Hilma af Klint

Convencida de que el público no estaría preparado para comprender sus creaciones, Hilma af Klint (Estocolmo, 1862–1944) en sus últimas voluntades dictó que sus obras no deberían ser expuestas durante al menos veinte años. Es por ello que no fue hasta hace unas pocas décadas que descubrimos cómo esta artista nacida en Estocolmo en 1862, le ganó la carrera de la abstracción pictórica (y sin siquiera ella mismo saberlo) a artistas de renombre como Piet Mondrian o Vassily Kandinsky.

Gracias al seno de la familia noble de la que procedía, af Klint tuvo el privilegio de acceder a la educación y formación artística de la Real Academia Sueca de Bellas Artes, una de las primeras instituciones que permitió a las mujeres dibujar a partir de un modelo vivo. Aunque sus primeros trabajos fueron puramente figurativos, en 1906 inicia su proyecto más importante, que tardará casi una década en finalizar, Pinturas para el templo. Con más de 193 obras, entre pinturas y dibujos, la artista prescindió de lo aprendido formalmente para centrarse en un nuevo arte, no objetivo, que parte de su relación con el espiritismo y otros sistemas de pensamiento como el rosacrucismo, la teosofía o la antroposofía.

A partir de este momento, intentará en su pintura unir el mundo espiritual y el científico para alcanzar una verdad superior. Este interés la hace participar en sesiones de espiritismo, habituales en la época, aunque denostadas por las religiones tradicionales. Aunque ya fue en 1896 cuando, junto a Anna Cassel, Cornelia Cederberg, Sigrid Hedman y Mathilda Nilsson fundan Las cinco (De Fem), un grupo de mujeres que se reúnen para realizar sesiones de espiritismo, contactar con el Más Allá y canalizar sus experiencias a través de la escritura y de los dibujos automáticos.

Siguiendo esta estética esotérica, Hilma realiza en septiembre de 1907 Los diez mayores, Grupo IV (Pinturas para el templo), que en sus palabras se compone de “diez cuadros de belleza paradisíaca” y representa las cuatro etapas de la vida del ser humano: infancia, juventud, madurez y ancianidad. Pintadas probablemente en el suelo y siguiendo las indicaciones de los guías espirituales, remiten a técnicas utilizadas en el Renacimiento como del temple, e inspiran a la reflexión espiritual.

A pesar de que rara vez expuso en vida sus obras más innovadoras y que habría que esperar hasta 1986 para descubrirlas, Hilma af Klint es hoy en día considerada la pionera de la representación pictórica abstracta, abriendo camino para las mujeres artistas. Ver su retrospectiva en el Guggenheim de Bilbao es una ocasión única para adentrarse en su misterioso, pionero y fascinante mundo.