“Cuando tienes características para estar en el punto de mira, vas a permitir que se rompan las estructuras para que aparezca lo nuevo o para que otras puedan venir”. Esto lo dice la misma Marta Pazos, quien tiene todas las capacidades para destruir poderes y lo que haga falta. Y es que se necesitan personas que hagan el trabajo como ella. Con sensibilidad, con intuición, con pasión. Se necesita darle una vuelta a las historias, saber qué queremos contar, de quién queremos hablar y desde qué perspectiva lo haremos.
Fue la invitada de Nave 10 Matadero con Juana de Arco, que hizo sold out en todas las funciones que se celebraron durante un mes. Incluso hubo gente que colgó papeles en la puerta del teatro suplicando una entrada. Eso habla de ella y del trabajo bien hecho. Pero, ¿cómo está configurado su mundo? Un mundo lleno de color, de matices, de referentes y de intuición. También acaba de estar en el Teatre Lliure de Barcelona con El público, otra obra que está triunfando. Entre tanto ajetreo, le robamos unos minutos para hablar con la directora.
Hola, Marta, ¿cómo estás?
Muy bien, muy feliz. Ha sido un cierre de año muy bonito con el estreno de Juana de Arco en Madrid y empezar este año con El público en el Teatre Lliure en Barcelona. No se me ocurre mejor manera de inaugurar este 2025.
Se estrena este sábado 18 de enero. ¿Cómo lo sientes?
Para mí es muy bonito poder traer El público aquí, ya que lo estrenamos en Montevideo. Ha sido un esfuerzo muy grande por parte de ambos teatros, del Lliure y de la Comedia Nacional de Montevideo, porque son veintiséis personas en gira y un transatlántico con toda la escenografía. Es una cosa muy potente poder enseñarla aquí como únicas funciones en España. En una rueda de prensa, una periodista dijo: “Cada vez que se estrena El público es un acontecimiento”. Y lo estoy viviendo así (risas).
Estudiaste Bellas Artes y te especializaste en pintura, pero también haces instalaciones. ¿Cómo conviven estas disciplinas y cómo se entrelazan con el teatro?
Es curioso. Partí de las artes plásticas unidas con las artes visuales y de allí llegué al teatro, pero en realidad, el teatro que he hecho siempre ha estado muy vinculado con mis referentes, que todos venían de las artes plásticas y visuales. Eso ha empapado mucho mi forma de hacer teatro. Las instalaciones se nutren mucho de mis obras como directora y escenógrafa y viceversa. Hay un pensamiento en mi arte que cada vez va más a esto, a lo instalativo. Es bonito ver que lo que yo apreciaba como una diferencia entre los dos lenguajes, en realidad es un lenguaje único que tiene manifestaciones y materializaciones diferentes, pero la matriz es la misma.
¿Han cambiado mucho tus referentes de cuando empezaste a hacer teatro a ahora?
Realmente no han cambiado mucho, pero sí se han ampliado. Mis referentes eran artistas de los años sesenta de artes vivas. Yoko Ono, Jana Sterbak, Vanessa Beecroft, Louise Bourgeois, Ana Mendieta… Artistas que hablaban mucho de su biografía, de la conexión con la naturaleza, de su propia intimidad. Abren un camino que no estaba antes y esto me ha interesado siempre. Con la llegada de la tercera ola del feminismo, hemos podido conocer otras mujeres que estaban allí pero que no eran visibles, y me han acompañado en estos últimos años, como Maruja Mallo o Leonora Carrington. Fíjate, de los años veinte. Visionarias como Josefa Tolrá. Artistas que están muy relacionadas con lo invisible y la espiritualidad.
Has sido la directora invitada de la Temporada 24/25 en Nave 10 Matadero, y Juana de Arco ha sido la pieza inaugural. ¿Qué fue para ti esta invitación?
Es un privilegio como directora ser la invitada de la primera temporada de este arranque, con la nueva dirección artística de Luis Luque y todo lo que él propone. No solo es hacer la producción de arranque, sino acompañar el proyecto durante todo el año. Lo que me sugiere Luis en esta dirección invitada son cosas muy interesantes, como la mentoría a una directora más joven, que en este caso acompaño a Beatriz Jaén en el estreno que va a hacer en el Matadero, y voy a hacer formación de mi metodología de creación escénica contemporánea. Es bonito porque no está solamente concentrado en la producción, sino también en lo que hay detrás, en cómo se construye, con esa mirada en el proceso que a mí me importa tanto.
Respecto a Juana de Arco, ha sido un sueño. El personaje es una idea que me lanza Luis. No había nada escrito, solo había Juana en la historia y la voluntad de traerla a nuestros días. El elenco fue un regalo; atletas emocionales, supertalentosas y muy comprometidas con el oficio.
Respecto a Juana de Arco, ha sido un sueño. El personaje es una idea que me lanza Luis. No había nada escrito, solo había Juana en la historia y la voluntad de traerla a nuestros días. El elenco fue un regalo; atletas emocionales, supertalentosas y muy comprometidas con el oficio.
Hay un vídeo donde Macarena García explica que era la primera vez que trabajaba contigo y que se estaba dejando guiar, que no sabía muy bien qué estaba pasando. ¿Por qué puede ser esto?
Yo apelo mucho a la intuición. Juana de Arco fue un personaje real que recibió un mensaje de unos espíritus y funciona como canal, ella no entiende muy bien qué tiene que hacer pero siente que tiene que hacerlo. Yo traslado esto al proceso creativo. Muchas veces no sabes lo que tienes que hacer, estás trabajando en un terreno ignoto, pero precisamente eso es lo que te permite que tu intuición pueda trabajar al máximo exponente y puedas encontrar cosas inesperadas para ti. Eso requiere mucha confianza en ti y en la persona que tienes enfrente para llevarte de la mano. Entiendo que Macarena lo decía por eso (risas).
“Para mí, la concepción de la puesta en escena es un arte total. No hay unas partes al servicio de las otras, sino que hay una dramaturgia de toda la plástica escénica.”
A todos nos suena Juana de Arco, algunos conocemos su historia, pero no todo el mundo se ha puesto a investigar su vida. ¿Qué ha significado para ti conocerla? ¿Cómo te has relacionado con ella?
Parece que se ha romantizado tanto y se ha escrito tanto que parece que sea un personaje de ficción, pero no, es una mujer real. Me ha traído mucha inspiración y un relato muy sólido sobre el liderazgo. Cuando tienes características para estar en el punto de mira, vas a permitir que se rompan las estructuras para que aparezca lo nuevo o para que otras puedan venir. Es uno de estos personajes que cambian el rumbo de la historia, y la nuestra está llena de mujeres así.
Recuerdo en los ensayos que justo estaba siendo el juicio de Gisèle Pelicot. Esta mujer cambia el rumbo de la historia porque se coloca en el centro y lidera una nueva forma de hacer y decir: basta, no se pueden hacer las cosas así. Ese gesto es tan disruptivo, tan inesperado y está lleno de fuerza.
Recuerdo en los ensayos que justo estaba siendo el juicio de Gisèle Pelicot. Esta mujer cambia el rumbo de la historia porque se coloca en el centro y lidera una nueva forma de hacer y decir: basta, no se pueden hacer las cosas así. Ese gesto es tan disruptivo, tan inesperado y está lleno de fuerza.
¿Cómo sería una Juana de Arco en la actualidad?
Greta Thunberg, por ejemplo. Es una niña que, de repente, se planta y dice: no, no podéis hacer esto con el planeta. Se la puede tachar de muchas cosas, pero, ¿de dónde saca esta niña las fuerzas para enfrentarse al sistema? A través de lo que ella cree. Todo está muy vinculado a esta sabiduría que te da la intuición, y muchas veces tienes que hacer un diálogo y saber que eso no es bueno, pero hay algo de intuición que te lleva y que no puedes dejar de hacerlo de otra manera. No tienes una bola de cristal, no sabes cuál va a ser el impacto. Thunberg no sabía el impacto mundial que iba a tener no ir a la escuela y plantarse en el congreso con una pancarta, pero lo hizo. Y lo hizo con un descaro, como Juana de Arco, que eso solo te lo permite la creencia de que con tu gesto vas a posibilitar romper estructuras anteriores.
Juana de Arco propone una mirada mística y poética. ¿Qué aspectos de la figura histórica y del mito te interesaba destacar y cómo los conectaste con la actualidad?
Como es un personaje tan popular, estuve haciendo investigación sobre cómo se la había representado en las obras, por cierto, dirigidas por hombres. Había un punto en común, y es que se representaba una Juana victimista. Yo no quería hacerlo de ese modo y lo teníamos muy claro con las actrices. Quería relacionarme con la parte más espiritual, con esta llamada, esta conexión con lo mágico, con Juana como canal. Por eso llamé para escribir el texto a Sergio Martínez Vila. Él tiene mucha conexión con este mundo. Es una persona con una sensibilidad extrema y una poética muy bella.
Yo quería hablar sobre el poder; Juana tiene un empoderamiento muy fuerte y está en contra de otros poderes. Es esta lucha de contrarios lo que también está pasando. Te lo traslado a nuestro ahora. Viene el Me Too, un empoderamiento muy grande de la mujer, y qué pasa, que la oscuridad que viene es mucho más agresiva y ahora hay un auge de la extrema derecha. Pues lo mismo con Juana. De la historia extraje los poderes y cómo Juana se relaciona con ellos: la monarquía, los espíritus, lo bélico, lo salvaje, la justicia. Joana Vilapuig encarnaba a Juana de Arco y las otras intérpretes, los poderes.
Yo quería hablar sobre el poder; Juana tiene un empoderamiento muy fuerte y está en contra de otros poderes. Es esta lucha de contrarios lo que también está pasando. Te lo traslado a nuestro ahora. Viene el Me Too, un empoderamiento muy grande de la mujer, y qué pasa, que la oscuridad que viene es mucho más agresiva y ahora hay un auge de la extrema derecha. Pues lo mismo con Juana. De la historia extraje los poderes y cómo Juana se relaciona con ellos: la monarquía, los espíritus, lo bélico, lo salvaje, la justicia. Joana Vilapuig encarnaba a Juana de Arco y las otras intérpretes, los poderes.
Una mujer que va contra los poderes siempre va a cambiar algo, y a los hombres nunca les va a gustar que cambie algo, es una lucha constante.
Claro, pero es fuerte, ves cómo se replica generacionalmente. Tu historia no tiene nada que ver con la mía. Yo nací en 1976 y viví toda la transición y era otra España. Tú has nacido en otra realidad pero se traslada la lucha, siempre hay conquistas que hacer. Cuando yo nací, mi madre tenía que pedirle permiso a mi padre para abrirse una cuenta corriente en el banco, para poder votar. Considero que tenemos muchísimo que celebrar y terrenos que seguir conquistando.
Háblanos de Sergio Martínez Vila. ¿Cómo fue ese intercambio creativo al proyecto?
Nos conocimos por amigos en común en el 2018, cuando fui con mi compañía de aquel entonces con El sueño de una noche de verano y ahí conoció mi trabajo. Fue con la complicidad de Luis Luque, cuando yo le expuse que estaba buscando este tipo de dramaturgo o dramaturga, alguien conectado con lo espiritual y que pudiera entender esta relación con los poderes. Luque había trabajado con Sergio y nos pareció a los dos una muy buena idea que fuera él la persona para escribirla. Tiene muchísima sensibilidad y mucho entendimiento de lo que es el proceso. Durante el proceso encuentras cosas, y para encontrarlas tienes que soltar otros materiales y en eso él es muy rápido, tenemos ambos el mismo ritmo y nos entendimos muy bien. Trabajamos con muchísima claridad, entendimiento y goce.
¿Qué descubrimientos se produjeron durante los ensayos que transformaron tu visión inicial de la obra?
Lo que hago es armar un dispositivo para poder conectar con la intuición. Hay unas coordenadas que están en el principio, pero todo está armado para que podamos trabajar muy libremente para ir al encuentro. Había cosas que tenía claras: quería hacer un espectáculo conectado con el elemento del fuego, obvio. Entonces, el descubrimiento para mí estuvo muy vinculado con el trabajo de Belén Martí Lluch, la coreógrafa, porque el diálogo lo sabíamos, pero cómo se movían no. Fue determinante traer esta idea de contemplación, de colocar al público contemplando el fuego, que el espectáculo tenía que tener un tempo un poco hipnótico. Eso era un concepto que estaba desde el principio, pero descubrimos en la sala de ensayos que ese era el camino.
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El color es un elemento clave en tu trabajo. ¿Cómo dialogan los colores en Juana de Arco con las emociones y la historia que cuentas?
Este era un tema sobre el que hablamos mucho con Max Glaenzel, el escenógrafo. Habíamos trabajado juntos en Alexina B, en el Liceu, y en el Teatro Maria Guerrero con La comedia sin título. Él presentó la escenografía y era de un color en el inicio y tuvimos que encontrar otro relacionado con Juana de Arco. A mí me venía el color borgoña. Es un color vino y, curiosamente, en el momento en el que Max diseñó las butacas del teatro, también eran borgoña, entonces nos quedaba un 360 de ese color. En verano cambiaron las butacas y las pusieron grises (risas).
Con Nuno Meira, el iluminador, tuvimos que poner una luz de sala que tiñera el público más hacia ese color. Era como si estuvieras inmerso, porque también trabajamos las características de la sala. Lo que Max hizo fue una gran cortina, que lo que está trasladando es la idea del tejido del estandarte de Juana. En vez de ser blanco, es de color borgoña. Fue un trabajo de muchísimo diálogo. Cuando no había nada, propuse a todos los creativos trabajar juntos sobre el concepto y sobre qué significaba Juana para ellos. A partir de eso nos fuimos nutriendo mutuamente y, a la hora de elegir los colores, estaba claro que iba a haber el discurso del tejido, porque es la bandera y es lo que marca los enfrentamientos de un poder y otro. Leandro Cano hizo una investigación heavy sobre tejidos franceses, británicos y así se plasmó.
Con Nuno Meira, el iluminador, tuvimos que poner una luz de sala que tiñera el público más hacia ese color. Era como si estuvieras inmerso, porque también trabajamos las características de la sala. Lo que Max hizo fue una gran cortina, que lo que está trasladando es la idea del tejido del estandarte de Juana. En vez de ser blanco, es de color borgoña. Fue un trabajo de muchísimo diálogo. Cuando no había nada, propuse a todos los creativos trabajar juntos sobre el concepto y sobre qué significaba Juana para ellos. A partir de eso nos fuimos nutriendo mutuamente y, a la hora de elegir los colores, estaba claro que iba a haber el discurso del tejido, porque es la bandera y es lo que marca los enfrentamientos de un poder y otro. Leandro Cano hizo una investigación heavy sobre tejidos franceses, británicos y así se plasmó.
Tú que eres la dueña del color, ¿cuáles componen este momento de tu vida?
Wow (risas). Han ido cambiando las tonalidades. Hace unos años eran colores muy, muy, muy saturados, muy fuertes y flúor; ahora han ido cambiando de tono. Es como el borgoña: es un rojo, pero más oscuro. Había trabajado en verde, pero en Alexina B es un verde más empolvado, más menta. En este momento, tanto hacia una cosa más pastel, como hacia una cosa más oscura, es como si el espectro de mi círculo cromático se hubiera ampliado y estuviera cogiendo unos tonos más diversos. Hace años era un lenguaje mucho más pop y más vinculado a mis inicios, y ahora es más profundo, más sutil. Va acompañando a mi propia trayectoria y a mi desarrollo como artista y como persona. Creo que es la madurez (risas) lo que hace es que te vayas hacia otras calidades.
El vestuario es un elemento fundamental para la puesta en escena de una obra; nada es casual. ¿Cómo fue trabajar con Leandro Cano? ¿Qué conversaciones tuviste con él para fusionar moda y dramaturgia?
Todos los creativos estuvimos haciendo un trabajo inicial muy puro, muy desde la esencia y desde los deseos que cada uno traía. La idea era, por un lado, reflejar el poder y, por otro, la conexión con lo divino. Lo que propuso era una idea de lo que es el poder hoy, donde se libran las luchas, y es en los despachos. Por eso hay estos trajes de ejecutivos del tamaño de hombres, como si a ellas no les correspondiera llevarlos. Me pareció muy adecuada esta armadura y este discurso.
La parte de la artesanía era importante. Juana era de un pueblo muy pequeño y los tejidos la acompañan en cada momento de su vida: los bordados, la mantelería, a contraposición con esos trajes de despacho. El vestuario es un personaje más, está contando.
La parte de la artesanía era importante. Juana era de un pueblo muy pequeño y los tejidos la acompañan en cada momento de su vida: los bordados, la mantelería, a contraposición con esos trajes de despacho. El vestuario es un personaje más, está contando.
¿El vestuario siempre es un personaje?
Siempre. Todos los elementos lo son. Para mí, la concepción de la puesta en escena es un arte total. No hay unas partes al servicio de las otras, sino que hay una dramaturgia de toda la plástica escénica. Tienen que estar al servicio de lo que contamos. Son diferentes colores de la paleta: el movimiento, la interpretación, el texto, pero no hay un tratamiento jerárquico, no hay nada que lidera algo, funciona por el equilibrio de las partes.
La obra reúne a siete mujeres en escena. ¿Qué buscabas destacar al apostar por una perspectiva completamente femenina en esta interpretación de Juana?
El relato de Juana de Arco no lo ha contado ella. El relato de Safo no lo ha contado ella. Ha llegado el relato de Ovidio a nuestros días, que la presenta diciendo que se suicidó por amor, y no fue por amor. Murió gloriosa, rica y exitosa, pero la historia la ha reescrito como una víctima.
Que solo fueran mujeres no fue una cosa que estuviera al principio. De hecho, tenía la idea de que fuera interpretada por hombres y mujeres, pero, a medida que avanzó el proceso, me di cuenta de que no, que en realidad lo que quería era contar esta historia en primera persona y que fueran mujeres las que lo hicieran.
Más adelante, mientras le daba vueltas al perfil de mujeres, pensé: que lo cuenten las Juanas que no se quemaron, que vengan a contártelo aquellas que pudieron, que vengan y que te cuenten aquello que pasó. Este es el paisaje, y también que aparezcan estas siete mujeres como una red, que la están sosteniendo ellas, que sean ellas la hoguera, que sean ellas el fuego y la llama que nunca se apaga.
Que solo fueran mujeres no fue una cosa que estuviera al principio. De hecho, tenía la idea de que fuera interpretada por hombres y mujeres, pero, a medida que avanzó el proceso, me di cuenta de que no, que en realidad lo que quería era contar esta historia en primera persona y que fueran mujeres las que lo hicieran.
Más adelante, mientras le daba vueltas al perfil de mujeres, pensé: que lo cuenten las Juanas que no se quemaron, que vengan a contártelo aquellas que pudieron, que vengan y que te cuenten aquello que pasó. Este es el paisaje, y también que aparezcan estas siete mujeres como una red, que la están sosteniendo ellas, que sean ellas la hoguera, que sean ellas el fuego y la llama que nunca se apaga.
Dedicarse a un oficio donde hay que trabajar las emociones debe ser un regalo, ¿no?
Totalmente. Ahí fue clave el trabajo de composición musical de Hugo Torres. Él estaba desde el primer día en la sala de ensayos. Esta forma de meternos en la experiencia y de conectarnos también pasa por el sonido y por los ambientes sonoros que había. En las primeras lecturas ya había ese ambiente todo el tiempo. Esto hace que estemos trabajando dentro de una burbuja, dentro de una cápsula que nos protege y nos inspira. Todo era creación. Fue muy precioso. Nos ponía cada día en una vibración muy alta.
“Muchas veces, cuando estás en el punto de mira, te sientes en medio de una batalla de fuegos cruzados. Hay que entender que muchas veces no es contigo, sino que eres el instrumento para algo mucho más grande que tú.”
A tus espaldas llevas una trayectoria larga y exitosa. Se acaba de acabar Juana de Arco en Madrid y ya estás con El público en Barcelona. ¿Cómo ves el panorama de las artes escénicas en España?
Veo que es un momento trepidante, muy rico. Lo percibo como un siglo de oro. La dramaturgia actual está en un momento buenísimo. Se pueden ver y leer muchas obras escritas en este momento que nos hablan de nuestro tiempo. También hay una nueva mirada sobre los clásicos. Lo abrazo como un momento de muchísima diversidad, donde tú, como público y también como artista, puedes ver un crisol de lenguajes y tendencias, y eso me gusta mucho, que puedan convivir todas estas formas de hacer.
Hace años estaba más difuminado, pero estamos en un momento muy bueno. Sería bueno que las políticas culturales acompañaran a esto de una manera más fuerte como pasa en otros países, sobre todo en una época postpandemia, donde se ha demostrado que el arte es el alimento del alma y que, realmente, las personas que trabajamos en la cultura tenemos una función social.
Hace años estaba más difuminado, pero estamos en un momento muy bueno. Sería bueno que las políticas culturales acompañaran a esto de una manera más fuerte como pasa en otros países, sobre todo en una época postpandemia, donde se ha demostrado que el arte es el alimento del alma y que, realmente, las personas que trabajamos en la cultura tenemos una función social.
Pones la mirada en mujeres que han quedado en un segundo plano en la historia, que son todas, vaya. Encontramos a Safo, Alexina B, las voces femeninas de Othello de Shakespeare, Garage, un trabajo sobre el papel de la mujer en la industria automovilística protagonizado por trabajadoras de PSA Peugeot-Citröen, entre otras. ¿Hay una necesidad o una obligación moral de darle voz a esas historias que han quedado ignoradas por la sociedad?
Estoy muy conectada con la intuición, hay algo que me ha llevado allí, pero ya es desde la juventud. Cuando me has preguntado por mis referentes, todas son mujeres artistas. Para mí es natural, pero sí que hay un compromiso. Soy una artista que tiene el privilegio de estar trabajando en teatros muy buenos, con muchísima visibilidad y que va a venir mucha gente a verlo. Es un altavoz lo que hago, hay un compromiso de visibilizar estas historias, estas voces. Tampoco sé hacerlo de otra manera.
Lo hago desde una perspectiva ecofeminista, en forma y en contenido. Aquellas elecciones que hago e incluso aquellas cosas que me ofrecen van en la línea de mi proyecto artístico y aquello que a mí me interesa. Que al público no le pase como a mí, de descubrir estos personajes e historias a los cuarenta años.
Lo hago desde una perspectiva ecofeminista, en forma y en contenido. Aquellas elecciones que hago e incluso aquellas cosas que me ofrecen van en la línea de mi proyecto artístico y aquello que a mí me interesa. Que al público no le pase como a mí, de descubrir estos personajes e historias a los cuarenta años.
¿De qué otras mujeres, movimientos, o colectivos harías obras?
Me gustaría hablar de las visionarias, de Hilma af Klint, de Leonora Carrington, de Maruja Mallo. Estas mujeres me interesan muchísimo. Su conexión, sus amistades. Eran mujeres muy ligadas a otras mujeres y que encontraron este apoyo en sus coetáneas. Esto me parece muy interesante. No lo había pensado, es la primera vez que me lo pregunta alguien.
¿El mundo del cine te llama?
Pues mira, me han tirado los tejos muchas veces con esto (risas). Quizás porque mi lenguaje teatral y operístico es muy cinematográfico. No se ha dado, entiendo que en algún momento pasará porque esta invitación lleva años estando encima de la mesa. Entiendo que aparecerá el momento, como ha pasado con la danza y con la ópera, que estaba ahí latiendo y de repente se materializó. Pues con el lenguaje cinematográfico, lo mismo.
La gente no está preparada para una película tuya, fliparía.
Creo que ni yo lo estoy (risas).
¿Con qué estás ahora?
Estoy preparando Orlando de Virginia Wolf. Ves que está todo relacionado. Es una producción del Centro Dramático Nacional que estrenamos en abril en el Teatro María Guerrero, en Madrid. Empezamos el 11 de marzo con los ensayos y estoy muy presente en eso. También estoy colaborando con Raül Refree y el Niño de Elche en su nuevo espectáculo, Cruces, que se va a estrenar en Conde Duque en mayo y luego estará en junio en Sónar Barcelona. De la música me habían llamado anteriormente y no había podido hacerlo y, cuando me llamaron Raül y Paco, no les podía decir que no. Estamos disfrutando mucho con este proyecto. Muy en la línea en la que estoy trabajando en el presente.
¿Cómo se inserta Juana de Arco en tu evolución como creadora?
Me ha hecho el regalo de entender por qué hacemos las cosas. Muchas veces, cuando estás en el punto de mira, te sientes en medio de una batalla de fuegos cruzados. Hay que entender que muchas veces no es contigo, sino que eres el instrumento para algo mucho más grande que tú. Eso te permite tener la fuerza para atravesar. El hecho de apelar a la confianza. Juana me ha enseñado esto.
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