De sus espectaculares creaciones a su calidez humana, son incontables las reacciones positivas que el nombre de Ernesto Naranjo provoca cuando aparece en una conversación. Y es que el diseñador originario de Pilas -un pueblo de Sevilla que, pese a no representar la esencia de su marca, continúa siendo una de las sedes principales de su firma-, no deja de reivindicar el trabajo duro, la humildad y el apoyo entre compañeros como los verdaderos pilares del éxito profesional (y personal). Graduado por Central Saint Martins, donde coincidió con diseñadores como Masha Popova o Chopova Lowena, y después de haber trabajado en Balmain o Maison Margiela bajo la dirección de John Galliano, el creativo andaluz no deja de consolidarse como una de las grandes apuesta de la moda española.
Prefiere el día a la noche, entiende la familia como una comunidad y trabaja a caballo entre Madrid y su pueblo natal, Pilas. Ernesto habla claro y no tiene reparo a la hora de sincerarse acerca de sus debilidades, algo infrecuente en una industria donde el reconocimiento de las flaquezas tiende a ser visto como una potencial amenaza. “Es algo que me cuesta, pero lo estoy buscando”, comenta sobre la importancia de hacer de una pieza, prenda o accesorio la bandera globalmente reconocible de su marca. “Por eso quiero hacer fuerza en la repetición”, añade. Una forma de entender la moda que aterriza de la mano de estilistas de confianza, como Stephania Yepes o Alicia Padrón, con quienes reconoce sentirse muy cómodo trabajando. “Es diferente el estilista que quiere ser diseñador del estilista que es estilista. Los últimos son los buenos, los que adecuan tu ropa a un concepto o un tema”, explica sobre los agentes encargados de configurar los looks partiendo de sus prendas.

Habiendo presentado su trabajo en Londres, París o Madrid, tiene claro que el reconocimiento de España como capital internacional de la moda pasa por la internacionalización. “Al final, una fashion week es una feria de muestras. Con luces y purpurina, pero es una feria de muestras y estamos para vender”, comenta sobre estas plataformas que han llegado a anteponer el entretenimiento al negocio. Ahora, el joven diseñador trabaja en su próxima colección, mientras nos adelanta que su incursión en la moda masculina está cada vez más cerca. “Quiero un señor mayor, canoso; como mis mujeres, pero en hombre”.
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Ernesto, el confinamiento lo pasaste en tu pueblo, Pilas, donde reconocías haber podido seguir trabajando. Pero, ¿dónde estás ahora?
Sigo en mi pueblo, en Sevilla, horroroso (risas). Yo pensaba que estaba acostumbrado al calor, pero he visto que no. Me vine a mitad de julio y ahora ya me vuelvo a Madrid, que estoy con la colección nueva. Como este año he estado dando muchas clases en Madrid y el taller lo tengo aquí, no he podido venir tanto.
Imagino que entonces te veremos presentar colección próximamente, ¿no?
Estoy trabajando en la colección de verano. Por la situación que he tenido, que estoy entre Sevilla y Madrid, ha sido un poco complicado este año para mí. No tanto por la pandemia, sino por el hecho de tenerlo todo repartido. Creía que iba a ser más fácil, pero ha sido complicadísimo. Ya tengo estudio en Madrid y traslado allí la parte más creativa, pero a mis mujeres de aquí no las quiero dejar. La producción la seguiré haciendo en Sevilla, y los prototipos en Madrid. Eso es lo que tengo planteado ahora.
No debe ser fácil tener la actividad descentralizada. ¿Cómo ha sido tu día a día en las últimas semanas?
Hemos estado materializando los looks en esta última etapa. Yo no pienso looks, sino prendas; luego viene el estilista con el que trabajo y se encarga de montarlos. A mí me gusta trabajar con prendas porque es lo que al final el cliente ve en la percha. El look completo en la pasarela te puede parecer maravilloso, pero si lo desgranas y te aparecen varias prendas y no tienen fuerza, pues no me sirven de nada. Por eso a mí me gusta pensar en prendas que luego entre sí funcionen juntas, o con otras. Muchas de las piezas vienen de temporadas previas y se desarrollan de otra manera. Al final nosotros somos marca joven y hay que intentar repetir. A mí la repetición me gusta porque, al final, el mensaje se le queda mejor a la clientela: tipo de formas, de terminaciones, de colores, etc. Hay que meter alguna repetición porque si no el mensaje se difumina.
Basta con ver a las marcas que han hecho de un ítem concreto su pieza estrella. Telfar y su más que codiciado bolso, sin ir más lejos.
Eso es. A mí es algo que me cuesta, pero lo estoy buscando.
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¿Cuál dirías que es tu prenda más reconocible?
No la tengo. Tengo cosas como los bajos terminados en pico, pero no hay un accesorio, o un zapato. Sobre Sies Marjan, Nicole Phelps (Vogue) dijo que su cierre era una consecuencia directa de no tener una prenda o producto icónico como marca. Eran looks muy guays, pero no lo tenía. Y yo me veo muy parecido en ese sentido. La gente sabe perfectamente lo que hago, pero es cierto que no hay un producto o un estampado. Por eso quiero hacer fuerza en la repetición. Jacquemus tienen el bolso pequeñito, Charlotte Knowles los corsés, Chopova Lowena las faldas, etc. Tal vez yo no sea capaz de ver lo mío porque estoy metido dentro, pero me cuesta encontrarlo.
O Paula Cánovas del Vas.
¡Sí, con los Diablo!
Hablabas hace un momento de la labor del estilista en tu proceso creativo. En tu anterior colección trabajaste con Stephania Yepes, conocida por hacer de la moda un lenguaje propio cargado de significado. ¿Cómo fue el proceso desde que decidisteis colaborar hasta que lograsteis materializar la idea original? ¿Hubo conversaciones previas o fluyó orgánicamente?
Hubo conversación previa. Yo hago las prendas en el taller, un fitting con modelos y planteo unos looks iniciales; lo que yo querría. Pero después, cuando hablo con Stephania, se plantean muchas cosas nuevas. Del casting al pelo y maquillaje, la temática… Yo trabajo sobre un concepto, pero tiende a ser muy abstracto. No recurro al mar o al siglo XVIII, por ejemplo. Normalmente, cuando trabajo con estilistas, me dicen que es muy fácil porque les dejo libertad absoluta de movimiento. Tuve una experiencia con un estilista en Londres que no me gustó nada porque quería cambiar mis prendas. Yo tengo unas formas y unos volúmenes muy específicos en mi marca, y si empiezas a cambiármelos y hacerle a las prendas cosas extrañas, no funcionan. Eso es diseñar, no hacer un estilismo. Es diferente el estilista que quiere ser diseñador del estilista que es estilista. Los últimos son los buenos, los que adecuan tu ropa a un concepto o un tema. Con Alicia Padrón o con Stephania, con quienes ya he trabajado, lo hacemos así y funciona muy bien. En general trabajo mejor con mujeres, nos sé por qué; creo que tienden a entender mejor el mensaje que doy. Me da la impresión de que, sin querer generalizar, el chico estilista o lo sexualiza un poco más, o lo hace muy fashion. Y hablo desde mi experiencia. El proceso es muy libre, ellas son a veces quienes eligen al fotógrafx, o a la persona que hace el vídeo. Ellas tienen también a las personas en las que confían, entienden mi marca y saben lo que quiero. Y lo que funciona. No por ser estilista tienes que tener siempre el mismo estilo, tienes que saber adaptarte a lo que te pide la marca. Y con ellas dos, todo es maravilloso.
Tu última colección, 007 Otoño-Invierno 2021, fue muy bien acogida por la crítica. Incluso Vogue Runway hizo una reseña de la misma, destacando tu compromiso con la inclusión, tu firme apuesta por la sostenibilidad y tu conexión con tus raíces. ¿Sobre qué pilares se construye tu filosofía de marca? ¿Sientes que la prensa y tu clientela ha sabido leer tu mensaje?
Sí, siento que la prensa me ha tratado bien. Aquellos que me han hecho entrevistas ha sido porque realmente les ha interesado, entonces creo que han cogido muy bien el mensaje. Es cierto que mi marca siempre la he definido como muy familiar, pero no es solamente relacionado con mi familia, sino en el sentido de comunidad. De grupo de gente que nos conocemos y trabajamos juntos muy bien, sin caer en el tópico de moda estereotipada de que haya que salir por la noche para conocer gente que te ayude. Yo soy muy de día, de trabajar y currar mucho. Soy de pasarlo bien, pero sin sufrir. No me gusta sufrir porque no tengamos tiempo, por ejemplo. O con el dinero, he intentado no sufrir demasiado porque soy de una mentalidad a lo mejor un poco antigua y prefiero no arriesgarme mucho; y posiblemente eso es lo que ha hecho que no haya sufrido la pandemia tanto como otrxs, porque no he hecho inversiones gigantes. He intentado siempre mantenerme ahí, intentando crear comunidad, tratando bien a la gente. En relación al ADN visual de la firma, es muy artístico. Mi mundo es muy abstracto en determinados momentos y puede haber conceptos que no se entiendan. No busco que cada colección tenga un título, es algo vivo que se desarrolla paulatinamente, y no siento la necesidad de ponerle nombre a las cosas. Y casi que temporadas tampoco. Hago lo que me apetece.
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A veces da la sensación de que la única forma de sorprender es a través de una historia completamente renovada. Como si volver al pasado, aunque sea con el propósito de mejorarlo o reinventarlo, fuese sinónimo de falta de ideas.
Efectivamente, es como, ¿y ahora qué te cuento? Yo obviamente tengo mi inspiración, mis referencias, todo. Pero cuando veo mis paneles digo, ¿qué saco de aquí? Ahora tengo a Tina Turner en la cabeza porque me gusta y llevaba trajes de pico, los cuales yo ya hacía sin saber que ella los llevaba. Y al haberlo descubierto, me he obsesionado mucho de su energía, aunque estéticamente no sea Ernesto Naranjo. Lo que hago es mezclarlo con otras referencias y personajes, no tiene por qué haber una conexión directa. Por ejemplo, Peggy Guggenheim. O incluso Nathy Peluso. Son tres mujeres que en su momento han contado cosas muy importantes, aunque estéticamente no tengan nada que ver. Mi madre, que es periodista, me decía que tenía que buscar cierta conexión porque me iba a ser más fácil a la hora de contarlo.
Aunque por lo que dices, los medios parecen captar la esencia de tu propuesta pese a lo abstracto de la misma.
Sí. Es cierto que el tema de la familia en ocasiones se representa de forma muy obvia: mi tía, mi abuela, etc. Son mi inspiración y lo siguen siendo, pero si tu lees mi bio en mi web, es más en sentido de comunidad y apoyo, como te decía antes. Al final, la moda es una cadena, y si se suelta un agente, no funciona. Yo al final dependo de mis costureras, de las personas en prácticas, de mi madre que me da apoyo mental y de mi padre que me da de comer. (Risas). No me puedo olvidar de nadie y ese núcleo familiar se traslada a todo; incluso a la prensa. Los diseñadores, en general, no hablábamos hasta hace poco de nuestra gente, de nuestro equipo.
La colaboración y el apoyo entre compañeros parecen ya no ser una opción, sino una necesidad.
Totalmente. No me interesan los mundos oscuros de la moda, no me apetecen. Soy muy feliz haciendo lo que me gusta. Las empresas, las que no son de moda, trabajan con el dinero que les entra. Y no me sale hacer otra cosa, así de claro.
¿Y cómo valoras las relaciones entre compañeros de profesión en la escena de moda nacional? ¿Hay mucha rivalidad?
Siempre hay caracteres difíciles, pero yo hablo con todo el mundo (risas). Gente con personalidad más cortante o complicada. Pero me llevo bien con casi todxs. Si queremos que Madrid tire para adelante como núcleo de moda, tenemos que apoyarnos entre nosotros. Y si tengo que hacer una colaboración con otro diseñador, pues la haré, y no pasa nada. Esta cosa de estar por encima del otro porque llevas más años… No es así. Yo por ser joven lo he visto algunas veces. Había una jerarquía y creo que se está rompiendo ya, menos mal.
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¿Qué entiendes tú por diseñador joven? ¿Tienes en cuenta la edad del creativo, el tiempo que tiene la marca, la experiencia…?
Yo llevo tres años con mi marca en sí. El tema del diseñador joven tiene cosas positivas y negativas, por lo que han querido que represente el término. El diseñador joven es el loco del tarro que acaba de salir de la universidad, que no tiene ni idea de empresa y está probando. Alguien en quien no se confía demasiado y que parece que está soñando. Eso es lo que a mí la prensa, o las empresas, me hacen llegar como significado de diseñador joven. Se le da mucho más peso a las personas que llevan mucho tiempo subidos a la pasarela, y no me parece mal. Pero creo que también hay que ser críticos con esa gente si hacen una colección que no está bien, o si hacen algo que no es aceptado socialmente ahora. Si me meten cosas de racismo, de religión o lo que sea, hay que decirlo. No vale callarse porque sea no sé quién. Hay veces que eso no se hace porque forman parte de los núcleos fuertes de la moda. A mí me encantaría que en España hubiese más periodistas que, sin criticar, hablasen y lo pusiesen en la palestra. Que hagan preguntas. España no está para que nos critiquemos, tenemos que apoyarnos porque no estamos al nivel de París o de Londres, donde se puede criticar porque hay mucha gente para criticar. Pero creo que tenemos que ser conscientes de lo que hacemos bien y lo que hacemos mal.
¿Qué le falta a Madrid para entrar a jugar en primera liga y convertirse en una capital de moda dentro del circuito internacional?
A mí de lo de entrar en el circuito me da un poco igual. Si tú haces una proyección buena, haces unos desfiles buenos, lo que hacemos hasta ahora, el problema es cómo se internacionaliza. Hasta London Fashion Week, que es potente y va prensa internacional, hace un showroom común en París. Cogen un espacio enorme y presentan a gran parte de los diseñadores que participan en Londres. Evidentemente es mucho dinero, una inversión, pero yo prefiero que haya un Madrid Showroom en París, por ejemplo. No me sirve de nada que se invite a venir aquí a gente a la que no le interesa ni conocernos. Si yo no llego a tener conexión directa con el comprador, no me sirve de nada. Yo creo que lo importante es que nuestras prendas se vean fuera, para vender. Al final, una fashion week es una feria de muestras. Con luces y purpurina, pero es una feria de muestras y estamos para vender. Si no vendemos, no sirve de nada, es puro entretenimiento. Por ejemplo, Estocolmo lleva unos años siendo muy fuerte, ¿por qué? Es cierto que yo veo una estética común entre diseñadores y sabes qué te puedes encontrar, y en Madrid no lo veo. No lo sé.
Exactamente lo mismo que con los ítems de los diseñadores de los que hablábamos. Algo reconocible y único.
¡Sí! Yo allí veo una conexión.
¿Y hay algún joven diseñador español cuyo trabajo destacarías?
Rubearth me parece muy guay, muy fresco. Y él me pareció una persona súper transparente. Me apetece lo que hace.
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Si tu marca fuese un color, ¿cuál sería?
Creo que fucsia. Aunque no lo uso mucho, pero por lo que representa.
¿Y un olor?
Jazmín.
¿Y un lugar? ¿Tal vez tu pueblo, Pilas?
No, Pilas es donde estoy, pero no es mi marca (risas). ¡Qué complicado!
Hace unos meses, reconocías querer adéntrate en el armario masculino. “Tengo que encontrar al hombre, a ese modelo que represente mi moda”, comentabas en una entrevista anterior. ¿Lo has encontrado ya?
Sigo en proceso. Quiero un señor mayor, canoso; como mis mujeres, pero en hombre. Un señor que sea como el marido de una de ellas, o su amigo. Mi abuelo era así, un señor canoso, alto, de pueblo. Quiero algo del estilo.
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