¿Dónde han quedado las mujeres en el relato mayoritario de la historia del arte? Hay quien todavía cree que, como a lo largo de los siglos se las ha relegado a un papel secundario dentro de la sociedad, no ha habido figuras relevantes o cuya obra merezca ser tan apreciada como la de los hombres. Y pasa en todos los ámbitos artísticos: pintura, fotografía, escultura, instalación, performance, video arte. Phaidon quiere remediar esta situación injusta, y lo hace con Grandes mujeres artistas, un compendio que reúne a cuatrocientas artistas que han cambiado el mundo (del arte) para siempre, a la venta el 26 de septiembre.
El título de la publicación hace referencia al ensayo ¿Por qué no ha habido grandes mujeres artistas?, escrito por Linda Nochlin en 1971, que levantó ampollas al proponer una revisión de la figura y el papel de la mujer en la historia del arte. Es cierto que hay un puñado de artistas que han podido navegar los mares de la memoria con éxito. Algunos ejemplos, y que por supuesto se recogen en este nueva publicación, son Frida Kahlo, Agnes Martin, Yayoi Kusama, Georgia O’Keeffe, Barbara Kruger, Cindy Sherman, o Annie Leibovitz. Pero por desgracia, son la minoría.
Ordenado alfabéticamente, tal como viene haciendo la casa editorial desde mediados de los 90 cuando publicó la serie El ABC del arte, la nueva publicación propone un recorrido no lineal al lector que abarca quinientos años de historia: desde Properzia de’ Rossi, escultora italiana nacida en 1490, hasta Tschabalala Self, de 1990, quien explora qué significa ser mujer y negra hoy día a través de la pintura, el collage, la impresión o el tejido. Y así, pasamos por todo: del Barroco al Pop Art, del Romanticismo al Surrealismo, pasando por el Dadaísmo, el Neoexpresionismo, el Land Art, el Minimalismo, o el Net Art.
Phaidon publica Grandes mujeres artistas en un momento en el que cada vez más se reivindica el papel clave que han jugado ellas en el mundo. Ya sea por convicción o para quedar bien, cada vez son más las instituciones que dedican mayores espacio y tiempo a las mujeres. Por ejemplo, el Guggenheim de Bilbao ha acogido estos últimos meses una gran exposición de Jenny Holzer; el de Nueva York le dedicaba otra inconmensurable muestra a la sueca Hilma af Klint; la Tabakalera de San Sebastián acoge hasta el 20 de octubre una retrospectiva de la fotógrafa norteamericana Vivian Maier; y en la Fundació Mapfre de Barcelona también reivindicaron la figura de otra fotógrafa única, Berenice Abbott, a principios de año. Por no hablar de The Cleaner, la mayor retrospectiva dedicada a la ‘godmother’ de la performance, Marina Abramovic, que inauguró en 2017 en el Moderna Museet de Estocolmo y que ha viajado a Dinamarca, Noruega, Alemania, Italia, Polonia, y que ha culminado en Serbia, su país natal, hace unos meses. Todas ellas, claro está, aparecen también en el nuevo volumen de Phaidon.
Pero no siempre ha sido así. De hecho, lo habitual es que ellas quedaran relegadas, rechazadas, invisibilizadas –sobre todo cuando había muchos hombres de por medio. Por ejemplo, si todos reconocemos a André Breton, Dalí y Magritte como los artistas más destacados del Surrealismo, pocas veces nos acordamos de las mujeres que también formaron parte del movimiento, como Remedios Varo, Leonora Carrington, Meret Oppenheim, Kay Sage o Dorothea Tanning. O en el Dadaísmo, del que fueron figuras clave Marcel Duchamp o Jean Arp, en el que se olvida las obras rompedoras, vanguardistas y personalísimas de Claude Cahun, artista no binaria que exploró la identidad y la dicotomía hombre/mujer a principios de siglo, o Hannah Höch, pionera del fotomontaje. O en el Constructivismo ruso, al que se asociaron artistas como Malevich o el cineasta Eisenstein, y del que normalmente se olvidan nombres como los de Liubov Popova o Alexandra Exter.
También Helen Frankethlaer, pintora abstracta y coetánea de Pollock, que además quedó eclipsada por la obra de su marido, el también pintor Robert Motherwell. Pero el terreno de las mujeres a la sombra de sus parejas o familiares es vasto. Tenemos ejemplos como Sonia Delaunay, pintora abstracta que también hizo sus incursiones en la moda; Niki de Saint Phalle, que a pesar de sí ser reconocida nunca ‘llegó al nivel’ de su segundo marido, Jean Tinguely; Yoko Ono, ahora celebrada mundialmente pero cuya vida fue especialmente tumultuosa cuando mantuvo una relación con el Beatle John Lennon; Dora Maar, figura clave del siglo XX, y maltratada por Picasso, su pareja; o el escandaloso y sonadísimo caso de Ana Mendieta, gran representativa del land art –ella prefería llamarlo earth art por su conexión con la naturaleza–, que fue asesinada por su marido, el también artista Carl André, que fue absuelto del cargo.
La riqueza de este libro, sin embargo, trasciende el género. Sí, es un libro que celebra las mujeres artistas porque durante siglos nadie más lo ha hecho. Pero como bien adelanta la portada de manera ingeniosa y sutil, que tacha la palabra ‘mujeres’, se las destaca por lo que son ante todo: artistas. ¿Y qué significa esto exactamente? Pues que igual que los hombres, su trabajo trata todos los temas que han preocupado a la humanidad a lo largo de su historia: la vida, la muerte, la belleza, la identidad, la guerra, la naturaleza, la espiritualidad, la injusticia, las ideas, la realidad, el futuro, el bien, el mal… Todo.
Así, nos encontramos con un abanico de posibilidades infinita. Desde fotógrafas que han retratado aquellos viviendo en los márgenes de la sociedad, como Diane Arbus y Nan Goldin, hasta otras que han usado el objetivo para conocerse mejor, como Francesca Woodman, pasando por otras que capturaron su entorno con una mirada única, como Imogen Cunningham, Dorothea Lange, Lee Miller, Deana Lawson, Graciela Iturbide, Lisette Model o Lauren Greenfield, hasta llegar a fotógrafas más contemporáneas como Juno Calypso, Taryn Simon o Zanele Muholi. En el campo del videoarte, se recoge también nombres como los de Mariko Mori, Angelica Mesiti, Mika Rottenberg o Cao Fei –esta última, también involucrada en la creación digital, también llamado Net Art, en los que también cabe destacar figuras como las de Hito Steyerl, Camille Henrot y Amalia Ulman.
En el ámbito de la performance, cuyos inicios coincidieron justo con el resurgir de algunos de los principales movimientos feministas entre los 60 y los 80, hay más. Además de las evidentes como Yoko Ono y Marina Abramovic, también hay que resaltar otras como Shigeko Kubota, quien sorprendió al mundo con su técnica de vaginal painting, con la que pintaba lienzos aguantando el pincel con la vagina, u otras como Joan Jonas, Carolee Schneemann, Kimsooja, Xiao Lu, Andrea Fraser, Tania Bruguera, Vanessa Beecroft –que además ha ganado mucha fama tras involucrarse en la industria de la moda–, Sharon Hayes o Tracey Rose.
Además, Grandes mujeres artistas pretende luchar contra otro de los problemas que todavía perviven en la historia del arte generalmente aceptada: el dominio occidental. Si actualmente la mayor parte de los nombres que inundan los archivos de museos, galerías, fundaciones y demás centros de arte alrededor del mundo provienen de países occidentales –Estados Unidos y los europeos–, este nuevo volumen pretende deslocalizar sus protagonistas del ‘centro’ y presenta a artistas de todos los rincones del mundo: de las brasileñas Tarsila, Rivane Neuenschwander y Cinthia Marcelle a las japonesas Atsuko Tanaka y Katsushika Oi, pasando por las sudafricanas Irma Stern y Berni Searle, las iranís Shirin Neshat y Monir Shahroudy Farmanfarmaian, la tanzana Lubaina Himid, o las chinas Yin Xiuzhen, Xing Danwen o Xiao Lu. Así, el libro es un volumen imperdible para todas aquellas personas interesadas en descubrir el talento de algunos nombres a los que no se les ha hecho justicia hasta hace poco.
El libro Grandes mujeres artistas, publicado por Phaidon, sale a la venta el 26 de septiembre.