“Es algo que me da mucho rechazo, mucho miedo”, comenta María Escarmiento, cuyo nombre real es María Villar, cuando le preguntamos por las críticas que recibe en sus redes sociales acerca de su trabajo. Y es que toda la energía que no dedica a estar al tanto de los comentarios de terceros, positivos en su extensa mayoría, la dirige a hacer de su trabajo algo personal, único y sincero. “He aprendido que lo que más vale es ser tú misma, hacer una cosa que salga de ti, del corazón”, añade. Conectada a la escena musical madrileña desde su adolescencia, ahora colabora con otros jóvenes artistas convertidos en amigos, evitando compararse en lo que a número de likes y seguidores se refiere. “Nosotros lo único que hacemos es hacer canciones, y hay algunas que irán mejor y otras peor”, explica sobre el grado de influencia que un cantante tiene sobre el buen recibimiento de su trabajo.
Disciplinada por naturaleza, María reconoce disfrutar la cara más social de una industria en la que la representación femenina es aún insuficiente. “Me gustaría decirte que veo un cambio, pero la verdad es que nunca he estado en el estudio con una chica que fuera ingeniera o productora”, dice abiertamente sobre un sector que, al igual que el sistema en su conjunto, pide a gritos un cambio en favor de la inclusión, la autodeterminación y las sinergias como única forma de avanzar. La madrileña no tiene miedo a mojarse, y reivindica su derecho a hablar abiertamente sobre todo aquello que le preocupa o le interesa. Cuestiones que van de lo social a lo político, y que a todos y todas nos afectan independientemente de nuestra vocación y sector de actividad. Cuando la preguntamos por sus próximos proyectos musicales, prefiere ser precavida. “Me encantaría sacar un EP, poder hacer firmas, ver a gente físicamente”, nos adelanta.