El autocuidado, el trabajo o la creatividad son algunos de los pilares sobre los que se construye el proyecto vital de Alfred, quien recurre a su experiencia con el propósito de “ayudar a que la gente que no sabe lo que le pasa pueda ver que no está sola”. Y es que el hecho de que un artista conocido como él hable abiertamente de salud mental no es algo habitual, en un momento en el que las conversaciones tienden a estancarse en una acepción oxidada del éxito de acuerdo al número de reproducciones de un single o las polémicas que nacen y mueren al poco tiempo en las redes sociales. “No se puede hablar de ansiedad, de depresión o de estrés sin haberlo vivido antes y haber ido a un médico”, añade el joven cantante y compositor, quien reconoce haber aprendido a separar su vida artística de la personal. “Intento no ser hipócrita, que es fácil serlo cuando eres una figura pública”.
Ahora, con su segundo álbum terminado y entregado, regresa con más fuerza que nunca haciendo del conocimiento y la curiosidad sin límites sus mejores aliados. Acompañado del director Eduardo Casanova, de quien admira su intuición y cuestionamiento constante, presenta su nuevo videoclip, Toro de cristal. Una pieza mucho más madura con la que inaugura una nueva etapa en su evolución artística. “Las experiencias nuevas son un reto y un estímulo para continuar aprendiendo”, sentencia.