Prefiere el día a la noche, entiende la familia como una comunidad y trabaja a caballo entre Madrid y su pueblo natal, Pilas. Ernesto habla claro y no tiene reparo a la hora de sincerarse acerca de sus debilidades, algo infrecuente en una industria donde el reconocimiento de las flaquezas tiende a ser visto como una potencial amenaza. “Es algo que me cuesta, pero lo estoy buscando”, comenta sobre la importancia de hacer de una pieza, prenda o accesorio la bandera globalmente reconocible de su marca. “Por eso quiero hacer fuerza en la repetición”, añade. Una forma de entender la moda que aterriza de la mano de estilistas de confianza, como Stephania Yepes o Alicia Padrón, con quienes reconoce sentirse muy cómodo trabajando. “Es diferente el estilista que quiere ser diseñador del estilista que es estilista. Los últimos son los buenos, los que adecuan tu ropa a un concepto o un tema”, explica sobre los agentes encargados de configurar los looks partiendo de sus prendas.
Habiendo presentado su trabajo en Londres, París o Madrid, tiene claro que el reconocimiento de España como capital internacional de la moda pasa por la internacionalización. “Al final, una fashion week es una feria de muestras. Con luces y purpurina, pero es una feria de muestras y estamos para vender”, comenta sobre estas plataformas que han llegado a anteponer el entretenimiento al negocio. Ahora, el joven diseñador trabaja en su próxima colección, mientras nos adelanta que su incursión en la moda masculina está cada vez más cerca. “Quiero un señor mayor, canoso; como mis mujeres, pero en hombre”.