Haciendo nuestro el emblemático lema de Levi’s Use Your Voice, más necesario que nunca, damos la palabra a seis creativos destacados del colectivo LGBTQ+ que tienen mucho que decir. Seis voces procedentes de distintos ámbitos, entornos y realidades, que convergen en las páginas de nuestro número de verano y ahora también aquí para hablar abiertamente, compartir opiniones y experiencias y llegar a puntos de encuentro que contribuyan a hacer del mundo un lugar mejor. De la performer Samantha Hudson y la actriz Lola Rodríguez, con quien hoy nos sentamos a hablar, a la impulsora de la fiesta queer Maricas, ISAbella, los cantantes Megane Mercury y Conan Osiris y el director de cine Eduardo Casanova.
Tan importante como abordar un asunto históricamente silenciado, es hacerlo desde el enfoque adecuado. El respeto, la escucha activa o el cuestionamiento de las premisas socialmente aceptadas pueden contribuir a avanzar en términos de derechos y libertades. Y eso es precisamente lo que Veneno, la serie revelación en la que Lola Rodríguez ha interpretado a Valeria Vegas, consigue. Después de haberse sentido diferente durante toda su adolescencia tras haber tenido que sortear diversos obstáculos, como el insufrible proceso de cambio de DNI, ahora sus inseguridades son las propias de cualquier ser humano, habiéndose empoderado y estando unida a asociaciones de apoyo a la comunidad desde su infancia. Haciendo de la información su antídoto frente a la intolerancia y la discriminación, la joven actriz es optimista cuando piensa en el futuro. “La pasividad se está transformando en una búsqueda por el cambio”, comenta.
Lola, eres una de las protagonistas de la serie revelación Veneno, pionera en apostar por un casting de mujeres trans en España. ¿Estamos ante una nueva era en materia de derechos y libertades para el colectivo LGBTIQ+?
Sí, estamos empezando una nueva ola. Y es una ola de personas trans y no binarias. Se nos está reconociendo, se nos está poniendo en el foco. Las historias están bien contadas, se está empezando a tener en cuenta cómo deben enfocarse, desde el respeto y una mirada mucho más cercana, desde la verdad y el empoderamiento, y no tanto desde el drama, la burla y la etiqueta. Se está empezando a valorar a la persona más allá de la etiqueta
Tal vez tenga que ver con que las personas pertenecientes al colectivo están empezando a ocupar los puestos, ya no solo delante de las cámaras, sino detrás de ellas. Están empezando a poder contar sus historias y se oídas, ¿no crees?
Sí, efectivamente. Hay un movimiento transversal en todos los sentidos. Y también se nos está viendo fuera del colectivo como personas, que ese es el gran reto. Que trascienda nuestra comunidad, que cada vez haya personas más informadas y sensibilizadas, y que ya no quieran estar en la pasividad y escuchen de verdad lo que tienen que decir las personas. Pero ya no solo en lo que al colectivo LGBTIQ+. Cada vez estamos viendo que hay más problemáticas, con el medio ambiente y con todo. Creo que hay una mayor sensibilidad en Internet, y también pienso que tiene que ver con la era actual. No podemos estar callados, ni sentados.
Hay un componente generacional que parece estar marcando la diferencia, en los valores y en los temas que se están poniendo sobre la mesa.
Efectivamente, la pasividad se está convirtiendo en búsqueda del cambio. Y las redes sociales han jugado un papel fundamental en esto. En Internet no puedes ocultar información, como se puede hacer en los medios de comunicación. Aquí siempre vas a encontrar las opiniones de las personas, y vas a poder conectarte con muchísimas personas que piensan como tú.
¿Qué ha supuesto Veneno para ti a nivel personal? ¿Te ha ayudado a conocerte mejor?
Para mi Veneno son muchas cosas… El sentirme representada, valorada y empoderada por otras personas, por un equipo de profesionales que están en un proyecto que habla prácticamente de mi vida y de todas mis compañeras del colectivo, me dio el valor que no había llegado a conquistar del todo. Siempre me había sentido la diferente, la rara o la etiqueta, en cierta manera. Es verdad que en mi clase, sobre todo en los últimos años, era una más. Pero quieras que no, cuando estás en un sitio en el que no estás rodeada de gente como tú o de tu colectivo, sientes que tu entorno no termina de entenderte del todo. O simplemente, no te sientes representada por otras personas cercanas a ti. Y Veneno nos ha elevado y nos ha visto como personas, dándonos una fuerza y una seguridad increíbles.
Imagino que la preparación del personaje de Valeria, al que encarnas en la serie, ha supuesto un proceso de introspección y autoconocimiento muy potente. Y ver tu vida desde otra perspectiva puede ayudar a entender el porqué de ciertas acciones y decisiones que tomaste en el pasado. ¿Hay algo de lo que te hayas dado cuenta? ¿O algún episodio que hayas tenido que rememorar especialmente conflictivo?
Sí, el proceso de conectar con la Valeria joven. Quieras o no, cuando nosotras estamos en una transición, atravesamos un momento oscuro. Al menos en mi caso, me sentía súper perdida y sola. Sobre todo antes de empezar a ponerlo sobre la mesa, a hablarlo y a crear tu propio círculo. Al principio no sabes muy bien qué pasa, no sabes si contarlo o no. Yo a las cuatro años lo conté y no lo volví a decir hasta los nueve. Te das cuenta y quieres salir de esa jaula, pero es entonces cuando te topas con la imagen. Son muchas las cosas que quieres tapar, es un momento de mucha desinformación porque es algo muy abrupto que has estado encerrando durante mucho tiempo. Yo lo tapé y lo vivía bien, veía mis fotos y no pasaba nada, pero era volver otra vez a esa coraza y ese mundo interior. Lo preparé yo sola casi por completo, aunque Los Javis me ayudaron. Al fin y al cabo, era un camino que tenía que recorrer yo misma, muy personal. Pero fue increíble y súper reconciliador conmigo. Ahora me veo y digo, “joder, qué guapa”. Me da igual cómo me vea la gente, sé la Lola que soy. Llevo desde los nueve años, más de la mitad de mi vida, empoderándome como Lola y construyendo ladrillo a ladrillo para hacerme fuerte. No como muralla, que también, sino como cimientos sólidos de mi identidad. O sea que yo tengo mi identidad totalmente clara. La Lola de antes y después de Veneno es otra completamente. Yo pensaba que ya lo había conquistado todo, y que era una mujer hecha y derecha. Pero me di cuenta de que no
Como comentas, ha sido un proceso progresivo de construcción y reconocimiento de tu identidad, ladrillo a ladrillo.
Todavía sigo creciendo mucho, pero en relación a mi transexualidad y a la imagen eso está cerradísimo. Obviamente tengo que afrontar muchísimas inseguridad que la vida te da, pero no por ser trans, sino por ser una persona que vive y se relaciona (risas).
De estudiar psicología y embarcarte en un Erasmus a Lisboa, a protagonizar una serie convertida en fenómeno mundial. Tu vida parece haber dado un giro de 180º, al menos de puertas para fuera.
Estoy más feliz que nunca porque he encontrado lo que me hace feliz, que es interpretar y estar en un rodaje. Yo me levanto ahora cada día como si fuese el Día de Reyes. Amo actuar, es algo que desde pequeña siempre ha estado ahí. He intentado taponarlo durante mucho tiempo, pensando que tenía que hacer una carrera, pero siempre ha sido un motor encendido. Aparte del reconocimiento y la fama, que es algo que siempre me ha dado bastante vértigo, me doy cuenta de la huella que tengo que dejar. Estoy muy tranquila, pero porque lo que hago y digo es desde el sentimiento, sin ninguna intención. Me limito a contar lo que siento y opino de mí misma, de mi colectivo, y me parece súper necesario hablar de esto. Es lo que toca, porque si no hablamos nosotras, no habla nadie.
Precisamente es por este motivo por el que ahora hablamos de estos temas, que confiemos que algún día estén superados y completamente aceptados, pero que a día de hoy aún requieren de información y visibilidad. ¿Es la educación el primer paso para combatir la intolerancia?
Claro, tiene que ver con la desinformación que hay. Si se informase en las escuelas, si hubiese referentes trans más allá de cuatro o cinco personas, y si pudiésemos llegar a todas las casas, sería distinto. Pero ahora es necesario hablarlo. A mí no me importa para nada hablar de la transexualidad, pero también son muchas otras cosas. No me importa que mi personaje en la actuación sea trans, al contrario. Yo soy trans, y mi vida no es ser trans. Tengo millones de historias que contar, y es lo que más me importa también de los personajes que interpreto, que tengan cosas que contar. También te digo que no todos los personajes trans tienen porqué decir, “hola, soy trans”. Muchas veces se les da una característica que no tiene por qué definirles ni identificarles en nada. ¿Hasta qué punto es necesario ponernos etiquetas todo el rato? No significa que no lo diga en ningún momento, como puedo hacerlo en una entrevista o comentar con mis amigas que tengo que tomarme las hormonas, pero de forma distendida. Y que las ficciones no caigan en etiquetar continuamente a las personas, porque si no vamos a caer en cómo yo y muchas nos hemos sentido a lo largo de nuestras vidas. Sentir que estás aceptada, pero en una esquina o apartada en cierto sentido.
Reducir a una persona única y exclusivamente a su identidad u orientación sexual parece muy problemático. Es como si no existiese más allá de una etiqueta, lo que la aleja aún más de la parte de la sociedad que ya goza de privilegios y libertades plenas.
Totalmente. Lo mismo ocurre con las personas negras, cuando se les da papeles en ficciones. El negro suele asumir unas determinadas características. ¿Hasta qué punto utilizamos las etiquetas bien?
Ahora muchos ven en ti un referente, pero has reconocido que en tu época universitaria siempre fuiste “la trans”. ¿Cómo has lidiado con esa etiqueta? ¿Te la llegaron a asignar de forma explícita?
La etiqueta explícita fue principalmente hasta 3º de la ESO. Siempre he sido la rara, la artista, la loca, la bailarina. Menos mal que no he recibido violencia física directa.
Es increíble y aterrador que haya que decir “menos mal” cuando hablamos de no haber sido víctima de agresiones físicas…
Sí, es horroroso. Pero estoy súper sanada con todo esto. En 3º de la ESO hubo un cambio radical en el resto de compañeros de mi instituto. Yo fui al instituto con mis compañeros del colegio, entonces me tuve que ver la cara con ellos durante muchos años. En 1º de la ESO empecé a llamarme Lola. Y en 3º, gracias también al apoyo de los profesores, los alumnos cambiaron muchísimo la mentalidad y todos aquellos que me habían hecho bullying me pidieron perdón. Acabamos todos como una piña, hubo un cambio radical en todos ellos. Yo acabé bachillerato sin verme afectada en absoluto por ser trans. Menos mal que pude tener una adolescencia tranquila.
Y en casa, ¿cómo lo viviste?
Mi madre siempre lo ha tratado con absoluta naturalidad. Me han querido como una hija desde siempre, me han dejado el espacio para vivir como quería. Cuando yo tenía cuatro años no había tanta información, me llevaban al psicólogo y él no sabía qué hacer conmigo. Pero ellos siempre me dejaban el espacio seguro de casa, y fuera yo tenía que acatar esa norma imperante de la sociedad. Intentaba ocultarlo de cierta forma. Ahora hay un montón de niñas de cuatro años que tienen redes de apoyo por todas partes. Con eso ya todo cambia totalmente. Das una oportunidad y una calidad de vida a ese niño o niña que quiere vivir como le da la gana, evitando que se enfrente a la transfobia y no cayendo en la trampa de que lo que siente está mal. Porque sentir eso es muy difícil de sanar.
¿Y cómo canalizabas todo lo que sentías? Hay quienes se expresan a través de la pintura, otros verbalizan sus emociones sobre papel. E incluso hay quienes comparten sus experiencias en asociaciones y colectivos.
Para mí era el baile. También pinto muchísimo para relajarme, escucho música. Todas las artes siempre han estado en mí, como forma de expresarme. Era como estar en una jaula, y las artes me ayudaban a salir de ahí. El baile para mí ha sido lo más, lo más de lo más. Fue la primera herramienta que me sirvió para ser yo misma. Mis padres y todo el mundo me decían que desde que era pequeña bailaba, en los hoteles y todo (risas). Ahora me encanta el voguing, voy a clases. El clásico siempre ha estado en mi vida, el jazz… Y también ha habido mujeres que han inspirado mucho. Mujeres fuertes como Catherine Zeta Jones, en Chicago. Y ABBA, amaba a los músicos con los pantalones de campaña y las lentejuelas. Mi madre y yo lo escuchábamos juntos, y Dancing Queen fue mi canción favorita durante mi infancia. Para mí Lady Gaga fue como Madonna para mucha gente en los noventa. Era super Little Monster, y cuando salió Born This Way, que hablaba del colectivo trans, me petó la cabeza. Ver a una artista pop que trataba esos temas fue muy impactante.
Dices haber luchado desde siempre, en una batalla que ahora se ha vuelto pública después de tu éxito televisivo. Y es que ahora tienes la posibilidad de llegar a mucha gente, inspirando lanzando mensajes que puedan suponer un mundo para quien los oye. ¿Te consideras una persona activista?
Sí. He estado en asociaciones toda mi vida, siempre he pensado que era importante ayudar a padres y madres con hijos trans. Los grupos de apoyo, las manifestaciones, etc. Ese activismo lo apoyo y lo comparto, pero también desgasta mucho, estar continuamente luchando contra muros es agotador. Me considero activista desde dar mi voz en algunos casos. Ahora estoy en un activismo de la construcción como Lola, no estar solo dando. Quiero utilizar la plataforma para hablar de lo que me pasa en el colectivo, y con ello inspirar a otras personas de alguna manera. Pero ahora mismo me quiero construir como Lola. Tengo veintidós años y he estado mucho tiempo en asociaciones, así que soy activista hasta un punto.
¿Cuándo y cómo empiezas a involucrarte en estas asociaciones?
A los nueve años. En Canarias había una grande, que se llama Gamá. Hay una psicóloga gratis que está especializada en el colectivo LGBT, y me ayudó muchísimo para aceptar la transfobia que había. Cómo gestionar el odio con nueve años.
Muchas personas se niegan a entender la diversidad de identidades que existen, tratando de imponer su criterio hegemónico sobre toda la población. Incluso dentro del feminismo parece haber una escisión que niega la identidad a las personas trans. ¿Qué les dirías a todas esas mujeres que se declaran feministas a la vez que se oponen a reconoceros?
En primer lugar, que escuchen la vida de las personas. Es muy fácil hablar desde un privilegio y desde una vida en la que no tienes que luchar por tu propia identidad, porque no tienes ni idea de lo que puede sufrir otra persona ni de cómo ha sido su desarrollo. Yo no me meto en la vida de otras personas, y espero que nadie opine sobre la mía. Ni sobre la posibilidad de existir. Y si alguien de verdad está cuestionando la existencia de otras personas, o si se merece vivir o no, no es ni siquiera un ser humano. Está yendo en contra de lo que significa ser un ser social, y de lo que significa la comunidad. Estás negando que otra persona viva, ¿eso en qué te convierte? Desde luego para mí eso no es ser feminista, porque estás directamente negando la vida, como también la han negado los hombres durante muchísimos años a las mujeres. Esto es un juego de roles. “Ahora tengo yo el poder, y vamos a quitarle el poder a otra persona”. Me parece algo surrealista.
Por lo que tal vez el negar la identidad a otros sea una forma de intentar salvaguardar sus privilegios, como si estuviesen en riesgo, ¿no?
Sí, me parece surrealista, pero no me cabe otra cosa en la cabeza. Reivindican privilegios que niegan a otras personas.
A veces el ser humano tiende a pagar las frustraciones internas y los miedos con los demás, a modo de reflejo.
Sí, y eso en orientaciones sexuales pasa mucho. Niegas que otras personas puedan vivirlo con normalidad por miedo y celos. Pero me parece muy extraño que a las TERFs les pase eso. El problema en este caso es que no se han sentado a escucharnos, y eso es lo que me da más rabia. Tienen una serie de ideas sobre las que construyen su creencia, pero nunca se han planteado cómo podemos vivir nosotras. Pero también es verdad que todos sus argumentos se podrían desmontar muy fácil, si pudiese hablar con ellas.
Y hablas de la importancia de crear espacios de seguridad. ¿Por qué son importante estos espacios?
Son fundamentales. Un espacio de seguridad puede ser tu cuarto, que es al final el sitio donde puedes explorar qué quieres y qué no. En mi caso, mi casa de Gran Canaria de toda mi vida ha sido fundamental. Poder volver a casa y tener la libertad de ser quien soy. Y Veneno también ha sido un espacio súper seguro, porque he estado rodeada de gente que me entendía y me elevaba. Para mí eso son espacios seguros, lugares donde puedes ser tú misma. Y eso es necesario, porque la sociedad muchas veces no nos lo permite. Lo normal es que no existan estos espacios salvo que los busquemos nosotras.
El cine es uno de los territorios más conflictivos en este sentido. Si bien puede ayudar a dar voz a colectivos y minorías históricamente silenciados, también corre el riesgo de blanquear los discursos o aniquilar los espacios. ¿Qué piensas de que actores/actrices cis interpreten a personajes trans en la ficción?
Tengo una opinión súper clara al respecto. A día de hoy, que estamos hablando de desinformación todo el rato, si ponemos a un hombre cis con peluca y decimos que es una mujer trans, como la sociedad no tiene información sobre lo que es una persona trans y ha estado representado de esta forma durante muchos años, siempre nos van a ver como un hombre que quiere aparentar ser una mujer. Y mentir y engañar, porque en la mayoría de los casos las tramas han sido así. Poner a una mujer trans, por ejemplo, que se descubre que es un hombre. Que el papel lo haga una chica cis sería mejor, pero aun así no es una mujer trans. Y si no le das ese papel a una mujer trans, no le vas a dar un papel de cis. ¿Dónde quedamos las mujeres trans? Cuando se conquiste todo lo que tenemos que conquistar y las personas trans estemos totalmente integradas en la sociedad, pues ahí me parecerá perfecto. El arte no entiende de límites ni barreras, en mi opinión. Pero tenemos que tener un compromiso social, la ficción en general tiene un poder enorme para educar. Es lo que más llega a las casas de la gente, mucho más que una noticia. Una persona se pone una serie, disfruta y cala en su mente. Nuestra identidad en la ficción no tiene que estar cuestionándose todo el rato, no habría ni por qué decir si se es trans o no en ningún momento, al igual que nadie se presenta como cis. En definitiva, ahora los papeles trans tienen que ser para personas trans porque no hay una igualdad real.
Me imagino que son muchos los jóvenes que te contactan por redes sociales para pedirte consejo, comentarte cómo se sienten o expresarte su apoyo incondicional. Al fin y al cabo tienes veintidós años, y muchas personas pueden haberse visto reflejadas en ti. ¿Qué tipo de mensajes te llegan?
He recibido mucho feedback. Lo pienso y me da mucha pena, porque no puedo abarcarlo todo. Y te das cuenta de la falta de ayudas sociales y referentes que tenemos. Me hablan muchísimas personas que están perdidas, que directamente no tienen una red de apoyo segura, y eso me parte el alma. Yo puedo a ayudar lanzando mensajes de apoyo, pero te das cuenta que llegas hasta ahí. Que tengan que recurrir a mí y no tener otro tipo a ayuda, ese es el gran fallo a nivel social.
¿También te ha escrito gente mayor?
Sí, jóvenes y mayores, de todas las edades. E intento llegar a todo el mundo, pero es muy difícil. Les entiendo porque yo también he estado ahí y sé que todo sigue pasando, pero es muy difícil de gestionar y no sé que más puedo hacer.
¿Recuerdas algún caso especialmente difícil que algún seguidor haya querido compartir contigo?
Sí. Una chica que tenía una madre inmigrante, el padre la abandonó cuando era pequeña, no tienen ayudas, estuvo en la universidad pero le quitaron la beca y no puede estudiar… Las ayudas sociales, el dinero, ¿cómo se les puede quitar así de fácil? Hay tantos casos que es surrealista lo que está pasando.
¿Te consideras una persona privilegiada?
Sí. Siempre digo que suena horrible tener que decir esto, pero tengo suerte por tener unos padres que me quieren. Me parece horrible porque es un derecho básico, no me gustaría tener que celebrar esto. También soy privilegiada por la apariencia, que puede llegar a suponer unos derechos u otros. Yo puedo pasar a lo mejor más desapercibida, que es una mierda también que otra persona tenga que estar diciendo, nombrando y reivindicando todo el rato su identidad, porque yo también he estado en ese momento. Y ahora no tengo que decir nada a nadie sobre mi identidad. Esto también es una mierda, pero es una realidad presente en el colectivo trans, el cispassing. Una puta mierda que está intrínseca en nosotras como forma de supervivencia. Esto es otro melón muy complejo. Nosotras podemos llegara a ser muy femeninas por el hecho de querer sobrevivir, para no tener que estar demostrando ni reivindicando, ni lo que sentimos ni lo que somos. Nos ponemos un vestido y nos tratan como mujeres.
Antes hablábamos de la revolución trans, pero, ¿crees que la próxima revolución tendrá que ver con la disolución del género de alguna forma?
Sí, y creo que en cierto sentido está todo intrínseco. Hablar de colectivo trans no lo puedes hacer en un espectro blanco y negro. El colectivo trans también son las personas no binarias, y la construcción del género. No soy abolicionista del género completamente porque nuestra sociedad está arraigada a esto, pero sí creo que debemos quitarle las connotaciones de trato y los privilegios. Quitarle un poco la importancia. Yo soy Lola, mujer y empoderada, yo porque soy binaria. Pero el espectro del género es tan amplio que, por decir que soy mujer, no debería tener que cumplir con ciertas normas de vestimenta, ni de sexualidad, ni de nada. El preguntar los pronombres, el no dar por hecho nada, y nos sorprenderse. Saber ver la persona.
Ser pionero o abrir camino en algún asunto supone inspirar y motivar a otras personas a luchar por sus sueños y reivindicar, ya sea su identidad, sus derechos o sus preferencias. ¿Se puede llegar a sentir presión en este sentido?
Sí, por supuesto. He aprendido a saber hasta dónde coger esa responsabilidad, sin tener que hacer de ello un trabajo. Yo no quiero ser la abanderada de nada, yo quiero que todo el mundo tenga bandera. Que todo el mundo se abandere con su causa, en su entorno y contexto. Quiero que haya muchos referentes, y tampoco creo que haya que exigirle a una actriz trans, por ejemplo, que todos su discursos tengan que ver con lo trans. La gente no tiene que verse obligada a hablar de su identidad. Yo creo que sí voy a estar en la lucha trans porque me sale de forma natural, pero no quiero obligarme a ser la abanderada toda mi vida.
¿Has tenido miedo en algún momento a la hora de decir que eras trans?
Sí, sobre todo con los chicos. En la parte sentimental y sexual, sí. Es algo que pasa sobre todo cuando eres adolescente, cuando no sabes muy bien dónde te estás metiendo. Hasta el día de hoy pasa a veces, hacia las personas trans, que no significa que no les atraigas o no les gustes. Pero hay una barrera social, una desinformación y unos prejuicios que conlleva la transexualidad, que son obviamente falsos y erróneos.
¿Y cómo está evolucionando la sociedad en este aspecto?
Hay cambios. Yo tampoco he tenido muchos problemas, he tenido parejas. Pero al fin y al cabo no puedes cambiar a toda la sociedad. No estamos en la época de Cristina la Veneno, ahora ves muchas parejas de mujeres y hombres trans, y sí hay un cambio. Pero es gradual. Yo soy una persona muy selectiva en las relaciones, primero porque no tengo tiempo, y segundo porque prefiero estar sola que mal acompaña (risas). Pero ser trans ya no es algo que esté en mi vida sexual o sentimental. Si te gusta una persona, tú le gustas y disfrutáis del sexo, no hay más que hablar.
Y ya para acabar, ¿qué nos puedes adelantar sobre tus próximos proyectos? ¿Estás rodando algo ahora mismo?
He estado grabando Bienvenidos al Edén, una nueva serie de Netflix que saldrá próximamente. Empezamos a rodar en Lanzarote, y ha sido increíble. Es fuerte porque salía de Veneno y de haber hecho una película, Poliamor para principiantes, y tenía miedo de irme al rodaje, porque al fin y al cabo los rodajes son como campamentos de verano. Pero en este rodaje, siendo cada uno de nosotros diferente, ha habido muchísima humanidad. He estado súper a gusto y cómoda, no me he sentido para nada diferente ni rara. Estoy súper contenta.