“Igual que hacemos gimnasia física para estar en forma en nuestro día a día, hay que practicar gimnasia mental”, enuncia rotundamente Alfred García, a quien conocimos cruzando la pasarela en 2017 en el programa de televisión musical Operación Triunfo. Sus declaraciones son contundentes, su discurso cristalino y su verdad abrumadora. Después de haber lidiado con los efectos colaterales del éxito y renegando en todo momento del victimismo, defendiendo que en todo momento “sabía lo que firmaba”, el artista catalán reaparece ahora en escena para presentar su nuevo single, Toro de cristal, acompañado de un impresionante videoclip firmado por Eduardo Casanova.
El autocuidado, el trabajo o la creatividad son algunos de los pilares sobre los que se construye el proyecto vital de Alfred, quien recurre a su experiencia con el propósito de “ayudar a que la gente que no sabe lo que le pasa pueda ver que no está sola”. Y es que el hecho de que un artista conocido como él hable abiertamente de salud mental no es algo habitual, en un momento en el que las conversaciones tienden a estancarse en una acepción oxidada del éxito de acuerdo al número de reproducciones de un single o las polémicas que nacen y mueren al poco tiempo en las redes sociales. “No se puede hablar de ansiedad, de depresión o de estrés sin haberlo vivido antes y haber ido a un médico”, añade el joven cantante y compositor, quien reconoce haber aprendido a separar su vida artística de la personal. “Intento no ser hipócrita, que es fácil serlo cuando eres una figura pública”.

Ahora, con su segundo álbum terminado y entregado, regresa con más fuerza que nunca haciendo del conocimiento y la curiosidad sin límites sus mejores aliados. Acompañado del director Eduardo Casanova, de quien admira su intuición y cuestionamiento constante, presenta su nuevo videoclip, Toro de cristal. Una pieza mucho más madura con la que inaugura una nueva etapa en su evolución artística. “Las experiencias nuevas son un reto y un estímulo para continuar aprendiendo”, sentencia.
Alfred, acabas de lanzar tu nuevo single, Toro de cristal. Un tema en el que la valentía se encuentra con el desafío ante la experimentación y lo desconocido que evidencia la fluidez de tu obra, quedando desvinculada de etiquetas y géneros musicales concretos. ¿Qué ha supuesto para ti? ¿Es éste un punto de inflexión en tu carrera?
Los puntos de inflexión no los decide uno mismo, pero sí que puede serlo en mi evolución artística. Salir de la zona de confort es siempre para mí el reto más ambicioso e interesante –como dice Antonio Escochotado, “nunca deberíamos olvidar la curiosidad y la valentía”– y no tiene nada que ver con el resultado cifrado que tenga finalmente el proyecto. Quería pasármelo bien haciendo un videoclip, aprender de ello y que, además de tener un fuerte y rico contenido narrativo y audiovisual, fuese una buena experiencia, como actor y como coproductor del vídeo. Las canciones, los ensayos, las películas o los poemas, son obras que cada consumidor moldea para hacérselas suyas. Cada mente es un filtro diferente donde la información se procesa dependiendo de la cantidad y de la calidad del contenido que hayas consumido, de tu experiencia y educación. También ha sido una apuesta personal, en la que al principio no todo el mundo estaba de acuerdo, pero que me han dado toda la libertad para realizarla. Esa es la auténtica libertad, que siempre debe ir acompañada de la responsabilidad y que siempre la dejamos un poco de lado (y más cuando se es joven) en el plano personal o colectivo. Pero eso es un detalle incidental del caso. La verdad es que este proyecto ha supuesto trabajar con uno de los creadores audiovisuales que más admiraba y que ahora, además, respeto mucho como persona y como trabajador, a parte de como artista y que deja un documento en mi carrera que se puede admirar con detalle para siempre. Las experiencias nuevas son estímulo para continuar haciéndolas y aprendiendo de ellas
Hace apenas dos semanas, presentabas tu nuevo trabajo en un evento reducido celebrado en la Sala Equis de Madrid. Y al acto no faltaron compañeros de profesión y amigos como Bely Basarte o Ana Guerra. ¿Qué feedback has recibido por parte de tu público?
La verdad es que muy bueno y no es lo que me esperaba. En general esperaba mucho más desconcierto. El videoclip, que puede llegar a ser polémico y más en el momento en que nos encontramos, en el que la contemplación y el estudio de las obras son una quimera, cuando desde el día su estreno tienen una caducidad de un mes y poco más para dejar de ser un producto fresco según un estudio, esta obra, en particular, tiene un recorrido mucho más independiente, artísticamente hablando, pero que está sonando en la radio con más oyentes de este país durante todo el día, siendo un producto más bien alternativo, y además, la calidad de la fotografía y del arte escenográfico que se ha creado para el videoclip es tan impactante, que el hecho de que me mutilen los genitales es una mera anécdota en la factura de esta pieza. Hay que analizarla al detalle porque está llena de secretos.
Lo cierto es que el videoclip, dirigido por Eduardo Casanova, no ha dejado indiferente a nadie. “Toro de cristal está inspirado en las imágenes de propaganda norcoreana”, comentaba el artífice de la espectacular pieza visual. ¿Cómo ha sido el proceso desde que planteasteis la idea inicial hasta que lo materializasteis en los tres minutos que dura el vídeo? ¿Qué destacarías de la experiencia profesional junto a Eduardo?
Eduardo ha tenido muy claro desde el principio que lo que quería hacer era una obra de arte. Más allá de los referentes estéticos de la propaganda norcoreana o del corte militar que puedan tener los escenarios o en algunos momentos los símbolos, creo que es un ejercicio conceptual donde los términos 'líquido' o 'fluido' que se usan, fuera de su terminología esencial de 'materia', muy útilmente para definir distintos géneros, sobretodo actualmente (cuando etimológicamente provienen del mundo de la ciencia, la social y la política), encuentran un nuevo uso cuando se las contextualiza artísticamente, en este caso a la hora de experimentar una cultura con otra y hacer que transicionen en algo que no está muy claro lo que es. Eduardo se deja guiar mucho por su intuición y la experimentación sin una finalidad totalmente definida, o eso he visto durante el proceso de creación y sus bocetos. Finalmente, llega a crear algo totalmente distinto fusionando entre esto y aquello. Me gusta que cuestione y que se esfuerce por usar temas que no están sobados y tenga algo nuevo que ofrecer. Hace su propia lectura del tema, su propio ensayo, cosa que me ha hecho avanzar mucha distancia. Aprender de las colaboraciones no tiene precio.
A finales de junio desvelabas Praia Dos Moinhos. Un lanzamiento que suponía tu vuelta a los ruedos, tras un período alejado del foco mediático. ¿Cómo has vivido el último año? ¿Cómo ha afectado la pandemia a tu vida?
Para mí, lo de la pandemia ha sido algo más anecdótico en el ámbito personal, pues a finales de 2019 algo no iba bien, y la verdad es que desde fuera todo no podía ir mejor: Operación Triunfo, Eurovision, 1016, infinidad de conciertos… Pero dentro de todo ese marco tan bonito, que impresiona y te hace estar constantemente en un ritmo frenético, había algo que no me hacía feliz. Yo, antes de mi paso por Operación Triunfo, había tenido depresión y ansiedad y temía que eso me volviera a pasar, así que decidí parar la gira e hice un último concierto en el Sant Jordi de Barcelona. Me centré solo en mi vida personal, en desconectar de todo aquello, en hacer cosas que hasta ahora no había podido hacer y sobretodo, cuidarme. Al principio, creía que al haber pasado una depresión inmunizaba la posibilidad de que mi cabeza no pudiese ir a peor de lo que ya lo había sufrido, y no era así. Los profesionales de mi alrededor me han ayudado mucho y eso es lo importante. Igual que hacemos gimnasia física para estar en forma en nuestro día a día, hay que practicar gimnasia mental.
“He estado un año fuera de la vida pública por mi salud mental”, comentabas en una entrevista anterior, coincidiendo con la presentación de Los espabilados, serie creada por Albert Espinosa en la que tú pones voz a la banda sonora. ¿Cómo surgió esta colaboración y qué te llevo a aceptar este proyecto?
Pues no fue difícil sumarme. Admiro a Albert Espinosa por todo lo que ha vivido y también por cómo lo ha contado. El arte de contar historias me parece fascinante y él ha sabido hacerlo como nadie para darle esperanza e ilusión a la gente. A mí me la dio, con sus películas, series o libros. Además, nos conocimos antes de que pasara lo de Operación Triunfo. Me lo encontré poco antes de ser uno de los elegidos para participar en OT 2017, sentado el uno al lado del otro en un concierto de Tony Bennett, por casualidad. Aún no estaba claro si me admitirían o no en la academia, esa llamada, tras todos los castings que había hecho, no se había producido. Estuvimos hablando durante 45 minutos, porqué el concierto se canceló por una indigestión del artista y, como dice Albert, esa fue una “pérdida que se convirtió en una ganancia”, porque no disfrutamos de ese concierto pero nos conocimos, reímos y lloramos hablando sobre nuestro propósito en la vida y sobre los sueños que queríamos alcanzar. Además, en aquel momento, los libros de Albert me estaban ayudando mucho, porqué estaba pasando por una depresión bastante fuerte y me hicieron mucha compañía en ese momento. Todo el resto ya lo sabéis: no solo entré en OT, sino que todo lo que pensaba que pasaría se multiplicó por mil y dos años después de todo lo que pasó, me llamaba Albert para hacer la banda sonora de Los espabilados, una serie de Movistar +, que además era sobre enfermedades mentales. Estoy feliz porque ha funcionado muy bien y la serie la han comprado más de 20 países de todo el mundo, por ejemplo, en muchos países de Latinoamérica y la RAI, en Italia.
Son pocos los artistas que, aún a día de hoy, se atreven a hablar abiertamente de salud mental. Y muchos menos aquellos que reconocen haber padecido ansiedad, o haber tenido que lidiar con la depresión. ¿Estamos avanzando por el buen camino en este sentido? ¿Cuáles son los principales obstáculos a superar para lograr su normalización plena?
No sé si estamos avanzando en el buen sentido en algunos casos, ya que es un tema complejo y nadie, más que el que lo está sufriendo, sabe lo que le pasa, pero esa persona lo que necesita es que un profesional le examine. No podemos banalizar el asunto. A veces veo personas con mucho poder mediático que se autodiagnostican sobre lo que pueden padecer y lo cuentan en sus redes sociales. No se puede hablar de ansiedad, de depresión o de estrés sin haberlo vivido antes, haber ido a un médico y estar seguro de lo que padeces. Me parece que a veces hay gente que busca ayuda y encuentran a personas en las redes sociales que no tienen la cualificación académica necesaria para dar esos consejos, los cuales a veces parece que lo utilicen como una estrategia comercial y es una cosa muy seria. A menudo esto genera que la gente se deba justificar en las redes sobre lo que les pasa o no les pasa, o se cree una necesidad de exponer la vida personal de los demás, y la verdad que yo una de las cosas que más valoro es la privacidad y la capacidad de que cada uno tenga su espacio, en un mundo en el que aceptamos términos y condiciones sin abrir los ojos o damos nuestros datos como si regalásemos un ramo de flores. Yo lo hago porqué en su momento un comentario mío de una duración de unos diez segundos contando que había padecido ansiedad, cuando ni siquiera sabia si había alguien escuchando o le pasaba a mucha más gente, despertó un gran interés y, al salir de la academia, recibí a muchas personas agradeciéndome haberlo contado porqué habían encontrado a alguien que también le había pasado. Pero el mensaje es el siguiente: hay que ponerse en manos de especialistas, como cuando te lesionas un pie, o una mano. Es lo mismo. Hay que entrenar también nuestra mente, cuidarla y prevenirla.
Han pasado cuatro años desde que te embarcaste en el talent show musical Operación Triunfo. Un programa de televisión con dos décadas de historia que aniquila por completo el anonimato de sus concursantes. ¿Qué ha supuesto esta experiencia para ti?
Operación Triunfo fue una catapulta para que hubiese personas que les pudiera interesar mi música, aunque evidentemente se dan situaciones personales que tienen que ver con quién eres –como amigo, novio, alumno o profesional– que hacen que a los telespectadores les pueda interesar algo más que la música. Es normal. Todos sabíamos lo que firmábamos. Solo había que leérselo y estar de acuerdo. Para mí fue una experiencia extraordinaria en mi vida musical, que se había iniciado en escuelas como el Taller de Músics de Barcelona, bandas de jazz y orquestas de clásica donde tocaba mi instrumento principal, el trombón.
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Camiseta ABANDERADO, pantalón SITUATIONIST de YOOX, collares ALEXANDER MCQUEEN y JOYS, anillos QUEBEC, BIMBA Y LOLA y JOYS.
Imagino que ver amenazada tu privacidad de forma constante no es fácil. Desde fotógrafos que te persiguen a la salida de tu casa, hasta fanáticos que no dejan de reconocerte y pararte por la calle. ¿Cómo has enfrentado esta situación? ¿Sientes que has aprendido a gestionarla?
Pues la verdad es que pensaba que lo llevaba bien, al principio, hasta que hubo un momento en que vivía con las persianas de mi casa bajadas, no salía, dejé de publicar en mis redes sociales cosas que no fueran estrictamente profesionales o no conocía a nadie nuevo por miedo a que me traicionasen. Al principio, había mucha gente que quería hacerse amiga mía por intereses de todo tipo, y la verdad es que uno no lo ve porqué está impresionado por la situación. Hasta hubo temporadas que llevaba seguridad. He estado trabajando muchísimo en todo esto, pero no ha sido fácil. Yo estuve en el centro del huracán con 19 y 20 años, ahora tengo 24 y me ha pasado 2 alejado del mundo mediático, en el que me vi envuelto de golpe, de 0 a 100. Depende de la madurez que tengas, hay cosas que no estás preparado para afrontar, ni con media vida de experiencia. Algunos medios escritos y personas con tanto tiempo libre como para poder centrarse más en criticar a un músico que ocuparse de su propia vida, en muchos casos no tienen filtro ni educación, obviamente, sino estarían dedicando ese momento a otra cosa. También es cierto que mi obra ha llegado a más gente por eso. No puedo ni debo quejarme. Pero no fue fácil.
¿Qué queda del Alfred que entró en la academia en 2017? ¿Y qué ha cambiado desde entonces?
He aprendido a separar mi trabajo de mi vida personal, antes no sabía hacerlo: todo era trabajo, más trabajo y otra vez trabajo. También, hay una parte de la industria que hace que estés pendiente de muchas otras cosas que no son la música. Ahora he sabido volver un poco al origen, intentar dar lo mejor de mí como músico, porqué creo que me estaba olvidando de esa condición, de potenciar lo mejor que tengo y pasar un poco más de todo lo demás.
Del compañerismo y el apoyo mutuo entre compañeros que imperaba en la academia, a una industria musical definida por los lanzamientos constantes, las presiones por parte de los distintos agentes implicados y la velocidad de vértigo. ¿En quién te refugiaste en esta etapa de adaptación?
En buenos maestros y en conocimientos sobre psicología, sociología, literatura, filosofía, economía y empresa. Es vital para entender lo que pasa a tu alrededor y a ti mismo. El conocimiento es nuestra mayor arma. Además me interesa mucho aprender. Nunca dejo de formarme musicalmente y, sobretodo, asistir mucho a espectáculos de otros o comprar y escuchar mucha música.
¿Hay algún artista al que admires especialmente? ¿Por qué?
Hay muchos. Pero me interesa mucho todo el trabajo de producción y ingeniería que hace Justin Vernon, creador de bandas como Bon Iver, Big Red Machine o Volcano Choir y uno de los primeros artistas de la compañía discográfica Jagjawugar, que además son buenos amigos y muchas veces compartimos momentos realmente interesantes, aunque sean en la distancia. Es muy divertido ver cómo trabajan y cómo dirigen las carreras de sus artistas. Eso también es un arte. Tienen una visión muy solidaria, comprometida y cuidada de lo que debería ser la industria. También sus colaboradores. No están dentro de los cánones que muchos se imaginan, aunque lo que se imagina la gente de las majors es que son comeniños, y la verdad es que yo estoy en la más grande y tengo una libertad y un trato muy bueno por su parte. La gente que no ha trabajado nunca en una major o no ha sido parte de una major como artista, evidentemente no sabe muy bien de lo que habla. Pero es cierto que hay mucho que aprender de modelos solidarios y más equilibrados, como es el ejemplo que te he puesto, pero que evidentemente tienen muy presente que es un negocio y que les ha de ir bien. Una cosa no saca la otra. Pero sí se necesita más compromiso con la obra. Un equilibrio estaría bien. Hace falta dedicación y alternativas para todo tipo de artistas. El patrón funciona solo para algunos.
¿Y algún cantante o músico emergente que haya despertado tu interés últimamente?
Mi amigo Xarim Aresté ha sacado su primer disco en castellano, Marx Esteria de La Franja, os lo recomiendo. Aunque también os recomiendo su EP Mercuri o su LP Polinèsies, donde se encuentran dos de mis temas favoritos, en general, que son Brilla per tu y La flor. También hay unos músicos de jazz en Barcelona, Curos, muy talentosos, entre los cuales se encuentra Dylan Chandler, el saxofonista de mi banda, a los que les deseo mucha suerte. Os recomiendo verlos en directo, y a Xarim escucharlo tranquilamente, en vinilo a poder ser.
De la identidad propia a la técnica vocal, pasando por la imagen reconocible o la calidad humana. Son muchos los factores que influyen en la consolidación de un artista, y parece que la moda es uno de los pilares sobre los que se construye tu imaginario creativo. De hecho, David Rivas, estilista y cofundador de Aigo Studio, está muy presente en tu última etapa. ¿Qué importancia le concedes a la estética en tu obra? ¿Tienes alguna marca de moda fetiche?
Realmente, a David le conozco desde hace poco, junto a su compañera María, pero la verdad es que conectamos rápidamente, ya que entendieron cómo quería verme y cada vez que confiaba en ellos se superaban. Creo que es dar libertad a la gente para que puedan trabajar cómodamente. Ellos son muy trabajadores y tienen mucho talento. También tienen mucho ojo para elegir a sus colaboradores. Son dos buenas personas, y eso se agradece. Lo pasamos muy bien juntos y siempre son muy gentiles conmigo. Gente estupenda en todos los sentidos.
En 2020 te lanzaste a emprender, concretamente una productora audiovisual con la que acompañar y ayudar a los artistas emergentes, Salvar a los Pingüinos. “Aquí tienen un espacio donde pueden construir su carrera con libertad y donde convertimos sus ideas en realidad”, explicabas. ¿Qué nos puedes contar acerca de este proyecto?
Tengo a tres artistas en desarrollo y lo hago por diversión y por dar una oportunidad, con mis medios y mi visibilidad, a artistas que creo que pueden aportar algo nuevo al mundo de la música, pero también la he utilizado para tener más autonomía, independencia y transparencia a la hora de crear y de poder gestionar los proyectos audiovisuales de mi carrera, aunque estoy aprendiendo y me queda mucho para llegar a hacerlo bien y poder sacar todos los proyectos que quiero sacar.
El futuro es incierto y dependerá de la evolución de la pandemia pero, ¿cuándo prevés lanzar tu segundo álbum? ¿Te veremos actuar en directo próximamente?
El álbum está prácticamente acabado y estamos buscando el mejor momento para lanzarlo Ha sido una temporada de lo más inusual y en muchos momentos, contradictoria. Mi amigo Albert Pla ha estado en el Teatre Borras durante meses con un aforo del 40 o el 50 por ciento mientras un festival decidía que la gente podía estar de pie, sin distancia y, en muchos momentos, sin mascarilla. No llega a ser una crítica lo que hago, simplemente que está siendo todo un poco incomprensible, y la verdad es: ¿qué no lo ha sido durante este año y medio?
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En la foto de apertura: Camisa MSGM, pantalón MANS, collar JOYS, anillos QUEBEC, BIMBA Y LOLA y JOYS.