Por suerte, la actriz y directora ha apostado por darnos Creatura, una película bella, introspectiva, desgarradora, a ratos incómoda pero muy necesaria, que indaga en uno de los temas tabú de nuestro tiempo: el despertar sexual femenino en la infancia. “Hay una incomodidad fuerte cuando se ven estas escenas, pero creo que simplemente viene de que no estamos acostumbrados a verlas. Es más, planea sobre nosotros la amenaza del abuso o de la pedofilia”, reflexiona Martín sobre por qué nos cuesta tanto hablar del deseo en los más pequeños. Sin embargo, “la peli no quiere usar el morbo para hablar de estas cosas. La incomodidad viene de la mirada que tienen los adultos, que es sexualizadora” explica.
Creatura empieza cuando Mila (Elena Martín), la protagonista, se muda con su novio, Marcel (Oriol Pla), al Empordà, a la casa donde creció con sus padres (interpretados por Àlex Brendemühl y Clara Segura). Mila tiene una relación extraña con su cuerpo, con su apetito sexual, y esto desemboca, entre otras cosas, en una urticaria que arrastra desde su niñez. La casa y el pueblo de su infancia le traen todo tipo de recuerdos, algunos dolorosos o incluso inciertos, que vivimos en primera persona gracias a la regresión al pasado en dos capítulos: la infancia y la adolescencia. Poco a poco, descubrimos los traumas a los que la protagonista (o protagonistas, ya que cada Mila es un personaje en sí mismo) se enfrenta y que arrastra como una losa.
Si Elena Martín se dio a conocer con Júlia Ist, su aclamada opera prima que contaba la otra cara de los Erasmus, la directora y actriz vuelve ahora con un largometraje incluso más poético, que habla sin tapujos y se aleja de clichés y obviedades, que sacude al espectador como un terremoto visceral pero calmado. Días antes del estreno, hablamos con ella para indagar más sobre Creatura y aprovechamos para discutir temas como la mal llamada ‘mirada femenina’, la misoginia interna, ChatRoulette, y las fantasías.