Sumérgete en los paisajes sonoros de Raúl Villamil, mejor conocido por su nombre artístico, Techno Para Dos. El artista mexicano publicaba Hope, su último EP, a mediados de mayo, y hoy presenta en exclusiva el videoclip de O, uno de los cuatro temas que componen su último lanzamiento. Creado por la artista Ana Drucker, la pieza visual se mueve entre lo abstracto y lo figurativo, mostrando cómo dos cuerpos, pieles y universos se entrelazan en una sinfonía visual y cromática de otro mundo. Inspirado por conceptos filosóficos relativos al cuerpo de autores como Paul B. Preciado, Gilles Deleuze y Félix Guattari, O nos habla de intimidad, lo efímero o la materia inerte como objeto de deseo.
Raúl, antes que nada, hablemos de tu último EP, Hope, que has publicado en mayo. Viene tras Un breve fragmento, otro EP que publicaste este mismo año. ¿Qué sentías que tenías que expresar/transmitir con Hope que no podía esperar?
Estamos en un error. Un breve fragmento es en realidad mi primer trabajo, es algo que hice hace más de ocho años. Tenía 19 años y no me gustaba nada, pero ahora le tengo mucho cariño –era cuando tenía la idea de hacer una especie de banda de música electrónica; ahora estoy mucho más enfocado en el sonido. Lo que pasó es que el sello del cual formo parte (VAA) lo subió hace poco a plataformas y da la impresión de ser un lanzamiento más reciente, pero en realidad, el anterior a Hope se titula Nos prometieron futuro, y tiene bastante que ver con su sucesor, empezando por el formato en el cual están construidos.
La idea parte de la ausencia del objeto físico a la que nos enfrentamos los artistas que trabajamos con sonido, que se multiplica exponencialmente en estos tiempos donde la aceleración de nuestro tiempo genera tanta fricción que desvanece lo sólido y obliga y compromete al artista a buscar nuevas formas de plasmar ideas en tangible, para transmitir y compartir nuestro labor. Por ejemplo, Hope es una especie de caligrama que al momento de aparecer en la plataforma donde reproduces música (Spotify, Apple Music, Deezer…) genera una arquitectura en el lenguaje que invita a la persona a interactuar con la obra:
1. H O P E
2. O
3. P
4. E
De igual manera, con Nos prometieron futuro (el material anterior), los títulos de las canciones forman una especie de prosa o quizá un breve poema cibernético que al momento de apreciarlo en la pantalla de tu dispositivo de confianza forma un intento fallido para que la máquina te hable, se exprese. Adaptarnos al sistema tecnológico impuesto que nos rige, pero jamás sustituir lo esencial del vínculo humano que genera cultura, entendida esta como fuerza de vida, jugar con lo inerte, derretir lo que lleva tiempo congelado en el helado clima digital.
Respecto a qué sentía que tenía que expresar o transmitir, o la prisa de sacar Hope, fue más un mandato directo de las tripas; Hope viene directo del intestino. Para mí, el artista es un obrero, nuestra labor es alimentar el sistema nervioso, nutrirlo.
La idea parte de la ausencia del objeto físico a la que nos enfrentamos los artistas que trabajamos con sonido, que se multiplica exponencialmente en estos tiempos donde la aceleración de nuestro tiempo genera tanta fricción que desvanece lo sólido y obliga y compromete al artista a buscar nuevas formas de plasmar ideas en tangible, para transmitir y compartir nuestro labor. Por ejemplo, Hope es una especie de caligrama que al momento de aparecer en la plataforma donde reproduces música (Spotify, Apple Music, Deezer…) genera una arquitectura en el lenguaje que invita a la persona a interactuar con la obra:
1. H O P E
2. O
3. P
4. E
De igual manera, con Nos prometieron futuro (el material anterior), los títulos de las canciones forman una especie de prosa o quizá un breve poema cibernético que al momento de apreciarlo en la pantalla de tu dispositivo de confianza forma un intento fallido para que la máquina te hable, se exprese. Adaptarnos al sistema tecnológico impuesto que nos rige, pero jamás sustituir lo esencial del vínculo humano que genera cultura, entendida esta como fuerza de vida, jugar con lo inerte, derretir lo que lleva tiempo congelado en el helado clima digital.
Respecto a qué sentía que tenía que expresar o transmitir, o la prisa de sacar Hope, fue más un mandato directo de las tripas; Hope viene directo del intestino. Para mí, el artista es un obrero, nuestra labor es alimentar el sistema nervioso, nutrirlo.
Si el primer EP es una investigación más instrumental y melódica, Hope es mucho más electrónico y texturizado. ¿Cómo ha sido el proceso creativo de este último trabajo?
Tiene que ver con una experiencia muy personal, viene de vivencias en un hospital y un proceso de duelo que aún sigo cargando. Sin embargo, no es un disco dedicado a mi difunto padre, pero sí fue creado en el proceso de su muerte –antes, durante y después. Entonces, primero lo imagino, después lo paso al ordenador y luego a las máquinas, intentando hacerlas llorar o reír dependiendo de lo que quiera transmitir.
Pero mi idea viene más del sonido en sí. ¿Qué es más terapéutico que crear sonidos desde cero? Crear un sonido es de las cosas más bellas que hay, es como inventar un color. Si tenemos claro que jamás vamos a poder crear un color sin que se parezca o sea la combinación de otros colores ya existentes, lo mismo con el sonido.
Pero mi idea viene más del sonido en sí. ¿Qué es más terapéutico que crear sonidos desde cero? Crear un sonido es de las cosas más bellas que hay, es como inventar un color. Si tenemos claro que jamás vamos a poder crear un color sin que se parezca o sea la combinación de otros colores ya existentes, lo mismo con el sonido.
Has colaborado con la artista (también mexicana) Ana Drucker en el videoclip de O. ¿Cómo la conociste, y qué te llamó la atención de su obra para querer trabajar con ella?
Ana es una muy querida amiga, la conocí cuando viví en Barcelona. Ya habíamos tenido la oportunidad de colaborar una vez cuando hicimos un concierto en la galería de arte Miscelánea. Los dos quedamos muy contentos y después de eso siempre seguimos pendientes y colaborando de manera directa e indirecta. Algo de lo que puedo presumir a mis 27 años es el lujo de poder trabajar con mis amigos.
El videoclip es muy abstracto, con colores y texturas que parecen sacados del mundo submarino o incluso del espacio. ¿Cuál fue el punto de partida?
Ana: El cuerpo, la piel viene de todo eso. Es la representación exterior de nuestro universo interno.
Sí que intuimos que son dos cuerpos entrelazándose, tocándose, sintiéndose. Al igual que el tema, el videoclip no es figurativo pero sí transmite una sensación de extrañeza e intimidad, de flirteo e incluso explosión final. ¿Cómo ha sido trabajar esta dicotomía entre sonido e imagen?
Ana: No es una dicotomía, son temas que se entrelazan. La intimidad contiene un misterio y es efímera, líquida, igual que cualquiera de nuestras sensaciones; igual que el cuerpo y el universo dentro de nosotros.
Raúl: Ana le dio al clavo de manera telepática. Para mí representa dos conceptos que entendí hace poco: el cuerpo sin órganos de Deleuze y Guattari, y la materia inerte como objeto de deseo de Paul B. Preciado –dos colores que asemejan un cuerpo combinado.
Raúl: Ana le dio al clavo de manera telepática. Para mí representa dos conceptos que entendí hace poco: el cuerpo sin órganos de Deleuze y Guattari, y la materia inerte como objeto de deseo de Paul B. Preciado –dos colores que asemejan un cuerpo combinado.
Como curiosidad, otro de tus trabajos de 2020 es Coronavirus Sound. ¿Cómo encaja esto dentro de tus últimos releases, y qué te impulsó a interpretar el virus a nivel sonoro?
Somos mi amiga Andrea (shshellsh) y yo modulando a manera de improvisación un mopho x4 con el pretexto de imaginarnos a qué sonaría el coronavirus si tuviéramos la necesidad de brindarle una identidad sonora. Lo hicimos en una sola toma y lo subimos a Spotify para contribuir al tráfico de la palabra ‘coronavirus’.