De Candela Capitán atrapada en un ataúd de cristal lleno de bichos hasta Brooke Candy calentando los ánimos con un show agresivo e hipertecnológico, pasando por la ciborg Moon Ribas o el londinense Sega Bodega, la segunda edición del Loom Festival ha asentado las bases para los nuevos festivales en Barcelona. ¿Te lo has perdido? No te preocupes, te contamos todo lo que ha pasado en Utopía 126 este glorioso sábado. 
La sinestesia ha sido el leitmotiv y el motor que ha servido de inspiración para el evento y sus diferentes actuaciones; esa alteración de los sentidos ha hecho que nos transportáramos a otras galaxias por un día con nuevas formas de conectar, tecnología, música, arte, y performance. Nada más entrar en Utopía encontrábamos Orquideario, un proyecto de Daniel Del Valle que presentaba un bosque surrealista con esculturas vivas hechas con orquídeas. Moda y naturaleza y, por supuesto, una llamada a la interacción del espectador: unos orificios dejaban ver la obra desde diferentes perspectivas.
Más adelante, caras de sorpresa y un silencio propio de un ritual sagrado. El momento lo requería: la performance Mantis, de Candela Capitán en colaboración con Insecthaus. La bailarina se encontraba desnuda con una especie de capa de cera recubriéndole la piel y metida dentro de una especie de caja/ataúd de cristal. Candela parecía haber entrado en trance, sus movimientos lentos y tensos creaban una imagen impactante que abría el debate sobre la línea que separa lo digital y lo natural. A lo largo del día fuimos redescubriendo que, en realidad, estos dos conceptos en principio opuestos están más cerca el uno del otro de lo que creíamos.
Durante todo el evento, los componentes de Col·lectiu VVAA hacían que los asistentes detuviéramos lo que estábamos haciendo para ver con qué nos sorprendían –vestidos de blanco como salidos de un laboratorio iban por las diferentes salas con sus actuaciones, que fueron desde la construcción de un ser hinchable y reflectante a la crítica de las redes sociales y el egocentrismo. 
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Si el año pasado pudimos ver en el evento a los ciborgs Moon Ribas, Manel Muñoz y Neil Harbisson operándose en directo, este año era Moon en solitario quien protagonizaba su perfomance Waiting for Earthqueakes. Pudimos vivir una experiencia única: sentir mediante sus bailes los movimientos sísmicos a tiempo real en cualquier parte del planeta gracias a los sensores que lleva implantados en su cuerpo. Una forma más de explorar nuestros sentidos.
La sala 360º fue el espacio principal. Y, ¿por qué 360º? Porque el escenario para los artistas era un prisma rodeado por telas translúcidas por donde podíamos verlos actuar –entre luces y sombras y desde todos los ángulos. Alien Trasmissions abría este espacio transportándonos a nuevas galaxias con sus “paisajes sonoros cósmicos”. Pinchando en solitario, le siguieron Low Money by Gayoncé Rose y Halley. Y luego, los chicos de Samxsen nos hicieron saltar y movernos con sus ritmos urbanos.
Tras ellos, el artista Kai Landre, que ya nos comentó en su entrevista que la música es ese espacio donde puede experimentar e invitar al público a sentirse en otra atmósfera. Dicho y hecho: el cantante consiguió que nos sintiéramos en su actuación casi flotando. Esa magia se prologó con Claus Vega, quien creó un espacio íntimo y tranquilo.  
Quien venía con ganas de liarla fue una de las artistas con más renombre internacional del line-up: Brooke Candy, que venía lista para la batalla enfundada en una armadura futurista y con su fuerte personalidad como arma. Sus bailes imposibles y una actitud punk y macarra hicieron que el público, incluyendo una servidora, saltara sin parar. A ella le siguieron los lives y DJ sets de artistas como Mobilegirl, Isabella, Oklou, Borusiade e Ikram Bouloum.  
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Mientras todo esto ocurría, Kyne abría la sala Club. El RnB de la barcelonesa ponía a todos a bailar y dejaba el espacio listo para seguir disfrutando en este escenario más íntimo. También estuvieron los chicos de Spanish Mafia, Mbodj, Aire o E.T.M. Y, para terminar, una actuación no recomendada para epilépticos: la actuación del productor londinense Sega Bodega, que cerraba Club por todo lo alto. 
Loom no paraba de movernos de un sitio a otro, de artista en artista, y haciendo de cada momento una oportunidad de disfrute y reflexión también. ¿Te imaginas cuántas cosas se podrían crear a partir de toda la basura que producimos? Francisco de Pájaro sabe un rato de esto. Bajo el pseudónimo Art is Trash, el artista lleva años convirtiendo las bolsas de basura y muebles abandonados en obras de arte efímeras cargadas de crítica social. En otra sala, una instalación de luz y sonido con barras led suspendidas en el aire nos adentraba en un estado mental atípico, de la mano de Cristian Rizzuti. Y fuera, en el patio, un taller con sellos te daba la oportunidad de colgar tu propio mensaje, y los pudimos ver de todo tipo: ‘artgasme’, ‘evolución’, e incluso un ‘ontas? t pago el uber’. 
Durante las actuaciones no faltaron los visuales, muchos de ellos de Andrei Warren, a quien pudimos ver por el evento. Quienes tampoco se lo quisieron perder fueron Ana Sting, la diseñadora Mimi Wade, Andrea Vandall, la estilista Natalia Castillo o el fotógrafo Hug Feijoo.
Loom ha propuesto un formato donde la interacción entre artistas y público es lo primordial, y así se ha visto en esta segunda edición. Justo de esto hemos hablado con Gloria Ferrer, uno de los componentes de Loom Collective, que nos ha comentado que, para ella, “el mayor éxito ha sido la interacción entre las obras, la gente y los artistas”. La primera edición fue todo un éxito y esta se ha superado. Así que seguro que nos vemos el año que viene, Loom. 
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