Hoy en día la alimentación ya no se limita tan solo al acto de comer, es mucho más que eso. Es un movimiento, un medio de expresión en el que el arte y el diseño son elementos fundamentales. Justo eso se discutió en la charla Foodism de la pasada edición de Foodture, que contó con la participación de varios ponentes del mundo de la alimentación, entre ellos Nicole Vindel.
Nicole Vindel es una artista y food designer que ha trabajado para grandes referentes gastronómicos como El Celler de Can Roca, además de haber creado varias piezas de arte que cuestionan el futuro de la alimentación. Aun así, su trabajo se extiende más allá de este ámbito. También es la creadora de la marca de ‘esculturas ponibles’ Liza Cöco, además de formar parte del colectivo de arte Random Happiness y de ejercer como educadora. Todo ello en pos de un futuro más concienciado con la sociedad y el planeta.
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Tras graduarte en Elisava, decidiste enfocar tus conocimientos principalmente en la creación de proyectos de diseño relacionados con el ámbito de la alimentación. De todas las vertientes que tiene el diseño, ¿por qué te inclinaste por el food design? ¿Qué es lo que más te atrajo del mundo de la gastronomía?
La verdad es que en ese momento, hace ocho años ya, ni siquiera había oído hablar del término food design. Sin embargo, sin conocimiento previo ni muchos referentes aún, encontré un paralelismo muy interesante entre los materiales avanzados, un mundo en el que había investigado bastante desde Materfad, y los materiales comestibles. La unión de los dos y su potencial sensorial me fascinó.
No soy una gran apasionada de la cocina, y por aquel entonces aún lo era menos, pero me pareció un playground interesante y alejado del uso típico de los materiales inteligentes. De hecho, lo suficientemente alejado como para tener cierta libertad creativa, un campo fértil a la hora de crear nuevas narrativas.
Tu tesis, The Experience of Eating in High Cuisine, en colaboración con el Celler de Can Roca, se centraba en repensar la experiencia del usuario en la alta cocina. ¿Qué te hizo escoger este tema? ¿Qué conclusiones sacaste tras realizar tu estudio?
Quería trabajar en un campo virgen para mí y poco integrado en el mundo educativo en aquel momento. Además, crecí en la ciudad de Girona oyendo las historias de los tres hermanos Roca, y tenerles tan presentes como referente también influyó sin duda en la elección del tema.
Todos tenemos una relación muy personal con la comida, pero yo entendí pronto que la alta cocina es un mundo diferente. En él no es suficiente con dar de comer bien, sino que se ha de sorprender al comensal. Es esencial que cada plato tenga detrás una historia y, para contarla, es muy importante lo que comes, cómo lo comes y por qué lo haces.
Tener la oportunidad de co-crear con los hermanos Roca y de conocer su proceso creativo en el Roca Lab me hizo entender la comida como un medio de expresión. El poeta italiano Marinetti decía que la gastronomía es una de las dimensiones del arte, y yo no pienso llevarle la contraria a un poeta. La experiencia con ellos me hizo comprender que el proceso creativo va más allá de las etiquetas de diseñador, cocinero, artista o pastelero. Tendemos a etiquetarlo todo, y quizás sería más interesante definirnos por lo que podemos y queremos hacer. La verdadera belleza está justo en la intersección de las etiquetas que nos autoimponemos.
Uno de los proyectos más destacables que creaste para el famoso restaurante fue el Càlid bowl, un cuenco hecho a partir de materiales activos que reaccionan a la temperatura, haciendo que el bol se abra como una flor en primavera. Se trata, sin duda, de un elemento transformativo en lo que a la experiencia del comensal se refiere. Cuéntanos, ¿qué papel juega la presentación de los alimentos en la percepción de la comida?
Pongamos un poco de contexto. Cuando un comensal entra en un restaurante como el Celler y se sienta en una de sus mesas después de once meses esperando tras haber reservado, sus expectativas son cuanto menos elevadas.
El apetito puede ser una mera reacción fisiológica a un estímulo sensorial, predominantemente visual y olfativo, que activa nuestro sistema digestivo, y este a su vez activa nuestros sistemas límbico y cognitivo. Necesitamos que tanto la comida como el plato formen con delicadeza una poesía experiencial, pero es aún más importante conseguir que el comensal esté comprometido emocionalmente con el significado de lo que comerá.
Eso es lo que buscamos rompiendo con lo esperado, explicando la historia de la llegada de la primavera con una superficie viva que se mueve al ser servida ante el comensal. Es esa historia como parte inseparable del propio plato, contada esta vez a través de un material, la que nos ayuda a conmover y a alcanzar las expectativas emocionales de la persona que se sienta en la mesa.
Comentas que el diseño y el arte son elementos clave en la generación de pensamiento crítico, que pueden ayudar significativamente a mejorar el futuro de la alimentación. ¿Qué diseños u obras de arte consideras que han marcado un antes y un después en el futuro de la comida?
El movimiento de Eat Art, de la mano de Daniel Spoerri, abrió preguntas que han marcado a las siguientes generaciones: ¿qué es comestible? ¿Qué es arte? ¿Cuál es la base de la dieta humana en cada cultura? Temas de investigación que Antoni Miralda ha seguido en su constante exploración de las culturas, sabores y saberes populares.
Algunas obras más controversiales como Freedom Fries de Yoshua Okón, o los uniformes militares de carne de Dimitri Tsykalov, que manifiestan un claro enfrentamiento a la realidad en la que vivimos.
Por otro lado, la conciencia de los problemas de hoy nos conduce a innovaciones como las de Solar Foods, quienes generan ‘clean proteins’ a partir de energía solar, agua y microbios. También nos lleva a acciones de profundo cambio social mirando siempre hacia el futuro, como las que propone el Foro Rebirth, liderado por el Tercer Paraíso, a partir de la fundación de Michelangelo Pistoletto, que une a representantes de instituciones a trabajar conjuntamente y comprometerse a un cambio activable y real a través de la demopraxis.
Recientemente has participado en la charla Foodism de la segunda edición de Foodture, summit en food design, food tech y food social. Una de las cuestiones que se han discutido durante la sesión ha sido cómo el food design puede ayudar a la humanidad a enfrentarse a las dificultades y retos de la sociedad actual, pero que, como comentas, se trata de un largo proceso con muchos pasos. ¿Cuáles son algunos de estos primeros pasos que ya se podrían empezar a implementar?
Pues esa es justo la pregunta que nos hacemos y a la que estamos dedicando horas de investigación en mi estudio, junto con Plat y otros agentes del sector. Hemos detectado que uno de los primeros pasos es ayudar a que todos entendamos la urgencia de actuar. Cambiar el mundo es una promesa abstracta, intangible y vacía de contenido en sí misma. Por eso es necesario dibujar una ruta clara a través de la conciencia, la empatía y la colaboración. Valores necesarios para dirigirnos hacia la emergencia climática, como se define muy bien en el Everything Manifesto de nuestros amigos de IAM (Internet Age Media).
El food design es un campo muy amplio. En mi opinión, la base es ser crítico con el propósito de lo que hacemos a la hora de decidir estos primeros pasos. Si diseñamos rigiéndonos por el mero capitalismo, alejado de una necesidad real, volveremos a repetir errores. Una de las claves podría ser dejar de diseñar productos y empezar a diseñar sistemas y comportamientos que permitan a la gente tomar mejores decisiones colectivas. Este sería un gran primer paso para generar cambios reales.
Una iniciativa como Foodture, que justamente plantea el futuro de la alimentación, te hace cuestionar cómo serán las cosas de ahora en adelante con el Covid-19. Por eso, como expresaste en la charla, se hace necesario replantear los nuevos eventos en el mundo digital, puesto que funcionan de un modo totalmente distinto a los físicos. ¿Crees que de ahora en adelante lo digital será la nueva norma? ¿Cómo crees que afectará a los eventos gastronómicos, acostumbrados a ser en físico?
No creo que el mundo digital y el físico estén tan divididos como pensamos. Desde el momento en el que el móvil se convirtió en una extensión de nuestros recuerdos, interacciones y aprendizajes, vivimos en un mundo híbrido cuyo potencial está aún por explorar. Este nuevo mundo, no tan nuevo, nos permite cruzar las fronteras entre sectores y las de los países con menos recursos, trabajar colaborativamente y más inclusivamente y, en definitiva, superar mayores retos.
Está claro que no podemos sustituir las interacciones físicas por las digitales, pero el problema es de base. Tenemos que empezar por borrar esta dicotomía de nuestras mentes, pensar y generar el cambio desde este nuevo sistema híbrido en el que decidimos escoger lo mejor de cada campo. Y un buen ejemplo de eso está siendo la gastronomía.
A la vez que la hostelería y los eventos gastronómicos se ven duramente afectados, aparecen iniciativas como Too Good To Go, en la que se aprovechan los excedentes de cada tiempo de comida, o Phenix, en la que pequeños comercios, cafés y restaurantes pueden vender el exceso de materia prima que no podrán utilizar. De la adversidad están emergiendo iniciativas sociales como Health Warriors o Food for Good, como pudimos ver en el pasado evento de Foodture. Y nos estamos permitiendo un cambio de mentalidad y de modelos de consumo, como proponen Oceans 52, Ecoalf, o como exploran en Roca Recicla.
Los eventos gastronómicos tendrán que ser más creativos y resilientes que nunca. Tendremos que aprender a movernos en un nuevo terreno de juego que esperamos que sea transitorio. Aún no conocemos esta famosa nueva normalidad, ahora es una nube de posibilidades abierta a ser subvertida hacia futuros mejores, con sistemas regenerativos, inclusivos y colaborativos. Considero que este es un momento complejo pero privilegiado para repensar estos sistemas.
“Cambiar el mundo es una promesa abstracta, intangible y vacía de contenido en sí misma. Por eso es necesario dibujar una ruta clara a través de la conciencia, la empatía y la colaboración.”
También mencionaste que estabas trabajando en un evento con Food Cultura que se realizará de manera híbrida. ¿Nos podrías comentar más sobre este evento? ¿En qué consistirá?
Juemai, objetos en diálogo es una acción artística que nace durante el Covid-19. Un proyecto participativo, internacional y online en el que se combina investigación, creación y diálogo a través de nuevas narrativas. El concepto nació durante el primer confinamiento, cuando Antoni Miralda y Montse Guillén nos propusieron diseñar juntos una acción en torno a una selección de objetos del archivo de la Fundación Food Cultura, objetos siempre vinculados a la alimentación, el ritual y la iconografía de la cultura popular.
Se trata de una acción en la que invitamos a individuos transdisciplinares de diferentes edades y países a desconectar de sus vidas humanas y transformarse en esos objetos. Desde la empatía con un objeto y a lo largo de la acción, que dura aproximadamente una semana, pasan por una fase más introspectiva de autoconocimiento de forma individual del objeto y una fase más dinámica y romántica, o no, como parejas de objetos, siempre en formato online.
Es interesante lo inmersiva que puede llegar a ser una acción digital, y lo emocionante que puede ser la vida de un objeto. Ahora estamos ya en la tercera edición, con muchas ganas de descubrir los romances.
El arte juega un papel fundamental en la realización de tus proyectos. Esto se puede ver por ejemplo en Awake, una serie que nace como reacción a la situación actual y que pretende generar un diálogo acerca de la responsabilidad y el papel de los ciudadanos ante la pandemia. El elemento protagonista de la serie son las palomitas. ¿Cómo se relaciona este alimento con la crisis global que estamos viviendo?
Utilizo las palomitas como un símbolo de transformación en estos tiempos de cambio y dificultad. En esta serie, los objetos están recubiertos de ellas, comunicando la capacidad de transformación que tienen o pueden llegar a tener. Entendiendo los objetos triviales como herramientas para un fin, se destaca el potencial inherente a las acciones y decisiones diarias que tomamos, el término ‘entelequia’ del que hablaba Aristóteles. Entender nuestro mejor potencial y reflexionar en las marcas que consumimos, las plataformas a las que cedemos nuestros datos, o las fuentes de información en las que confiamos.
Gracias a la creciente implementación tecnológica estamos más conectados, con un sentido de comunidad cada vez más fuerte. Al mismo tiempo, esta sobreexposición a todo tipo de información nos insensibiliza a lo que pasa a nuestro alrededor. Sucesos pasajeros, efímeros, distantes a nuestra realidad.
Tras años de encontrarnos abstraídos, en un limbo de datos superfluos y verídicos, en un mar de fake news, memes y noticias sensacionalistas, no podemos creer todo lo que vemos. Mientras nos quedamos absortos haciendo scrolling down desde el sofá, también tenemos bajo nuestros pulgares más inspiración, acceso a información y por ende, más poder colectivo que nunca. Es tiempo de tomar conciencia. Awake es una llamada a la acción que reivindica la urgencia de despertar como sociedad e invita a los observadores a indagar más profundamente en las consecuencias de nuestras decisiones.
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El 2016 creaste el colectivo de arte Random Happiness junto a Gastón Lisak, Carlos J. Navarro y Daniel Armengol. La ‘felicidad’ es la herramienta principal que usáis como método revolucionario. ¿Cómo nació esta idea? ¿Cuáles son algunas de las situaciones de infelicidad que habéis podido transformar gracias a vuestro trabajo artístico?
La idea nos encontró tras muchas charlas en las que Gastón, Carlos y Dani se reunían para poner en común sus proyectos y darse feedback de forma colectiva. En ese momento estábamos trabajando en una de las primeras obras que hicimos como colectivo, Believe in Your Feed, con la que seguiremos experimentando durante nuestra próxima residencia en Planta Uno.
Aunque muchos asocian Random Happiness con el objetivo de ser felices en esta vida, no pretendemos entretener ni ser coaches emocionales. Trabajamos la felicidad como una herramienta revolucionaria para el cambio, como un disparador de creatividad, capacidad crítica, inspiración y agitación. Creo que para entendernos un poco más en profundidad lo mejor es leer nuestro manifiesto.
La verdad es que durante estos años hemos aprendido de situaciones muy dispares, desde impartir un taller en la Tate Modern de Londres, exponer en el Teatro Alicia Alonso de La Habana junto a Pistoletto, o hasta crear un captcha analógico para reflexionar sobre la condición del ser humano en el mercado negro Yami-ichi en Matadero Madrid. Sin duda alguna, es un espacio de experimentación que nos ayuda a investigar y compartir constantemente desde el arte, la educación y la crítica.
Como se puede ver, tu creatividad no solo se limita al ámbito de la alimentación. También has creado Liza Cocö, una marca de joyería que conecta a las personas con el arte a través de piezas que denominas ‘esculturas ponibles’. ¿Qué te impulsó a crear tu propia línea de accesorios? ¿Cuál es la inspiración detrás de tus creaciones?
Todo empezó con una obra con la que tenía un presupuesto y un tiempo muy ajustados, y no encontraba a nadie que se atreviera a producir mis diseños fuera de lo común. Así que de forma autodidacta empecé en mi casa con un soplete y cuatro herramientas. Rápidamente me enamoré del metal para tangibilizar mis diseños. Descubrí un lienzo en blanco que interactúa con nuestro cuerpo y puede romper los estándares de belleza que dictan las modas. Y claro, sentí que debía especializarme, mejorar en la técnica y seguir formándome a otro nivel.
Liza Cocö es como mi alter ego, el que va más allá de la belleza estética que supone llevar una joya con una belleza intelectual que aún no está tan instaurada en el sector. Todas las piezas tienen un concepto detrás. Algunas hablan de la naturaleza de nuestros comportamientos, con piezas que juegan con el sonido que entra por nuestras orejas. Otras rompen con las etiquetas de pulsera/collar/ pendientes proponiendo nuevas categorías, y otras trabajan junto a dispositivos como el móvil y los auriculares como extensiones de nosotros mismos.
Intento expresar mis reflexiones con piezas que puedan ser llevadas. El arte no se encuentra solo en museos y galerías, ni en las paredes de las calles. Hay quien lo lleva y lo usa, con una funcionalidad o no.
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Liza Cocö - Photography by Denisse García. Model Ami Schreien, Make up by Sara G. Trafach
Otra de tus muchas labores es impartir clases y talleres en Elisava, Tilburg University y HIT (Holon Institute of Technology), entre otros centros educativos. Cuéntanos, ¿cómo está siendo dar clases en la nueva normalidad? ¿Qué nuevas herramientas o métodos te has visto obligada a implementar debido a la pandemia?
Está siendo un verdadero reto. En algunos programas como el Study Abroad de Elisava, al que le tengo mucho cariño, el factor situacional es una gran parte de la experiencia. Es un curso en el que estudiantes de diferentes partes del mundo, con perfiles muy dispares, pasan uno o dos semestres descubriendo (o redescubriendo) qué es el diseño, a la vez que viviendo la experiencia Barcelona. Confío en que volveremos a poder hacer clases presenciales, y mientras tanto estamos explorando el terreno digital.
Por otro lado están, como comentábamos, las experiencias gastronómicas y las mil posibilidades que se están abriendo en ese campo. Surgen cada vez más herramientas online, open source o accesibles, que se adaptan sorprendentemente bien al proceso creativo colaborativo, como whiteboards, triggers o dinamizadores, gestores de tiempo, etc. Los sistemas educativos están cambiando y evolucionado desde esa enseñanza unidireccional a la que estábamos mal acostumbrados. Nuestras habilidades tecnológicas y nuestra capacidad de procesar información, así como los ritmos y tiempos de concentración, han cambiado. Ya no se trata solo de enseñar contenidos, el reto está en cómo podemos enseñar a aprender y a pensar, en cómo puede la inspiración llevar a la innovación regenerativa, o en cómo podemos fomentar la conciencia crítica, individual y colectiva, para diseñar los futuros en los que querríamos vivir.
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Playful Nori – Photography by Mathiew Jonas Phillip, Chef Gabriela Guiomare, Hand model Ariadna Soto
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Pleasure: The future of food x Random Happiness - Photography by Amanda Puig, Model Sara G Trafach
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Pleasure: The future of food x Pistoletto - Photography by Amanda Puig, Make up by Sara G. Trafach, Model Ventura Portavella
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