De sus productores de confianza Lowlight a Dani, mejor conocido como Kaydy Cain. Son muchas las personas (convertidos en colegas) que aparecen en la conversación que mantenemos con Israel B, quien parece no concebir la música ni la vida sin su círculo más cercano. Trató de encontrar la estabilidad adaptando su día a día a un patrón que le alejó del foco mediático durante dos años. Un estilo de vida que, lejos de convencerle, le ha hecho resurgir como el ave fénix dirigiendo todos sus esfuerzos a su verdadera pasión. “Ya no quiero vida normal, he visto que el ritmo de vida de un trabajador normal de ocho horas me frustra”. Ahora materializa sus inquietudes en Islas, su último álbum, a la vez que reconoce estar trabajando en el que será su próximo trabajo. “Quiero que sea un poco más rapero, más de barras, más oscuro, más para la calle”, nos adelanta.
Basta con sumergirse en Internet para percatarse de que la trayectoria de Israel B, antes conocido como Márkes o El nieto la Pili, entre otros muchos pseudónimos, se remonta años atrás. Buena muestra de ello es el vídeo que circula por la red en el que, acompañado de Crema, ahora C Tangana o El Madrileño, rapea enérgicamente en un parque en el año 2007. Catorce años después y tras haber vivido en primera persona la irrupción de las redes sociales en la escena musical o el ascenso de nuevos géneros y estéticas, Israel B vuelve con más fuerza que nunca a los escenarios. Y lo hace manteniéndose fiel a sus principios, sin dejarse llevar por las tendencias y cenando en Nochevieja con la misma gente con la que se reunía en su adolescencia, siempre conectado al barrio. “A mí lo que me aporta es esa dosis de realidad que, cuando llevas una semana con eventos, entrevistas, fiestas y videoclips, y vuelves un sábado por la mañana allí, entras y la gente te ve de otra manera”.
Israel, acabas de lanzar tu último álbum, Islas. Un trabajo en el que sumas fuerzas con artistas como Kaydy Cain, El Ima o Cruz Cafuné. ¿Cómo te sientes?
Expectante por ver lo que viene ahora. Era como un ciclo que quería cerrar con Islas, que son como mixtapes y no dejan de ser golpes flojitos. Lo que viene ahora es un disco, que es en lo que estoy trabajando. Quiero ver qué pasa después de todo esto, a partir de aquí es un nuevo comienzo.
¿Y qué nos puedes adelantar sobre este nuevo capítulo que está por venir?
Tengo más o menos la idea de lo que quiero hacer, sé el sonido que quiero lograr. Va a a ser más oscuro, más yo. Creo que todo lo que canto tiene barras graciosas, sea de lo que sea, pero va a tener mucho más contenido. Acaba de salir Islas y me encanta, pero me refiero a que he terminado de hacer todo el currículum. El que no me conozca desde el principio hasta Islas tiene toda la baraja, por lo que es el momento de empezar otra etapa. Ahora estoy volviendo a escuchar a un montón de artistas muy de ese palo, y yo soy de esa gente que enseguida me influencio. O sea, no me influencio, pero si estoy escuchando una movida la tengo que hacer yo; me engorilo y la quiero hacer. Quiero hacer un trabajo que sea un poco más rapero, más de barras, más oscuro, más para la calle.
¿A qué artistas has vuelto a escuchar recientemente?
Ahora lo que más escucho es Freeze Corleone, y prácticamente todo lo que sale del drill de UK. Y me gusta un montón lo que está saliendo nuevo en Francia, sobre todo las cosas oscuras.
¿Cómo has vivido el proceso creativo en medio de una pandemia mundial? ¿Te ha ayudado a conectar contigo mismo y por ende a componer, o has tenido que obligarte a seguir una rutina?
Yo no he notado nada porque la primera cuarentena fuerte la viví con Lowlight, y me grabé en una semana Islas. Los siguientes días me metí en el cibermundo a jugar a la consola y no hice otra cosa. Entonces, tampoco lo he notado mucho. Lo gracioso fue que el día que empezó la cuarentena nosotros teníamos concierto en Ciudad de México. Lo cancelamos tres días antes, y pensando que iba a ser algo suave nos fuimos a Galicia, que de allí son los de Lowlight, a pasar siete o diez días; pero nunca pensamos que se iba a prolongar durante dos meses y medios. Al final me vine a Madrid, porque yo soy una persona con la que es muy complicado convivir. Nos íbamos a matar (risas).
Es evidente que tus productores de confianza, Lowlight, están muy presentes en tu trabajo y en tu discurso. ¿Cómo y cuándo os conocisteis?
La verdad es que no me acuerdo cuándo nos conocimos, ya el disco de los Takers lo hicimos con ellos, y debió ser porque alguien nos juntaría. Alguien nos debió presentar, y como tenían el estudio al lado nuestro porque viven en Carabanchel, salió. Yo cuando volví sabía que tenía que buscar algo que me diera la facilidad, tenía que encontrar apoyos y no piedras. Y era lo más lógico, tirar por ese lado.
Lamentablemente, son muchos los artistas que nunca mencionan a los miembros de su equipo que no vemos delante de cámaras…
A ver, es que somos un equipo. Y económicamente también, que es importante que la gente lo sepa. Estoy cansado de ver a raperos que van con doce mil euros encima mientras su productor me pide fuego.
Tras sorprender en diciembre de 2018 con tu álbum Hielo, lanzaste Who is Israel B?, un trabajo al que la crítica especializada se refirió como “una confirmación del nuevo sonido del artista con el que dar a sus fans lo que quieren”. ¿Analizaste previamente el mercado para saber qué era lo que estaba demandando la gente?
No, pero sí que en ese momento podía intuir que a la gente le apetecía eso, porque hay temas más raperos y temas más de reggaetón. Y a la gente le moló. Yo sé que mi público lo que quiere es verme haciendo rap todo el rato, pero a mí es que me aburre. Me hago una canción de rap en treinta minutos, entonces imagínate.
¿Te importa lo que piense la gente de ti? ¿Estás pendiente del feedback que recibe tu música?
Prefiero que les guste, como a todo el mundo, pero no hago lo que les gusta. No me condicionan para nada, ojalá. Pero estoy en el estudio y como me gusta tanto, lo hago porque me apetece. Sé que lo que estoy haciendo ahora mismo no va a vender, pero estoy engorilado y lo quiero hacer. A lo mejor tengo una demo de un reggaetón que sé que se va a pegar seguro, pero no me apetece meterla. Cuando tenga más ganas la meteré, pero en el estudio voy a pasármelo bien también. Gracias a Dios puedo hacerlo.
Yyanosé es el single por excelencia de tu álbum convertido en tu carta de presentación. Nada más y nada menos que veintitrés millones de escuchas acumula a día de hoy el single en el que entonas “me tenías K.O, to’ noqueado, me sabía de memoria tus stories destacados”. ¿Por qué crees que este tema gustó tanto?
Los ritmos, las baterías… Si te fijas, en ese año se pegaron muchos temas con ese ritmo. Los acordes y la melodía también, y sobre todo que está muy bien escrito. Tiene las tres cosas, es el típico tema comercial pero la letra es la bomba. Por eso creo que funcionó.
De entre todos tus temas, ¿tienes algún favorito?
No, la verdad es que no. Si me pongo a pensar, tengo muchos temas que me gustan mucho. Antiguos, de ahora, temas que van a salir… Pero uno favorito no tienes nunca porque al final te cansas, y de repente te haces uno que las rimas tienen mucha gracia y piensas que te has salido.
Si completo es el adjetivo que mejor define a tu nuevo disco Islas, ¿qué calificativo utilizarías para definir tu sonido? ¿Tal vez luminoso?
Pues sí. No hay temas oscuros, el más oscuro es Pártete, que es un reggaetón triste, pero lo demás no. Me la has respondido tú, yo no hubiera sabido (risas).
Ahora te conocemos como Israel B, pero tus inicios en la música se remontan a principios de los 2000, completamente desvinculado del pseudónimo con el que ahora te presentas. Unos años en los que coincidiste con Pucho, mejor conocido como C Tangana, dejando un testimonio gráfico en forma de vídeo en el que os vemos improvisando. ¿Cuál es la primera imagen que se te viene a la cabeza cuando recuerdas esta época?
El estudio que teníamos en el sótano de una tienda. Estaba cerca del Parque de Comillas, en Carabanchel, y estuvimos tres o cuatro años ahí.
¿Y qué fue lo que más disfrutaste de esa etapa?
Éramos una familia de verdad, estábamos todo el día juntos. Nosotros parábamos en Carabanchel por cercanía, porque había dos que bajaban de Tetuán, uno que venía de Móstoles, dos que venían de Usera, tres que venían de Carabanchel y dos de Orcasitas. Entonces, ese era el punto medio. En realidad, las primeras fumadas que nos pillamos, que yo no me he vuelto a reír así en mi vida. Lo recuerdo con mucho cariño, la verdad.
¿Con qué artistas colegas de esa época mantienes contacto?
En realidad mantengo el contacto con casi todo el mundo, porque ahora con las redes, aunque no hablemos a diario, sabemos de los demás. Nos escribimos, aunque a lo mejor el otro tenga un hijo de cuatro años, pero sigue ahí y nos seguimos. Si lo pienso, he perdido el contacto con muy poca gente. Si tú te mantienes activo y vas sonando, y al final se lo comen por un lado o por otro, pues te vuelven a escribir.
Antes hablabas de Carabanchel como punto de encuentro. ¿Qué influencia ha tenido el barrio en tu música?
Más que en mi música, en mi vida. La gente tiende a romantizar el barrio, pero yo ni lo idolatro ni lo romantizo. Es un barrio como otro cualquiera y no tiene ni metro. Realmente, en la música la gente te dice que representa el barrio en sus letras, pero a mí lo que me aporta es esa dosis de realidad que, cuando llevas una semana con eventos, entrevistas, fiestas y videoclips, y vuelves un sábado por la mañana allí, entras y la gente te ve de otra manera. Eso es lo que a mí me aporta, y no los malotes, la realidad, lo que cualquiera te diría para hacerse el máquina. No dejan de ser cuatro ladrillos, aunque yo quiera mucho a mi gente.
Y después de haberte desenvuelto otros ambientes, ¿te sientes más conectado a tu gente, a aquellos que sabes que nunca te van a fallar?
Claro, porque ahora mismo con la gente con la que yo llevo parando toda mi vida, que son mi familia de verdad y ceno con ellos en Nochevieja, son los mismos que hace treinta años. Si han seguido aquí en todos los altibajos, por algo es.
¿Eres una persona desconfiada?
Soy desconfiado, pero luego me la suda. Puedo estar con alguien a quien sé que no debo contarle una movida, pero como me apetezca contársela se la voy a contar. O sé que una piva me la va a liar porque soy adivino, pero que más da. A la hora de la verdad, no lo pongo en práctica y me la suda. Pienso mal de todo el mundo, hasta de mi madre (risas).
Hablemos de los múltiples pseudónimos que has usado a lo largo de tu carrera. ¿Cuáles han sido y que destacarías de cada álter ego?
Muchos (risas). Márkes, Single P, Israel B, El nieto la Pili, El mejor en español… Hay un montón, pero ojalá tuviera más. Me voy a inventar unos cuanto más para la próxima entrevista que hagamos (risas).
¿Y por qué Israel B?
Fue para que no me encontrara la peña en redes sociales, para que no supieran mi nombre. Para que la gente no tuviese mis datos, para tener un nombre falso, sin más.
A Corredores de Bloque, agrupación de la que formabas parte junto a D.Gómez, Big Jay o Callejo, entre otros, se la ha definido como revolucionaria, pionera y adelantada a su tiempo. Y es que la banda de jóvenes procedentes de barrios madrileños de la periferia apostasteis por un género que, si bien había cosechado éxito en otros países, en España aún no había explotado. ¿Sentías que estabais haciendo algo revolucionario?
No. Yo creo que Dani, el Kaydy, sí. Él lo veía, pero el resto no. De hecho, la mitad de la gente dejó de cantar porque teníamos fama gratis, entre comillas. No ganábamos ni un pavo, pero ya en Madrid se nos conocía. Íbamos diez con chupas de cuero, cuando nadie vestía así, con calcetines por encima, a cualquier garito del rollo. Y la fama gratis es lo peor del mundo. No sé por qué te estoy contando esto (risas) ¿Cuál era la pregunta?
Si sentíais que estabais haciendo algo revolucionario.
Realmente no.
Y cuando ves la trayectoria de los que eran tus colegas, ¿te sientes conforme con cómo tú has enfocado tu carrera?
Claro que no, lo he hecho súper mal, pero bueno. Siempre les digo a estos que si lo hubiera seguido a la vez que todos… No debería haberlo dejado y sacarme un tema cada año. El propio Dani decía que teníamos que darle, y en lo que él sacaba tres mixtapes nosotros no sacábamos ni cuatro temas entre los demás, porque no lo veíamos claro. Entonces si me comparo, claro que siento que lo he hecho mal.
¿Te reconoces cuando escuchas las canciones de tu primera etapa en la música? ¿Qué ha cambiado desde entonces?
Ha habido un cambio brutal. Antes rapeaba mal, rapear es hablar con estilo. Rapear es cantar sin cantar, y eso lo hacía peor. A lo mejor te estaba contando una paranoia de lo que estaba sintiendo en ese momento que era un chaval, pero rapeaba mucho peor.
Ahora te haces una canción cada media hora, ¿no?
Es verdad (risas).
Luego llegaría Takers, con álbumes como Ladrones para Siempre y singles como Mi estilo de vida o Takin It Down. ¿Qué destacarías de esta época?
El estilo de vida que teníamos en aquel entonces. No sabíamos dónde dormíamos, íbamos todos juntos. Cada día aparecíamos en un sitio, nos íbamos a Granada dos días, subíamos a Barcelona… Era un caos alucinante, y dentro del caos conseguíamos grabarnos nuestro vídeo semanal, nuestro temita, etc. Al final currábamos a mejor ritmo que el resto de la peña, y eso que estábamos viviendo la vida. Lo recuerdo con mucho cariño, vivíamos a todo trapo, no de dinero, sino de estilo de vida. No sé explicarlo.
Y finalmente, un retiro de la vida pública durante dos años, propiciado por “las ganas de hacer una vida normal”, tal y como has comentado en anteriores apariciones. ¿Qué era lo que buscabas?
Sí, de hecho es lo que he estado haciendo. Ya no quiero vida normal, he visto que el ritmo de vida de un trabajador normal de ocho horas me frustra. Necesito tener libertad. Ya quedar con alguien a las siete me agobia, imagínate tener un horario… Si me tienes programada la vida, ¿para qué voy a vivir? Pensaba yo que iba a ser al revés y que eso me iba a dar paz y estabilidad, pero no.
Incluso has reconocido que lo que menos disfrutas es el proceso creativo, las fases hasta materializar la idea que tienes en la cabeza.
Sí, el proceso creativo no me gusta en todo su proceso. Grabar, encontrar la melodía, meter agudos o graves, todas esas mierdas no me gustan. Es como encontrar una fórmula, como matemáticas. Lo que me gusta es escribir, me divierte. Eso es lo que me entretiene, si no tuviese eso no me dedicaría a la música.
¿Dónde escribes todas las ideas que se te vienen a la cabeza y sobre las que luego trabajas en tu música? ¿En papel o en el móvil?
En el móvil. Yo no escribo en mi casa cuando me siento inspirado, yo voy al estudio y me pongo a escribir como el que va a trabajar. Al final, vives de eso. Aunque es verdad que las barras más graciosas se te suelen ocurrir mientras hablas con un colega, pero lo demás en el estudio.
Otro de los grandes cambios respecto a los primeros años del siglo ha sido la irrupción de las redes sociales en nuestras vidas. Plataformas que nos acompañan en nuestro día a día, convertidas en portfolio, servicio de mensajería y caldo de cautivo para los haters simultáneamente. ¿Cómo es tu relación con las redes?
Cuando veo a Lil Wayne subiendo que está comiendo unas alitas de pollo, me la suda. No me importa, pero a la gente sí, y es lo que no entiendo. Es una relación de tira y afloja, cada vez ganan más las redes porque es lo que hay y te tienes que ir acostumbrando, pero mi vida ideal no sería estar grabando lo que estoy haciendo, o teniendo que subir una foto. Yo me meto en la piel de un artista, de un cantante de mi género de los noventa, y solo tenía que preocuparse de cantar, cosas de la música. Claro que hacía sesiones de fotos y daba la cara, pero que te tengas que hacer un TikTok con el móvil pegado como si tuvieses quince años… Luego lo hace todo el mundo, pero a mí me resulta ridículo. Un niño pequeño lo puedo entender, pero un artista con cinco discos de platino…
Y la forma de producir, presentar y consumir música también ha cambiado radicalmente. Los servicios de streaming, los lanzamientos continuos y la necesidad de estar semana tras semana protagonizando titulares parecen haberse impuesto, en un ecosistema donde parece que todo va demasiado deprisa. ¿Qué piensas tú al respecto?
Pero eso no es solo en la música, es en todo. Tenemos que preguntarnos cómo hemos llegado hasta ahí y hacia dónde vamos. Si necesitas que un videoclip tenga millones de planos, o que la serie de Netflix te ponga una temporada cada tres meses, o que tu cantante favorito saque un tema cada semana… Aun sacando material continuamente, hay gente que te pregunta todo el rato cuándo sacas nuevo tema. ¿Qué te piensas que es esto, hermano? ¿Una churrería? La gente lo quiere así, y no sé por qué hemos llegado a eso.
No te voy a preguntar por tus proyectos futuros, ya que acabas de lanzar álbum y no me quiero adelantar a los acontecimientos. Pero, ¿te veremos actuar pronto?
¡Sí! En Madrid el 10 de julio, en Barcelona el 15 de julio, y en Toledo el 25 de septiembre.