No todos los días tenemos la suerte de asistir a desfiles excepcionales en los que sacar una pega es prácticamente imposible. Y no son muchos los diseñadores que logran hacer de la combinación de diseño, concepto y producción una combinación perfectamente engranada. Ayer tuvimos la oportunidad de presenciar la magistral resolución del ejercicio planteado por Jaime Álvarez, alma máter de la firma Mans, en forma de una colección, Raíces, en la que todos los elementos sí respondían a una idea perfectamente definida. Desde la impresionante localización escogida, nada más y nada menos que el Palacio neoclásico de Villalís en Madrid, hasta la apetecible propuesta presentada sobre la pasarela improvisada en un jardín al aire libre, repleto de caras conocidas y profesionales del sector.
La Casa de Velázquez, el Forus Barceló y ahora el Palacio de Villalís, ubicado en una de las urbanizaciones residenciales más selectas de todo Madrid. No hay duda de que el diseñador sevillano sabe como captar la atención de un público ávido de nuevas fórmulas, escenarios nunca antes vistos y shows de alto impacto capaces de generar una reacción (y una conversación post-desfile entre copas y canapés). Pero más allá de los titulares efectistas, lo verdaderamente sobresaliente del trabajo de Mans es la coherencia del proyecto y la atención al detalle.
La madurez del creativo es evidente en todos los aspectos de su recién presentada propuesta, Raíces, producto de años de experiencia en los que reconoce haber aprendido a “ir poco a poco, constante, haciéndote notar despacio, y que a veces los boom estratosféricos son etéreos y que si grande es la subida, más es la caída”. Es precisamente su evolución natural, orgánica, alejada de relaciones –de dependencia– con celebrities o picos de popularidad, lo que hace que esta marca (y negocio) sea una de las mejores embajadoras de la moda española en el extranjero.
A España, más concretamente a La Luisiana, el pueblo sevillano del que es originario el director creativo, le rinde ahora homenaje con su nueva colección. “Hacemos un ejercicio de regresión, tanto a mis raíces personales como profesionales. Por un lado, me nutro mucho del campo, las flores, los paseos a caballos con los amigos; y por otro lado, es una regresión de la marca, a sus orígenes, un homenaje a la sastrería que tanto nos ha dado”, responde cuando le preguntamos por los recuerdos que inspiran su última propuesta. Ya sea en forma de lana fría, sedas volátiles o Georgettes que dejan entrever el cuerpo masculino, su identidad (y por ende, la de su marca) está presente en todas y cada una de las prendas que desfilan por la pasarela. “Y sobre todo color, mucho color”, añade.
Además de volver a poner de manifiesto el talento del diseñador sevillano, esta colección evidencia una interesante fórmula que parece estar poniendo la moda española en el mapa internacional de una vez por todas. Por un lado, la evidente renovación del armario masculino por la que Mans, junto a diseñadores como Alejandro Palomo, llevan años apostando. Por otro, el énfasis en sus orígenes, en su tierra, en reivindicar los oficios olvidados y anteponer la calidad frente a la cantidad. Los looks presentados ayer a las nueve y media de la noche en el imponente palacete beben de un legado cargado de cultura y significado, pero se reinventan para adaptarse al momento presente y resultar de lo más apetecible.
“Mans es ahora maduro y poco a poco, con mucho esfuerzo, se va asentando. Muchas personas creían que era algo poco duradero pero estamos y esperamos seguir demostrando que no. Estamos aquí para quedarnos”, enuncia rotundamente el creativo. Y razón no le falta. Porque más allá de las hebillas de cinturón de caballo, los bolsos de piel de gran tamaño estampados, los pañuelos de seda también estampados, las chanclas de nudo marinero y sombreros (¡qué sombreros!) desvelados ayer ante el público, lo que hace de este proyecto algo único es la construcción de un relato en el que significante y significado encuentran un balance perfecto.
La madurez del creativo es evidente en todos los aspectos de su recién presentada propuesta, Raíces, producto de años de experiencia en los que reconoce haber aprendido a “ir poco a poco, constante, haciéndote notar despacio, y que a veces los boom estratosféricos son etéreos y que si grande es la subida, más es la caída”. Es precisamente su evolución natural, orgánica, alejada de relaciones –de dependencia– con celebrities o picos de popularidad, lo que hace que esta marca (y negocio) sea una de las mejores embajadoras de la moda española en el extranjero.
A España, más concretamente a La Luisiana, el pueblo sevillano del que es originario el director creativo, le rinde ahora homenaje con su nueva colección. “Hacemos un ejercicio de regresión, tanto a mis raíces personales como profesionales. Por un lado, me nutro mucho del campo, las flores, los paseos a caballos con los amigos; y por otro lado, es una regresión de la marca, a sus orígenes, un homenaje a la sastrería que tanto nos ha dado”, responde cuando le preguntamos por los recuerdos que inspiran su última propuesta. Ya sea en forma de lana fría, sedas volátiles o Georgettes que dejan entrever el cuerpo masculino, su identidad (y por ende, la de su marca) está presente en todas y cada una de las prendas que desfilan por la pasarela. “Y sobre todo color, mucho color”, añade.
Además de volver a poner de manifiesto el talento del diseñador sevillano, esta colección evidencia una interesante fórmula que parece estar poniendo la moda española en el mapa internacional de una vez por todas. Por un lado, la evidente renovación del armario masculino por la que Mans, junto a diseñadores como Alejandro Palomo, llevan años apostando. Por otro, el énfasis en sus orígenes, en su tierra, en reivindicar los oficios olvidados y anteponer la calidad frente a la cantidad. Los looks presentados ayer a las nueve y media de la noche en el imponente palacete beben de un legado cargado de cultura y significado, pero se reinventan para adaptarse al momento presente y resultar de lo más apetecible.
“Mans es ahora maduro y poco a poco, con mucho esfuerzo, se va asentando. Muchas personas creían que era algo poco duradero pero estamos y esperamos seguir demostrando que no. Estamos aquí para quedarnos”, enuncia rotundamente el creativo. Y razón no le falta. Porque más allá de las hebillas de cinturón de caballo, los bolsos de piel de gran tamaño estampados, los pañuelos de seda también estampados, las chanclas de nudo marinero y sombreros (¡qué sombreros!) desvelados ayer ante el público, lo que hace de este proyecto algo único es la construcción de un relato en el que significante y significado encuentran un balance perfecto.