Además de establecer un paralelismo entre la necesidad de cuidar las flores de un jardín ficcionado y la necesidad de ocuparse del potencial artístico de la zona, otra forma de cuidado, la exposición plantea como fundamental el hecho de sentirse parte de algo, manifestado desde la riqueza y la pluralidad. Desde el año 2015, L’Hospitalet de Llobregat se ha convertido en destino creativo de más de tres cientos músicos, diseñadores y artistas visuales, conviviendo en espacios rehabilitados de la antigua zona industrial de la ciudad.