Stella Rahola Matutes y Roger Paez son dos creadores que, desde la intersección entre arte, arquitectura y experimentación, abren nuevos caminos para entender el espacio y la materialidad. La Prenyada, su proyecto más reciente, es una instalación viva que parte del travertino, el musgo, el agua y el látex para reflexionar sobre el tiempo, el cuidado y la relación entre lo humano y lo no humano.
A partir de una losa del Pabellón Mies van der Rohe y trasladada a la Galería Fuga de Barcelona, que acoge esta exposición hasta el 15 de marzo, esta obra desafía las convenciones arquitectónicas al proponer un proceso en constante transformación. Más que un objeto estático, La Prenyada es una experiencia sensorial y simbólica que invita a repensar la vida a través del arte y la arquitectura y explora nuevas formas de habitar el mundo.
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Hola, Stella y Roger, es un placer teneros en METAL. Para empezar, ¿podríais presentaros para nuestros lectores?
Stella: Hola, soy Stella, artista, de formación arquitecta. La arquitectura me proporciona interés por el espacio, la construcción y la capacidad del material para transformarse. Mi práctica aborda la creación de sitios y encuentros situacionales espaciales mediante instalaciones que permean entre la manualidad y la ciencia, implicándose con otras cosas y especies. Los parentescos que emergen de estas asociaciones discurren por sus fuerzas y afectividades, abriendo posibilidades a formas de convivencia que impliquen una contingencia sostenible.
Roger: Buenas, soy Roger Paez, arquitecto, profesor e investigador. Durante veinte años he trabajado como arquitecto en AiB, donde proyectaba y construía edificios públicos a la vez que trabajaba como profesor de proyectos arquitectónicos en la universidad. En los últimos años, he enfocado mi carrera hacia la investigación y la enseñanza en posgrado. Trabajo en la intersección entre el diseño, la arquitectura y la ciudad, y me interesan particularmente la temporalidad, la experimentación y el impacto social. Con Stella hace ya años que enseñamos juntos en el Máster en Arquitectura Efímera y Espacios Temporales de Elisava, que dirijo conjuntamente con Toni Montes.
Roger: Buenas, soy Roger Paez, arquitecto, profesor e investigador. Durante veinte años he trabajado como arquitecto en AiB, donde proyectaba y construía edificios públicos a la vez que trabajaba como profesor de proyectos arquitectónicos en la universidad. En los últimos años, he enfocado mi carrera hacia la investigación y la enseñanza en posgrado. Trabajo en la intersección entre el diseño, la arquitectura y la ciudad, y me interesan particularmente la temporalidad, la experimentación y el impacto social. Con Stella hace ya años que enseñamos juntos en el Máster en Arquitectura Efímera y Espacios Temporales de Elisava, que dirijo conjuntamente con Toni Montes.
El travertino es el material central de la obra y a la vez un símbolo. ¿Qué hizo que lo eligierais para construir esta narrativa?
Stella: La elección del travertino vino por diferentes causas. Uno de los ejes importantes de la práctica es la fragilidad, y el travertino lo es, sin que sea aparente. Es también el material que encontramos dispuesto más ampliamente en el Pabellón alemán de 1929. El modo en cómo se resolvió en la construcción de la réplica en 1985 (como suelo flotante apoyado puntualmente sobre soportes verticales) lo convirtió en un material aún más vulnerable.
Otro aspecto que nos interesa es detectar aquellos materiales que se encuentran en una situación de intermitencia. Son materiales que, por cuestiones culturales o políticas, no pueden incluirse en procesos utilitarios o productivos y quedan en un estado de letargo. Precisamente, las losas rotas del subterráneo del pabellón se encuentran en esta situación.
Otro aspecto que nos interesa es detectar aquellos materiales que se encuentran en una situación de intermitencia. Son materiales que, por cuestiones culturales o políticas, no pueden incluirse en procesos utilitarios o productivos y quedan en un estado de letargo. Precisamente, las losas rotas del subterráneo del pabellón se encuentran en esta situación.
Aparte del travertino, los materiales que habéis seleccionado son muy concretos y a la vez versátiles: musgo, agua, látex. ¿Cómo llegasteis a esta combinación específica? ¿Fue una elección intuitiva o fruto de un proceso de investigación largo?
Stella: Pensamos que cualquier investigación tiene una parte importante de intuición. Las losas de travertino del pabellón tienen una relación específica con el agua. Durante la noche son capaces de absorber la humedad ambiental y durante las primeras horas del día, cuando la temperatura empieza a subir, expiran el agua en forma de vapor. Este mecanismo lo hace especialmente sensible a la proliferación de otros organismos, como es el caso del musgo. Precisamente pedimos a la Fundació Mies van der Rohe que relajara las medidas de mantenimiento para que eso ocurriera.
La relación simbiótica entre el material pétreo y el musgo fue objeto de trabajo para la propuesta. A partir de ahí se sumaron el resto de materiales, que son aquellos necesarios para cuidar el musgo que hemos inoculado en el travertino en la galería. La manguera de látex también juega un papel fundamental. Es el anclaje físico a la arquitectura de la galería que, conectado al grifo del lavadero, conduce el agua a un balde donde se desclorifica y permite así alimentar diariamente la losa. El látex es un material orgánico, con resonancias al ámbito científico y hospitalario; nos sirve de cordón umbilical para la gestación del musgo.
De hecho, el agua está presente en toda la exposición: desde las litografías, entendidas como técnica hidrófila, hasta el agua para rociar diariamente la piedra, pasando por el uso del espacio del baño como espacio expositivo, donde proyectamos un vídeo que narra el proceso realizado con los estudiantes de Elisava en el Pabellón Mies van der Rohe. Existe aquí una actitud de no jerarquizar los espacios útiles para la muestra.
La relación simbiótica entre el material pétreo y el musgo fue objeto de trabajo para la propuesta. A partir de ahí se sumaron el resto de materiales, que son aquellos necesarios para cuidar el musgo que hemos inoculado en el travertino en la galería. La manguera de látex también juega un papel fundamental. Es el anclaje físico a la arquitectura de la galería que, conectado al grifo del lavadero, conduce el agua a un balde donde se desclorifica y permite así alimentar diariamente la losa. El látex es un material orgánico, con resonancias al ámbito científico y hospitalario; nos sirve de cordón umbilical para la gestación del musgo.
De hecho, el agua está presente en toda la exposición: desde las litografías, entendidas como técnica hidrófila, hasta el agua para rociar diariamente la piedra, pasando por el uso del espacio del baño como espacio expositivo, donde proyectamos un vídeo que narra el proceso realizado con los estudiantes de Elisava en el Pabellón Mies van der Rohe. Existe aquí una actitud de no jerarquizar los espacios útiles para la muestra.
“En el compartir existe una manera de promover el cruce de miradas y de comportamientos más éticos que atiendan a las cosas que nos rodean”. Stella
En un mundo donde todo parece orientado a lo digital, habéis decidido trabajar con materiales tanto físicos como orgánicos. ¿Cómo dialoga esta obra con las tecnologías contemporáneas o con nuestra obsesión por lo virtual?
Stella: En el inicio de nuestros procesos existe siempre la intención de involucrar la fisicidad de nuestros cuerpos en la generación del trabajo y la propuesta. Hay una confianza en el conocimiento háptico que las nuevas tecnologías tienden a dejar postergado. Se trata de ejercitarlo, a la vez que tomar consciencia de nuestras capacidades.
Claro, la instalación está pensada para evolucionar con el tiempo y requiere cuidados. ¿Qué simbolismo encontráis en este acto de cuidado colectivo en un contexto artístico?
Roger: Cierto, la instalación es una instalación viva, tanto a nivel conceptual como literal. Más allá de posibles simbolismos, para nosotros los actos de cuidado y de atención profunda son actos con un fuerte componente político, puesto que, en último término, ensayan otro tipo de relaciones entre humanos, no humanos y las arquitecturas que nos acogen.
El hecho de que la obra se transforme hace que cada persona viva una experiencia única. ¿Qué importancia tiene para vosotros esta singularidad y cómo transforma la relación entre el público y la instalación?
Stella: El proyecto que presentamos es un proyecto coral donde han intervenido colectivamente distintas instituciones y personas. En el compartir existe una manera de promover el cruce de miradas y de comportamientos más éticos que atiendan a las cosas que nos rodean. La propuesta busca no dar el proyecto por concluido y continuar con este modo de hacer.
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La distribución espacial juega un papel importante para la experiencia del espectador, ¿no? No es lo mismo una sala alta y ancha que oscura y pequeña, por ejemplo.
La Prenyada juega con la espacialidad concreta de la Galería Fuga de forma intencionada y a la vez muy simple. El espacio de la galería es vectorial, se comprende casi como una única línea. La principal decisión fue abrir el espacio posterior, habitualmente cerrado al acceso del público, e intervenir en toda la profundidad de la galería, desde la puerta de entrada hasta el wáter del fondo. Este eje espacial, al cual le corresponde un eje temporal, puesto que la instalación se experimenta secuencialmente, estructura el conjunto.
El Pabellón Mies es un espacio icónico con una presencia muy marcada. ¿Fue un reto conceptual trasladar esta idea de vida y cambio de un espacio tan emblemático a la galería?
Roger: El pabellón Mies tiene una imagen pública muy marcada pero también bastante estereotipada, que no hace justicia a sus múltiples calidades arquitectónicas. En este sentido, La Prenyada evoluciona y elabora el proyecto Inviting Life, que realizamos juntamente con los estudiantes de Elisava en el propio pabellón, pero se trata de otro proyecto. Si Inviting Life entiende el pabellón de Mies y Lilly como su lugar de acción, La Prenyada lo descontextualiza para centrarse en la materia como, simultáneamente, resultado y soporte de vida.
¿Diríais que La Prenyada es también un comentario político, más allá de lo poético, sobre nuestra forma de relacionarnos con los espacios que habitamos?
Roger: Sin duda. Creemos que el arte tiene un componente político en el sentido que acota cuestiones que afectan el debate público y articula deseos sobre una sociedad-otra. En el caso de La Prenyada destacaría un par de puntos. Por un lado, la actitud de observación profunda, de trabajo paciente y repetitivo, el sabotaje explícito al ‘solucionismo’. Por otro lado, el entender que la materia nunca es estable y que la definición de vida es mucho más amplia de lo que el discurso dominante nos quiere hacer creer. Ambas posiciones tienen implicaciones en clave política: pensar y actuar más allá (o más acá) de las lógicas extractivistas y productivistas, o dejar de pensar en oposición entre natural y artificial, entre humano y no-humano.
“Para nosotros los actos de cuidado y de atención profunda son actos con un fuerte componente político, puesto que, en último término, ensayan otro tipo de relaciones entre humanos, no humanos y las arquitecturas que nos acogen”. Roger
Si el Pabellón Mies van der Rohe pudiera hablar, ¿qué creéis que diría al verse reinterpretado con La Prenyada?
Roger: El pabellón puede hablar, solo hace falta saberlo escuchar. Este es el reto. Aviso a navegantes: el pabellón no habla en un lenguaje articulado discursivamente, y nos habla de modo distinto en función de cómo escuchemos.
Esta es para Roger. Como arquitecto, sueles explorar espacios temporales y el diseño como impacto social. ¿Qué te llevó a reinterpretar un lugar tan icónico y aparentemente permanente como el Pabellón Mies van der Rohe?
Trabajar en y con el pabellón Mies van der Rohe ha sido, sobre todo, un honor, pero también un reto. Y el reto tiene mucho que ver con la cuestión de la iconicidad a la que apuntas. Ciertamente, el pabellón de Mies y Lilly es, seguramente, el edificio más icónico de la arquitectura moderna internacional. Es interesante recordar que el pabellón original fue un edificio efímero, y que fue precisamente a causa de su condición temporal que se pudo ensayar una arquitectura tan radical, tanto a nivel conceptual como programático o estético.
Me interesa mucho cómo el actual edificio, reconstruido en 1985, se define por dos movimientos simultáneos. En primer lugar, se muestra impoluto, buscando reproducir atemporalmente una imagen icónica prefijada en la memoria colectiva de lo que pudo ser el pabellón del 1929. Pero, simultáneamente, el pabellón aparece regularmente trasformado gracias a las múltiples intervenciones de artistas y arquitectos que la Fundació Mies van der Rohe programa. Si en el primer caso se niega la temporalidad inherente en el envejecimiento de cualquier edificio, en el segundo, la temporalidad se exacerba hasta límites insospechados, permitiendo que un mismo edificio experimente versiones alternativas de sí mismo. A pesar de que puedan parecer contradictorias, me interesa mucho la tensión que se genera entre estas dos maneras tan diferentes de entender (y practicar) la identidad.
Me interesa mucho cómo el actual edificio, reconstruido en 1985, se define por dos movimientos simultáneos. En primer lugar, se muestra impoluto, buscando reproducir atemporalmente una imagen icónica prefijada en la memoria colectiva de lo que pudo ser el pabellón del 1929. Pero, simultáneamente, el pabellón aparece regularmente trasformado gracias a las múltiples intervenciones de artistas y arquitectos que la Fundació Mies van der Rohe programa. Si en el primer caso se niega la temporalidad inherente en el envejecimiento de cualquier edificio, en el segundo, la temporalidad se exacerba hasta límites insospechados, permitiendo que un mismo edificio experimente versiones alternativas de sí mismo. A pesar de que puedan parecer contradictorias, me interesa mucho la tensión que se genera entre estas dos maneras tan diferentes de entender (y practicar) la identidad.
Stella, voy contigo. En tu obra suelen aparecer procesos de transformación lenta, como la oxidación o el crecimiento orgánico. ¿Cómo dialogan estos procesos con nuestra sociedad contemporánea, que está tan obsesionada con la inmediatez?
Precisamente si ampliamos nuestro campo de visión admitiendo todo aquello que no pasa por una consideración antropocéntrica, tomamos consciencia de que todo está en movimiento y en proceso de transformación. Las distintas temporalidades que no corresponden a nuestros ritmos frenéticos de producción nos dan a entender que simplemente somos un actor más de un sistema muchísimo más complejo del cual formamos parte y dependemos.
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