Tras un recorrido exitoso por varios festivales y alzarse con el premio a la Mejor Película Europea de la Quincena de Cineastas en Cannes, Creatura llega a los cines españoles este viernes. El segundo film de Elena Martín, que lo dirige, protagoniza y coescribe junto a Clara Roquet, es fruto de muchos años de investigación, entrevistas y experiencias compartidas con amigas. “Podríamos haber escrito una tesis en vez de hacer una película”, nos confiesa en esta entrevista.
Por suerte, la actriz y directora ha apostado por darnos Creatura, una película bella, introspectiva, desgarradora, a ratos incómoda pero muy necesaria, que indaga en uno de los temas tabú de nuestro tiempo: el despertar sexual femenino en la infancia. “Hay una incomodidad fuerte cuando se ven estas escenas, pero creo que simplemente viene de que no estamos acostumbrados a verlas. Es más, planea sobre nosotros la amenaza del abuso o de la pedofilia”, reflexiona Martín sobre por qué nos cuesta tanto hablar del deseo en los más pequeños. Sin embargo, “la peli no quiere usar el morbo para hablar de estas cosas. La incomodidad viene de la mirada que tienen los adultos, que es sexualizadora” explica.

Creatura empieza cuando Mila (Elena Martín), la protagonista, se muda con su novio, Marcel (Oriol Pla), al Empordà, a la casa donde creció con sus padres (interpretados por Àlex Brendemühl y Clara Segura). Mila tiene una relación extraña con su cuerpo, con su apetito sexual, y esto desemboca, entre otras cosas, en una urticaria que arrastra desde su niñez. La casa y el pueblo de su infancia le traen todo tipo de recuerdos, algunos dolorosos o incluso inciertos, que vivimos en primera persona gracias a la regresión al pasado en dos capítulos: la infancia y la adolescencia. Poco a poco, descubrimos los traumas a los que la protagonista (o protagonistas, ya que cada Mila es un personaje en sí mismo) se enfrenta y que arrastra como una losa.

Si Elena Martín se dio a conocer con Júlia Ist, su aclamada opera prima que contaba la otra cara de los Erasmus, la directora y actriz vuelve ahora con un largometraje incluso más poético, que habla sin tapujos y se aleja de clichés y obviedades, que sacude al espectador como un terremoto visceral pero calmado. Días antes del estreno, hablamos con ella para indagar más sobre Creatura y aprovechamos para discutir temas como la mal llamada ‘mirada femenina’, la misoginia interna, ChatRoulette, y las fantasías.
Este viernes llega Creatura a los cines, pero ya tiene recorrido en festivales e incluso ganó en la Quincena de Cineastas de Cannes. ¿Cómo afrontas estos días previos al estreno?
Pues la semana pasada estaba muy nerviosa, este fin de semana también, y ahora ya estoy mejor. Pero es muy fuerte que en cada pase sufres. Primero tuvimos el de Cannes, luego otro en París, luego el Atlàntida en Mallorca, la semana pasada hicimos el preestreno en La Bombilla, en Madrid. Y es como, ¿cuándo va acabar, esto de los nervios? (Risas). Ya está, ya he enseñado la peli, ya tengo respuesta del público. Pero supongo que es también porque las salas no son tan fáciles.
No, claro, son más democráticas por decirlo de alguna manera.
Claro. Hay que poner mucho empeño y hacer una buena promo, y para eso hace falta dinero, y nosotros no tenemos dinero, entonces estamos todos ahí arrimando el hombro para poder llegar a la mayor gente posible. Estoy nerviosa por esto.
Tranquila que ya llega, y viene con buena crítica y recorrido, así que seguro que gusta. Aunque bueno, también habrá a quien no le guste, obviamente. Y creo que una película como la tuya, que no es muy cómoda de ver, también tiene que suscitar un poco de rechazo.
Sí, y es algo que contemplo, eso no me asusta tanto. Después de tantos años haciendo la película y escribiendo el guion, lo bueno es que soy consciente de las flaquezas o de los huecos que tiene (y también de sus fortalezas). También soy consciente de qué tipo de incomodidades, rechazos o críticas puede generar. En este sentido me siento fuerte porque puedo anticiparme. Aunque, de verdad, me ha sorprendido la acogida que está teniendo; la gente está siendo muy amorosa. Estoy contenta porque durante el proceso nos decían que no sabían si la gente la iba entender, y yo pensaba, ¡claro que sí! Y está pasando. Me emociona muchísimo.
En 2017 te entrevistábamos a raíz de Júlia Ist, tu primer largometraje. En este tiempo has dirigido series y videoclips, has seguido implicada en el teatro, actuando en cine, etc. Y sobrevivido a una pandemia, que no es poco. ¿Dónde crees que estás ahora, personal y profesionalmente, respecto a hace seis años?
Uf, es una buena pregunta… Cuando sacamos Júlia Ist, supongo que porque era opera prima, recuerdo que me preguntaban mucho qué me gustaría hacer en el futuro y siempre decía: lo mismo que ahora pero ganando dinero (risas).
¡Es una muy buena respuesta! (Risas).
Estoy muy satisfecha con mi actividad creativa, solo me gustaría que también fuera lucrativa (risas). 
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Hablas por todas las personas que trabajan en las industrias creativas me parece.
Ahora en serio, yo realmente me emociono cuando lo pienso, pero estoy muy agradecida del recorrido. Haber estado trabajando desde Júlia Ist hasta ahora es lo que me ha permitido tener confianza en mí misma para hacer una película como Creatura. No te voy a engañar, hacía falta apostar por ello y estar convencida de lo que estaba haciendo; o no estarlo y hacerlo igualmente, que al final es lo más difícil, al menos para mí.
Haber tenido la oportunidad de trabajar en televisión, por ejemplo, con Leticia Dolera, Los Javis, Claudia Costafreda (mi compañera de guion), Ian Garrido… Todos estos proyectos me han permitido estar en rodajes y no solo he podido crecer como actriz sino también como directora viendo cómo trabaja la gente. Ha sido increíble. No puedo estar más que agradecida.
Siento que voy ganando confianza pero me gustaría muchísimo sentir menos la presión de tener que demostrar y poder disfrutar de las cosas como vienen y como salen. Y luego creo que sigo estando en el mismo momento de querer seguir haciendo mi trabajo y ganar mejor. Poder sobrevivir y hacer las cosas que me interesan.
Tienes toda la razón. Creo que este sentimiento refleja un poco lo que está pasando con las huelgas de escritores y actores en Estados Unidos. Mucha gente puede creer que los que trabajáis en cine sois ricos porque piensan en las celebrities de Hollywood, pero eso es solo el 1% de toda la industria.
Sí, sí. Y para mí es heavy y emocionante plantarme ahora con 31 y ver que me estoy dedicando a esto. Igual otra persona con otra profesión piensa que, claro, tienes 31 años, acabaste la carrera o el ciclo formativo o lo que fuera hace bastante y te has dedicado a ello. Pero trabajar en un oficio creativo no es nada evidente, y ahora estoy en un momento de celebración. Lo que está pasando con Creatura es precioso.
Pero he tardado unos meses en poderlo celebrar, ¿eh? Ha sido este verano. En parte porque mi chico, Àlex Sardà, es director también y está estrenando peli este año. Lo he estado acompañando en los viajes para presentarla, entonces he podido vivir el estreno de otra peli pero como acompañante. Él también me ha acompañado a mí, entonces ha habido un momento de darnos cuenta de que estaba ocurriendo, y esto ayuda a entender el valor de las cosas, que a veces es más fácil verlo en lo que hacen los demás que en lo que haces tú.
Sí, totalmente. Tú eres tu peor crítico muchas veces. Volviendo al film, en cierto modo, Júlia Ist era bastante autobiográfica. Los hechos eran ficcionados pero quisiste enseñar la otra cara de los Erasmus a partir de tu experiencia. ¿De dónde surge la idea de hacer Creatura? ¿Sigue habiendo algo de autobiográfico?
Surge de un sitio muy distinto; Creatura parte de un interés en el tema. Lo más autobiográfico es que yo estaba haciendo performances con unas amigas –algunas de ellas han participado en la película, como Carla Linares o Clara Aguilar, por ejemplo– en torno al cuerpo y a la identidad, pero desde un sitio super físico. Había una obra en la que estábamos encarnando cuerpos violentos y hacíamos una performance de destrucción. Teníamos miles de flores y nosotras estábamos desnudas, y trataba de convertir algo que podría ser delicado en algo violento y desagradable.
Había otra en la que cogíamos unos espéculos con los que nos abríamos la vagina mientras una videoartista grababa nuestro interior y lo proyectaba en una pantalla gigante. O sea, eran cosas mucho más extremas (risas). La gente que me conoce sabe que mi exposición en Creatura también es consecuencia de un recorrido artístico que pasa por todo eso, por Suc de síndria de Irene Moray, etc. No es de cero a cien.
En ese contexto, empezamos a compartir experiencias de nuestra adolescencia e infancia, y creo que todas sentimos que estábamos abriendo cosas que no habíamos abierto hasta el momento. Y yo me quedé ahí, no tanto por mis experiencias porque, de hecho, las demás recordaban muchas más cosas que yo (o al menos me parecían más interesantes o concretas), sino por esa sensación de pensar: somos millenials, algunas de nosotras tenemos el privilegio de hacer terapia, estamos en un entorno de izquierdas donde hablamos las cosas, etc., y aún así, de estos temas no habíamos hablado hasta ahora.
Es que es uno de los tabúes más difíciles de romper seguramente.
Claro. Con la ayuda de una terapeuta que se llama Berta Clavera empezó un trabajo mucho más de investigación que Júlia Ist, que era una cosa más inmediata. Berta nos ha acompañado durante todo el proceso de la peli e incluso en el rodaje también. Le expliqué que estaba tratando el tema del deseo en distintas edades y empezó a mandarme lecturas, conferencias, etc.
También creo que era más fácil en ese momento contar que Júlia Ist era autobiográfica porque realmente había hecho un Erasmus en Berlín, lxs amigxs que salen en la peli eran mis amigxs de verdad, etc. Pero era una mezcla de experiencias porque el guion lo escribimos cuatro personas (Maria Castellví, Marta Cruañas, Pol Rebaque y yo). En este sentido, sí que hay algo parecido con Creatura, y es que Clara y yo hemos hecho entrevistas a muchísimas personas (madres, padres, etc.) y Mila es un poco un Frankenstein de varias experiencias. De hecho, en los agradecimientos salen las personas que nos cedieron muy generosamente sus anécdotas porque hay algunas que están tal cual en la película. Aunque, obviamente, al final tuvimos que apostar por un carácter y una herida en concreto.
Creatura también tiene una ambición muy distinta. Júlia Ist era lo primero que hacíamos y lo que queríamos era construir un viaje, y la excusa era el Erasmus. Era contar un viaje desde el momento en el que estábamos, en un fragmento de vida, en un momento de cambio. Y Creatura tenía como ambición casi hacer una genealogía del deseo. A momentos se nos iba la olla, y en un punto hasta había muchas más edades en la película (incluso nos planteábamos si ir hacia el futuro y Mila tiene hijos). Teníamos un material mucho más extenso que ha acabado siendo la peli que es ahora, pero sale de un trabajo de campo. Podríamos haber escrito una tesis en vez de hacer una película.
Me encanta que hables de Mila como un Frankenstein porque la propia peli te cuenta su historia de una manera fragmentada, a trozos. Empiezas en el presente y a partir de ahí también conocemos a las Milas de la infancia y de la adolescencia. ¿Por qué te decidiste por una estructura así?
En algún momento, con Clara tuvimos la peli de manera cronológica porque la infancia fue lo primero que funcionaba en el guion. Teníamos un hueco que llenar porque casi no hay referentes, entonces era más sencillo detectar qué era lo interesante. Así que empezamos por la infancia, la adolescencia y la edad adulta, un poco como Moonlight. Y aunque el contexto es muy diferente, sí que el hilo conductor es un despertar del deseo del protagonista y de su identidad sexual. Teníamos la historia cronológica pero no nos funcionaba el discurso porque caíamos en algo de causa-consecuencia que no nos parecía real.
Clara y yo éramos dos personas adultas intentando analizar nuestro contexto cultural (no el personal, sino el de todxs), y desde esta perspectiva las cosas nunca son ordenadas. Tenemos recuerdos fragmentados, e incluso las entrevistas que hacíamos eran así –alguien nos decía, yo recuerdo esto que asocio con esto otro, pero realmente hay otra cosa que lo desmiente–. Los mapas de sensaciones y la forma que tiene el cuerpo de almacenar la información no es cronológica ni ordenada, y menos cuando te metes a pensar en algo como el deseo, que encuentra sus recovecos y que son asociaciones de ideas que una no sabe ni de dónde coño han salido. No fue hasta llegar a esta estructura que encontramos un poco el mensaje de la peli.
También nos planteábamos fragmentarlo todavía más. Teníamos referentes como Beginners, de Mike Mills, que hace un viaje hacia atrás en la relación del protagonista con su padre, y sí que va hacia adelante y hacia atrás mucho más caóticamente, pero nos dimos cuenta de que si lo hacíamos así nosotras, también se generaba una relación de causa-efecto. Por eso acabamos en esta estructura capitular que permitía entrar en la historia y dejar las cosas fluir, y también conectar con los personajes para que la Mila niña y la Mila adolescente no fueran subordinadas de la Mila adulta; tienen su propia vida y son personajes en sí mismos.
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El film destaca la doble vara de medir moral a la que estáis sujetas las mujeres: los chicos adolescentes son unos salidos, todo el mundo lo asume e incluso lo alienta. Expresan libremente su deseo, hablan de masturbación, etc. En cambio, cuando es una chica la que lo hace, se la tilda de guarra (como le dice Guillem a Mila). ¿Cómo viviste tú esos años tan complicados, y qué experiencias o recuerdos se han traducido directamente en Creatura?
¿Sabes qué me ha pasado con la película, que es muy curioso? Llevo seis años construyendo los recuerdos de un personaje y hay muchas cosas que se mezclan. Muy heavy. Y lo hablábamos con Carla Linares [la actriz que hace de madre de Mila cuando es niña] porque, por ejemplo, la frase de “me vota la vulva” me la contó ella. Era de una niña que ella conocía y recordaba que de pequeña le dijo eso y ella pensara, lo entiendo perfectamente. Pues para mí, este recuerdo es mío ya (risas). Yo nunca lo viví pero claro, entre la mezcla de ser actriz, directora, toda la investigación previa…
Pero sí que desde luego puedo identificarme con el personaje en esta sensación de pérdida, de no saber muy bien cuáles son las normas del juego. Hasta que las entiendes, y cuando lo haces es todavía peor. Cuando las entiendes, si quieres sobrevivir, solo puedes jugar. ¿Y jugar qué es? Pues por ejemplo, la escena en que ellas también puntúan a una chica y se suman a los chicos y empiezan a denigrarla. Esto no solo hiere a la chica, que de hecho en ese momento ni los está escuchando, igual nunca se ha enterado, pero ellas… Te genera un odio hacia ti misma, una misoginia interna que cuesta años romper después. Y sí que es algo que a mí me toca.
También me gustó intentar poner en escena fantasías de una chica de esa edad, que también tiene el derecho de hacerlo. No salen de mi experiencia pero sí que me tocan. Creo que para mí, la diferencia más grande es que ella se atreve más a la exploración en privado, por ejemplo, cuando se conecta sola al ChatRoulette. En este sentido, a mí la culpa me superaba, estaba más reprimida en el autoplacer; recuerdo tener fantasías pero yo sola nunca lo hice.
Es que conectarse a ChatRoulette era toda una experiencia. Tú tienes 31 años, yo tengo 29, o sea que hemos crecido bastante igual en este sentido. Y siendo marica, viví la adolescencia muy desde el punto de vista femenino, y viví estos momentos con mis amigas. Y lo que mencionas de chicas criticando a otras chicas para seguir las normas me conecta con el discurso de America Ferrera en Barbie: hagas lo que hagas, siendo mujer, vas a perder. Porque el juego está escrito así.
Sí, y lo hablaba también con mis amigos gays cuando veían la película o con otros chicos que vinieron a los screen tests del montaje. Es un feedback que me han dado más de una vez, que como chico gay hay una creencia de que tu deseo está mal. Se siente vergüenza y culpa respecto al despertar sexual. Así que todas las personas que no hemos crecido como hombres cis hetero podemos entenderlo.
Luego hay una parte que para mí también era muy interesante: la negación de la genitalidad –cuando Mila dice “no quiero que lo llamemos más vulva”–. Es algo que he hablado mucho con mis amigas trans, de lo curioso que es que te eduquen como hombre cis o mujer cis cuando en realidad no lo eres, y qué relación te hace establecer esto con tu propio cuerpo y cómo trascenderlo. Creo que es algo que nos atraviesa a muchxs.
Hay muchas pelis que hablan sobre el despertar sexual femenino, pero a mí personalmente, tu último film me ha recordado muchísimo al libro Panza de burro, de Andrea Abreu. ¿Lo has leído?
No lo he leído todavía. A ella la conozco, pero no me ha dado tiempo.
Pues aborda el mismo tema –el despertar sexual femenino, también desde una pronta edad–, a través de dos protagonistas que son mejores amigas. Y lo hace de una manera muy cruda, explícita y sin tapujos. No dicen que les vota la vulva pero se restriegan contra todo hasta sangrar, por ejemplo. ¿Qué te ha empujado a ti a hablar de un tema tabú de una manera tan explícita? Normalmente todo es más metafórico y alegórico.
Es que yo no veía otra forma de hacerlo. Mira, justo ayer fui a Reinas del Grito, un podcast del que soy super fan, y hablábamos del cine de género. Me encantan pelis como Crudo, de Julia Ducournau, que habla del despertar sexual a través de la metáfora del canibalismo, o de Thelma, que habla de la represión a través de unos ataques de histeria casi como si fueran posesiones. A mí me interesan mucho lo alegórico y las estructuras de cuento. Me flipa como espectadora.
Pero en este caso en concreto sentía que había que poner nombre a las cosas. Lo que nos hacía aprender a Clara y a mí como guionistas y como personas, lo que nos daba vértigo (y era lo guay cuando escribíamos), era atrevernos a hacer ciertas escenas. Por ejemplo, teníamos muchas dudas sobre la conversación que yo tengo con Àlex Brendemühl (la conversación entre Mila y su padre en el sofá). La hemos escrito y reescrito millones de veces hasta encontrar las palabras justas, y ya en montaje acabamos de encontrar las palabras y los silencios justos. Pero siempre hubo esta cosa de… Ninguna de nosotras ha tenido esta conversación con su padre. ¿Va a ser realista? ¿Nos lo creemos? Y dijimos, ¡da igual, queremos tener esta conversación con un padre! Que en este caso es Gerard, que es un padre estupendo.
La verdad es que sí, es muy mono él. Y el novio, Marcel, también tengo que decirte que, a pesar del bloqueo mental que tiene para hablar de sus sentimientos, me parece un chico muy abierto y comprensivo a pesar de que ‘lucha’ contra una persona que siempre está mal y no sabe el porqué.
Poder humanizar estos personajes era muy importante porque hubiera sido más fácil, narrativamente incluso, que fueran antagonistas al uso. Por ejemplo, imagínate si hubiese sido un padre católico, represivo y muy de la vieja escuela. Sería mucho más fácil de entender e incluso podríamos empatizar de forma más directa con Mila. Pero nos parecía interesante ver a hombres que lo están intentando hacer de una forma distinta, pero aún intentándolo, se les pueden ver sus propias heridas. La diferencia entre ellos y los personajes femeninos es que ellos las niegan. No es que no las tengan, es que las niegan. Las niegan por protección, por miedo, y porque seguramente no han crecido con la sensación de que puedan mostrarse vulnerables o tener dudas sobre su identidad. Pero ahí están. Marcel, por ejemplo, está intentando sostener a Mila, pero cuando ella le pregunta que a él qué le pasa, él dice que no quiere hablarlo. A mí me interesaba mucho estar en medio de los dos.
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Ni uno es tan bueno ni el otro es tan malo.
No hay buenos o malos, la situación es jodida, es compleja. Pero sí que me parecía guay poner sobre la mesa el cliché en una pareja hetero de que ellos quieren mucho y ellas no; ella es frígida y él es el deseante. Y la experiencia en las entrevistas no era esa. En las que hemos hecho a muchas mujeres, la situación a día de hoy suele ser al revés.
Vaya, eso no me lo esperaba.
Sí. Evidentemente, creo que los bloqueos sexuales atraviesan a todo el mundo, pero es verdad que, a partir de una cierta edad, en las relaciones heterosexuales existe una diferencia entre los miedos o los tabúes a los que se han enfrentado las mujeres y los hombres. Ahí se genera un poco de distancia a veces. Obviamente no se puede generalizar, pero es una cosa que noté.
Me gustaría retomar el tema de la incomodidad del que hemos hablado al principio. Como espectador, hay algunos momentos difíciles de ver, como cuando Mila está sentada en el regazo de un amigo de sus padres y empieza a cabalgar. ¿Crees que esa incomodidad ayuda al público a plantearse las cosas y hacerse preguntas?
Mira, ahora el público está viendo estas escenas y se está confrontando a este tabú, que es la sexualidad en la infancia, por primera vez. Esta incomodidad es la que yo sentí la primera vez que empecé a hablar del tema –y fue el motor por el cual quise hacer esta película–. Pero a medida que fuimos avanzando en el film a través de la documentación, del aprender, del estudio, de hablar con la terapeuta, asistir a conferencias, etc., llegó un momento en el que realmente conseguí deconstruir ese pudor y normalizarlo. Así que en las últimas versiones de guion, esas escenas ya no me generaban ninguna incomodidad.
Por eso nunca estuvo en juego el morbo. Para nosotras, el activismo en estas escenas era mostrar que lo que no es normal es la gestión de los adultos. Lo que no es normal es la mirada de los adultos, que en el fondo están sexualizando a la niña. Pero lo que está haciendo ella es totalmente natural. En lugar de cogerla y explicarle, oye, qué bonita esa energía que estás sintiendo, qué guay, esta etapa es preciosa, y esto que sientes es chulísimo, pero es algo que comparten los pequeños con los pequeños, los medianos con los medianos, los grandes con los grandes. Y además, es algo que no puedes compartir sin pedir permiso, etc. No sé, hay muchas formas de educar en el deseo, en el consentimiento, en todo.
Pero, ¿qué pasa? Está bien que la saque del regazo, claro, pero lo que hay es una mirada de terror entre dos hombres adultos. En lugar de explicárselo, prefieren correr un tupido velo y aquí no hay explicación alguna hasta que el padre le grita: ¡no, esto está mal! Entonces, ¿qué idea tiene esta niña ahora? Que esto está mal y punto. Y que si hago esto, mi padre no me va a querer.
Hay una incomodidad fuerte cuando se ven estas escenas, pero creo que simplemente viene de que no estamos acostumbrados a verlas. Es más, planea sobre nosotros la amenaza del abuso o de la pedofilia. Hay un sentimiento de, por favor, por favor, no quiero ver una escena así. ¡Normal! Yo tampoco la quiero ver, por eso no la hemos grabado. La peli no quiere usar el morbo para hablar de estas cosas. La incomodidad viene de la mirada que tienen los adultos, que es sexualizadora (es la que nos han enseñado). Es la misma que tenía yo, ¿eh? Ojo, no me estoy poniendo moralmente por encima porque sino no hubiera hecho esta peli. Pero es lo que nos enseñan, a poner un filtro adulto a algo que no lo es. Y desde allí es muy difícil poder educar.
Sí, yo esto lo noto mucho en la cultura estadounidense, que está muy arraigada en el conservadurismo religioso. Consideran que mostrar un personaje homosexual en una peli de Disney es sexualizar a los niños porque les va a despertar un deseo erróneo y los corromperá. Pero esxs niñxs solo ven un beso entre dos personajes, ya han visto muchos entre príncipes y princesas, pero esos son los únicos que muchos padres aceptan.
Yo me río porque ojalá el audiovisual tuviera este poder. Imagínate proyectar en todas las televisiones a dos hombres morreándose y automáticamente todos los niños son gays.
¡Ojalá! ¿Dónde hay que firmar? (Risas).
¿Dónde hay que firmar? (Risas). La gente conservadora confía en la cultura mucho más que la gente de izquierdas. Yo he llegado a esta conclusión. Porque el poder que se le otorga es tremendo. Pero bueno, más allá de las bromas, es muy fuerte. Pero sí, hay algo de lo que dices que conecta con esta mirada que sexualiza e hipersexualiza. Porque sí, un beso puede ser sexual, ¿pero de dónde sale este miedo? Seguro que hay mucha represión por parte de la persona que lo ve, mucha negación de sus propios deseos.
Mira, no lo he contado hasta ahora, he estado reservando el momento para publicarlo porque es una delicia. Pero me encantó que hablaron de Creatura en el programa de Ana Rosa porque se proyectó en el Atlàntida, el festival de Filmin en Mallorca, y la Reina Letizia la vio.
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Vaya, ¿y qué opinó?
Le gustó, le pareció una película necesaria. Pero sin entrar más en detalles… En el programa de Ana Rosa, la periodista que lo comentaba dijo que en esta película todo el mundo tiene sexo con todo el mundo, hombres, mujeres y navegantes, y acabó diciendo que fue una noche tórrida. Y pensé, ¿pero qué película ha visto esta señora? (Risas).
No entiendo nada, no hemos visto la misma Creatura. ¿Se descargó la versión XXX en eMule? ¿Quién tiene sexo con quién? Si precisamente la peli trata la falta de apetito sexual.
Me flipó, te lo juro, me pareció fascinante. He visto este vídeo muchas veces. Hablando de la película, ella se ponía en un sitio de una moral más puritana y juzgándola diciendo, uf, cómo se pasan. Repitió varias veces también que le parecía innecesario tanto sexo. Pero ella estaba proyectando en la película algo que no estaba ocurriendo. En ella había un deseo de ver más sexo del que había. Pienso que ojalá hubiésemos hecho un coloquio en Mallorca y hubiera podido tener un diálogo con ella. Podría ser interesante ver cómo ella, con su bagaje, su educación y su posicionamiento político, lee la película.
Pero una cosa es cómo leas el film, la otra es ver cosas que no pasan… En fin. Para acabar, veo varios periodistas hablando de una generación de mujeres directoras y realizadoras. Es un paraguas muy amplio en el que se incluyen a Elena Trapé (aunque os lleváis diez años o más), Carla Simón, Andrea Jaurrieta, Itsaso Arana, y a muchas otras. Sin embargo, lo único que os une es que sois mujeres. Me gustaría saber si tú misma te sientes parte una generación o un movimiento.
Lo que contesto sobre todo últimamente, que me he puesto ya más rígida con este tema, es que creo que hay un momento de la industria donde están cambiando las formas de relacionarse por una cuestión de supervivencia del sector, y la gente colabora entre sí. Para mí, este es el momento que estoy disfrutando. Obviamente, sí que hay algo, y es que hay muchos más referentes de directoras. Cuando yo estudiaba en la uni casi no nos los contaban, pero también existían. Hace muy poco vi Función de noche, de Josefina Molina, en FlixOlé. Y, wow, vaya peliculón. ¿Cómo puede ser que no lo haya visto antes? Me parece de las mejores películas españolas que he visto en toda mi vida. Y está dirigida por una mujer que no me lleva diez años, me lleva muchísimos más.
Entiendo que hay buena voluntad por parte de la prensa, y en los últimos años ha sido muy importante. De hecho, yo tengo mucho que agradecer a mi recorrido profesional a este pack que muchas veces se ha hecho. Pero creo que hay que ir con cuidado con perpetuarlo demasiado. Por ejemplo, Alcarràs y Creatura son dos películas que no tienen nada que ver aunque estén hechas por las mismas productoras (excepto Marta Cruañas). Ella [Carla Simón] y yo somos colegas, y por ejemplo la he llamado para que me diera consejos para el ensayo con las niñas, pero son super diferentes.
También has citado a Itsaso Arana. Las dos acabamos de estrenar nuestras obras y este año vamos a hacer recorrido juntas seguro, porque es como pasa. Las chicas están bien es una peli que disfruté mucho porque justamente sentí que me abría la puerta a una feminidad que nada tenía que ver con la mía. Pero luego hay quien habla de una ‘perspectiva femenina’. Mmm… ¿de qué feminidad?
Exactamente. Las mujeres lesbianas también son mujeres pero no se las incluye en la mirada femenina. Cuando hablas de la mirada femenina, lo haces desde el punto de vista de una mujer heterosexual. Si es lesbiana es mujer pero ya ‘no tanto’, es más LGBTQ+, y entonces es otra cosa.
¡Exacto! Yo prefiero hablar de miradas conscientes o miradas críticas, o incluso, si quieres, de miradas políticas. Pero no de la mirada femenina. Yo, a nivel individual, creo que la película me ha enseñado mucho en este sentido y he hecho un recorrido muy sanador de reconciliarme con mi feminidad, de sanar un poco la misoginia interna, que es una batalla eterna. No lucho contra el concepto de feminidad pero sí contra esta etiqueta como si fuera un género de cine.
Tal cual; hay cine de acción, de terror, musical, o dirigido por una mujer. No se explica que una mujer pueda dirigir una peli de los anteriores géneros.
Cada vez pasa menos, pero a nivel mainstream se ha hecho mucho con el cine español. El cine español es un subgénero. U otras etiquetas, como el cine social, que lo hablábamos con Álvaro Gago, el director de Matria. No hay nada más clasista que etiquetar una película como cine social. ¿Por qué? ¿Porque el protagonista no es rico? ¿Cómo va la cosa? Creo que estamos en un punto donde nos podemos permitir empezar a aligerar estas etiquetas para honrar las piezas como se merecen.