“Me dijiste que te filmara, que no dejara de hacerlo”. Fascinada por su agudeza, su inteligencia, su dignidad, su valentía y su falta de hipocresía, la directora chilena Joanna Reposi convirtió al escritor y artista Pedro Lemebel en el centro de su obra: una película completamente alejada de la biopic clásica que muestra la historia personal y artística de su protagonista. Precursor, avanzado a su tiempo y defensor de los derechos humanos, Lemebel descubre y reivindica a una figura con un discurso que, a día de hoy, es más vigente que nunca, y deja entrever que, además de la película, a Joanna y a Pedro los unía una relación de amistad, plagada de confidencias y cariño.
Un hotel de Barcelona, la última ciudad a la que Lemebel ha viajado con motivo del Dart Festival para seguir cosechando elogios y aplausos. Entre la multitud que ocupa el espacio no cuesta distinguirla. Sobre su camiseta, el cartel de la película que ha dirigido que es, al mismo tiempo, el retrato de un amigo. Joanna Reposi vio en el artista chileno méritos más que suficientes para convertirlo en el protagonista de esta película documental, un recorrido visual por su obra y sus vivencias que explora la vertiente más performática del artista y que demuestra que Pedro Lemebel hizo mucho más que escribir algunas de las obras de más éxito de la literatura hispanoamericana.

Lemebel alzó la voz a finales de los 80, cuando Chile estaba viviendo la dictadura de Pinochet, y siguió haciéndolo hasta el final de sus días. Los últimos años los vivió con Joanna, las charlas y confidencias que compartieron y el trabajo posterior que ha llevado a cabo la directora, rodeada por su equipo, se han materializado en el documental que lleva por título el nombre del artista. Un retrato íntimo y personal. “Para mí, su gran legado es caminar con la frente en alto, denunciar las injusticias e ir siempre en favor de los derechos humanos”. Comprometido con las mujeres feministas y con el movimiento LGBTQ+, desde su marginalidad defendió y les dio voz a aquellos que no la tenían y Lemebel se convierte en prueba palpable de ello.

En la terraza del hotel, con el sol como acompañante, nada que ver con el frío de Ámsterdam donde, con motivo del IDFA, recogió su último premio, Joanna Reposi revela algunos de los detalles de la película y de la relación que unió a protagonista y directora durante casi una década.
Decidiste dedicar un documental, que se alargó durante doce años, a la figura de Pedro Lemebel. ¿Cómo os conocisteis? ¿Qué es lo que te fascinó del artista para convertirlo en el centro de tu obra?
Conocí a Pedro en el año 2000. Yo trabajaba en un programa de televisión en Chile que se llamaba El show de los libros. Era un programa cultural donde entrevistábamos a escritores y llevábamos sus textos literarios a la pantalla, hacíamos videoarte y dramatizaciones con sus obras más emblemáticas. Yo era una de las directoras/realizadoras y estábamos haciendo un capítulo sobre homosexualidad y literatura. Ya Pedro, para entonces, había explotado como escritor, era un referente por su literatura, por sus primeras crónicas, y lo queríamos entrevistar.
La productora lo trató de encontrar muchas veces pero nunca contestó al teléfono. Entonces, yo les dije, ‘¿sabéis qué? Vamos a buscarlo’. Él tenia un programa de radio y fuimos a buscarlo ahí. Éramos dos afuera, en su programa, esperándole, y aparece toda diva, ‘¿y ustedes qué hacen aquí?’ ‘Bueno, Pedro, te venimos a buscar’. Le explicamos lo que estábamos haciendo, él entendió que era un programa bastante underground –salíamos a las once y media de la noche y lo hacíamos todo muy a pulso.
Así que aceptó.
Lo entrevisté durante una hora. Parte de esa entrevista está en la película y trabajé sobre Manifiesto, que es uno de sus textos más emblemáticos. Lo que hice fue sacarle diapositivas y luego estas diapositivas las proyecté en mi ciudad. Esta intervención urbana era mi trabajo como realizadora y directora. Una vez que sale al aire el capítulo y sale ese trabajo visual que hice con el manifiesto Hablo por mi diferencia, me llama y me dice, ‘Joanna, me encantó’, y ahí surge nuestra relación, nuestra amistad.
Al principio de todo, ¿qué es lo que te llamó más la atención de él?
Cuando conocí a Pedro me vislumbraron su agudeza, su inteligencia, su dignidad. Él reivindicó la pobreza, hablaba de la homosexualidad en términos de literatura, pero la parte performática era más desconocida. A mí me llamaba la atención profundizar en esa área, y ahí es cuando le propongo a hacer una película sobre su obra visual. Me parecía fascinante, inclasificable, valiente, como esas figuras como David Bowie o Víctor Jara, que son mucho más explosivos y únicos.
Fue un precursor, muy de vanguardia, porque, a fines de los 80, le dio voz a los que no tenían voz en mi país, un país que, en esa época, estaba en una dictadura militar. Él habló desde la homosexualidad, desde la diferencia y le dio voz a la mujer y a los derechos humanos. Me parecía un artista fascinante, me llamaron muchísimo la atención su valentía, su particularidad, su desgarro y su falta de hipocresía.
Elegir a esta figura como protagonista del documental ya es un mensaje. Comprometido con las mujeres feministas, con la resistencia contra la dictadura de Pinochet, con el movimiento LGBTQ+… ¿Hasta qué punto te sientes identificada con las ideas que defendía?
Total y absolutamente. Yo me acerco a Pedro desde la libertad; nosotros, de alguna manera, no teníamos mucho dogma, y también, desde ahí, planteo la cinematografía, con muchas libertades. Además, soy mujer, y me parece que hay algo de su discurso –que dice en la película– que es super importante: “A las primeras feministas les decían violentas.” Porque es parte de la lucha.Hoy día, en Chile, estamos viviendo una revolución social muy poderosa y existe mucha violencia en las calles porque hay mucha represión, porque durante mucho tiempo nos habían pisoteado los derechos fundamentales en términos de igualdad, dignidad, etc. –estoy hablando ya de salud, de educación, y cosas fundamentales.
En mi país teníamos un sistema neoliberal muy rico y explotó. En el fondo, era uno de los ejemplos más radicales del neoliberalismo y por eso la economía había crecido mucho a nivel de región, pero con un coste social muy alto. Los derechos de la mujer todavía son vulnerados y los de las comunidades LGBTQ+ más aún. Ha habido ciertas conquistas pero todavía estamos a años luz de lograr realmente cierta igualdad. Hoy día, todavía, las mujeres ganamos menos que los hombres; hoy día, todavía, las mujeres, en mi país por lo menos, pagan mucho más por salud que los hombres. Y no es solamente en mi país, es en el mundo entero. Me parece que la lucha que tiene Pedro es una lucha que yo también llevo adelante y creo que es fundamental que se escuche alto y fuerte.
Joanna Reposi Metalmagazine 5.jpg
Para conocer un poco más los inicios del proyecto, ¿desde el principio compartisteis la visión de huir del documental más clásico?
Por supuesto. La verdad es que Pedro me abrió su mundo porque sabía la forma en la que yo trabajaba. Llevo trabajando, desde hace tiempo, con lo visual, con el archivo, y nunca he hecho algo muy clásico. Congeniamos porque teníamos un lenguaje común y nunca me interesó acercarme a él y hacer una biopic clásica, siempre la pensé con Pedro como protagonista.
Que el punto de vista fuera desde la performance y donde el trabajo fuera mucho más plástico, donde yo pudiera trabajar la proyección y tuviera distintas líneas audiovisuales, que hablara mucho más que un testimonio. La película es, también, como una puesta en escena, y siempre la pensé así. Por eso mismo me llamaba mucho la atención y quería trabajar con Pedro desde la performance, más que desde la escritura, porque me permitía, cinematográficamente, experimentar mucho más.
Además de un protagonista con un carácter propio y con quien tienes una visión común, ¿cuáles consideras que han sido los elementos imprescindibles para poder llevar a cabo este documental?
Un equipo humano que te acompañe colectivamente. Siempre he dicho que esta película es un trabajo colectivo porque partió con Pedro pero luego la he terminado sola –Pedro nunca llegó a verla terminada. Fueron ocho años de registro en vida con Pedro y luego cuatro años más para terminar la película. Cuando le doy cuerpo al film es en esos cuatro años, y cuando armé el equipo, cuando empecé a levantar fondos concursables que me empiezo a adjudicar. Todos los años anteriores trabajaba a pulso con mis cámaras y con cámaras que conseguía con amigos.
O sea, no solamente fue colaborativo por Pedro sino que también hay muchos amigos que me acompañaron en distintos momentos. Luego, cuando gano los fondos, empiezo a trabajar con Niles Atallah, que es un super director de foto; Titi Viera-Gallo fue la montajista, Paula Sáenz es mi productora, Lisette Orozco es mi asistente de dirección… Es un equipo pequeño pero muy afianzado, con artistas muy importantes en sus rubros, que permitieron que esta película pudiera llegar a puerto.
Acompañaste a Pedro Lemebel durante ocho años para obtener el material que usaste en el film. Para saber más a cerca de la grabación, ¿cómo fue el proceso? ¿Grababais de forma continua? ¿Cómo decidías qué momentos filmar y cuáles no? ¿Lo compaginaste con otros proyectos?
Fueron ocho años de vida. En esos años me casé, me separé, tuve un hijo, hice otra película, un corto… Esos ocho años fueron intermitentes. Lo más difícil de esta película fue trabajar con Pedro.
¿En qué sentido?
Pedro no era fácil. Le venían los demonios, me mandaba a la mierda –perdón por la palabra–, yo también lo mandaba a la mierda, idas y vueltas de mails, nos peleábamos por un año… Pero ninguno de los dos era rencoroso; éramos muy intensos, nos decíamos todo, por lo tanto, no había renco. Pasaba un año, me mandaba una flor o una canción, y volvíamos a trabajar. Era una montaña rusa. Yo siempre lo he dicho, altos y bajos. Tú partías pero nunca sabías cómo ibas a terminar.
Iba a filmar sola con mi cámara y con el proyector, llegaba a la puerta de Pedro –nunca sabía si me iba a abrir o no. Habíamos quedado en tal día y Pedro no tenía teléfono, era difícil de encontrar. Cuando llegaba a su casa, de repente estaba de buenas o estaba de malas, de repente estaba o no estaba. Eso fue lo más difícil, pero siempre perseveré y creí en el proyecto, aunque, en muchos momentos, también me frustré. ‘Esto no va a llegar a ninguna parte’ me decían muchos amigos; ‘pero, ¿por qué sigues con eso?’
“Me parecía un artista fascinante, me llamaron muchísimo la atención su valentía, su particularidad, su desgarro y su falta de hipocresía.”
¿Y por qué seguiste?
Me acerco a Pedro cuando él había sacado Tengo miedo torero. Planeta ya lo estaba editando, Bolaño había dicho que era uno de los artistas más importantes de Hispanoamérica; había explotado como escritor pero también estaba sumido en una gran depresión porque su madre había muerto en el 2003. Me encuentro con él en un momento muy difícil. La formación mía de documentalista es filmar mi cotidiano, y Pedro, en ese momento, era mi cotidiano. Filmaba nuestros encuentros sin saber muy bien si iban a servir o no, o cuánto de eso iba a estar o no en la película, pero me parecía fundamental tenerlo como registro, como documento, como parte de mi materialidad. Pero sí, en ese registro estaba la claridad de querer hablar sobre la performance; esa era la mirada.
Luego, lo más fácil para mí fue el montaje. Me demoré un año en hacerlo, que es poco para una película, porque tenía muy claro lo que quería hacer. La línea era que él fuera el protagonista, pero cuando murió, tuve la sensación de que me faltó mucha materialidad, me faltó mucho por grabar. Allí decido hacer entrevistas con sus allegados, por eso luego incluyo voces en off. Era un personaje tan complejo que luego necesité conversar con otros que lo conocieron en distintos momentos de su vida. Hice más de cuarenta entrevistas para poder comprender un poco esa genialidad. Me acerco a él de una manera muy espontánea, desde la amistad; nos hicimos amigos y me fascinaban la personalidad y el arte de Pedro y lo político y desgarrador que era. Pero comprender su contexto era complejo.
Has comentado que hubo altos y bajos. Sin embargo, ¿en algún momento os planteasteis renunciar al proyecto? ¿Cómo lograste que saliera adelante?
En varios momentos –unos tres– esto se fue al carajo. O sea, se acabó. Pero con la convicción de que era cuestión tiempo como en la cocina, cuando hay cosas que las cocinas a fuego lento, y eso, al final, es lo que te da el sabor. No soy tan joven, me he pasado doce años de mi vida haciendo esta película. Uno crece y madura, entonces, nunca tuve la sensación de que era algo que tenía que hacerse rápido. Aunque en algunos momentos sí, y cuando me venía esa ansiedad y lo apretaba, Pedro me mandaba a la mierda y nos peleábamos. Allí entendí que esto no tenía que ser algo rápido y el tiempo me dio la razón.
Tenía la convicción de que era algo que debía hacer y terminar. Sé cómo era Pedro, que tenía esos demonios y esa lucidez, esa luz y esa sombra; era parte del personaje pero fue muy generoso conmigo. Pedro no le abría las puertas a mucha gente, y menos de su intimidad, era muy celoso y siento que existía esa convicción, ese amor mutuo, ese respeto. Al final de sus días, me dijo, ‘Jovi, haz la película que queráis.’ Fue muy bonito porque en vida me dio ese legado, y yo siento que hoy día, con todo lo bueno que ha pasado con la película, con todo lo que hemos viajado, estaría feliz.
La convivencia durante tanto tiempo favoreció un acercamiento entre vosotros. Se os ve conversando en el documental, incluso os reuníais en la intimidad de su casa. ¿Crees que, sin este vínculo, si hubieses intentado ser ‘completamente objetiva’, hubiese sido posible dibujar un retrato tan íntimo y sincero del artista?
Es que no estoy nada con la objetividad, no creo en ella, no me interesa esa palabra y nunca la tengo en mi vocabulario. Nunca me acerco ni enfrento a mis películas desde allí, más bien lo hago desde un punto de vista total y absolutamente subjetivo. Me parece que una película es mucho más poderosa cuando hay un punto de vista de autor, cuando sabes, desde un principio, que hay alguien que la está mirando. Esa veracidad o esa transparencia me parece que es fundamental, y es algo que tienen las buenas películas.
Esa radicalidad, ese sello de autor… nunca entiendo nada en el arte desde la objetividad, ni siquiera en el periodismo, que es menos artístico. Siempre creo que hay alguien que está mirando ese mundo o esa realidad y selecciona y mira desde un ser humano; y, sobre todo en el arte, eso es mucho más extremo. Esta película nunca fue pensada desde la objetividad, al contrario, siempre fue mirada desde mi punto de vista, desde mi apreciación y acercamiento, desde mi amor con Pedro, desde nuestra relación y desde esa subjetividad.
A nivel personal, ¿qué es lo que te ha aportado haber trabajado con él y haberlo conocido en profundidad?
Pedro y yo nos queríamos mucho, lo conocí en el 2000 y de ahí nos hicimos muy amigos. Lo iba a ver a su casa, muchas veces empezábamos con un té y terminábamos con chela –cerveza– hasta altas horas de la noche. Y, cuando estábamos filmando, conversábamos un montón, mucho, de la vida, de los amores, de los desamores, del arte, de los proyectos que cada uno estaba haciendo… Y ahí yo encendía la cámara. Pasábamos ocho horas juntos y filmábamos dos.
Pedro fue fundamental porque era una persona que era muy buena amiga; era un super escucha a pesar de que muchos puedan creer que sea muy egocéntrico. Siempre escuchaba, sabía muy bien lo que te pasaba, estaba muy al tanto de lo que te ocurría, y eso es muy entrañable. Me encantaba lo punky que era porque era muy pesado con mucha gente, pero era también una puesta en escena de su vida. La gente le temía, era el terror, muchos le tenían pánico, y eso también era exquisito en él, o sea, él se reía de eso. Era un gran amigo. Se le extraña y, sobre todo, hoy día, porque su lucidez es lo máximo que extrañamos en Chile.
Joanna Reposi Metalmagazine 4.jpg
¿Qué crees que estaría haciendo él ahora con la situación que vive el país?
Él escribía sobre la crónica. Los cronistas hacen una radiografía de la realidad y él la escribía de una manera muy poética y particular. Hoy día, en Chile estamos viviendo una de las revoluciones sociales más importantes del último tiempo, hacía treinta años de esta desigualdad e injusticia, y se extraña muchísimo su voz. ¡Qué ganas de escucharlo, qué ganas de leerlo, qué ganas de que haga sus textos! Hoy día, en la calle, se le cita. Vas a las protestas en Chile y ves en los graffitis, ‘Pedro tú estás con nosotros’, tú estás en la calle’. Fue en gran activista. Participó en muchas protestas, y, sin duda, estaría en la primera línea marchando, y me encantaría poder escuchar sus últimos textos sobre la realidad que se está viviendo en Chile. Sería de una gran agudeza, dolor, profundidad y poesía.
Las reivindicaciones de Lemebel comenzaron en los 80, no obstante, son muy actuales. ¿Siguen haciendo falta más figuras como la suya? ¿Hay alguien en Chile (o ahora que el mundo está globalizado, en cualquier otro sitio) que consideres podría ser el ‘nuevo Lemebel’?
Sería una irresponsabilidad por mi parte decir que no existe porque creo que Pedro fue underground, surge del margen. Costó que se visibilizara, murió a los 62 años y explota cuando es mucho más adulto. Probablemente haya por ahí alguna Pedra Lemebel dando vueltas queriendo hacer revolución como él la hizo. Sin duda, en las calles tiene que haber otro luchando por lo que luchó treinta años atrás. Esperemos que sí. No lo conozco pero creo que Pedro dejó una gran huella y ojalá haya quienes sigan con esa lucha, porque sería muy triste que no fuera así. Ahora, él fue único e inclasificable. Hasta el día de hoy no he conocido a alguien parecido a él ni en Latinoamérica ni en el mundo.
Lemebel falleció antes de terminar el documental. ¿Sientes que te faltó algo por hablar con él?
Ay, me hubiese encantado que viera la peli, creo que estaría tan feliz… He viajado a la Berlinale y ganamos el Teddy; eso me hubiese gustado que lo hubiese vivido conmigo, de la mano. Posiblemente nos habríamos peleado varias veces también, pero bueno, es parte de las relaciones de amor y odio que uno puede tener con los grandes amigos. Pero me hubiese encantado que pudiera haber disfrutado el post-película tanto como lo he disfrutado yo, y que también hubiera visto el impacto que ha causado en distintos medios de comunicación. Me imagino que hubiese estado contento de haber presenciado todo esto.
Como has mencionado, la película ha recibido premios y se ha hablado de ella en multitud de medios. ¿Crees que la vigencia de su discurso ha tenido que ver con la buena recepción del público?
¡Por supuesto! Eso es lo que te decía, las cosas ocurren en su momento. No hubiese pensado mejor momento para estrenar la película y eso ocurre naturalmente; mejor momento no en términos oportunistas, sino porque qué mejor momento para poder llevar su discurso revolucionario y que acompañe la revolución que se vive hoy día en el mundo. Él fue super consecuente desde su escritura, su literatura, el cuerpo, la performance, la instalación, desde poner el cuerpo como una barricada, el fuego como elemento de su obra.
Chile está ardiendo hoy día y te das cuenta, con el tiempo, de que Pedro y su discurso están más presentes que nunca. Fue incendiario, uno de esos tipos precursores, valientes, bravos, que tienen un discurso mucho antes que muchas personas lo pudieran ver, y lo hablaba desde su marginalidad y desde su homosexualidad. En Chile, él decía, ‘yo soy pobre y maricón.’ Creo que era mucho más segregado por su pobreza que por su condición homosexual en mi país clasista. Y ese discurso que él tenía, hoy día, está adquiriendo una fuerza muy poderosa.
“Para mí, el gran legado de Pedro es caminar con la frente en alto, denunciar las injusticias e ir siempre en favor de los derechos humanos.”
Tu documental se inscribe en el cine independiente, pero desde las producciones audiovisuales más mainstream, no se da visibilidad a figuras como la de Lemebel, aquellas que exponen su diferencia de manera revoluconaria. ¿Qué consecuencias crees que tiene esto? ¿Ves una apertura de miras en cuanto a cine y documental se refiere?
Ahí estoy un poquito en desacuerdo porque La mujer fantástica, de Sebastián Lelio, por ejemplo, que ganó el Óscar a Mejor Película de Habla No Ingles en 2017, puso en escena a una mujer trans. A ver, no sé si estoy en desacuerdo. Tienes razón, debería haber muchísimo más, y que, ojalá, como dice Pedro, no fuera un tema, que yo no tuviera que estar diciendo soy homosexual. Pero en el fondo es parte de la lucha. Por ejemplo, somos mujeres, estamos hablando de la paridad, uno tiene que instalar la paridad porque hay mujeres calificadas para tener un cargo público, político, de empresa; pero tenemos que poner la paridad para que esto se escuche, de la misma forma que tenemos que hablar de nuestra sexualidad para que sea un acto de protesta, que sea una barricada, como lo hacía Pedro con su obra y con su performance. Ojalá no tuviéramos que estar hablando de esto, que solo fuera un dato y que pudiéramos estar hablando de amor, de otros temas universales donde la sexualidad sea solo un dato, como un color de pelo. Pero tenemos que hacerlo porque la sociedad todavía no se hace cargo y hay que instalarlo desde esa perspectiva para que estemos conversando, para que haya festivales de LGBTQ+, porque sino no hay como.
¿Cuál crees que es el legado que ha dejado Lemebel?
Las protestas que están pasando hoy día. El legado de Pedro es la dignidad y luchar por esa dignidad, el no claudicar. Creo que lo que rescataría de Pedro es que nunca renunció a sus orígenes ni a su sexualidad; él siempre habló desde su marginalidad, la reivindicó. Le puso brillo y lentejuelas a la pobreza –y a la homosexualidad también–, la dignificó y la instaló como tema. Para mí, su gran legado es caminar con la frente en alto, denunciar las injusticias e ir siempre en favor de los derechos humanos.
¿Qué planes tienes ahora que el documental ha salido a la luz?
Con esta película voy a seguir viajando. Hicimos el estreno mundial a principios de año en Berlinale, uno de los festivales más importantes del mundo, y ganamos el premio Teddy. Más recientemente estuve en IDFA, en Ámsterdam, uno de los festivales de documentales más importantes del mundo, y estuvimos en la sección Best of Fests. Estamos coronando el año hermosamente con la película y aun le queda mucho más tiempo, seguimos de festivales. Tengo un recorrido que vamos a perpetuar durante todo el año que viene y ya estoy trabajando en el desarrollo de la próxima película.
Son un total de doce años los que has dedicado a la realización del proyecto, ¿te sientes desgastada después de un proceso tan largo?
¡No! La verdad, fueron doce años, pero doce años intermitentes donde, como te comentaba hace un rato, hice otras cosas. La cocción ha sido lenta y creo que las cosas tienen que ocurrir cuando tienen que ocurrir. Al contrario, creo que estoy más creativa y vigente que nunca, creo que fue una inyección de energía. Todo lo bueno que está pasando con la película, de alguna manera, es como un premio al tiempo, al esfuerzo, a la dedicación, al trabajo colectivo de tantos durante tanto tiempo, y me está dando más energía que nunca para seguir y no claudicar, para seguir luchando y haciendo películas.
Joanna Reposi Metalmagazine 3.jpg