Ana Locking tiene la cualidad alquímica de transformarlo todo en moda: desde las historias más personales que buscan el lado emocional de la existencia, hasta sus preocupaciones más humanistas en defensa de oportunidades y concienciación social, racial y de género. Historias que han sido contadas en el momento exacto en que necesitábamos o debíamos escucharlas.
Sus colecciones son un disfrute para nuestros sentidos y una maravilla para los amantes de la sociología de la moda, porque su trabajo ha testimoniado importantes movimientos culturales y sociales a través de distintas expresiones artísticas que ha planteado inteligentemente bajo el espíritu de la denuncia y reivindicación. “Provengo de una clase social obrera, siempre he tenido muy presente, desde el primer momento que decidí formar parte de esta industria, que yo era una minoría y que iba a estar en colisión constante entre el establecimiento elitista de la industria del lujo de la moda y lo irreverente de mi condición social. Me di cuenta de que tenía que esforzarme mucho más para hacer las cosas”, nos cuenta.

Preachers & Believers (Spring/Summer 2018), por ejemplo, se lanzó cuando Donald Trump acababa de ser nombrado presidente. Ana Locking nos detalla cómo tuvo lugar aquella representación: “Entendía que la escenografía debía ser su cabeza rota y recompuesta como metáfora de cómo erigimos y destruimos ídolos, símbolo de la brecha profunda de crispación, discriminación social y racial que iba a generar en la sociedad de su país. Los nuevos predicadores televisivos eran esa tipología de político, y los creyentes eran los ingenuos votantes que los lanzaban al poder con falsas promesas que ni ellos mismos cuestionaban”.
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En Realness (Spring/Summer 2019) apostó por el voguing como baile subversivo, desafiante y queer, cuyas raíces nacen en la historia de la comunidad LGTBIQ+ afroamericana y latina. “En aquella ocasión llevamos esa energía liberadora e inclusiva del vogue a la pasarela. Convertimos el catwalk en el emblema de una escena alternativa y fieramente underground, la escena ballroom, con un comentator en su labor de host, al ritmo del micro y de la música, conduciendo toda la ball, y a un grupo de bailarines de diferentes países europeos, géneros y razas. Todo el show fue una celebración de identidades, inclusión, libertad y disidencia de los cánones establecidos como normativos”.

Recordando estos icónicos desfiles vemos que la esencia del discurso de Ana Locking mantiene la actualidad y solidez de sus inicios en 2008 –tras terminar su anterior etapa en Locking Shoking– trabajando por una moda inclusiva y comprometida que muestra la diversidad de cánones de belleza y del ser humano. Un esfuerzo que ha sido reconocido recientemente con El Premio Nacional de Diseño de Moda, concedido por el Ministerio de Cultura, destacando además su talento para enlazar el diseño con otras expresiones artísticas.

Su instinto para anticiparse a su propio entorno, en una industria a veces demasiado abigarrada, hace que su trabajo siga siendo un soplo de aire fresco a la hora de crear tendencias y vías alternativas tanto de comunicación como de investigación de materiales y mezclas de tejidos, siempre a favor de la experimentación. Y ahora que nos enfrentamos a nuevas formas de entender y comunicar las colecciones, hablamos con Ana Locking sobre este punto de inflexión y lo que viene.
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Has crecido rodeada de telas y patrones, puesto que tu madre era modista. Posteriormente estudiaste Bellas Artes. Con este bagaje familiar y académico, ¿era inevitable dedicarse a la moda?
En el paso de la adolescencia a la madurez pasé por esa época extraña en la que las cosas se ven de una manera muy diferente a como son en la realidad, con sus aciertos y desencuentros. En aquel momento pensaba equivocadamente que la moda era demasiado frívola para ser un camino creativo lo suficientemente profundo como para ser una vía de expresión artística, y me decidí por estudiar Bellas Artes.
Posteriormente, el tiempo me quitó la razón para demostrarme que no hay caminos expresivos superficiales o frívolos, hay personas superficiales y miradas frívolas, pero la moda podía ser perfectamente el lugar en el cual poder desarrollar mis necesidades creativas. No sé si era inevitable o no que el destino me devolviese la moda al lugar que merecía estar después de aquel rechazo, quizá sí, fue una buena lección que aprendí muy joven.
Cuando alguien recibe un premio tan significativo como el Premio Nacional de Diseño de Moda, dentro de una larga lista de galardones, de alguna forma puede invitar a la reflexión sobre todo el trabajo que ha habido detrás y hacer balance. ¿En qué momento te encuentras ahora?
Sí, efectivamente es inevitable hacer esa mirada atrás y ver que todas esas historias que hemos contado a lo largo de todos estos años cobran más sentido; es una manera de volver a disfrutarlas. La moda sufre de celeridad, y eso hace que los que la creamos no tengamos tiempo apenas para disfrutar de lo que hacemos. He tenido estos días un sentimiento muy gratificante, por lo disfrutón que ha sido echar la mente atrás y poder gozar desde la distancia de algunas de las historias contadas, en el momento justo en el que debían hacerse.
Este reconocimiento destaca tu habilidad para ligar la moda con los movimientos sociales. En The Dreamer (Fall/Winter 2017) implorabas la necesidad actual de soñadores, homenaje a Martin Luther King y los panteras negras. En The Thinker (Spring/Summer 2017) te inspirabas en aquellas personas que reivindicaban sus ideales y derechos en momentos convulsos. El contexto socioeconómico, político y cultural actual también está generando movimientos. ¿Está influyendo de alguna manera en tu creatividad?
Siempre ha influido. Siempre insisto a mis alumnos en la idea metafórica de que deben mirar siempre por la ventana, que nunca dejen de hacerlo. No importa donde estén ni lo que hagan, pero que no se miren al ombligo, que miren siempre al exterior, ahí es donde encontrarán el pulso social y cultural para el elemento creativo.
Provengo de una clase social obrera, siempre he tenido muy presente, desde el primer momento que decidí formar parte de esta industria, que yo era una minoría y que iba a estar en colisión constante entre el establecimiento elitista de la industria del lujo de la moda y lo irreverente de mi condición social. Me di cuenta de que tenía que esforzarme mucho más para hacer las cosas. Con el tiempo, creo que eso me ha beneficiado porque me ha ayudado a crear una fuerte ética de trabajo, sacrificio y disciplina, y esto es muy beneficioso para cualquier reto que te impongas en la vida, pero también tienes mucha presión autoinfligida.
A largo plazo te das cuenta de que no es una forma de vida muy saludable. A pesar de todo ello, la mía sigue siendo una carrera de fondo, y como en la fábula del escorpión y la rana, no puedo evitarlo, no puedo dejar de ser quien soy ni actuar en contra de mi naturaleza. Es como he aprendido a comportarme, y ahora creo que en esta colisión está la fortaleza de mi marca y mi estilo. Por un lado, mi empeño en sofisticar la realidad, y por otro, mi lado crítico e irreverente hacia el sistema.
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En relación con la pregunta anterior, ¿tus experiencias vitales también te han afectado en lo profesional? Hace poco publicabas que has vivido una etapa difícil. ¿De qué manera se refleja esto en tu trabajo?
Me he vuelto mucho más reflexiva, estoy cambiando los tiempos de maduración de las ideas y de desarrollo de las mismas. Quiero tener más tiempo para disfrutar de lo que hago, cambiar el ritmo frenético de la moda hacia otro ritmo más sensato, el que como en el arte, se pueda abrir un proceso de introspección más largo para que el resultado de ese proceso sean prendas más simbólicas y comprometidas con la idea.
Volviendo a tus inicios, Locking Shocking irrumpió en un momento muy creativo/explosivo  de la moda española. Era la generación de Davidelfín, Carlos Díez, Krizia Robustella o Ion Fiz. ¿Qué recuerdas de aquella época? No todos han sobrevivido laboralmente. ¿Cómo ha evolucionado el negocio desde entonces?
Había una conexión real entre algunos de nosotros, nos unían las ganas de arriesgar, descubrir, jugar con las ideas, llevar la moda a otro punto diferente, contar de otra manera, experimentar. No había redes sociales, por lo que la única manera de darte a conocer era la prensa escrita, y empezaba algo de prensa online, pero muy poco. Fuimos los primeros en introducir la videocreación en nuestro trabajo, cada desfile de Locking Shocking comenzaba con una fashion film cuando aún ni ese término existía. Fue una etapa muy experimentadora y enriquecedora
Los canales de promoción han cambiado por completo el juego, la manera de investigación también. Antes era todo analógico, la investigación y la búsqueda se realizaban a través de la consulta física en libros y catálogos. Ahora ni dios coge un catálogo de arte para saber de ese artista, solo los que pertenecemos a esa cultura escrita, poque nuestra cultura visual procede de esa forma de investigar.
Ahora que el sector está en reinvención, se habla de oportunidad para cambiar las cosas centrando el diálogo en la sostenibilidad y concienciación sobre el consumo. ¿Tu diálogo de 2020 sigue siendo el mismo que el de 2008, cuando empezaste como Ana Locking?
En su parte más sólida así es, mi preocupación más humanista en la defensa de la libertad de oportunidades y concienciación social, racial y de género sigue estando tan presente como al principio. Pero también hay una búsqueda personal hacia el lado más emocional de la existencia humana, con todo lo que ello conlleva.
A estas preocupaciones se van uniendo otras que vienen con los tiempos, y efectivamente, como bien dices, ahora el diálogo se centra en la sostenibilidad, el slow fashion y el consumo responsable. No podemos mirar hacia otro lado, hay que tomar una postura realmente comprometida y sensata respecto a ello.
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Tus colecciones presentan conceptos o hilos conductores muy potentes: La montaña mágica, que trataba sobre el colapso y la recuperación;  McGuffin y su guiño hitchconiano; Kaspar Hauser, que recuperaba aquel enigmático personaje del S.XIX, o la última presentada, A short story of Weird Girls, una colección que pone en valor lo excluido o lo diferente. Hemos visto un universo creativo de soñadores, marginados, vulnerables, cerebrales, ingenuos, sufridores…reflejando un amplio espectro de la naturaleza humana. ¿Cómo llegas a estas conceptualizaciones? ¿Cómo ligas el concepto a la prenda?
Lo primero que me encuentro es sometida a un caos creativo girando alrededor de mi cabeza, la idea principal y una multiplicidad de posibilidades en cuanto a su formato de desarrollo, pero sin una estética definida, solo son impulsos estéticos y emocionales. Pero a medida que profundizo en el tema, las piezas del puzzle, no se sabe muy bien cómo, se van ordenando y encontrando su lugar. La selección de tejidos, texturas y colores van respondiendo al lenguaje necesario para expresarlo. Luego las formas y siluetas del patronaje entran en la función haciendo su papel, y por último, todo lo demás remata este proceso: la escenografía, el estilismo, la música, los dossiers de prensa, etc.
Yo creo del caos al orden, finalmente es como cerrar un círculo en el que todo se da la mano para cumplir su función, la de remar en el mismo sentido con una misma idea que transmitir al público, para que el mensaje se entienda. Y si hay una buena conexión con el público, pues hasta se pueda llegar a emocionarse con ello.
A nivel de tejidos, siluetas y colores, tu trabajo tiene muchos contrastes: estructuras rígidas, amplios volúmenes, frunces, volantes, mezclas textiles inusuales como la lana plastificada, efectos a veces futuristas, a veces sobrios. ¿Cómo llevas a cabo esta experimentación? ¿Dedicas mucho tiempo a la investigación?
Cuando voy a las ferias de tejidos me gusta ir sola. Me obsesiono durante los tres días que dura en seguir a rajatabla mi planning. Primer día, tejidos prêt-à-porter y sostenibles; segundo día, tejidos de fiesta y fantasía; tercer día, búsqueda de nuevos materiales y desarrollos textiles de vanguardia. Me concentro por completo en ello y no pienso en otra cosa. El tiempo que estoy fuera de la feria, si estoy en París, por ejemplo, en Premiere Visión, no socializo, marcho al hotel a hacer balance de lo visto y preparar el día siguiente.
Soy muy obsesiva con este tema. Es muy complicado trabajar con tantos proveedores y recursos textiles, has de organizarlo bien no solo en cuanto a lo creativo, sino también en la práctica una vez llegan las muestras al taller. Ahí empieza lo más difícil, coordinar cada tejido para cada prenda y que todo guarde coherencia en esa variedad tan grande de texturas e la que me gusta trabajar.
Ahora que las puestas en escena han cambiado y dado que las tuyas siempre han sido muy transgresoras y vanguardistas, ¿cómo enfocarás la próxima?
Seguirán siéndolo, desde el mensaje hasta la realización del lenguaje, pero posiblemente cambie la manera de contarlo. Aún esta por ver qué sucederá, la incertidumbre que estamos viviendo sigue decidiendo muchas cosas en estos momentos.
Además de tu trabajo como diseñadora y profesora en el Centro Superior de Diseño de Moda de Madrid de la Universidad Politécnica. Pese a las limitaciones actuales, ¿sigues colaborando con instituciones culturales y organizaciones artísticas? ¿En qué proyectos estás involucrada ahora?
Hay dos proyectos que tengo una ilusión bárbara por presentar. Uno es un proyecto de interiorismo, se trata de la decoración integral de catorce apartamentos en Luxemburgo. Lo comenzamos hace un año y medio y es en lo que hemos estado trabajando desde el final del estado de confinamiento. Esperamos poder inaugurarlos para febrero-marzo de 2021.
El segundo es un proyecto con la institución cultural CentroCentro, del Departamento de Cultura el Ayuntamiento de Madrid, de la cual formo parte del comité asesor bajo la nueva dirección de Giulietta Z. Speranza. Estoy comisariando una exposición sobre la respuesta de la moda en los tiempos convulsos y de incertidumbre que nos rodea. Su título es #FireTalkWithMe, Recalibrando la manera de sentir, transmitir y comunicar moda.
Es una exposición audiovisual que trata sobre la manera en que la moda ha respondido a la situación de alarma provocada por la pandemia en el transcurso de los últimos diez meses, cómo ha sabido evolucionar y adaptarse a lugares creativos más sólidos, honestos y sinceros en respuesta a un momento de adversidad excepcional.
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