Barcelona tiene el privilegio de acoger William Eggleston. El misterio de lo cotidiano, la primera gran exposición en la ciudad del fotógrafo estadounidense. La muestra llega de la mano del museo C/O Berlín en colaboración con el KBr Fundación MAPFRE, que la acaba de inaugurar, y que se puede visitar hasta enero de 2024. Esta retrospectiva, comisariada por Felix Hoffman, ofrece un recorrido por las diferentes etapas artísticas del autor, que muestra su evolución personal así como los avances históricos y técnicos de la fotografía entre los años 1963 y 1974.
En la década de los setenta, Eggleston era un auténtico alien en su campo. En ese momento, el uso del color en la fotografía estaba casi restringido: la artística debía realizarse en blanco y negro, y el color se reservaba a la publicidad y lo comercial. Sin embargo, Eggleston se destacó como uno de los pioneros en desafiar esta norma y optó por desarrollar su obra artística a través de un uso audaz del color.
En 1976, el MoMA de Nueva York presentó la primera exposición individual del artista, titulada Photographs by William Eggleston. Esta histórica exhibición fue acompañada por la publicación de Guide, un catálogo que se convirtió en la primera obra de fotografía en color publicada por la prestigiosa institución. La muestra no fue bien recibida inicialmente ni por la prensa ni por el público, pero hoy en día, nos resulta imprescindible para entender la fotografía contemporánea. Su visión única y su enfoque innovador lo cambiaron todo.
Lo más especial de William Eggleston. El misterio de lo cotidiano es que permite, por primera vez, observar la progresión de los tipos de impresión del fotógrafo, desde sus primeros trabajos, en los que ya capturaba elementos cotidianos y jugaba con formas y estructuras, hasta sus obras más sofisticadas.
La exposición está dividida cronológicamente en tres. La primera es Before Color, que comprende las primeras fotografías de Eggleston, tomadas en blanco y negro entre 1963 y 1968. En ellas, el fotógrafo captura la cotidianidad con una perspectiva única, y ya se ve cómo comienza a jugar con las perspectivas o las líneas. Elige entornos cotidianos como restaurantes y apartamentos, o situaciones mundanas con ciudadanos pensativos y enfrascados en su día a día. Una de las fotos más icónicas de esta serie es la que retrata un horno por dentro, un elemento doméstico que vemos a menudo pero que no reconocemos, no le prestamos atención. El hecho de que el fotógrafo decida incluirlo dentro de su obra artística hace que nos surjan preguntas. ¿Por qué un horno? ¿Qué es un horno? Así comienza a plantear Eggleston el misterio de lo cotidiano, que se esconde en los objetos y edificaciones que nos rodean, vestigios del pasado y presente de nuestra sociedad.
Le sigue Los Álamos, que abarca sus fotografías, ya en color, tomadas de 1965 a 1974 entre Tennessee, Nueva Orleans, Las Vegas y California. Esta colección nos transporta de pleno a los paisajes más emblemáticos de Estados Unidos, en una especie de alabanza y crítica a la tierra. Estas fotos definen la estética del autor y permiten ver cómo investiga con colores, texturas y composición. Por otro lado, su discurso empieza a presentarse con elementos contrastantes que entablan diálogos entre sí. Colores pop, llamativos y brillantes, y figuras delicadas y vaporosas son colocadas al lado de representaciones de dureza, desgaste, decadencia y precariedad, presente en la vida de los suburbios estadounidenses. Esto marca el tono político y cultural que, a pesar de no ser demasiado obvio, permea toda su obra, y hace que se nos presenten las mismas preguntas: ¿Qué se ve en esta foto? ¿Por qué está ahí? ¿Qué función sirve?
La técnica de transferencia de tintes que usó Eggleston para realizar sus obras en color supone todo un avance tecnológico para la fotografía. Este sistema, que no separa los colores con química sino mediante una superposición de capas, les aporta una potencia y una durabilidad sin igual a los colores. Por este motivo, hoy podemos ver estas fotos de forma tan espectacular pese al paso de los años, y esta es una de las características que hacen esta exposición tan atractiva.
En un recorrido como del día a la noche, la exposición llega a su final en The Outlands, el conjunto de fotografías tomadas entre 1969 y 1974 pertenecientes a la selección que hizo el comisario John Szarkowski para la exposición en el MoMA y que componen la última obra en color de Eggleston. Gracias a avances técnicos, por fin han podido ser impresas a sus grandes tamaños originales, y el resultado es espectacular. En ellas, Eggleston examina la situación geográfica de los alrededores de su Memphis natal, un paisaje capturado en momentos precisos, que está desarrollado y degradado, lleno de naturaleza y gasolineras, artificios deteriorados por el paso del tiempo y bellas puestas de sol.
El mensaje político que cargan las fotografías, que Eggleston no buscó específicamente, se intensifica: se observa un Estados Unidos populista y problemático, muy parecido al que conocemos y con conflictos muy similares a los que se enfrenta hoy en día. Más allá del interés por el color y la composición, en esta serie se ve la figura de Eggleston como observador del mundo que le rodea y, como consecuencia natural, de delator de la realidad de su país.
Eggleston ha dejado una huella perdurable en el mundo del arte y su legado es tanto un hito personal como de la historia de la fotografía. La exposición, que estará hasta el 28 de enero de 2024 en el KBr Fundación MAPFRE, no solo es un homenaje a un fotógrafo visionario sino también una ventana a la evolución de la fotografía como medio artístico y tecnológico, así como una colección documental muy valiosa de los Estados Unidos de la década de los sesenta y setenta.