Esta no es otra historia de amor de la gran pantalla. En Suc de síndria (zumo de sandía, en castellano), el foco recae en el amor, la confianza y la compasión. Acompañamos a esta pareja por un viaje delicado y esperanzador en el que Bárbara lucha para sanar sus heridas y reconectar con su sexualidad. Pero Irene Moray, directora del cortometraje, no se centra en el trauma heredado de una violación sino en la posibilidad de sanación. Un retrato, en sus propias palabras, de “una mujer que ha sufrido algo doloroso pero su herida no la define”.
La joven directora consigue dibujar una historia llena de luz y sensibilidad que la ha llevado a la Berlinale, el festival de Málaga, el Festival de Toronto y a ser candidata en los European Film Awards, los premios Gaudí, y como se acaba de anunciar hace una hora, opta al Goya a Mejor Corto de Ficción en la gala que se celebrará en 2020. También se puede ver desde este pasado 29 de noviembre en Filmin. Exploramos con ella su universo creativo y reflexionamos de temas tan necesarios como la forma en que los medios tratan a las víctimas de violaciones o la educación sexual y afectiva.
Tu amor por la fotografía parece que está impregnado en tus venas. Desde los 16 años haces fotos, pero en Berlín decidiste dedicarte a esto. Has trabajado como fotógrafa para distintas agencias, productoras y editoriales como i-D o Distinto Films. ¿Cómo influye tu background fotográfico en tus creaciones audiovisuales/cortos?
Creo que mi experiencia con la fotografía tiene bastante impacto en el cine que hago y la transición de un medio al otro ha sido natural para mí. De hecho, mis fotos favoritas son las que podrían asemejarse al fotograma de alguna película. De todas formas procuro que lo visual no tenga demasiado protagonismo. No quiero distraer al espectador con una fotografía virtuosa; lo importante es la historia.
Recientemente se ha inaugurado una exposición en CaixaForum titulada Cámara y ciudad, que reflexiona sobre la fotografía y el cine, sobre ritmo y quietud. Ya que tú tratas con los dos, ¿crees que la fotografía y la imagen en movimiento, el cine, pueden transmitir lo mismo y obtener el mismo resultado? ¿Cuáles crees que son sus diferencias, a parte de las formales?
Es un medio completamente distinto. El cine incluye muchas cosas: el ritmo, la duración, el sonido, la música. Hay muchos más factores a tener en cuenta. A mí me permite contar una historia completa y compleja, mientras que la fotografía me sirve para memorar momentos especiales o sugerir emociones. Creo que cada proyecto tiene su formato ideal, hay cosas que no puedes explicar con una sola imagen fija.
Anteriormente has dicho que querías estudiar cine, pero no podías estudiar en el ESCAC (Escuela Superior de Cine y Audiovisuales de Catalunya) por motivos económicos. ¿Crees que es indispensable tener una formación para dedicarte al mundo del arte? ¿Es la formación artística jerárquica y está limitada al poder adquisitivo, en lugar de al talento?
Supongo que la universidad te da beneficios, aprendes más rápido y tienes una red de compañeros con los que realizar proyectos. Pero hablando claro: no todo el mundo puede permitirse pagar diez mil euros al año. Yo opté por hacerlo por mi cuenta porque era la posibilidad que tenía. Mi camino ha sido este. ¿Hubiera sido mejor estudiar en ESCAC? No lo sé. Igual sabría más sobre algunas cosas y menos sobre otras.
Ya sabemos que el cine desde siempre te había gustado pero, ¿por qué decidiste aventurarte en él con Bad Lesbian, tu primer corto?
Fue un arrebato. Había trabajado en varios rodajes como foto fija, se me ocurrió la idea y me lancé. En aquel momento ya tenía una red de contactos en Berlín, formaba parte de un colectivo de performance y persuadí a muchos de los integrantes para que actuaran en el corto. Todo se hizo entre amigos, conseguimos a los extras a través de un grupo de Facebook, la gente venía a trabajar a cambio de la comida (riquísima, eso sí, para que todos tuvieran energía y estuvieran contentos). Fue un privilegio para mí y todo pudo levantarse gracias a la ayuda del equipo y a las donaciones de mis amigos y familiares.
Después de ganar un premio por tu primer corto, empezaste este proyecto. ¿Cómo surgió la idea de Suc de síndria?
Surgió un poco como una inspiración. Tenía ganas de contar una historia de amor sana y basada en el respeto, además de proponer una narrativa alternativa sobre una mujer que supera un episodio de abuso sexual. Quería crear una protagonista fuerte, alegre, que toma espacio, es vulnerable, se enfada, ríe, disfruta y llora. Una mujer que ha sufrido algo doloroso pero su herida no la define.
¿Qué diferencias tiene con tu primer corto?
El primer corto era una comedia; le tengo mucho cariño pero es menos profundo. Creo que Bad Lesbian muestra a una chica con un conflicto que no sana y Suc de síndria muestra precisamente la sanación. Creo que ese es el poder que tiene mi segundo corto.
Socialmente, el cuerpo femenino ha ido sufriendo una construcción histórica, que tiene mucho que ver con su sexualidad. Muchas veces se nos ha negado la capacidad de sentir placer, y más aún se nos ha posicionado como un objeto solo de deseo. Por tanto, se ha normalizado el no poder disfrutar del cuerpo. En el corto, la protagonista vive un proceso de autoconocimiento que le permite confiar en su cuerpo. ¿Podrías hablarnos más sobre este tema?
Creo que aun hoy nos falta mucha educación emocional, sexual y afectiva. No nos enseñan a respirar conectados, a entender nuestras emociones, a poner límites y respetarlos. Todo esto forma parte del sexo: consentimiento, unión, placer, emoción, conciencia, respeto, vulnerabilidad. Si se inculcaran en la escuela estos valores y prácticas, no tendríamos tantos casos de violaciones y violencias machistas.
El autoconocimiento sexual de Bárbara, la protagonista, va más allá, pues sufrió un episodio de abuso. En el corto, el foco está en el proceso de sanación y no en el trauma. Me pareció una posición muy interesante, pues cada día vivimos en la calle y en los medios de comunicación una victimización ‘negativa’ a las personas que han sufrido abusos. ¿Cómo surgió la idea de explorar este tema?
A mí me resulta incluso ofensivo cómo se trata este tema normalmente en los medios. Creo que hay que darles el espacio a estas mujeres para sanar y mostrarse al mundo como ellas deseen. Estigmatizarlas y exigirles que se queden traumatizadas de por vida es injusto y ruin. Era importante para mí crear un referente que pudiera empoderar, mostrar que se puede ser fuerte y vulnerable a la vez y seguir siendo una misma transitando el dolor. Yo creo que con amor y compasión, eventualmente todo se puede sanar.
El corto también me ha transportado a la idea de vulnerabilidad. La concepción social extendida sobre este término es generalmente negativa, pues define a alguien débil, incapaz de superarse. Pienso que esta concepción está profundamente equivocada, ya que nos lleva a perseguir un ideal de invulnerabilidad y a negar la dualidad de la vida. En el corto podemos ver a Bárbara llorar y reír, estancarse y avanzar. Ella acepta su vulnerabilidad (entendida como dualidad), la abraza, la escucha y la entiende, y consigue reconectar con su sexualidad. ¿También querías abordar este tema desde tu corto?
Sí, solo desde la vulnerabilidad existe una comunicación honesta y profunda. Bárbara necesita mostrarse vulnerable con Pol, su pareja, para dejarse acompañar y viceversa. Pol también se muestra tal y como es, sin corazas. Ninguno de los dos está a la defensiva, ambos se esfuerzan en ser la mejor versión de sí mismos y cuando el otro se enfada o hace algo molesto, responden con paciencia y compasión. Así es como yo me intento relacionar con mis amigos y las personas a las que quiero, y siento que faltan referentes de este tipo en las pantallas.
En los más de veinte minutos aparecen varios desnudos. Me ha llamado mucho la atención la forma en que son tratados, lejos de la objetualización que normalmente sufren. Son casi un acto de reivindicación, siguiendo con el tema, de aceptación de la vulnerabilidad humana. De la misma forma, las escenas de sexo, los planos son mayoritariamente de sus miradas, de sus expresiones. ¿Es un intento de abordar el sexo desde otra perspectiva, desde la perspectiva que anteriormente hablábamos?
Pensé que si Bárbara tenía que reconectar con su cuerpo y el sexo, tenía que entenderlo como algo natural. Por eso el corto mantiene esta mirada: el cuerpo forma parte del paisaje. La caricia del agua puede resultar sensual, como el viento o la fruta. Por otro lado, en las escenas de sexo lo que más me interesaba era la parte emocional, qué sentían los personajes. Por eso mostramos solo sus caras.
Otro personaje profundamente interesante es Pol, la pareja de Bárbara. Querías apartarte del modelo de relación de pareja tóxico y has creado una conexión preciosa y sana entre estos dos personajes. ¿Crees que el ideal de pareja tóxico que muchas veces vemos en la gran pantalla afecta a las relaciones detrás de la pantalla?
Es un pez que se muerde la cola: representamos en el cine la realidad que vivimos y a la vez el cine que hacemos influencia a la sociedad. Yo creo que es una herramienta potente para inspirar ciertos cambios, nos permite mostrar que hay otras maneras de hacer las cosas y de relacionarse.
Dices que el cine tiene un potencial muy fuerte para cambiar el inconsciente colectivo. ¿Crees que la industria cinematográfica debería fomentar un modelo de relaciones más sano, tanto hacia uno mismo, como interpersonal? Por tanto, ¿debería el cine tener una responsabilidad social?
Es una pregunta compleja. Creo que cada autor debería expresar lo que siente y desea sin tener que ceñirse a un discurso moral. Ahora bien, creo que la industria tiene el deber de ser más plural e inclusiva, faltan muchas voces y puntos de vista en las historias que consumimos. Si diversificamos la industria, el cambio vendrá solo.
Los actores hacen un gran trabajo y sus miradas expresan esta preciosa conexión de la que antes hablábamos. ¿Cómo fue el proceso de selección de Elena Martín (Bárbara) y Max Grosse (Pol)? Ellos ya se conocen de antes, ¿fue un factor a tener en cuenta?
Sí, yo los conocí a ambos en Berlín trabajando como fotógrafa en la ópera prima de Elena Júlia ist. Cuando escribí Suc de síndria, Elena fue de las primeras personas en leerlo y de repente resultó obvio que tenía que interpretarlo ella. Yo a Max lo había visto actuar en teatro y me parecía un actor poderos. Como ellos ya tenían confianza fue una decisión orgánica y fácil, vino sola.
Antes de la grabación, trabajaste con los actores en meditaciones guiadas. ¿Cómo de importante es este proceso previo para la actuación posterior?
De vital importancia. Quería llevar a los actores a un estado profundo de la emoción, no me servía que fingieran. Creo que para Elena especialmente este proceso fue de gran ayuda. Conseguimos ir de la mano a experimentar sentimientos muy oscuros para luego volver al presente, cerrar esa puerta, y seguir con el rodaje.
El film está siendo todo un éxito y te ha llevado a la Berlinale, el festival de Málaga y el Festival de Toronto. Más recientemente ha sido nominado a los European Film Awards y a los Premis Gaudí. ¿Qué has sentido con la buena acogida de la película?
Obviamente, siempre hace una ilusión tremenda que reconozcan el trabajo que una ha hecho. Además, en este corto he puesto tantísimo esfuerzo y cariño, hay tantas horas invertidas con todo mi equipo, que cada vez que alguien se emociona viéndolo me llega al corazón. Me está trayendo muchas alegrías, me está abriendo puertas y me está permitiendo conocer a artistas jóvenes como yo que están comenzando su carrera en el cine y con los que se ha formado una red preciosa.
Por último, trasladando la mirada al futuro, ¿tienes algún proyecto en mente?
Por el momento estoy desarrollando la idea de un largo de ficción. Estoy escribiendo junto con Jan Matheu, que es un guionista de mi edad con mucho talento. De momento estamos disfrutando del proceso con la esperanza de poder llegar a realizar la película.