No muy lejos del puerto viejo de Barcelona, el lugar del que partían las carabelas para descubrir el Nuevo Mundo, habita un poeta singular que ha dedicado su vida a vincularse con las artes, el conocimiento, la palabra y la belleza en todas sus manifestaciones. Además de ensayista, articulista, editor de revistas de culto y comisario de numerosas exposiciones de vocación interdisciplinaria, Vicenç Altaió es un agitador cultural respetado. Actualmente preside la Fundación Joan Brossa, que preserva el legado y la memoria del poeta visual y dramaturgo.
Su trayectoria se significa por haber seguido las oscilaciones estéticas de la vanguardia en las letras y las artes y por interrelacionar la cultura humanística con la científica. Un innovador que defiende el internacionalismo local. Vicenç Altaió presenta El radar americano (Galaxia Gutenberg), una investigación escrita a partir de la biografía y el archivo personal del arquitecto, artista y galerista italiano Lanfranco Bombelli, cuyo sello racionalista establece un diálogo inédito entre la modernidad y la tradición mediterránea.
Eres familiar del destacado anarquista Mateu Morral. ¿Qué sabes de él?
Mi infancia transcurrió en un pueblo del Vallès, a unos treinta quilómetros de Barcelona. Para evitar la formación nacional-católica, mis padres me mandaron a un internado. En la escuela pasaban lista por el primer y segundo apellido. En mi caso, repetían mi primer apellido para no decir Morral. Nunca le di importancia hasta que ya en la universidad, al entregar un examen, el profesor me preguntó por mi segundo apellido. Cuando se lo dije, al instante me preguntó: ¿no será usted pariente de Mateu Morral? Al decirle que sí, directamente me abrazó.
Decidí saber más, y en la Biblioteca de Catalunya descubrí que Mateu Morral era una persona ilustrada que había trabajado para Ferrer i Guàrdia, un intelectual que fue condenado y ejecutado por los hechos de la Semana Trágica. En aquel momento existía una intelectualidad crítica que tenía claro que había que eliminar a la monarquía. Mateu Morral fue una de las primeras figuras.
Tu familia, como tantas otras, escondía su parentesco con los familiares de izquierdas.
Cuando en el año 1971 me matriculé a la Universitat Autònoma de Barcelona, la primera lección nos la dio Joaquim Molas y tomé conciencia de que existía una cultura catalana. En casa había libros pero no una gran biblioteca. Mis padres se situaban en una ideología demócrata-social-cristiana, eran pro-Kennedy y concilio Vaticano II. La eficacia de la dictadura consistía en desplazarse de la realidad.
Cuando supe que los libros escritos en mi lengua habían sido escondidos, prohibidos y quemados, fui a ver a mi abuelo. Él me subió a las golfas de su casa y sacó de detrás del depósito de agua una caja de madera en la que encontramos unos cincuenta libros entre los que había ejemplares de obras de García Lorca, narrativa rusa y un diccionario catalán-castellano con el sello del Servicio de Bibliotecas del Frente. Eran libros que habían ido al campo de batalla. Después fui a ver a mi abuelo paterno, y con lágrimas en los ojos me descubrió una caja de cartón que también escondía. En este caso eran libros de un pariente que formaba parte de la CNT. Los libros eran sobre el super yo: Trotski, Wagner, etc. De esta manera nace mi primera biblioteca, que representa mi primera cultura material.
Estás describiendo el bando de los vencidos.
A veces se explica mal la Historia. Los franquistas decían que había un caos considerable durante la República, cuando en realidad son los años más pletóricos desde el punto de vista cultural. No podemos olvidar que hay una revolución fascista y una revolución comunista, que pretenden un recambio al modelo aristocrático-burgués. En Catalunya no solo perdieron la guerra las izquierdas y las utopías revolucionarias, la perdimos todos como colectividad.
Me han dicho que fuiste un joven radical y revolucionario. ¿En oposición a quién, o a qué?
Buena parte de mi generación hicimos los pasos darwinistas. Durante la adolescencia, pusimos en cuestión todo lo que era la conducta moral aplicada por un régimen disciplinario y religioso. De aquí pasamos a ser cristianos revolucionarios y en mi caso particular entré en contacto con los sindicatos y aquellos grupúsculos que estaban a la izquierda del Partido Comunista, donde hacíamos comunidad y subversión.
El paso siguiente fue la práctica de las comunas, que se aparta del modelo cristiano y se acerca más al rock y a los ácidos. En mi caso, justo después llega la reivindicación de que la revolución es la cultura. Esta revolución la aprendo haciendo cadena con la propia familia. Ya no es la familia quien te marca. Tampoco eres tú sino que tienes que eliminarte a ti mismo para pertenecer a un colectivo con un imaginario nuevo. Con la muerte de Franco, nos dimos cuenta de que éramos muchos y le dimos la vuelta a la sociedad.
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Cuéntame tu experiencia al frente de revistas de referencia como fueron Tarotdequinze (1972-1975), Èczema (1978-84), Àrtics (1985-90) y Cave Canis (1995-1999).
Hay una voluntad de creación y de conciencia de que cada época tiene aquello que le es propio. La vanguardia ha existido y existirá. Hay colectivos de artistas que crean unas dinámicas de creación para acelerar los cambios en la Historia. Cada una de estas revistas habla de una época diferenciada y expresa lo mejor de cada época. Todas ellas se matan voluntariamente, puesto que pertenezco a una generación que defiende la muerte del sujeto.
Tarotdequinze fue la primera revista de ámbito universitario. Supuso la defenestración del realismo social y la sustitución del realismo hermético de Espriu, o del realismo humorístico de Pere Quart, cogiendo los modelos de la primera vanguardia representados por J.V. Foix y de la segunda vanguardia, Joan Brossa, que admite en su interior a figuras como Vinyoli y Palau i Fabra. Lo que hace es dar voz a una generación nueva de poetas como Miquel de Palol y Miquel Desclot.
Èczema fue una aproximación al mundo del arte. A través de la poesía de Foix he podido entender mejor las obras de Miró y Dalí, que en aquel momento era un proscrito. Entré en contacto con la cultura internacional y a la vez descubro a Perejaume, Uclés, Miquel Barceló y Benet Rossell. Cada número era una metáfora que se convierte en un objeto. Por ejemplo: una antología de poemas estaba hecha con un muestrario de paños de Sabadell. Fue importante porque marca el primer gran salto en Catalunya de lo que sería el paso de la vieja cultura filológica y libresca a la cultura de la imagen que se inicia en ese momento. A diferencia de la anterior, presenta a una nueva generación. No la distribuíamos en librerías sino por contagio. Cada salida de un nuevo número era un evento. Nos dieron el Premi Ciutat de Barcelona.
Àrtics entronca con una nueva época marcada por la segunda victoria electoral del PSOE por mayoría absoluta.
En ese momento nos interesa la cultura de masas y la venta en quiosco. Son artistas internacionales como Bob Wilson, Tadeusz Kantor, los nuevos escultores ingleses, los poetas de la generación de Liverpool, etc. La revista quiere traer a los poetas del mundo a Catalunya y desde Barcelona hacer una revista de modelo internacional. Es una revista multilingüe y el tiraje era de siete mil ejemplares de venta en quiosco. Se mantiene por la publicidad, que en aquel momento era generosa. Hicimos la enciclopedia poética de la postmodernidad, pero cuando nos dimos cuenta de que la cultura empezaba a ser utilizada por el espacio político, abandonamos la idea.
Cuando a principios de los noventa entramos en la crisis del sistema artístico y la cultura literaria empieza a tener dificultades, creamos Cave Canis (cuidado con los perros). Redactamos un manifiesto contra el populismo perverso, contra la censura en internet y contra el integrismo religioso y en favor de una cultura crítica y radical. Con la complicidad de los artistas hacemos pequeños objetos que ya hacíamos con Èczema, pero cada número es un libro de libros, es decir, una maleta de libros. Lo mismo que había hecho Duchamp y el Situacionismo.
Fuiste un visionario respecto al impacto de las tecnologías en el ámbito de la cultura. Desde el centro KRTU impulsaste exposiciones, seminarios y debates en torno a esta cuestión. ¿Qué predicciones se han cumplido desde finales de los noventa hasta hoy?
Todo lo que preveíamos en aquel momento ha pasado y nos ha superado por la derecha y por la izquierda. En el campo de la biología y de la medicina, el desarrollo ha sido espectacular. Tampoco contábamos con que la guerra se haría con drones. Sabíamos que las prótesis tecnológicas eran una complementariedad humana y que el progreso no es ni positivo ni negativo, sino irreversible y metafísico. La tecnología la crean los humanos, no tiene una ideología, pero crea nuestra conciencia metafísica y lo cambia todo.
Entre los años 2009 y 2013 dirigiste el centro Arts Santa Mònica. ¿Cómo valoras tu experiencia en el ámbito político-institucional?
Me pidieron que hiciera una reflexión sobre lo que se podía hacer, y propuse integrar el arte contemporáneo extremo con las demás artes. Ponerlo en relación con el mundo científico y con el mundo de la comunicación, entendido como el espacio de intercambio de ideas y reflexión. También poníamos en duda la televisión pública, con la creación de un plató a pie de calle que se adelantó al uso de las nuevas tecnologías. La tensión clásica entre los radicales y el espacio institucional existía, pero Arts Santa Mònica fue un lugar de interconexiones.
Eso se fue cerrando de la peor manera, porque fue el momento en que la política aquí y en toda Europa dejó de ser un instrumento humanístico para convertirse en instrumento al servicio del sistema económico. Hasta aquel momento, el sistema público evitaba el choque. ESADE creó un ejército de gerentes de la mala administración. En el KRTU y en Arts Santa Mònica nunca hubo déficit. Curiosamente fueron deficitarios cuando llegaron ellos. A mi entender, este fue el error político. A continuación quisieron poner a gente mediática y las tecnologías banales, que es un modelo que hoy en día pervive sin haberse corregido.
“El progreso no es ni positivo ni negativo, sino irreversible y metafísico. La tecnología la crean los humanos, no tiene una ideología, pero crea nuestra conciencia metafísica y lo cambia todo.”
¿No te quedó nada por hacer?
Parto de la base de que la Historia es un fracaso, por tanto asumo que puedo perder. Lo que me sabe mal es que aquello que era público se dejó de hacer. Si en vez de poner la tecnología en un lugar de pensamiento crítico para que a la vez te ayude a ser innovador la utilizamos como una herramienta autónoma, no hay intermediación. Yo quería llegar a acuerdos con el ámbito universitario y científico internacional.
Lo primero que decidieron cuando ya no era el director fue desactivar la relación con la cultura científica a cambio de hacer exposiciones en Plaça Catalunya para explicar a la gente cómo funciona el móvil. El nivel intelectual de la propuesta política fue servir a las grandes empresas corporativas del ámbito de la comunicación. También eso se ha dejado de hacer. Para mí, es la cultura dañada.
Con diecisiete años organizaste la última lectura de poemas de Gabriel Ferrater poco tiempo antes de que se suicidara. ¿Fue en aquel momento cuando empezó tu relación continuada con la poesía?
A los diecisiete años fui a visitar al poeta Josep Vicenç Foix a su casa, y sus palabras fueron: “Pase, pase, que de los míos no queda nadie ya… Ahora le toca a usted”. Ese fue para mí el momento clave para adentrarme en la poesía. Foix tenía ochenta años y descubrí el vanguardismo clásico y al autómata, tanto por la parte maquinista como por lo que tiene de sistema clásico. Me preguntó qué quería ser de mayor y yo le respondí: poeta, como usted. Me dijo que tenía que tener un segundo oficio. Mi segundo oficio ha sido el de traficante de ideas. También me preguntó: ¿usted cree que el poeta nace o se hace? Yo respondí que nace. No tengo ninguna duda de que en aquel momento nací como poeta.
Gabriel Ferrater tenía cincuenta años cuando le conocí en la universidad. Entró en el bar de la facultad andando con dificultad acompañado de dos chicas, cosa que hoy sería políticamente incorrecto, y el profesor Joaquim Molas nos lo presentó a un grupo de jóvenes poetas. Fue allí cuando le invité a hacer una lectura de poemas. Creo que esta escena me sirve para explicar el cambio generacional. Cuando daba la lectura, vi que con largas iba marcando el metro, y cuando terminaba el último verso hacía un gesto con la pierna y volvía a empezar. Me di cuenta de que escribía con unidades de versos y esto es una diferencia entre la poesía clásica y la poesía libre. Él era un poeta narrativo y nosotros en aquel momento no lo éramos.
¿Tienes localizado algún discípulo?
A partir del momento en que tuve la edad de Gabriel Ferrater, aunque ahora ya tengo la de Vinyoli, pude ver una nueva generación de gente como por ejemplo Eduard Escofet y Pons Alorda, representantes de los poetas mallorquines, o gente más joven como Grabriel Ventura. Como muy bien observabas, en el período de los años setenta había emergencias, y nosotros fuimos feministas avant la lettre. Ya entonces tratamos el tema de la identidad sexual como género. Creo que fui pionero en este sentido.
Tu libro Miró i els poetes catalans es un imprescindible para quien quiera conocer la relación del pintor con la poesía. Miró es idolatrado por los estadounidenses y los franceses. ¿Cómo explicas que siga siendo un perfecto desconocido para muchos españoles?
El libro explica todo un siglo a través de su figura y la relación que mantuvo con poetas de distintas generaciones. Hago lo mismo cuando lo comparo con Dalí. Miró decía que cuando pintaba ponía los pies en la tierra para captar la energía que va a parar al Universo. En cambio, Dalí, complementariamente, decía que ponía los pies en la tierra, que es donde nacen las raíces que van a parar a la tradición. Después viene la generación de la tierra que de una manera muy clara está representada por Antoni Tàpies.
Mi aportación a los numerosos estudios que se han hecho sobre Miró es descubrir que él es el poeta. Me di cuenta de que era un poeta filológico que creaba un lenguaje de la nada. Había aprendido de Rimbaud, quien defendía que cada letra es un color. Descubrí su gran interés por la poesía, puesto que tenía una habitación llena de libros de poetas. Leyendo a Mallarmé descubre el sentido del espacio. Por lo tanto, él practica la revolución del espíritu y del lenguaje. También tiene un gran sentido del humor. Su obra se basa en un concepto político que tiene que ver con el arraigo, y el suyo es universal. Por eso hay gente a quien le cuesta más porque su prototipo cultural tiene que ver con la identidad.
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Acabas de publicar El radar americano, una investigación histórica sobre la biografía y archivo personal del arquitecto, artista y galerista Lanfranco Bombelli. Me llama la atención que la editorial lo presente como un documental visual. Explícamelo.
En el libro, quienes hablan son los documentos. Se trata de un ensayo en el que no explico una única historia sino varias que ocurren en el mismo momento. Introduzco lo visual porque es una historia que ha sido captada a través de la conexión del ojo y el cerebro. La civilización del viajero es la del conocimiento, y cuando el año 1992 llego a Cadaqués, la curiosidad por la arquitectura que observo me lleva a preguntar.
Después de la experiencia del libro sobre Miró, y con la certitud de que no tendré más tiempo para hacer un libro de investigación histórica, ahora era el momento de explicar cosas que había aprendido sobre arte, arquitectura, política y la modernidad. Tuve acceso al archivo personal de Bombelli y a los archivos del Colegio de Arquitectos sobre la exposición que se hizo sobre Harnden y Bombelli. También conocía el fondo que él ya había dado en vida al Museo Reina Sofía, como editor y galerista, así como el fondo que legó al MACBA, pero nunca me imaginé que en su casa tenía el archivo personal. Su archivo está lleno de hallazgos.
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El arquitecto Marc Arnal es el autor de L’art de viure, magnífico libro sobre las casas de artistas de Cadaqués. Su tesis sobre Bombelli ha sido crucial para tu investigación.
Con Marc Arnal nos conocimos en Cadaqués. Como arquitecto, también es científico y ambos practicamos el multi saber. Él dibuja planos, sabe leer los volúmenes y podemos hablar del marco histórico. Hay una gran diferencia con Marc y es que somos de dos generaciones distintas. Yo vengo de la generación del tardo franquismo, donde el comunismo estaba ligado a las fuerzas del progreso y de la cultura junto a los movimientos sindicales y obreros. Esto hacia que creyéramos en la bondad del comunismo, pero cuando empecé a salir al extranjero me di cuenta de que era un régimen totalitario.
En el libro apunto la idea de que el capitalismo social que representaba Kennedy termina cuando lo matan. En ese momento, los Estados Unidos les dan la espalda a los países del Este de Europa y viran hacia Asia para buscar recursos naturales. Se empiezan a crear las grandes corporaciones y aplican el modelo liberal americano con las dictaduras en Latinoamérica, que darán pie a las dictaduras religiosas de Asia. Este libro no solo habla de la micro Historia sino que habla de la supra Historia, haciendo un análisis crítico.
¿Qué te atrapó de Bombelli como para dedicarle un libro? ¿Por qué lo reivindicas?
Lo primero que me atrapa es entender mejor cómo un hijo de la burguesía media milanesa tiene que huir de su país a causa de la Segunda Guerra Mundial y cómo termina haciendo de puente con los arquitectos de una generación anterior a la suya que ofrecen una arquitectura moderna para crear casas funcionales donde todos vivan cómodamente, muy prácticas y bonitas. Otro aspecto interesante es que interrelaciona el mundo del arte con el de la arquitectura y no deja de ser un progresista. No te voy a esconder que hay ciertos paralelismos conmigo y que hago literatura del yo.
Cuando se restablece la democracia en España, Bombelli, que era un primer traficante de ideas, es llamado para trabajar con Peter Harnden, de la misma manera que yo fui llamado por la nueva Generalitat de Catalunya. Yo creo en el diálogo y por tanto estaba dispuesto a ofrecer todos los contactos culturales igual que él hizo. Todos los arquitectos y diseñadores del momento participan en el ideario de la nueva Europa. Un ideario político militar que se traspasa al mundo del comercio, que es cuando Bombelli entra en crisis y comienza a hacer su propia arquitectura. Ahí es donde empieza la segunda parte del libro.
Con su llegada a Cadaqués y a la nueva Barcelona, donde a través de Coderch y algunos miembros de la Gauche Divine crean una nueva ciudad. La última parte está dedicada a su vida en Cadaqués, donde continuó trabajando como arquitecto pero le surgió la posibilidad de ser editor, lo que le permitió estar cerca de grandes creadores internacionales como Richard Hamilton y Dieter Roth. Es un libro que escribiéndolo me ha ayudado a pensar.
En el libro destacas la victoria de los aliados y la intervención propagandística del sistema político y económico norteamericano. ¿Cuáles son los aspectos positivos que la cultura estadounidense ha aportado a Europa?
Mi tesis, si analizamos la autonomía de cada una de los factores, es que no éramos suficientemente conscientes de ello. La gente de la cultura tenemos el prejuicio del espacio político como ejercicio del poder, pensando que son más inteligentes e intencionados de lo que son. El Surrealismo triunfó en Estados Unidos, no en Europa. Los nazis se habían apropiado del arte de la progresía y del que tenían los judíos porque querían romper con la hegemonía nacional que tenía Francia, con París como gran capital de la cultura Europea. Su objetivo era derrotar a los franceses.
Por tanto, expulsan todo este arte que en su condición de exilio acabará implantándose en el MoMA, que es el templo de la cultura artística considerada como el canon de la cultura europea. Se decía que eso fue parte del trabajo que hizo la CIA, que no es más que un grupo de gente que se dedica a pensar. Me fijo en esto porque una persona cosmopolita como era Peter Harnden, después de recorrer toda Europa, regresará a los Estados Unidos para luchar con el ejercito en europa y participar en la reconstrucción, después de que haya sido liberada del fascismo.
Más tarde, como también hará él, muchos otros arquitectos de la Bauhaus regresaron a Europa. Cuando me di cuenta de que el proceso productivo del capitalismo era el mismo que la forma-función y la multiplicación-sociabilización, entendí que la matriz del capitalismo es el modelo Bauhaus, aplicado al diseño y a la vida cotidiana. La gallina del Neorrealismo italiano se convierte en un cubito de caldo minimalista, o el tabaco estará dentro de un cigarrillo. Todo esto es producto de los europeos en el exilio y se aplica a todo.
¿Harnden era un espía?
Yo no utilizo la palabra espía porque puede dar pie a confusión y no he visto ningún papel que lo confirme. Que trabaja para la inteligencia americana y que le pagan, no tengo ninguna duda. En un momento determinado, gente de carácter progresista terminará trabajando para él, como el célebre fotógrafo Ernst Scheidegger. En Estados Unidos han vivido dos fases: una europea-americana, y una segunda fase en la que los americanos ven comunistas por todos los lados y expulsan a la inteligencia, igual que hicieron los alemanes.
José Antonio Coderch fue quien descubrió Cadaqués a Bombelli y Harnden. ¿Lo hizo intencionadamente?
Coderch era un genio virtuoso pero era un franquista que incluso podía parecer desagradable por sus opiniones. Huye de Cadaqués porque considera que es un nido de intelectuales y maricones, textual. Pero Coderch sabe que es el último reducto de la costa mediterránea, donde ya ha empezado el boom constructivo en las costas italiana y francesa. Gracias a la dificultad de acceso, Cadaqués había quedado como una pequeña isla inaccesible que se mantendrá así algunos años más y por lo tanto pueden aplicar un modelo de construcción sostenible, moderna y experimental.
La gente del pueblo vende sus casas para irse a la parte más alejada del mar. Muchos de ellos tienen la creencia de que esta arquitectura elitista se ha cargado la autóctona y es mentira. Simplemente hacen una síntesis. La construcción es muy simple: hacen un parking donde se guardaban las barcas, consiguen que el aire circule por toda la casa y rompen las fachadas para abrir terrazas que den al mar. A su vez ponen en combinación los cuatro elementos que constituyen la naturaleza desde los griegos hasta hoy: el agua, el aire, la tierra y el fuego. Además, aportaron la idea de democracia a la arquitectura, defendiendo que las casas no son solo dormitorios sino que son un lugar de convivencia.
Construyen un cuadrado en el centro de la casa, que es el punto de encuentro para recibir a los amigos. En el caso de Harnden, los sábados se encontraba con Marcel Duchamp y Dalí. Bombelli era más introvertido. Es el mismo modelo que se aplicará en la boîte Bocaccio de Oriol Regás, que era similar al lugar de tertulia habitual de los noucentistes en los patios de las casas.
En el libro destacas a las mujeres que formaban parte de aquel universo. En especial la escultora Mary Callery, gran coleccionista de Picasso. ¿Cuál fue su aportación?
Reivindico a tres figuras femeninas: Marie Vassiltchikov, esposa de Peter Harnden, una aristócrata rusa que a los veinte años entra a trabajar para el servicio de comunicación de los nazis y que conocía las interioridades del ejército alemán y cómo este intenta la rendición eliminando a Hitler. Una mujer que acabará teniendo un papel muy central. En el primer capítulo, presento a la primera novia de Bombelli, que es una persona que se va voluntariamente de Suiza con la Cruz Roja y la gente que va a participar de la nueva Hungría, antes de que el comunismo ortodoxo se cargue el trotskismo y acaben todos considerados como agentes. Esto provocará que Bombelli se decante por los estadounidenses.
La tercera es Mary Callery, una figura muy interesante, que me sirve para explicar la vida de una estadounidense en Europa y cómo ella lleva Europa a los Estados Unidos. Era una persona anónima que formó parte del primer Art Decó y acaba siendo una mujer de una gran modernidad que aparecerá con los artistas americanos como Calder que adoptan el modelo cultural europeo. Tuvo una gran influencia sobre Rockefeller y otros magnates.
“La creatividad es lo que sale de la norma y por tanto no puede ser condenada porque es transgresora.”
En la reciente presentación del libro en el Ateneu Barcelonès, su presidenta, Isona Passola, exclamó que en un país normal, este libro sería un libro de referencia.
Se puede producir de una forma natural. Yo he trabajado siempre para las minorías y defiendo que se puede construir una nueva cultura de masas desde las minorías. El objetivo es hacer una cultura de calidad, crítica y que pueda ser abierta para el consumidor, pero no al revés. No entiendo por qué habiendo más universitarios que nunca, sigue habiendo tantos burros como había antes. Para mí la cultura es un hecho de voluntad y de dificultad.
Cuándo la presidenta del ateneo dice país normal, ¿quiere decir país ideal?
Ambos tenemos una voluntad de sociabilización que ya tenían nuestros padres, y hemos intentado crear un sistema cultural que sea muy abierto y participativo. No soy utópico porque la utopía ha provocado muchos muertos. Las utopías imperiales fascista o comunista fueron un desastre. De la misma manera que creer que el dinero lo soluciona todo es un desastre.
Mi ideal de país sería la expresión de una cultura que se reconoce y que de alguna manera es libre, con un sistema que sea a la vez abierto y cerrado, en el que puedas reírte. Eso es muy importante. La creatividad es lo que sale de la norma y por tanto no puede ser condenada porque es transgresora. No me identifico tanto con una bandera sino con Miró o Dalí, que representan dos caminos antagónicos, o me puedo identificar con Tàpies y Perejaume, o con los escritores. Esta identidad es inminentemente simbólica, pero no es suficiente.
Bombelli fundó la Galeria Cadaqués en 1973, una de las pocas invitadas a la primera edición de Arco. ¿Cuál es su intrahistoria?
El socio de Bombelli, Peter Harnden, muere repentinamente en Barcelona. Se habían especializado en construir casas y centros comerciales americanos por toda Europa a un ritmo frenético. Son grandes trabajadores. Todavía era joven. Bombelli se plantea poder enterrar a su amigo, que es protestante, en Cadaqués, y no puede porque el nacional-catolicismo no lo permite. Solo puede hacerlo en la parte del cementerio donde entierran a los suicidas. Finalmente lo entierran y decide que quiere dignificar el lugar. Se le ocurre volver a trabajar con sus amigos del arte concreto y decide hacer una carpeta, que será el portfolio número 1 titulado Cadaqués en la que expresa su voluntad de hacer del pueblo una isla para artistas. Sus amigos le proponen que abra una galería de arte y en ese momento empieza a hacer una programación internacional de artistas que había conocido siendo joven, como Marcel Duchamp y Richard Hamilton.
Primero llega el núcleo que había expuesto en el pabellón estadounidense de la Exposición de Bruselas. No es que creara una galería comercial, hace un híbrido entre la galería y el laboratorio. Bombelli lo hizo con muchísimo rigor y además no estafaba. El libro me ha permitido colocar a todos estos personajes dentro de una novela de la Historia. Hamilton no es que sea un artista del arte pop, sino que se convierte en el ‘caganer’ de Cadaqués. A Dieter Roth lo convierto en una persona que descubre que es un perro que quiere morder a alemanes e ingleses. El laboratorio creativo no es que sea Cadaqués, más bien fue el lugar en el que se encuentran un grupo de artistas internacionales que no quieren exponer ni editar, sencillamente no hacen diferencias entre la vida y el ocio.
La piedra seca y el ladrillo ejemplifican dos lógicas de construcción diametralmente opuestas. La costa española ha sido arrasada por el tocho y las paredes de piedra seca se caen a trozos. ¿Qué te sugiere como metáfora?
En cada época, la naturaleza tiene sus prótesis. La piedra seca también está esculpida por el hombre y tenía su propia técnica constructiva. Siempre hay una cosa milenaria y una modernización de lo milenario. Esta es la historia del ser humano, que utiliza la técnica para conseguir cosas de gran eficacia como es el tocho, para construir para todos y muy rápidamente. Cuando me paseo por Cadaqués siento amor por el paisaje natural, que está lleno de piedra seca donde se hizo un esfuerzo inhumano para que hubiera viñedos en un lugar donde todo eran piedras. Hay viñas que son esculturas vivientes, y cuando veo las paredes de piedra seca, veo estanterías llenas de libros.
La nueva civilización, a la que llamamos Civilización del Conocimiento, ha sido sitiada por las grandes corporaciones y por la política. Las civilizaciones llegan a atascarse. Creo que el multi en general es un atasco de nuestra época y tenemos que volver al saber. Por eso es bueno el saber milenario de la piedra seca. Con el director Joan Vallkarsunke estamos haciendo un documental sobre ello.
¿Cuál es tu próximo proyecto?
En el orden de la serie del tráfico de ideas, utilizo los libros para describir una biografía colectiva a través del arte como sujeto. Cada libro es su propio experimento como género. Después de Tardes de diumenge saldrá un nuevo volumen titulado Enllaços amb la vanguardia, que va de J.V. Foix a Albert Serra, en el que hay escritos de arquitectura, cine, literatura y arte. Serra es como un hermano. Tenemos una relación de ida y vuelta en la que él me construye a mí y yo a él.
Antes de perder la memoria, me ha planteado hacer dos libros de memorias. Uno más microscópico para poder explicar a las nuevas generaciones los enlaces de mi generación con la vanguardia, que empieza básicamente en los años 70 y termina en 1985. Otro más social y minucioso y en línea recta que explica el nacimiento de una nueva generación y el sueño de la subversión. En aquel momento surge una nueva cultura que no está registrada ni por géneros, sino que es transcultural y se abre a nuevos comportamientos, aunque termina cuando la hegemonía del modelo industrial cultural intenta que la economía sea la base de la cultura para que todos tengan trabajo. Nos engañaron. Los únicos que tendrán trabajo son los intermediarios.
Has dicho que lo escribirás antes de que la memoria te falle. ¿Has tenido algún aviso?
En absoluto, pero es una irreversible fatalidad.
Interpretaste a Giacamo Casanova en la película Historia de mi muerte, de Albert Serra. Al final de su vida, Casanova escribió una carta a su amada y le decía: “Este es el único compendio de mi vida que he escrito y autorizo que se haga el uso que se quiera. No tengo vergüenza de nada”. ¿Podrías decir lo mismo?
Sí, y puedo añadir aquello que Casanova también dice: “Vendrá la revolución y serán ellas las que elegirán”. Es interesante porque pone al lector en funcionamiento. Todo lo contrario de la cultura autoritaria en la que nací, donde aprendes a ir por libre y aprendes a no querer gustar. Fue determinante que matáramos el narcisismo aunque construimos el personaje, porque evidentemente yo lo he construido. Me gusta la belleza en todos los sentidos; disfrutar y dar placer al otro es dártelo a ti mismo, pero esto es muy distinto al que se queda encerrado en su propia experiencia y se cree único. El uso del yo es un yo construido.
¿Compartes este principio con Albert Serra?
Sí, él va por aquí, y además cuando lo conocí era una persona que ya se había captado. No hay mucha diferencia entre lo que te contaba al principio a donde estamos ahora. ¿Qué hace Serra? Da un espacio de libertad. Me pidió que no leyera nada sobre Casanova antes de rodar, pero yo no puedo dejar de leer. Así que estudié muy bien quién fue. Mi papel lo compusimos entre los dos. Tenía la confianza de alguien que construye filológicamente y que sabe que en el experimento surge la originalidad. Serra y yo podemos estar veinte horas hablando en un espacio de veinte metros cuadrados mientras nos traen comida y bebida. Esa es nuestra relación amical e intelectual.
En cambio, durante el rodaje no me decía nada. Te sitúa en el lugar, te indica lo que ocurre en la secuencia pero el resto fue cosa mía. Después de cada performance, él escoge lo que le va mejor para el guion que ha escrito. De todos modos, en cada película hace un trabajo distinto. Empezó abominando de los actores y terminará trabajando con ellos. La poética viene después del experimento. He pasado por la experiencia de cómo construir una realidad nueva y poner a prueba la anterior. Serra es bueno porque inventa métodos. Es una persona culta y letrada y muy desinhibida respecto a perjuicios de todo tipo. Sabe asumir la contradicción de ser libre.
¿Ser libre es la prioridad?
Es un equilibrio entre hacer y estar. Si la libertad es únicamente un discurso, no hay realidad. La libertad va asociada a la creatividad, al trabajo y a la voluntad. Estos días, como Foix o Vinyoli, abro las puertas de mi casa a los jóvenes más radicales, por contacto cultural y generacional. Un grupo de cineastas de la ESCAC me ha propuesto subir al Pirineo para hacer algo sobre el Marqués de Sade.
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