En las más de cinco horas que se prolonga nuestro encuentro, a Julia de Castro la vemos degustar un pincho de tortilla en el selecto Club Matador, disfrutar con la selección de looks que la estilista Atenea Martínez ha preparado para la ocasión, involucrarse en las instantáneas que toma Felipe Huertas –fotógrafo y colega de la artista–, e incluso hacer contorsionismo bajo la atenta mirada de un grupo de obreros. Es sin duda una de las creativas más polifacéticas de la escena actual, y su actitud, enérgica y decidida, no hace más que demostrar el porqué de su éxito. Ahora, tras diez años liderando De La Puríssima de la mano de Miguel Rodrigáñez, se emancipa para despegar su carrera en solitario con su álbum La historiadora. No te la pierdas en concierto, el próximo 22 de enero en Madrid.
No es casualidad que Julia, historiadora del arte, violinista y autora del libro La retorica delle puttane, una audaz revisión del texto de Ferrante Pallaviano sobre la prostitución (por citar algunas de sus facetas creativas), haya ejercido como maestra de ceremonias en algunos de los eventos más destacados de los últimos tiempos. Ella fue la encargada de oficiar el enlace entre la reconocida estilista Alba Melendo y Elio Abass, responsable de comunicación en Europa de Sain Laurent, vestida de Carmen March, una de sus diseñadoras de cabecera, y bajo la atenta mirada de Alejandro Palomo, Sita Abellán o Miranda Makaroff. Pero también protagonizó uno de los momentos que pasarán a la historia de los Teatros del Canal: la escenificación de un funeral para despedir al proyecto con el que inyectó una dosis de contemporaneidad al cuplé, De La Puríssima.
En 2020 nos sorprendía a todos con su primer álbum en solitario, La historiadora. Un interesante recorrido de diez pistas con el que la artista originaria de Ávila inauguraba un nuevo capítulo en su carrera. “Ha sido la constatación de una emancipación”, responde decidida cuando le preguntamos por lo que este trabajo, en el que encontramos temas como Caminadora o La alemana, ha supuesto para ella. Y Arde Madrid, canción que inspira la editorial fotográfica que hoy presentamos.
Julia encara el 2022 con optimismo e ilusión. Y con actuaciones ya confirmadas para enero en el Festival Actual de Logroño, en la Sala X de Sevilla y en Inverfest, esta última en Madrid. Nada más terminar la sesión, en la que destaca su implicación de principio a fin y su evidente disfrute con la experimentación, se despide para poner rumbo a su siguiente compromiso profesional. Una apretada agenda con la que la artista demuestra estar viviendo una etapa efervescente.
En 2020 nos sorprendía a todos con su primer álbum en solitario, La historiadora. Un interesante recorrido de diez pistas con el que la artista originaria de Ávila inauguraba un nuevo capítulo en su carrera. “Ha sido la constatación de una emancipación”, responde decidida cuando le preguntamos por lo que este trabajo, en el que encontramos temas como Caminadora o La alemana, ha supuesto para ella. Y Arde Madrid, canción que inspira la editorial fotográfica que hoy presentamos.
Julia encara el 2022 con optimismo e ilusión. Y con actuaciones ya confirmadas para enero en el Festival Actual de Logroño, en la Sala X de Sevilla y en Inverfest, esta última en Madrid. Nada más terminar la sesión, en la que destaca su implicación de principio a fin y su evidente disfrute con la experimentación, se despide para poner rumbo a su siguiente compromiso profesional. Una apretada agenda con la que la artista demuestra estar viviendo una etapa efervescente.
Julia, ‘nómada’ es un término al que pareces acudir repetidamente cuando hablas de tu persona y tu obra. ¿Es esta la palabra que mejor te define? ¿Por qué?
Me define en un período vital, concretamente desde 2018 hasta hoy. He estado viajando sin una casa a la que volver. He vivido en los hogares de amigos o conocidos gustosos de alquilar ese espacio a alguien que lo cuidase por tiempo limitado. El modus operandi era permanecer en esos países el tiempo que el trabajo me permitiese, pero te adelanto que ese nomadismo se acaba en 2022. Ha sido un ciclo enriquecedor, aparentemente a destiempo porque lo he hecho en mi treintena y no en la veintena. Sin embargo, con la madurez de esos diez años, he vivido las estancias desde un lugar muy distinto al que lo hubiera hecho con veinte.
Pero si hay un sustantivo que verdaderamente te representa, ese es artista. Violinista, cantante, actriz, historiadora del arte… Has experimentado con infinidad de disciplinas creativas a lo largo de tu carrera. ¿Quién es Julia de Castro?
No tengo respuesta para esa autodefinición, cualquier respuesta me resulta megalómana. Decirte que hay artistas que se desarrollan específicamente en una disciplina profundizando mucho en ella y otros que no, como es mi caso. Tampoco la busco, la multidisciplinariedad, digo. Supongo que es mi carácter, cuando algo me atrae me acerco, y si de ahí nace una práctica artística, continúo.
De tus estudios en violín dices haber aprendido a gestionar la frustración o a trabajar en equipo, pero, ¿en qué momento se produce tu primer acercamiento al arte? ¿Cómo recuerdas este momento?
En mi familia era muy natural estar en contacto con la música o ir a Madrid a ver exposiciones, ver cine clásico… Pero especialmente y de forma visible, la literatura. Mi madre vive entre montañas de libros. No tengo conciencia concreta, pero diría que la lectura nocturna en casa fue la normalización de tener contacto directo con el arte.
Y desde entonces pareces no haber dejado de crear. ¿En qué momento vital te encuentras?
En la treintena. Sigo intuitivamente lo que me llama la atención y valoro si puedo sostener económicamente esa decisión.
Durante una década, ejerciste como líder de la banda De La Puríssima. Un dúo con el que junto a Miguel Rodrigáñez trajisteis aire fresco a la escena artística con una propuesta en la que el cuplé adquiría un nuevo registro. ¿Qué es lo primero que se te viene a la cabeza cuando piensas en esta aventura que acabó prolongándose nada más y nada menos que diez años?
La celebración y el aprendizaje. Materializar un proyecto musical sin tener referencias ni padrinos fue algo complejo y muy satisfactorio. Aprendí mucho, me quedo con la confianza en mi capacidad para hacer lo que me apetece.
En 2019, ambos decidíais poner fin al proyecto. “Miguel y yo teníamos claro que era un proyecto conclusivo”, confesabas en una entrevista anterior. ¿Era una idea que llevabais tiempo meditando, o hubo un detonante concreto?
Vitalmente Miguel fue padre y a mí me dieron una beca en Roma. Lo vimos claro. Poner fin a un proyecto de un modo tan orgánico nos ayudó mucho para una transición natural hacia otros proyectos.
Os despedisteis del público con la escenificación de un funeral en los madrileños Teatros del Canal, reuniendo a más de setenta personas sobre el escenario. ¿No es así?
Así es. Soy una persona que da importancia a los procesos y cerrar así De La Puríssima ponía en valor la década que le habíamos dedicado. Este cierre se puede ver en Filmin. Son cuarenta minutos que resumen la vida de la formación en el tejido de la ciudad que la vio nacer. Debo agradecer a Carlota Ferrer que nos programase para abrir el 36 Festival de Otoño con ese concierto irrepetible.
Imagino que una vez concluida esta etapa te planteaste el rumbo que querías tomar. ¿O tenías claro que era el momento de apostar por tu carrera en solitario?
Antes de concluir De La Puríssima, yo había grabado con Camilo Lara cinco temas en solitario en Arizona. Es decir, tenía claro que el siguiente paso era en solitario.
Es en 2020 cuando lanzas La historiadora, tu primer álbum bajo el nombre de Julia de Castro. Un disco compuesto por diez canciones cuya grabación comenzó cinco años atrás en Tucson, Arizona. ¿Qué ha supuesto este trabajo para ti?
Un ejercicio de confianza en gestar sola un proyecto musical. Ha sido la constatación de una emancipación.
Me llama la atención el proceso creativo del álbum. Y es que al igual que tu persona, la obra parece haberse fraguado de una forma completamente nómada, sin pertenecer a ningún lugar concreto. A Tucson le siguieron Roma o Ciudad de México, entre otros destinos.
Sin duda responde a un momento vital como dices, he ido asimilando las composiciones en las ciudades y países donde me instalaba. De hecho, están grabadas en distintos estudios con músicos autóctonos. Lo llamo cabotaje musical, es decir, ir componiendo y grabando en lugares distintos, pero navegando siempre cerca de mis letras, de mi forma expresiva.
¿Y qué papel juega Ávila, tu ciudad natal, en tu trabajo? ¿Sientes que tus raíces están muy presentes?
En este trabajo mi ciudad no es tan central, podríamos decir que indirectamente es el detonante de la necesidad de viajar. Una muralla que rodea, limita e impide la visión queda atrás para mirar el horizonte sin obstáculo y salir en busca de otras ciudades.
¿Qué sientes cuando vuelves a tu casa de toda la vida? ¿Qué emociones se despiertan cuando regresas a los pueblos de los que eres originaria, Donjimeno y Arévalo?
Ahora mismo la sensación de despoblación es muy palpable, también la ausencia de cultura. En este sentido, me apena volver y comprobar que no puedes disfrutar de un concierto, no puedes ir al teatro o a ver cine no comercial, que es a lo que me dedico. Por otro lado, volver es recordar, y mi infancia fue muy divertida. Especialmente en verano, los pueblos para los niños son sinónimo de libertad. Allí estás a tu aire y nadie está encima de ti, no hay peligro porque en realidad la crianza es colectiva y todo el mundo se hace cargo.
Hay quienes siempre supieron que su destino no pertenecía a su lugar de nacimiento desde muy pequeños. Algo bastante recurrente en los círculos de artistas, acostumbrados a poner rumbo a la gran ciudad en busca de oportunidades con las que desarrollarse en su verdadera pasión. ¿Siempre tuviste claro que acabarías viajando a lo largo y ancho del mundo?
Lo pedí desde muy niña, quería estudiar el instituto en otro país pero mis padres no dieron el paso. Supongo que les daba miedo, así que envié a mi hermana, ocho años menor, cuando ella cumplió los trece. Al principio hubo un cisma, de nuevo no querían, pero tenía claro que era importante salir de la ciudad y que si yo no pude hacerlo en su momento, al menos Luisa viviría esa experiencia.
Hablemos de La historiadora, un álbum al que te refieres como una forma de decirte a ti misma “yo puedo sola”. ¿Tuviste claro el título de este trabajo desde un primer momento?
En un primer momento se iba a llamar Sonora porque los primeros temas se grabaron en Tucson, al lado del desierto de Sonora que es el límite entre México y Arizona. Ese nombre lo utilizó otra banda y recurrí a mi amiga Ana Folguera que es una gran namer. Ella también es historiadora del arte y, después de cotejar varias opciones, decidimos La historiadora. A pesar de ser un nombre muy simple, es una palabra que apenas utilizamos; empezando por nosotras mismas.
“La historia, antes de ser escrita, se cantaba para ser recordada”, has comentado en anteriores ocasiones. ¿Qué papel juega la historia en nuestras vidas? ¿Le prestamos demasiada poca atención a los acontecimientos que ocurrieron en el pasado en la sociedad de hoy en día?
Fue un hallazgo entender el papel de la música en la memoria colectiva. Sabía que el verso y la repetición en las obras épicas, tipo La Odisea, tenían sentido musical. Por ejemplo, los epítetos, que cada vez que se nombraba un personaje tenían la función de dar espacio para que el narrador recordase lo que venía. Imagino que como un estribillo en una canción, te da el tiempo para pensar en la estrofa que viene. Y en cuanto a la historia… es divertido ver cómo nos sentimos únicos cuando la olvidamos. Nos parece estar viviendo una situación extraordinaria con la pandemia, pero es cíclico. La historia de la humanidad se para cada cierto tiempo, unas veces en forma de peste, otras de guerra, catástrofe… Supongo que si eres más consciente, no es tan frustrante.
De Ríndete a Hasta que te conocí, pasando por Santa Frívola o La alemana. Son muchos los géneros musicales que encontramos en este nuevo trabajo, construido sobre la libertad y la experimentación más absoluta. Pero me gustaría que nos centrásemos en Arde Madrid. ¿Cómo surgió esta canción?
En este caso, la canción tuvo tres momentos. La compuse en el ocaso de una relación, cuando precisamente no era consciente de un final anunciado. La retomé un año después en pleno duelo de ese vínculo y se cerró meses después cuando conocí al guitarrista flamenco Paco Soto, con el que encontré el sentido armónico y rítmico de la canción.
“La anarquía rige mi vida, y hay que abrazarla”, reconocías abiertamente. ¿Siempre te has sentido tan libre, o es esta forma de ver el mundo y el arte una consecuencia de un proceso personal prolongado en el tiempo?
Esta anarquía laboral no es sinónimo de libertad. Suena contradictorio, pero hay que tener muchísima disciplina para autogestionar tu propio tiempo. Entender los espacios de creación y de producción, hacerlos compatibles con tu carácter… Yo siempre bromeo con un “ojalá alguien me dijera en todo momento lo que tengo que hacer”. Pero sí, esta mirada al mundo se ha prolongado en el tiempo y me siento muy orgullosa de poder mantenerla.
Siguiendo con tus proyectos musicales, te veremos actuar próximamente en Logroño, en el Festival Actual el 5 de enero. También en Sevilla, en Sala X, y en el Inverfest en Madrid. ¿Qué es lo que más disfrutas de los directos?
En escena solo hay presente. Es el lugar donde me siento más tranquila, con la atención puesta en la música. Soy muy feliz ahí arriba.
¿Y qué hay del cine? He oído que estás trabajando en un nuevo proyecto que pretende trascender el amor romántico…
Sí, estoy en proceso de financiación, el amor romántico… Me gusta contribuir a la desromantización de la pareja, o debería decir la desromantización de la idea de la pareja en el cine. Pronto noticias…
Si Julia de Castro fuese, en este preciso momento, un personaje, una época y un lugar. ¿Qué sería?
1568 Medina del Campo, Teresa de Ávila conoce a Juan de Yepes y la mística nace en este país.
¿Un sueño por cumplir?
Rodar junto a María Gisèle Royo nuestra primera película.