre cómo nuestra percepción del género también está marcada por esas dinámicas coloniales, ese capitalismo. El colonialismo ha ayudado mucho al desarrollo del capitalismo, en el sentido de a costa de qué países cogemos los recursos. Al final, eso también se refleja en cómo percibimos el género, las características que asumimos que tiene que tener un hombre y una mujer. A nivel tamaño, curvas… Yo no soy una persona más o menos binaria por ser una persona negra. Soy igual, me puedo expresar igual y lo hago. Pero esa idea tiene que salir siempre de mí.
¿Cuándo y cómo te reconoces como persona no binaria?
Hace tres años, aproximadamente. Todavía no se hablaba de las personas no binarias, pero yo ya estaba ahí (risas). Yo sabía lo que era, pero no tenía un nombre. Eso te hace replantearte toda tu vida, desde pequeño. Ya no piensas en si te gustaban las “cosas de chicas” o no, sino en cómo te meten en un embudo de lo que tiene que ser un hombre. O pasas por ahí, o todo el mundo te va a recordar que no pasas por ahí.
Una cosa es ser consciente de cómo uno es, y otra la aceptación y el reconocimiento de la propia identidad. Dos fases de un proceso que no siempre convergen. Incluso hay personas que viven toda su vida en la primera etapa, sin externalizar, verbalizar o reconocerse a sí mismos. ¿Qué supuso comenzar a vivir tu identidad con normalidad?
Me dio alivio. Alivio de encontrarme. Es como esos días que te levantas y de repente dices, “pues sí que soy esto”. Lo mismo no está tan mal la vida (risas). Identificarte como persona no binaria implica una carga política, saber qué estos roles no van contigo, y al saber esto empiezas a ver las cosas de otra manera, y a ponerle nombre a las cosas que ya veías pero no reconocías como tal.
La carga política está muy presente en tu discurso. ¿Por qué es tan importante y qué relación tiene con el reconocimiento de la identidad?
Todo es político, aunque haya quienes se esfuercen en decir que hay temas que no tienen implicaciones políticas. Todas las decisiones que haces van acorde o en contra de ciertos estándares. Si tú accedes a hacer determinadas cosas que forman parte de dinámicas heteropatriarcales, esto ya tiene una carga política. Si no lo haces, es porque sabes que eso existe y no quieres hacerlo. Incluso lo privado, cómo se construye nuestro deseo, es político. La masculinidad, la feminidad o la raza están ahí presentes.
Uno de los grandes problemas es la invisibilidad que sufren ciertas minorías, colectivos o realidades que no cumplen los parámetros comúnmente aceptados. Grupos que tienen que gritar para que se les oiga, y muchas veces son considerados “de segunda”, quedando marginados en un sistema que presume repetidamente de ser abierto e inclusivo. ¿Crees que tu reconocimiento como persona no binaria hubiese sido más fácil si hubiese habido un mayor abanico de referentes?
Por supuesto. Yo me fijaba mucho en Mykki Blanco. Cuando me empecé a interesar por el no binarismo fue cuando ella recitó un poema que salió publicado en una revista, y me entró curiosidad por saber quién era esa persona. Me ayudó a entender que había realidades que se alineaban con la mía, y experiencias que se parecen a las mías, para luego entender el porqué de determinadas cosas. Pero siempre aplicándolo a mí, porque de lo contrario no tiene sentido. No es solo “veo, lo cojo y lo hago”. Tienes que ver qué te parece bien, si se aplica a ti o no. Una cosa es recibir la información, y otra cómo la procesas.
¿Sientes que puedes ser un referente para otras personas? ¿Piensas mucho en esto?
No sé, nunca lo he pensado, la verdad. Lo mismo hay alguien que sí me ve como un referente. Una cosa que pasa en España es que, como las personas racializadas no somos tantas, teniendo en cuenta que es imposible de cuantificar ya que se omiten las situaciones irregulares, no tenemos precedente de identidades como las nuestras aquí. Gente racializada que sea libre, entre comillas. La gente ya estaba, pero no formaba parte de la sociedad. Lo que nos ha dado esto es un momento en el que lo que hacemos nos convierte en pioneros. Tenemos que ser nuestros propios referentes todo el rato, y eso es súper cansado. Casi nunca te encuentras fotógrafos racializados, entonces intentas esta ahí si alguien está buscándolo. Mis referentes son mis amigas.
Hablando de amistades, ¿es importante estar en contacto con personas que piensen de manera diferente para entender que existen realidades y formas de pensar más allá de las propias?
Yo conozco a gente de todo tipo. Acabas en diferentes contextos, entre la universidad y otras cosas, estás en todo tipos de entornos. Y nunca sabes lo que está en la cabeza de la otra persona. Te llevas con gente de todo tipo, aunque luego, obviamente, si tienes que contar con alguien para hacer algo, optes por gente que tiene unos principios parecidos a los tuyos. Al final vives en una sociedad.
¿En qué hechos concretos sientes que estamos avanzando? Es decir, hay una creencia general de que el mundo y la sociedad están avanzando a pasos agigantados pese a que haya sectores que se oponen frontalmente a este cambio. Pero, ¿hay algún hecho que destacarías y que invite al optimismo?
Sí que es verdad que el culmen de gente expresando sus identidades trans, no binarias y un largo etcétera, ha sido que haya un debate sobre la Ley Trans y la autodeterminación de género, y toda la carga política que ello implica. Una de las cosas que pretende hacer la ley es despatologizar lo trans, en general. Si yo soy una mujer, soy una mujer, no necesito que un médico corrobore que tengo disforia. En el momento en el que tienes que pasar por un médico, ya le estás agregando una carga de enfermedad, de diagnóstico. Cambia un montón el enfoque, y eso ya es político en sí. Si una persona se puede autodeterminar, surgen otros interrogantes. ¿Qué es un hombre y qué es una mujer? ¿Bajo qué estándares hemos establecido qué es ser hombre o ser mujer? Las mujeres no tienen por qué lucir de una determinada manera. ¿Tiene que ver con tener pene? Incluso a nivel biológico, hay estudios que prueban que no necesariamente. Ahí es donde surge la pregunta. ¿Por qué existe este sistema de género, y de qué forma favorece dinámicas capitalistas? ¿Cómo eso hace que las mujeres entren en determinados tipos de roles, y los hombres igual? Implica cogerlo todo y mirarlo todo con lupa. De repente, cuestionamos todo mazo, y eso es lo que a la gente no le gusta.
Hablas de los roles masculino y femenino pero, cuando te reconoces públicamente como persona no binaria, ¿sientes que también recaen sobre ti ciertos estereotipos?
Sí que hay algo, en el sentido de la estética por ejemplo. Para ser una persona no binaria o queer, parece que tienes que ser blanco, lucir como un espagueti y tener una apariencia andrógina. A la vista está que no, ¿quién dijo eso? A veces la manera en la que entendemos las cosas está condicionada por la vista, pero la vista no lo es todo. Tiene que ver con lo que se habla. Hay mujeres que tienen barba. Y dentro de cada raza, puede cambiar la percepción del género que se tiene. Yo lo noto mucho con la gente asiática. Por ejemplo, si aquí hubiese chicos como los de las bandas de K-Pop, se diría que son maricones. Y la mayoría de ellos son heteros. Lo mismo pasó hace un tiempo con unas atletas asiáticas, que la gente se preguntaba si eran chicos o chicas. Las TERFs estaban muy preocupadas por si había chicos en competiciones de chicas.
En tu caso, los obstáculos que tienes que vencer para ser escuchado son varios. Por un lado, el no binarismo de género, que parece empezar a plantearse y visibilizarse ahora. Y por otro, ser una persona racializada, lo que supone “tener muy pocas oportunidades en el ámbito artístico”, tal y como comentabas en una entrevista anterior. ¿Cuáles han sido las principales barreras que has tenido que saltar en tu camino?
Realmente, no siento que sea algo que pueda separar. Simplemente son fuentes, comentarios y actitudes diferentes, pero al final convergen en mi persona.
“Crecí siendo una versión de mí que no era yo”, comentabas la última vez que hablamos. Algo muy común entre todos aquellos que no cumplen con el patrón privilegiado que antes mencionábamos, tratando de disipar los obstáculos que salirse de la norma puede suponer. Ahora, viéndolo en perspectiva, ¿crees que la despersonalización durante tu infancia realmente te protegió de las amenazas, o te complicó más las cosas a la hora de reconocerte como realmente eras?
En el instituto haces un papelazo. Para sobrevivir, para tener amigos… Yo tengo amigos desde el colegio con los que me sigo llevando súper bien. Muchas veces no te das cuenta de que estás interpretando ese papel hasta que luego, en perspectiva, lo miras y ves que ni te iba ni te venía. Es muy cansado analizarte a ti mismo todo el rato. Sabiendo los roles, tanto a nivel de raza como género, he jugado con eso. En la música parece que la gente negra tiene que hacer determinados géneros para resultar interesante o que se considere su trabajo. En Fr33 B33f dije, “vas a escuchas estas letras, pero te voy a hablar de lo que te quiero hablar”. Estaba utilizando un lenguaje a nivel más sonoro, una canción o una base que podría tener Yung Beef, pero contando mis mierdas. Jugaba con eso.
¿Está la escena musical muy categorizada? ¿Hay tantas etiquetas como en la sociedad del día a día?
Sí. Más que categorizada, al no haber casi referentes de gente racializada en España, es muy difícil hacerte camino en la música y que la gente te tome mínimamente en serio, como puede pasar con cualquier otra persona, que puede sacar un single y que sea un boom. Tú a lo mejor te montas un proyecto muy potente y te cuesta mucho más captar la atención.
Los cánones de la masculinidad tradicional parecen seguir muy instaurados. Una imagen de un hombre viril al que no se le permite expresar sus emociones, pero sí dar órdenes y ejercer el poder. ¿Qué entiendes tú por masculinidad?
Yo creo que, quitando las concepciones de masculinidad más clásicas, lo que representa la masculinidad es una posición social desde la que se ejerce la opresión, y donde se ostenta el poder. A día de hoy no conocemos la masculinidad ni la feminidad sin la otra, siempre van juntas de alguna manera porque lo hemos conocido así. Yo no puedo más con el término “nuevas masculinidades”.
¿Qué es lo que más te molesta de este concepto?
¿Qué son las nuevas masculinidades? ¿Que a los tíos les dé por tener alguna expresión más femenina? Eso es lo que han estado haciendo los maricones durante años. Tiene que llegar la figura cisheterosexual blanca a validar que los chicos pueden tener expresión de género femenina, y es entonces cuando es nuevo. Y encima hay que darles las gracias. Me parece súper pretencioso llamarlo “nueva masculinidad”, porque ese término atiende al borrado de las identidades disidentes y de toda su historia, que son quienes han tratado de romper los roles de género desde siempre. No es nada nuevo, sobre todo a nivel conceptual. La masculinidad no es solo la expresión a la que se refieren, son también actitudes, ocupar un determinado sitio en la sociedad, y eso también hay que deconstruirlo. La masculinidad se construye también mucho en torno a la heterosexualidad, y en base a cómo se reafirma. O la heteronorma. Tal vez para plantearnos cómo entendemos la masculinidad, tenemos que pensar en cómo hemos concebido la heterosexualidad históricamente. Tenemos que cuestionarlo todo. Y por eso, todo es político.
¿Por qué crees que las etiquetas están tan implantadas en la sociedad? ¿Qué papel juega lo social en esta categorización?
La raza como concepto no se entiende sin lo social. La masculinidad, la feminidad y los roles de género, no se entienden sin lo social. Eso ha favorecido en el que vivamos en un sistema capitalista consumista como el que conocemos a día de hoy. A las mujeres las mandas a coser, y a los tíos a hacer no sé qué. Al dividirlo de esa manera, eso es más fácil a nivel producción, costes, gastos, etc. Tanto los roles de género como la concepción de raza no se pueden entender sin lo social, y son dinámicas reforzadas por el capitalismo para el propio beneficio y mantenimiento del mismo. En cuanto a la categorización, sí que es verdad que cuando estás a medio camino, puedes no sentirte identificado con ninguna etiqueta. No sabes quién eres y no te puedes identificar con nadie. Ahora ves como muchas marcas se están lanzando a hacer cosas en las que dicen “sin género”, “sin etiquetas”. No perdona, yo tengo un género, que es género no binario. Las etiquetas sirven para delimitar una realidad mientras haya grupos reprimidos. Está muy bien decir que no haya etiquetas, pero si no las hubiera no estaríamos reivindicando nada. Creo que por ahora son necesarias. Yo, posicionándome como una persona de género no binario, he asumido que hay un binarismo de género en la sociedad, y he asumido que no entro dentro de ese binarismo. Eso ya es un posicionamiento político per se. Implica más que la etiqueta, definirte implica una carga política. En cuanto deje de tenerla porque no haga falta, entonces tal vez podríamos hablar de un mundo sin etiquetas. Y creo que el discurso de que todos somos iguales se ha malinterpretado de alguna manera. No somos iguales, lo que tenemos es que tener los mismos derechos.
¿Hay algún otro emblema que se repita últimamente y con el que no comulgues?
“Love is love”, por ejemplo. ¿Quién te dice a ti que yo para reivindicar mi identidad tengo que tener un interés romántico por alguien? Sigo siendo una persona no binaria. Una chica lesbiana sigue siendo una chica lesbiana, quiera a alguien o no. Ese lema lo que hace es reducir la diversidad afectivo-sexual al deseo, y no es solo el deseo, sino quién tú eres y cómo te relacionas con este mundo. Hay algunos lemas que están vacíos, que de primeras nos pueden parecer genial, pero luego piensas y no.
¿Sientes que el abanico de opciones se está abriendo? ¿Es la sociedad cada vez más consciente de que existen realidades más allá del binarismo hombre-mujer?
Yo sí noto que muchos de mis amigos se han interesado por ello al conocerme. O amigas mías que nunca se habían planteado que eran bisexuales, hablando de ello sí se lo han cuestionado.
¿Tienen miedo a esta deconstrucción del género, o cuestionamiento del mismo, los que siempre ha gozado de privilegios?
Sí, creo que en parte sí. Es una de las cosas por las que el discurso TERF ha crecido tanto. Muchas de ellas antes defendían a las personas trans. Lo que pasa es que antes nadie hablaba de lo trans, y no tenían ningún tipo de espacio. Podías apoyarlo porque no te suponía ninguna pérdida de privilegio, ni te obligaba a cuestionarlo. En el momento en el que esta voz a la que veías como algo menos está en la misma mesa que tú, y ves que en vez de hablar una hora vas a hablar treinta minutos, ya no te gusta.
Hablas de la necesidad de recurrir a etiquetas mientras existan grupos oprimidos, pero, ¿crees que el momento en el que no las necesitemos porque todos gocemos de los mismos derechos está cerca?
Me gustaría pensar que sí, pero creo que no. Nosotros de alguna manera también gozamos de algunos privilegios, y la situación de otros países es a costa de los privilegios que nosotros también tenemos. Entonces, al final para que se mantenga nuestro consumo, nos interesa que exista ese desequilibrio, porque es de donde sale nuestra materia prima. Y si están al mismo nivel, lo mismo las cosa que nos salían baratas nos salen más caras. Hay intereses en que el sistema que tenemos ahora se mantenga.
Eres de Leganés, un barrio popular de Madrid. ¿Qué has aprendido de la calle? ¿Ha influido en tu forma de ser?
El hecho de que yo en mi barrio viese a mucha gente racializada cuando era pequeño, es algo de lo que mucha gente racializada no ha podido gozar. A nivel diversidad sexual puede que no haya visto tanto, pero también he visto. Entonces, sí que hay cosas que ves y te dan miedo, pero también otras que experimentas y te marcan como persona. Como en todos los entornos, entiendo que tendrá sus más y sus menos.
En términos de identidad te reconoces como persona no binaria pero, ¿cuál es tu orientación sexual?
Soy bisexual. Me reconocí como tal después de analizar que la bisexualidad englobaba dos géneros o más. Al final, siendo yo una persona no binaria, si a mí me gusta un hombre u otra persona no binaria, ¿hasta qué punto puedo decir que me gustan los hombres? A nivel léxico, es un poco lo que tenemos asociado. Yo he analizado que el género no es algo tan fácil. La orientación empezó a perder un poco el sentido en el momento en el que me pregunté mi identidad. Me da igual.
¿Cómo respondió tu familia una vez te reconociste como persona no binaria?
Mi madre no lo entiende, aunque me deja tranquilo. Con mi padre no me he llevado nunca, y mi identidad no es algo que acepte ni vaya a aceptar nunca probablemente. Pero sin embargo, con mi hermana y con mi cuñado, sí que ha habido un desarrollo. Hemos vivido juntos, hago cosas que para ellos no tienen mucho sentido, pero sí ha habido un desarrollo. Mi hermana, a día de hoy, muchas veces se refiere a mí en femenino, aunque ella sabe que utilizo todos los pronombres. Ella es trece años mayor y no lo entendía mucho al principio. Pero se interesó, le pasé videos y nos llevamos muy bien. De hecho, me sigue en Instagram (risas).
¿Qué mensaje le lanzarías a todas esas personas que ahora mismo se preguntan si realmente merece la pena ser quienes son, y a los que el miedo les paraliza para expresarse libremente?
Párate a escucharte a ti mismo y mira si estás haciendo algo porque realmente quieres, o porque te están diciendo que lo hagas. No pienses que porque rechaces lo que se te impone se te va a acabar la vida social y no vas a tener amigos nunca más. Internet ha ayudado mucho. No pienses que la realidad es solo lo que vemos, siempre hay más, aunque muchas veces nos pongan las lentes.