Our garden needs its flowers es el título del primer álbum editado por los músicos africanos Jess Sah Bi y Peter One en 1985 en Costa de Marfil. Se trata de un tributo al folk de los años setenta, fusionando sonidos propios del lugar con influencias del exterior. Tal y como nos cuentan, la frase es tomada como una primera licencia poética que, desde el punto de vista comisarial, les permite a David Armengol y Albert Mercader establecer un símil con el arte contemporáneo, con el objetivo de situar a un mismo nivel las artes visuales y la música en el contexto de L’Hospitalet, en este caso en el Centro de Arte Tecla Sala, donde Our garden needs its flowers está disponible hasta el 18 de julio.
Además de establecer un paralelismo entre la necesidad de cuidar las flores de un jardín ficcionado y la necesidad de ocuparse del potencial artístico de la zona, otra forma de cuidado, la exposición plantea como fundamental el hecho de sentirse parte de algo, manifestado desde la riqueza y la pluralidad. Desde el año 2015, L’Hospitalet de Llobregat se ha convertido en destino creativo de más de tres cientos músicos, diseñadores y artistas visuales, conviviendo en espacios rehabilitados de la antigua zona industrial de la ciudad.
La exposición quiere dar a conocer las diferentes sinergias y relatos artísticos que se dan en el Distrito Cultural, con una mirada fresca y natural. Siguen los principios paisajísticos de Gilles Clément para proponernos una selva irregular a través de una sucesión de islas de intensidad artística, allí donde se pueden agrupar a los creadores a partir de afinidades e inquietudes comunes: el cuidado y la reivindicación de la materia, la dialéctica entre naturaleza y tecnología, las dinámicas expansivas de la pintura, la deconstrucción de la mirada artística o el activismo cultural.
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Un equipo de diseñadores de L’Hospitalet, comisariados por Does Work, ha estado a cargo de  la dirección de arte y la imagen gráfica, de la mano de Oriol Cabarrocas y Guillermo Lucena, además del diseño de la sala, encargada a Sociedad 0.
De respiración trata un capítulo marcado por cuestiones rítmicas y biológicas. Respirar es acción y reposo. En este apartado encontramos la pieza de Laura Llaneli, Palpitar palpar, una videoinstalación en la que las vibraciones de la voz y el cuerpo ensayan otros sistemas de relación con el entorno. Óscar Martín ocupa la rampa de acceso a la planta baja del Centro, con la obra Fluorescent Markov Beat, transformada en espacio de tránsito, se trata del primer prototipo de una investigación basada en música experimental. La paradoja funciona como el principal motor de actuación: aun siendo capaces de reconocer todo lo que vemos, perdemos la lógica, imponiéndose una incomodidad perturbadora, que se puede relacionar con la noción de ‘desfase’ propuesta por Gilles Clément, refiriéndose a la sensación de llegar a comprender algo aun sin haberlo entendido del todo. 
En este apartado vemos obras de María I. Barros, con un tríptico en el que tres videoclips dialogan en bucle. Andrea Lería presenta Relicario, una instalación fotográfica y textual que revisa documentos del pasado y los recupera como gesto poético, y Marc Herrero nos trae El aroma de la falta, desplegando todo un mundo basado en la alteración simbólica de la realidad.
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La capacidad crítica del arte ha desarrollado líneas de pensamiento donde convergen ideas y visiones desencantadas y sombrías del mundo. La hostilidad se intensifica en El jardín de Alhazred de Paco Chanivet, una instalación floral en deterioro. Berto Martínez Tello retoma la idea de paraíso perdido, explorando el deseo y la insatisfacción. La exposición homenajea a Xavier Grau, uno de los pintores de referencia en Barcelona en los años ochenta, fallecido mientras se elaboraba la exposición. El artista anhelaba captar el punto de combustión justo de la obra, el momento en el que el signo y el trazo ponen en guardia la inercia sensual de la pintura.
En esta parte, dedicada al Magnetismo y combustión, también vemos piezas de David Franklin y Diego Paonessa. La siguiente toma como título El refugio mental, y la introspección y la pulsión existencial son algunos de sus atributos. Carles Gabarró apuesta por un existencialismo posromántico en el que la cama es el centro. Alfredo Sánchez nos invita a sentir el material, mientras que Mònica Planes convierte la materia en auténtico objeto de estudio. Además, cabe destacar que Our garden needs its flowers reivindica el trabajo de la cerámica, con propuestas como las de Raul Lobo Baroja, Francesca d'Alfonso o Paola Masi; tratando temas como la crítica social, el deterioro fósil o la conexión con la tierra.
Ahora nos adentramos en la parte llamada Una exposición dentro de una exposición, donde los artistas plantean un ecosistema pequeño dentro de un ecosistema más grande. Aquí encontramos apuntes, insinuaciones y referencias a todo lo que ha empezado a suceder y lo seguirá haciendo a lo largo de la muestra. Lara Fluxá propicia una suerte de ecosistema propio a través de la fragilidad y el peligro, y por su parte Samuel Labadie nos muestra todas las páginas de un cuaderno, sin distinciones de lo válido o no válido.
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La muerte de Pepa, de Victor Jaenada, apela a la emoción y la pasión de dedicarse al arte, a aquello que te sale de las entrañas. Estos son sólo algunos ejemplos. Pintura en expansión nos trae piezas de Lolo y Sosaku, a quienes la pintura se les aparece como una dimensión cognitiva y experimental, sin deudas con las formas, los espacios o los estilos. Germán Portal, en cambio, explora la pintura en tanto que disciplina, por y en sí misma.
En el Distrito Cultural conviven artistas de distintas generaciones, comprometidos con la causa del arte, como por ejemplo Martín Vitaliti, quien se apropia de cuatro cómics editados por el ejército de los Estados Unidos; sensible, por tanto, a los sistemas de instrumentalización ideológica de cualquier contenido. La gran inquietud por vincular la experiencia artística con el territorio es muy propia de los artistas. A veces, denunciando realidades sociales, como en el caso de Guillaume Darribau, y otras como en el caso del colectivo SiteSize, desplegando la diversidad de significación de la palabra cultura y su conexión con el pasado ancestral.
Para Marria Pratt pintar es tan natural como respirar, es un gesto de amor hacia la subversión y la libertad. Su imaginario está próximo al Art Brut, con una mirada más vital, en My Hood Is Changing Mood, activa el aire a través de neones articulados y policromados, bailando en el vacío, tratando de hacernos ver que cada paso que damos es un paso en el vacío. Todo se mueve constantemente, todo se mueve y se deforma.
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Nos adentramos en la parte dedicada a Naturaleza y Artificio con obras de Arnau Blanch, Mario Santamaría, Lucía C. Pino y Mireia C. Saladrigues, explorando los distintos espacios fronterizos entre la naturaleza y la artificialidad que caracteriza nuestro mundo. C. Pino descodifica los materiales persiguiendo una finalidad política, tratando de gestar un mundo nuevo sin fronteras de género o de clase, por su parte, C. Saladrigues estudia las nanopartículas de una piedra de mármol de Carrara. En Actitudes relacionales Diego Tampanelli y Matteo Guidi comparten una mirada relacional y comprometida ante el arte, presentándonos Estado de fuga y Donacions, respectivamente.
Por último, Jaume Clotet nos trae Diverrealism, un espectáculo multidisciplinario que tensa los límites entre el arte y la comedia. Y por su parte, Las Huecas nos traen a colación una propuesta llamada Aquellas que no deben morir, presentada en 2019 durante su residencia en La Infinita, de la que nos cuentan que su preocupación era situar nuestro presente a través de una mirada regresiva al pasado, acompañada de un cómic sobre el proceso de creación del espectáculo.

Our garden needs its flowers
es un gran título para el momento en el que nos encontramos inmersos, cuando otra forma de cuidado se ha vuelto imprescindible, es pura efervescencia creativa, hoy más necesaria que nunca.
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