“Dedicada a todos los que se les pudrirá el cerebro antes que el corazón”. Con esta demoledora frase empieza Vortex, el último largometraje de Gaspar Noé, que hemos tenido la oportunidad de ver en la última edición del Atlàntida Mallorca Film Fest y que llegará a Filmin el 7 de octubre. Un film triste y desgarrador que nos presenta, con una mirada casi documental, un tema muy poco tratado en el cine: la vejez.
Con una carrera tan inclasificable como polémica a sus espaldas, el director presenta ahora su película más vulnerable y emotiva. Un retrato sobre la senilidad y todo lo que conlleva: cuidados diarios que merman los ánimos de cualquiera, la hipermedicación en un mundo obsesionado por vivir a cualquier coste, la aceptación del inexorable paso del tiempo, o la decadencia del cuerpo y la mente humanos.
“Hace 10 años falleció mi madre. Había tenido problemas de memoria durante bastante tiempo, pero el último año de su vida le diagnosticaron Alzheimer”, nos cuenta Noé. “Los últimos 6 meses fueron muy complicados para mi padre, que se ocupaba de ella. Yo estaba en París pero no paraba de ir para ver cómo podía tratar de aliviar la situación. Estuve viajando mucho y vi lo que era la senilidad de cerca”, sigue.
Aunque esa no fue su primera experiencia con la enfermedad. Ya de post-adolescente la había vivido con su abuela materna, “pero no de manera tan cercana”. Tras dos contactos estrechos con el Alzheimer y la senilidad, su alma cinéfila no pudo evitar preguntarse por qué no había más films que representaran algo tan universal como la vejez. “Al vivir esas situaciones me sorprendió que no hubiera películas sobre el tema porque son situaciones universales y muy comunes, muy frecuentes”.
“Películas sobre asaltos de bancos hay por todas partes, películas de espionaje, de asesinatos, o historias de amor baratas hay por todas partes… Pero hay muy pocas películas buenas que representen los dolores de la vejez”, comenta Noé. ¿A qué se debe? “Es un tema tabú comercialmente porque creo que envejecer es el mayor temor de la gente”, reflexiona el director. Sin embargo, “es lo que le va a pasar a todo el mundo”, nos recuerda.
En Vortex, el retrato sobre esta enfermedad cruel lo protagonizan los brillantes Dario Argento, uno de los mayores representantes del género giallo y mundialmente conocido por su icónico film Suspiria, y Françoise Lebrun, veterana actriz francesa con más de una treintena de títulos bajo el brazo, entre los que se encuentran La mamá y la puta, de Jean Eustache. Noé tenía clarísimo que quería trabajar con ambos, aunque convencer al director italiano fue un pelín más complicado.
“Una vez que había convencido a la actriz que yo más deseaba, que era Françoise Lebrun, me tocaba ver quién podía hacer del hombre que no podía manejar la situación, que es su marido. Y el primero que se me ocurrió fue Dario Argento”, dice. “La verdad que no tenía ninguna otra idea buena”, confiesa entre risas. Y los astros le sonrieron. Debido a la pandemia, Argento tuvo que posponer el rodaje de la película en la que se disponía a trabajar y, además, como Noé es amigo de Asia, la hija del director, entre los dos pudieron convencerle. “También aceptó porque, como él no es actor, le dije que no le iba a dar texto escrito e iba a improvisar sus diálogos”, lo que hizo que se sintiera más “cómodo”. Y el resto es historia.
Aunque el germen de este film llevara casi una década en la cabeza del director, no fue hasta que llegaron las restricciones a causa del Covid-19 que se planteó hacerla. “Hace un año, mis productores me preguntaron si se me ocurría una película con dos o tres personajes que se hiciera con un decorado único y durante el confinamiento”, explica Noé. Les dijo que sí de inmediato, que “había un tema que conocía bien y que me gustaría hacer un melodramón casi tipo documental”.
Sin embargo, a pesar de conocer el tema de primera mano, “no quería que se acerque mucho a mi propia existencia”. Así que redujo la familia a lo ‘mínimo’ (padre, madre e hijo, cuando Gaspar también tiene una hermana, por ejemplo) e hizo un solo decorado, un apartamento en París donde pasa casi la totalidad de Vortex (cuando él estuvo viajando constantemente entre la capital francesa y Buenos Aires). Aunque sí usó algunos recuerdos dolorosos para crear algunas de las escenas más exasperantes, como una donde la madre baja a hacer un recado y pierde completamente la noción sobre quién es, dónde está o hacia dónde va.
“A mí me pasó que me había ido a un salón de té con mi madre”, recuerda todavía angustiado Gaspar. “Fui 30 segundos a mear y cuando volví había desaparecido, y desapareció todo el día. Volvió por la noche a casa pero no tenía ningún recuerdo de dónde estuvo ni cómo volvió a la casa ni nada. Viví un día de terror con mi padre llamando a la policía, a los hospitales…”. Una anécdota que quedó en un susto, por suerte.
Es duro hablar de temas tan íntimos y personales, abrirse en canal ante un público que puede juzgar no solo tu obra sino también tu vida. Y más cuando el tema se ha visto poco en la gran pantalla y es incómodo de ver, de hablar y de vivir. Como resalta Noé, hay poquísimos films sobre la vejez. “Quizá Umberto D., de Vittorio De Cica, que es muy buena, y alguna que otra película japonesa” comenta. También incluye en la lista Away from her, de Sarah Polley; The Father, por la que Anthony Hopkins ganó el Oscar al mejor actor, y Nader y Simin, una separación, dirigida por Asghar Farhadi. Y Amour de Michael Haneke, por supuesto.
“Cuando estaba ayudando a mi padre a manejar la situación con mi madre en Buenos Aires, volví a París para ir al Festival de Cannes” explica Noé. “Fue el año que ganó Amour. Vi la película y, por supuesto, me tocó mucho porque estaba viviendo una situación más o menos similar. Lloré muchísimo, y me alegró que la película ganase la Palma de Oro y que después haya ganado otros premios y haya funcionado comercialmente. Mi madre falleció 2 meses después…”.
Tal vez no te estén entrado ganas de ver Vortex. Normal, lo entiendo. ¿A quién sí? Pero hay que hacerlo. Hazlo. De verdad. Es dura, sí. Es triste, también. Pero cuando acaba, coges el teléfono corriendo y llamas a tus seres queridos para hacerles saber que les quieres, que estás y estarás allí para lo que necesiten. ¿Y no es necesario, a veces, recordar que estamos vivos? Y sobre todo, ¿que vivir es maravilloso, a pesar de todo lo malo que también conlleva?