El año pasado, en el que Sónar celebraba su vigésimo quinto aniversario, fue apoteósico. Más gente que nunca –batió el récord de asistencia con más de ciento veinticinco mil personas–, grandes cabezas de cartel, y una emoción palpable en el ambiente. Y este año, aunque ‘no estén’ de celebración oficial, el público sigue esperando ver algunos de los artistas más pioneros y vanguardistas del momento, además de pasar tres días y dos noches de ensueño. La organización afirma que este año, el festival reafirma “su vocación por la diversidad, con una importante presencia de creadores que elaboran sus discursos artísticos desde la radicalidad o en los márgenes geográficos, políticos, sonoros o de género”.
Por este motivo, han programado a gente tan controvertida como Bad Bunny, por ejemplo, un artista que levanta ampollas entre los puristas que se han quedado con el recuerdo (y solo eso) de cuando Sónar empezó y Laurent Garnier o Richie Hawtin era tan solo unos chavales. Pero la música está en constante evolución, y el ojo de Sónar es infalible. Si los ritmos latinos ya llevan años teniendo presencia en el festival, este año se van a escuchar incluso más. Por ejemplo, con Nicola Cruz, que repite tras su primera actuación en 2017 y que este año presenta Siku, su nuevo álbum.