Haciendo nuestro el emblemático lema de Levi’s Use Your Voice, más necesario que nunca, damos la palabra a seis creativos destacados del colectivo LGBTQ+ que tienen mucho que decir. Seis voces procedentes de distintos ámbitos, entornos y realidades, que convergen en las páginas de nuestro número de verano y ahora también aquí para hablar abiertamente, compartir opiniones y experiencias y llegar a puntos de encuentro que contribuyan a hacer del mundo un lugar mejor. De la performer Samantha Hudson a la actriz Lola Rodríguez, la impulsora de la fiesta queer Maricas, ISAbella, los cantantes Megane Mercury y Conan Osiris y el director de cine Eduardo Casanova, con quien hoy nos sentamos a hablar del ejercicio de poder, el blanqueamiento de la realidad y la importancia del autoconocimiento.
Reconocer los propios privilegios es esencial para entender el punto de partida. Y el director de cine Eduardo Casanova no duda en hacerlo tan pronto como nuestra conversación comienza. “Sí, soy un maricón de 30 años. Y cualquier persona blanca de 30 años, más aún si eres un hombre, es privilegiada”. Tan solo tenía 12 años cuando dio sus primeros pasos en la actuación, y lo hizo como el primer adolescente homosexual de la televisión española, encarnando a un personaje que le acompañó en su propio proceso de descubrimiento sexual. No fue hace tanto tiempo, pero el progreso social es evidente. Desde una mayor visibilidad de las minorías en la ficción hasta un enfoque más respetuoso que ahora empieza a desprenderse de clichés instaurados. Sin embargo, el artífice de Pieles, su película más conocida estrenada hace cuatro años en la Berlinale, en la que se sumergía en realidades que trascendían lo socialmente aceptado, enfatiza la importancia del discurso puro y radical. “Cuando ese discurso se tiene que exponer frente a mucha gente, tiene que pasar por una licuadora, o por un blanqueamiento, para que sea entendido. Y ahí es cuando pierde su esencia”.
Eduardo, acabas de volver de México donde has pasado varias semanas ¿Qué has estado haciendo allí?
He estado rodando una película, como actor. De vez en cuando hago cosillas, las que me apetecen, porque actuar no es mi vocación; es dirigir. He estado en México dos meses, y ahora a la vuelta empiezo a rodar La piedad, por fin. Estaba previsto empezar a rodar en mayo del año pasado, pero por la pandemia hemos tenido que retrasarlo mucho. Esperemos que ahora no venga una invasión zombie y podamos rodarla (risas)
Ya sería mala suerte…
Tal y como están las cosas, podría pasar perfectamente.
La piedad se basa en tu proceso de construcción de la personalidad. Un proceso que, si bien ahora se centra en la dirección de cine, comenzó en el universo de la actuación, cuando tenías tan solo catorce años.
Sí, yo creo que todas las obras, todo lo que un autor escribe, se basa en cómo entiende él la vida y las relaciones. La piedad es una película que habla de relaciones, de un tipo de relación con la que yo me siento muy identificado, por cómo me he criado y educado, y por cómo ha sido mi proceso de entender la vida, ya que ha sido diferente al de algunas personas.
¿De qué tipo de relaciones estamos hablando?
De relaciones maternofiliales. Es un tema muy recurrente en todos mis trabajos, en realidad. Me atrevería a decir que todos mis cortometrajes tratan de relaciones entre madres e hijos, o madres e hijas. Incluso en Pieles, mi primera película, la figura de la madre y la maternidad es el eje principal. De hecho, la película empieza con una mujer dando a luz en off, cuando su marido está requiriendo los servicios de una prostituta menor de edad.
Entiendo que este tipo de trabajos también te ayudan a darte cuenta de aspectos que no te habías parado a pensar, o que habías pasado por alto.
Exacto, es así como funciona el arte, o como yo entiendo que funciona. El arte para mí es sublimar. Uno tiene a lo largo de su vida que entender y transitar por determinadas cosas, y esto lo puedes hacer de varias forma. El arte es una de ellas, el poder transmitirlo, escribirlo y comunicarlo es una forma de entender eso que no funciona. Y cuando lo fabricas, lo haces, o lo ruedas, es una forma de entenderlo y sacarlo de ti. Por eso yo creo que el cine de autor se convierte en algo tan importante para el autor, y a veces se puede incluso confundir con una paja mental del mismo. Pero ni muchísimo menos. Yo tengo muy claro para quien hago mi trabajo, y es para el público.
El término ‘poder’ es inherente a tu concepción del arte: poder comunicar, sublimar o crear. Del mismo modo que lo son las tres mujeres que protagonizan La piedad, Ana Polvorosa, María León y Ana Belén.
Sí, son tres mujeres tremendamente poderosas.
¿Has llegado a alguna conclusión respecto al ejercicio del poder en nuestra sociedad? ¿Crees que el poder está cada vez más repartido en la sociedad, o lo siguen ostentando los mismos de siempre?
El poder es algo muy peligroso y muy frustrante. En la actualidad, a todos nos ponen ese caramelito en la boca y nos dicen que tenemos el poder sobre determinadas cosas. Así es como funciona el sistema, pero en realidad es una mentira. Por lo tanto, es algo muy peligroso. Yo creo que el humano ha nacido con la idea de poder como forma de supervivencia, pero tener el poder absoluto sobre tu vida es una falacia, una mentira, una utopía o distopía a la que nunca llegaremos. Es un tema bastante conflictivo y muy frustrante que está de actualidad.
Vivimos engañados, en cierto sentido.
Yo creo que no tenemos absolutamente ningún poder sobre nada. Pero sin embargo, creo que nos dicen que tenemos poder sobre nuestras decisiones, y nosotros nos lo creemos.
¿Cómo ha evolucionado el Eduardo adolescente que conocimos en televisión hasta convertirse en el director de cine capaz de abordar temas controvertido que vemos ahora? ¿Te sientes mucho más empoderado?
Yo cada vez que dirijo me siento empoderado, porque me siento poderoso y hago lo que me gusta. Lo hago muchísimo menos de lo que me gustaría, y eso me hace entrar en conflicto y me genera frustración, de necesitar hacer algo que no se puede hacer siempre. Yo siento que mi proceso ha sido muy orgánico, y que he ido haciendo lo que sentía. Hay parte del público que se ha quedado conmigo, otros se han ido, otros que no estaban se han sumado, y han ido entendiendo mi evolución. Pero siento que mi evolución ha sido muy orgánica, no siento que haya habido un antes y un después. Tal vez es porque yo siempre me he sentido director.
¿Lo tenías claro desde muy pequeño?
Sí, sí. De hecho, mis compañeros de Aída te lo pueden decir. Yo rodaba cortometrajes con los figurantes de la serie, escribía entre bambalinas y empecé a dirigir actuando, a los 17.
A veces da vértigo mirar al pasado. Y más aún teniendo en cuenta que siempre has estado en el ojo público. ¿Te reconoces cuando ves a tu yo adolescente, o lo ves como alguien ajeno a tu yo actual?
Lo veo como cuando ves una foto de tu primera comunión, que dices, ay, madre mía, ¡qué pequeño! Aunque mi vida parezca extraña desde fuera, yo la siento como algo muy normal. Y no solo el trabajo que hacía como actor, sino fotos de revistas, entrevistas y photocalls de cuando tenía 15 años. Imagínate cómo evoluciona una persona de 15 a 30 años. Es un mundo.
Lo que está claro es que has vivido cosas que pocos jóvenes experimentan a edades tan tempranas. ¿Fuiste consciente de la particularidad de tu adolescencia mientras la vivías, o más adelante?
Más adelante. Yo creo que me doy cuenta cuando tengo la mayoría de edad y puedo empezar a hacer cosas de persona adulta. Es ahí cuando veo que esas cosas de persona adulta ya no me interesan porque ya las había hecho antes, y entras en conflicto y te preguntas qué debes hacer. Yo siempre digo que la primera vez que me quedé sin trabajo fue a los 23 años, y llevaba 11 trabajando todos los días. Fue una sensación muy rara porque la gente de mi edad estaba buscando e iniciando sus primeras experiencias laborales, cuando yo me había quedado por primera vez sin trabajo. No sabía muy bien cómo debía gestionar eso. Me acuerdo que le preguntaba a mi madre, ¿y qué se hace cuando no se trabaja. Eso me ha generado un nivel de exigencia muy grande conmigo mismo, una adicción al trabajo enorme; pero no por ser muy trabajador, sino porque me han educado en ello. Y he tenido la idea de que si no trabajabas eras un inútil, algo que no es verdad. No siempre se puede trabajar, no siempre se debe trabajar, y no siempre se tienen las oportunidades para trabajar.
Además de ir a contracorriente a los chavales de tu edad, no encarnabas a cualquier personaje televisivo. Interpretabas al primer joven abiertamente homosexual de la televisión española. ¿Eras consciente de lo que suponía a nivel social por aquel entonces?
En ese momento no eres consciente, te das cuenta después. Yo creo que fue también importante para mí en ese momento, para descubrir mi propia sexualidad. Pero creo que eres consciente cuando creces, al igual que empiezas a ser consciente de los riesgos que has corrido sin darte cuenta de tu juventud.
¿Has llegado a estas conclusiones a través de una propia búsqueda personal, o a raíz de lo que te ha dicho la gente de la calle y tu entorno?
Eres consciente de las cosas porque la vida te da hostias. Y cuando la vida te da hostias, te preguntas por qué te enfrentas a algunas cosas de una determinada manera. Es entonces cuando caes en que es porque te ha pasado tal cosa o has vivido tal cosa.
Como comentabas, tú al igual que Fidel estabas atravesando un proceso personal paralelo, donde iba implícito el descubrimiento de tu propia sexualidad. ¿Era difícil dejar al personaje en el set de rodaje y no llevártelo a tu vida personal?
Al principio, yo no tenia ni puta idea de lo que era actuar, entonces hacía lo que me decía el director. Cuando fui creciendo y entendí lo que significaba la palabra actuar, dejaba al personaje en el camerino y se iba Eduardo a casa.
¿Sientes que el personaje que encarnaste te ha perseguido de alguna forma a lo largo de tu vida?
No creo que la palabra sea perseguir, porque a alguien le persigue algo cuando huye de algo, y yo nunca he huido de nada. Y muchísimo menos de lo que me ha permitido ser a día de hoy director, que es mi vida.
¿Te ha ayudado la actuación a mostrarte tal y como eres y conocerte a ti mismo, o te ha generado miedos y barreras emocionales de las que has empezado a ser consciente a medida que has ido creciendo?
No, yo creo que eso tiene que ver más con mi personalidad. Siempre he sido un poco escandaloso, y me he sentido valiente a la hora de decir lo que quería decir. Y precisamente no hablo de la sexualidad. Tiene que ver con mi personalidad, lo que yo he vivido lo ha vivido mucha gente, pero yo lo he afrontado de esta manera.
¿Te ha traído problemas el ser echado para adelante y no callarte las cosas?
No, en absoluto. En realidad, creo que he tenido una vida mucho más común de lo que la gente cree. Soy una persona que se enfrenta a los obstáculos lógicos, teniendo en cuenta que tengo un lugar de privilegio que muchas personas no tienen, que valoro y controlo.
Hay veces en las que los miedos o los reparos no salen de uno mismo, sino del círculo que le rodea y que intenta protegerle de alguna forma. ¿Cómo lo vivió tu entorno más cercano?
En ese sentido, he tenido mucha suerte. Yo creo que a mi madre le causaba más conflicto que yo quisiera dirigir a que yo actuara e hiciese ese personaje. Mis primeros trabajos los pagaba yo y me quedaba sin pasta, y dirigía cosas que para ser una persona muy joven podrían llegar a ser muy subversivas. Pero a ella le encanta que actúe. De hecho, soy yo quien le recuerda que no me gusta actuar.
Afortunado y privilegiado, como adelantabas hace un momento.
Sí, soy un maricón blanco de 30 años. Y cualquier persona blanca de treinta años, y además hombre, es un privilegiado. Tienes que ser consciente de tus privilegios, y tienes como deber renunciar a ellos de vez en cuando, y ser consciente de que nuestra situación es privilegiada respecto a la de muchas otras personas.
¿Has sentido presión por convertirte en un abanderado del movimiento LGBTIQ+?
Yo no me siento un abanderado de nada. Lo único que hago es vivir por y para el cine. Escribo e intento con toda la fuerza del mundo levantar mis proyectos audiovisuales. Pero no me siento un activista de nada, por el momento.
Y aunque tú no lo sientas así, ¿ha habido gente que te ha querido dirigir hacia ese lugar?
Sí, eso sí me he dado cuenta. Hay mucha gente a la que le inspira mi trabajo como director, y a mí me halaga. Pero intento quitarme eso de encima porque cometo muchísimos errores. Digo cosas que no están bien dichas, por las cuales pido perdón. Pero no quiero precisamente ser un referente para nadie, porque soy un referente muy imperfecto.
No hay duda de que tu trabajo persigue, como mínimo, generar una reacción en el espectador. ¿Se respetan más a las minorías y los personajes que trascienden la norma dentro de los universos de ficción?
Sí, claro. La ficción es el refugio de las minorías, tanto para los personajes como para las personas. En la ficción puedes retratar una minoría y cuidarla, valorarla y respetarla; algo que no sucede en la realidad. Yo creo que de ahí viene mi enganche con la ficción, porque ahí puedes establecer tu propia justicia y tus propios ideales.
Hay proyectos, televisivos y audiovisuales, que parecen estar dando voz a minorías que nunca habían estado representadas. Al menos, no de una forma tan global o explícita. La serie Pose es buena muestra de ello.
Sí, pero hay que tener cuidado con cómo se blanquean las cosas. Lo más importante de una minoría es el discurso puro y radical. Y cuando ese discurso se tiene que exponer frente a mucha gente, tiene que pasar por una licuadora, o por un blanqueamiento, para que sea entendido. Y ahí es cuando pierde su esencia. Yo valoro muchísimo el trabajo del director de Pose, Ryan Murphy, pero al final creo que es una serie que está blanqueada, que no expresa de una forma pura como es la vida de una transexual negra, que es mucho más conflictiva que un filtro lleno de colores y posar. Está muy bien que exista, pero ocurre lo mismo que con el movimiento feminista. Hay marcas de ropa fast fashion que fabrican en Tailandia y sacan camisetas con mensajes feministas, abanderando la causa, cuando en realidad lo que están haciendo es blanquear un discurso y apropiarse de una minoría porque es lo que toca hacer.
Sí, el blanqueamiento está presente en todos lados y se manifiesta de muchas formas. Unas más explícitas, y otras más encubiertas.
Así es. Yo creo que donde se encuentra el discurso más puro de una minoría o algún tipo de nicho es en el cine de autor. Un cine en el que no hay grandes plataformas detrás, o que está autoproducido.
Me viene ahora a la cabeza tu exposición Márgenes, en la que mostrabas imágenes de personas sin hogar metidas en tu propia cama, en la que luego dormías. Y es precisamente a lo que me refería cuando hablaba de tu trabajo como forma de generar reacciones; es imposible no reaccionar ante un estímulo tan inusual y desconcertante. ¿Luchas contra un blanqueamiento interno en tu trabajo, a la hora de reflejar las realidades de una forma tan explícita?
Yo intento que el arte que hago no esté blanqueado, que sea puro. Y eso es lo que trae muchas veces comentarios negativos o polémica. Mi trabajo está poco adulterado por el momento, y espero seguir conservando la pureza. Porque además es la pureza de ellos, no la mía. Yo no hago más que retratarlo. Mi mérito es muy pequeño, en realidad es de esas historias.
Hay una parte muy importante que tiene que ver con la unicidad de cada individuo, y la imposibilidad de generalizar comportamientos o actitudes. Algo que, tal y como comentabas antes, tienes presente en tu trabajo y en tu forma de entender el mundo. Pero, en términos generales, ¿estamos cada vez más preparados para conocer de cerca realidades distintas a la nuestra?
Yo creo que no, fíjate. La gente tiene cada vez menos capacidad de ver una película antigua. El público ha desarrollado una incapacidad para ver cosas que no sean una serie que tiene un giro cada menos de diez minutos.
Nos estamos perdiendo muchas realidades entonces…
Y estaremos ganando otras. Lo que está claro es que el cine se está transformando, está pasando de las pantallas en salas a las casas, está cambiando de ritmo, el usuario tiene un mayor control sobre lo que ve y lo que no ve. Está cambiando el formato, y hay que ver como se asienta. También creo que los autores y las autoras buscarán la forma de mantener firmes sus discursos de este nuevo modo. Es algo que ya pasó cuando apareció el VHS y los videoclubs, muchos directores decían que sus películas se iban a poder ver de una forma en la que no estaban concebidas originalmente. Y eso es algo que está sucediendo ahora.
La parte más positiva tenga que ver posiblemente con el mayor alcance de la información, y la difusión de la misma. Aunque ahora se enfrenta a otros problemas como el blanqueamiento del que hablábamos, o la distorsión del mensaje, ¿no crees?
Claro, yo creo que en algunos casos llega de una forma muy blanqueada. A las grandes plataformas les cuesta enseñar productos radicales, porque hay mucha más gente que tiene acceso a ese producto, y tienen que hacerlo comprensible para mucha más gente. Antes hacías una película mucho más nicho o de autor, y era el publico quien decidía ir a ver esa película. Ahora, si la tienes delante, la propia plataforma tiene que pensar en algo que sea entendible para mucha gente. La ficción se está pareciendo cada vez más a la publicidad, y la publicidad tiene sus cosas
¿Es un contenido demasiado masticado?
Sí, pero da igual, porque yo realmente creo en el arte. En la censura se hacían películas en las que muchos directores y directoras, sobre todo directores por desgracia, conseguían hablar de lo que querían y saltarse el veto de alguna forma. Yo creo que eso acabará pasando ahora también. Los directores y directoras acabarán colando sus historias para mucha gente. El arte reflexivo siempre va a estar ahí. Creo y espero que siempre esté ahí.
“Hace falta más punk en España”, reconocías en una entrevista anterior. ¿Crees que tenemos la piel muy fina? ¿Estamos demasiados condicionados por lo políticamente correcto?
Lo políticamente correcto siempre juega una mala pasada a todo el mundo, porque genera muchísima frustración. Al final no sabes qué puedes hacer y qué no, no sabes a quién vas a ofender. Y creo que todos estamos bajo ese velo de lo políticamente correcto. Yo también me planteo si lo que voy a hacer ahora va a ser aceptado socialmente o no, y es una barrera que hay que gestionar. De todas formas, creo que hay poca radicalidad. Y a lo mejor eso es positivo, no lo sé.
¿Te cuesta hablar de ti?
No, no me cuesta. Me han educado para hablar de mí desde siempre, y a lo mejor lo que debería es hablar menos, ser menos pesado y menos egocéntrico.
Y en lo personal, ¿te ha costado expresar tus sentimientos?
Sí, hay una parte que siempre voy a conservar para mí, y que no creo que conozca nadie. Pero lo que más visibilizo son mis debilidades y mis errores, porque creo que eso es importante. Que la gente sepa y vea que las personas que estamos expuestas estamos llenas de errores, nos podemos confundir, podemos pedir perdón y se nos puede perdonar. Por eso lo hago, precisamente. Hay cosas que no contaré nunca de mi vida, mis conflictos, que los tengo como todo el mundo. Pero creo que es importante hablar de la pata de la que cojeas.
¿Sientes que se habla demasiado poco de las emociones humanas? A veces parece que nos quedamos en la capa más superficial y no nos atrevemos a compartir nuestros sentimientos.
Yo creo que la gente hace lo que puede, no creo que haya que exigirles más, que bastante tienen ahora mismo. Yo lo veo con muchos amigos y familiares, no es fácil ser uno mismo. No es fácil explicarse bien, ni ser feliz. La gente intenta, como puede y poco a poco, sobrellevar la situación.
¿Y crees que esos miedos tienen más que ver con los propios temores internos, o con el qué dirá la sociedad?
No lo sé, pero creo que tiene que ver con algo inherente al ser humano. Vivir es difícil, y eso hay que permitírselo a todo el mundo. Y a mi la dirección me ha ayudado a que sea un poco más fácil. La dirección y la terapia, que son bastantes parecidas en realidad. Creo que la mejor terapia es no pensar demasiado, no tener tanta basura mental. A mí pensar mucho me hace bastante daño. El arte y el cine son cosas que requieren muchísimo pensamiento, y si no, no salen bien.
En tu obra, da la sensación de que tienes muy claro lo que quieres, cómo quieres proyectarlo y la forma a través de la cual transmitir el mensaje.
Sí, pero da la sensación de que lo tengo mucho más claro de lo que realmente lo tengo. Ese ejercicio y esa insatisfacción mía es lo que hace que parezca que está claro, pero es un ejercicio y una búsqueda continua.
¿Y en qué momento de esa búsqueda te encuentras?
Yo creo que cuando comience a rodar La piedad podré cerrar un ciclo. Pero aún no te lo puedo decir. Con Pieles también cerré una etapa, en la estética y en la forma de contar las historias.
Y si hablamos del proceso de búsqueda personal, ¿en qué fase estás?
Yo me acuerdo perfectamente de que antes de dirigir Pieles, mi gran frustración era que nunca iba a rodar una película. Cuando vi que la había rodado, pensé que me podía relajar, pero entonces sentía que tenía que rodar dos películas. Y en ese momento me encuentro ahora mismo.
La autoexigencia parece estar presente en tu forma de concebir el trabajo. ¿Cómo lidias con ella?
Sí, intento desconectar los domingos. Es lo único que sé hacer. Es lo que más me cuesta, desconectar, y es muy importante para todos. Cuando desconectas es cuando tu mente se limpia realmente.
¿Y cuál es el mejor momento para crear?
Esto tiene mucha menos poesía de lo que parece. El mejor momento para crear no es ninguno, es levantarte a las siete de la mañana, sentarte delante de tu ordenador y trabajar, trabajar y trabajar. Hay que ser disciplinado y ponerse un horario. No todos los días puedes crear lo mismo, pero sí hay algo muy metódico y sistemático. Hay algo que nace dentro de ti, pero a la hora de ejecutarlo necesita mucho esfuerzo.
¿Y es aplicable esta forma de trabajar al ámbito personal? Es decir, una primera identificación de cómo nos encontramos, y trabajar en ello de forma metódica para solventarlo y estar mejor con nosotros mismos.
No, no creo. La vida es algo imprevisible, y sin embargo al escribir un guion sabes los pasos que tienes que seguir para hacerlo.
¿Qué diferencias generan más rechazo, las que son evidentes al ojo humano como pueden ser las deformidades o las diversidades físicas, o las que no son tan perceptibles, como la orientación sexual o las formas de pensar diferentes?
Yo creo que lo que salta a primera vista tiene más puntos para ser discriminado que algo que se puede esconder. Lo ideal sería no esconder ninguna diferencia, ni las explícitas ni las implícitas, pero es difícil. Tu forma de personalidad, aunque sea disidente, acaba proyectándose fuera. Todo acaba saliendo fuera.
¿Qué es el arte para ti?
Una forma de ser yo mismo y de entender mi vida.
¿Tu arte está concebido para ser entendido, sentido o cuestionado?
Mi arte está concebido para ser disfrutado, y para que le guste a la gente. Aunque Pieles trate de personajes que no agradan, cuando la ves agrada. Y eso es lo que hago como director, hacer cosas para la gente. ¿Si no, para quién lo haría?
¿Dónde están los límites de la libertad de expresión?
No tengo ni idea, vivimos unos tiempos muy complicados en lo que a libertad de expresión se refiere. Y yo ahora mismo no sabría decirte lo que se puede o no se puede decir. A lo mejor, dices una cosa que no pretende ofender a nadie y ofende. Estamos más sensibles de lo normal y es una línea que se mueve mucho, es débil y puede traspasarse en cualquier momento.
¿Y crees que lo que más ha molestado de Pieles es que los personajes sean distintos, que se ponga en foco de atención en historias particulares, o que la película conviva con un trasfondo bonito?
Creo que tiene que ver con que es un tipo de cine que no les gusta, y que buscan historias más convencionales. Pero creo que Pieles, salvo por la estética y los personajes, es una película bastante convencional. En cuanto a estructura y ritmo, no creo que sea pesada de ver. Pero entiendo que haya gente a la que no le ha gustado, aunque sé que a muchos sí les ha gustado. Entiendo a las dos partes.
¿Cómo llevas las críticas?
Las malas regular, y las buenas intento no escucharlas mucho. Cuando te dicen muchas buenas, que yo he recibido muchas, tienes el peligro de creértelas demasiado, y luego llevarte un fiasco cuando te enfrentas a la realidad. Y la realidad es que nada de lo que te dicen es completamente cierto, porque es una opinión personal. El arte no cambia por lo que digan, lo que pasa es que está rodeado de miles de opiniones que hay que respetar.
¿Has recibido más críticas hacia tu persona o hacia tu trabajo?
Hay mucho de mí en mi obra, y eso hace que la polémica gire en una mezcla entre mi persona y mi obra. Pero creo que la gente debe opinar sobre la obra.
Has confesado sentir nulo interés por la ropa. Pero sin embargo, la moda está muy presente en tu trabajo.
Sí, la moda me encanta. La concibo como arte, y me encanta vestirme para expresar algo, para lucir un modelo.
Y de tus estilismos se ha llegado a decir que eran “atuendos estrafalarios para un hombre” o “disfraces de mujer”.
Lo primero que habría que plantearse es qué es ser mujer, para saber a qué se refieren con disfrazarse de mujer. Porque una mujer puede ser físicamente de muchas formas. En cualquier caso, si lo que me están llamando es drag queen, no me ofende en absoluto. De hecho, me parece un halago.
¿Crees que apropiarse de los insultos es una buena forma de combatirlos? Por ejemplo, normalizar la palabra ‘maricón’, trayéndola a un nuevo contexto.
Sí, sobre todo creo que la mejor forma es intentar comprender a la gente. Yo intento escuchar a la gente que tiene una opinión positiva y negativa sobre mi trabajo, e intento entender el entorno y las circunstancias de esa persona, porque eso me libera. Puedo entender que una persona que no está familiarizada con mi mismo lenguaje tenga una opinión diferente a la mía.
Sin embargo, hay varias publicaciones de tu Instagram en las que tienes los comentarios desactivados. ¿Por qué? ¿Es este un mecanismo de autodefensa?
Pues sí, fíjate. Fue por un look que saqué en los Goya, que empezaron a criticarlo mucho. Las redes son a veces muy agresivas, y eran tantos comentarios que me parecía más adecuado desactivarlos. Desactivar los comentarios en una red social no quiere decir que la gente no comente sobre ti. Cuando vas al cine no puedes comentarlo, pero tienes una opinión sobre la película. Para mí, Instagram es lo mismo, un lugar donde muestro mi trabajo. No pregunto sobre el corte de pelo que me debería hacer, y eso no quiere decir que no escuche a la gente, sino que se dónde quiero escucharles. Y a lo mejor ese no es el lugar más adecuado, hay que poner límites.
Cuando piensas en el futuro, ¿concibes un lugar donde no existe el odio?
El futuro, tanto el presente como el pasado, es un lugar hostil al que tendremos que sobrevivir y sobrellevarlo como podamos