El pasado mes de febrero, en plena tercera ola de la pandemia mundial, eikō ai celebraba su primer cumpleaños desde la presentación pública de la marca en 080 Barcelona Fashion. En un entorno completamente distinto al actual, la firma conducida por Gloria Lladó junto a su pequeño equipo debutaba en la pasarela con una propuesta en la que artesanía, elegancia y sostenibilidad iban de la mano. “Parece ser que durante los siglos XVII y XVIII muchas familias pasaban la prenda a las generaciones venideras”, comenta la directora creativa sobre el kimono, prenda estrella desde sus comienzos y a la que han querido rendir homenaje en su última colección, presentada hace apenas unas semanas. Ahora, dedican todos sus esfuerzos a lograr su objetivo último: humanizar el medio digital.
Su paso por distintas multinacionales del sector le sirvió para reafirmar una de las premisas fundamentales –frecuentemente olvidadas– del círculo creativo. “Lo principal es generar ingresos para mantener el negocio”, explica Lladó, a la vez que destaca el intenso ritmo de trabajo que caracteriza a una industria tan volátil como la moda. Es precisamente esa necesidad de cambio constante, materializada en forma de tendencias, lo que combate a través de su marca, reivindicando una vuelta a los orígenes y una propuesta atemporal y versátil. “Hemos desarrollado nuestra propia estampación para aplicarla a siluetas para ocasiones especiales y del día a día, pero siempre para sentir estar vistiendo de manera única”, añade sobre su nueva colección, Blooming Earth.
Has reconocido sentir fascinación por el mundo de la moda desde que eras muy pequeña. Una emoción que floreció mucho antes de que decidieses formarte profesionalmente en el IED de Barcelona. ¿Qué era lo que más te atraía de este sector?
Recuerdo a mi madre riñéndome de bien pequeña por cortar las cortinas de casa. Era movida, y supongo que transformar objetos cotidianos era mi manera de divertirme. Unos años más tarde, durante el bachillerato artístico, entendí que la creatividad era algo que me llenaba, una sensación que no había experimentado hasta entonces. Luego descubrí mi pasión por los tejidos, las texturas y el color, lo que me llevó hacia el sector de la moda, donde todo eso convergía. Me divertía y parecía un placer ver todo esto.
Viajaste a Londres para continuar tu educación en la prestigiosa universidad Central Saint Martins, e imagino que esta experiencia amplió tus horizontes creativos haciéndote ver la moda desde un prisma completamente distinto. ¿No es así?
Sí, viajar y explorar nuevos lugares siempre te abre la mente y te aporta nuevas ideas muy enriquecedoras. En una ciudad tan cosmopolita como Londres conoces a gente a muy diversa. Distintas culturas, especialidades, caminos… Creo que todo esto, aunque sea de manera inconsciente, acaba influyendo en lo que haces.
Trabajaste para distintas marcas y retailers multinacionales durante varios años. Una experiencia que, si bien en ocasiones restringe la libertad artística de los diseñadores al verse sometidos a una visión corporativa, permite conocer las entrañas de la industria. ¿Qué aprendiste durante esta época?
Aprendí muchísimo. Sobre todo a manejar muchas cosas a la vez y a trabajar a un ritmo muy alto, que es una de las cosas que te exige este sector. La verdad es que me gustó mucho la experiencia. Conocí a gente maravillosa y tuve mentores que potenciaron mi parte creativa aplicada al diseño comercial. Estoy muy agradecida por todo.
¿Te sirvió para desmitificar la figura del diseñador de moda? ¿Fuiste más consciente del resto de agentes implicados en el tejido productivo del sector?
Sí, cuando trabajas para una multinacional te das cuenta de algo muy obvio, pero que muchas veces, sobre todo a los creativos, nos cuesta ver: lo principal es generar ingresos para mantener el negocio. Cuando somos estudiantes, nos enamoramos y nos mueve la parte creativa, para mí una pulsión vital que no hay que perder, e idealizamos las grandes marcas y diseñadores. Como bien dices, eso es solo una pequeña –aunque importante– parte, lo que resulta en un ejercicio de humildad.
Es entonces cuando emprendes tu proyecto más personal, eikō ai, una marca de moda que respira feminidad, sofisticación y armonía. ¿Cómo y en qué momento decides desvelar tu firma al mundo?
La marca fue naciendo muy poco a poco, de manera orgánica y por diversión. Empezó como una afición, diseñando y experimentando en el salón de casa. Recuerdo no tener nombre y lanzar un ultimátum a mi socio y pareja. “Cuando vuelva a casa necesitamos solucionarlo”, le dije. Sorprendentemente acertó y eikō ai nació. Progresivamente vi que la marca requería mas tiempo y atención, y por aquel entonces llegó la oportunidad de juntarnos con nuestro tercer socio, Burak. La presentación pública vino con el primer desfile que hicimos para la 080 en febrero del 2020.
Lejos de lo que pueda parecer, los grandes magnates del lujo no son los únicos que afrontan cambios en sus organigramas corporativos. Todas las empresas, por pequeñas que sean, enfrentan altibajos organizacionales que obligan a tomar decisiones continuamente. ¿Cuántas personas integráis el equipo de eikō ai y cómo os repartís las tareas?
Creo que estamos ante cambios constantes, y la adaptabilidad y la flexibilidad son esenciales para mí. El mundo es diferente, así que no podemos seguir con las estructuras rígidas que funcionaban en el pasado, que a mi parecer frenan la innovación. Actualmente somos un equipo muy pequeño, Albert, Burak, Toñi y yo. Contamos también con una red de colaboradores con mucho talento, a los que estamos muy agradecidos.
“Quería algo único y diferente para mí, y muy rara vez lo encontraba”, has comentado en relación a los problemas que tenías a la hora de encontrar ropa en las tiendas que se adaptase a tus necesidades y preferencias. ¿Qué echabas de menos por aquel entonces? ¿Crees haber resuelto este hueco en el mercado a través de tu marca de moda?
Echaba de menos prendas más limitadas, con buenos acabados y calidades a un precio asequible. Buscaba piezas que fuesen sofisticadas a la vez que relajadas. Creemos que la oportunidad existe y estamos trabajando para ofrecer esa alternativa. Nos mueve esta visión.
Los kimonos, que aún encontramos a la venta en vuestra página web, fueron las piezas que os pusieron en el punto de mira. Una prenda cargada de simbolismo con siglos de historia que vosotros decidisteis reinterpretar de acuerdo a vuestro ADN de marca. ¿Qué significó esta prenda y por qué os decantasteis por ella?
Nos parecía especialmente bello el cuidado y la artesanía en la confección de algunas de estas piezas. Parece ser que durante los siglos XVII y XVIII, muchas familias pasaban la prenda a las generaciones venideras. El perdurar en el tiempo y esa carga emocional es lo que más nos atrajo. A nivel operacional es una prenda elegante, versátil y atemporal.
La producción local, la artesanía y la sostenibilidad son tres ejes fundamentales en vuestro trabajo. ¿Es posible producir de forma ética en términos sociales y medioambientales, y mantenerse a su vez en el mercado?
Económicamente no es la opción más fácil, pero es ciertamente posible. La sostenibilidad es un estilo de vida, la necesidad de cuidar y preservar nuestros recursos. No podemos permitirnos el no ser sostenibles. Es parte de nuestra responsabilidad como marca. Siendo sinceros y sabiendo lo que buscamos, podemos hacer productos justos, con atención, diseño y respeto. Y nuestra convicción es que existe ese nicho de mercado.
En vuestra última colección Blooming Earth, presentada hace tan solo unas semanas en 080 Barcelona Fashion, los reconocibles kimonos se encuentran con vestidos vaporosos, trajes estampados y looks lenceros que dejan paso a propuestas más relajas y desenfadadas. ¿Qué nos podéis contar acerca de esta nueva propuesta?
Hemos querido volver un poco a los orígenes rescatando, más que en ninguna otra colección, los elementos del kimono aplicados a los vestidos. Blooming Earth se ha materializado a través de bloques de color y estampación floral. Hemos desarrollado nuestra propia estampación para aplicarla a siluetas para ocasiones especiales y del día a día, pero siempre para sentir estar vistiendo de manera única.
Hace poco se cumplió un año de vuestro debut sobre las pasarelas. En febrero de 2020, poco antes de que se declarase el estado de alarma a consecuencia de la pandemia, presentasteis vuestra colección Quantum One durante la semana de la moda barcelonesa. ¿Qué aportan los desfiles físicos a vuestra marca? ¿Son una herramienta fundamental a la hora de conectar con vuestros clientes?
Un desfile físico tiene un factor energético muy grande. Las vibraciones del público son importantes, y el directo tiene una tensión que creo no se puede comparar con nada.
Con Land Vibration, propuesta en la que homenajeabais a la naturaleza (muy presente en vuestra forma de ver la moda), desembarcasteis en el terreno digital, al que parecéis haberos adaptado sin ningún problema. Y me imagino que sacar una colección adelante en medio de una pandemia mundial conlleva un reto mayúsculo. ¿Qué obstáculos os habéis encontrado y cómo los habéis superado?
Somos una marca que ha nacido literalmente en las redes sociales, así que en el terreno digital nos sentimos cómodos. Creo que cualquier disrupción te obliga a salir de tu zona de confort, reinventarte y buscar nuevas oportunidades. Durante el confinamiento realizamos una serie de avatares para poder mostrar nuestra colección. Nos gustó la idea y acabamos creando una serie de personajes con personalidad propia, estilo y lenguaje. Evidentemente, a nivel logístico y económico ha supuesto un reto, pero nos gusta pensar que las crisis también te ofrecen oportunidades.
Además de participar en el circuito de la moda de Barcellona, habéis abierto un nuevo showroom, ampliando vuestro equipo interno y consolidando vuestra presencia en tiendas multimarca. ¿Cuáles son vuestros objetivos a corto y medio plazo?
Queremos ganar exposición, que la gente tenga la oportunidad de ver nuestro producto y generar su opinión. Abrirnos y conectar de manera más íntima con nuestro público. Poder mostrar desde dentro qué hacemos, cómo diseñamos y transmitir lo que nos mueve. Humanizar el medio digital.