“Ser un auténtico perezoso, no hacer nada en absoluto. No dedicarse a nada útil. Ser un completo inútil. Los lunes al sol. Los otros días en el sofá. No ser productivo. Derrochar el tiempo. Nuestra mejor virtud es derrochar el tiempo, entregándonos por completo y seriamente a la pereza”. Quienes así se expresan son Beatriz Escudero y Francesco Giaveri, los comisarios de So Lazy. Elogio del derroche, que puede verse actualmente en el CaixaForum de Barcelona hasta el 18 de abril, una exposición que nos plantea ficciones para malgastar el tiempo en lugar de emplearlo de forma productiva, e invita a destruir la riqueza para no acumularla.
Aprovechamos la ocasión para hablar con los comisarios en una conversación que retoma los temas centrales de So Lazy, donde se cuelan referencias a artistas como Marcel Duchamp y a Kazimir Malévich y su reivindicación de la pereza como verdad inalienable del ser. A saber, cómo derrochar de forma eficaz elogiando el derroche de lo que excede, porque para que cualquier sistema sea sostenible, siempre excede algo como necesario; también, la crítica al trabajo como forma de subsistencia, y la redistribución de recursos y tiempo.
La exposición está dividida en cuatro salas, pasando de la hiperactividad a la contemplación. Plantean un recorrido que va de la vida activa a la vida contemplativa en la primera sala. Con obras como la de Angela Ferrera, plantean un consumismo como si nos consumiera a nosotros. En la segunda sala se contrapone el espacio productivo versus el improductivo, con obras especulares como el Monumento al trabajo de Francesc Abad. Alberto Gil Casedas nos ofrece un contrapunto, confrontando derroche y trabajo, dibujando líneas blancas sobre papeles en blanco durante 8 horas, los domingos, y depositando posteriormente los restos de los lápices utilizados en pequeños botes. La tercera sala es la dedicada al ocio (utópico). Allí nos encontramos con la obra de Constant New Babylon, donde trata de superar al ‘homo faber’, en una huida hacia el ‘homo ludens’. La cuarta y última sala plantea la contemplación como parte del ocio y parte de la solución. En esta sala en concreto, todo ha sido creado para propiciar el momento de introspección que se pretende conseguir. Podemos destacar la intervención mínima de Camila Cañeque, que nos lleva hacia un mar que sigue su ritmo eterno.
La exposición está dividida en cuatro salas, pasando de la hiperactividad a la contemplación. Plantean un recorrido que va de la vida activa a la vida contemplativa en la primera sala. Con obras como la de Angela Ferrera, plantean un consumismo como si nos consumiera a nosotros. En la segunda sala se contrapone el espacio productivo versus el improductivo, con obras especulares como el Monumento al trabajo de Francesc Abad. Alberto Gil Casedas nos ofrece un contrapunto, confrontando derroche y trabajo, dibujando líneas blancas sobre papeles en blanco durante 8 horas, los domingos, y depositando posteriormente los restos de los lápices utilizados en pequeños botes. La tercera sala es la dedicada al ocio (utópico). Allí nos encontramos con la obra de Constant New Babylon, donde trata de superar al ‘homo faber’, en una huida hacia el ‘homo ludens’. La cuarta y última sala plantea la contemplación como parte del ocio y parte de la solución. En esta sala en concreto, todo ha sido creado para propiciar el momento de introspección que se pretende conseguir. Podemos destacar la intervención mínima de Camila Cañeque, que nos lleva hacia un mar que sigue su ritmo eterno.
Comentáis que la exposición ya se encontraba en proceso antes de la Covid, ¿desde cuándo trabajáis en ella?
Desde verano de 2018, aunque desde distintos enfoques el proyecto surgió de manera orgánica. Francesco hacía tiempo que investigaba la nada y Beatriz el ocio.
¿Habíais trabajado juntos con anterioridad?
Sí, trabajamos juntos desde 2017. Hemos realizado exposiciones en el Institut Français de Madrid (2020), el Museu del Disseny de Barcelona (2019), la Galleria Macca (2018) y la Galería JosédelaFuente (2018). Y estamos preparando una exposición para el Festival Brama en junio 2021. Escribimos habitualmente en diversos medios.
¿El proceso de encierro ha cambiado en algo el resultado final?
No, aunque el proceso de escritura del texto del catálogo se ha visto indudablemente afectado por la circunstancia excepcional. Desde otro punto de vista, la Covid nos ha confirmado la pertinencia y hasta la urgencia de (re)pensar en el no hacer, en otra forma de desarrollo, y dejar de apuntar hacia el crecimiento continuo como única vía de salida del ahora ya evidente colapso del neoliberalismo.
¿Desde dónde fue vuestro primer acercamiento a los temas?
Desde nuestra experiencia personal: generacional, contextual y laborativa. De ahí, hemos empezado una investigación amplia que va de Georges Bataille, Paul Lafargue, Bertrand Russell hasta Hannah Arendt. Ha sido fundamental la posibilidad de trabajar y adaptar el tema a raíz de las colecciones de LaCaixa y MACBA, y luego poder añadir las obras de colecciones como Cal Cego o Serralves, y de otros artistas como Alberto Gil Casedas, Samuel Labadie y Misha Bies Golas.
¿Pensáis que un mundo tal y como lo imaginó Constant a día de hoy es posible?
No, pero nunca hay que dejar de producir nuevas utopías, cada vez más radicales, y de reclamar una justicia social que cada vez escasea más. Cada día es más evidente el abuso del poder del dinero sobre la vida humana.
¿Creéis que el impacto de Duchamp es positivo o negativo? En el arte posterior a él.
En una de sus célebres frases Duchamp decía: “El arte puede ser bueno, malo o indiferente”. Hay opiniones encontradas y bien argumentadas tanto a favor como en contra de su legado; de nuestra parte te podemos decir que sin duda no deja indiferente a nadie.
Recogiendo la frase “Contradecirse no es contrasentirse”, de Jean-François Lyotard, en Discurso, Figura; ¿creéis que las contradicciones planteadas por la exposición son intrínsecas o aparentes?
Deberías especificarnos a qué contradicciones te refieres, si te refieres a la contradicción de participar de un ocio regulado como es esta exposición en una institución compleja, te diría que no existe una ‘afuera’ del mercado, pero sí ‘enclaves de resistencias’, y las obras de arte que proponemos en la exposición creemos que son unas buenas herramientas para cuestionar lo dado por sentado: al plantear una ficción que anhela malgastar el tiempo en lugar de emplearlo de forma productiva y destruir la riqueza antes que acumularla, las obras seleccionadas proponen una crítica a la hiperactividad contemporánea e introducen la esperanza de una redistribución de recursos y de tiempo capaz de repensar lo común. No sé si hemos contestado a tu pregunta...
Sí, totalmente, considero que el cuestionamiento y el planteamiento de ficciones es esencial en el arte, y la exposición da buena cuenta de ello. Cambiando de tema, condicionados como estamos por las redes sociales que, tal y cómo decís, son el tiempo de la nada, ¿no creéis que no hacer nada, pasear como lo haría un flaneûr, es un acto creador en sí mismo? Tal y como apuntáis, la inactividad es una verdad del ser.
Sin duda la actividad del flaneûr da para mucho, como bien demostró el inacabado ensayo de Walter Benjamin o el paseante de Robert Walser. Pero lo de que paseamos libremente por las redes sociales ya sería una cuestión más opinable: accedemos a contenidos promocionados por nuestra posición geográfica y nuestros ingresos, nuestras interacciones son monetizadas, nuestros pasos observados al milímetro para ofrecernos el producto de nuestros deseos, etc. Por lo tanto no se trata de un paseo libre. La utopía de web libre se ha desmoronado. Hay una canción de David Byrne titulada Lazy que abría su última gira que nos parece reveladora de lo que un gran artista y teórico como Kazimir Malévich creía, es decir, que hay que dejar de considerar la pereza como la madre de todos los vicios, cuando es la madre de la vida: “La pereza como verdad inalienable del hombre”.
Apuntáis que la tercera y última sala la concebís como parte de la solución, ¿concebís el arte como el espacio donde plantear soluciones, es decir respuestas cerradas, o como lugar en donde las preguntas quedarían siempre abiertas? Es decir, donde el proceso es más importante que el resultado final.
El campo del arte es ideal para cuestionar o proponer otras maneras de emplear el tiempo, otros objetivos vitales no productivistas, y también para plantear preguntas. El espectador, si lo hay, completa las obras con su experiencia. Es urgente tener alternativas, porque ahora que el poder parece apresurado a volver a una ‘nueva’ normalidad, habría que hacerle presente que la ‘normalidad’ de antes era el problema.
Ir al encuentro con el arte significa indagar en lo que falta o en lo que excede; es decir, el resto, o el ornamento, ya que la pieza de arte es visible en tanto objeto perdido (la que tiene lugar en la carencia). Desde este punto de vista, ¿qué valor le dais al resto como excedente en la obra?
Nosotros hemos planteado un proyecto, curado una exposición, pensado unas actividades y escrito un catálogo. El valor que importa ahora es lo que se lleva y aporta el público que visita la exposición, o tu punto de vista sobre lo que has visto/leído sobre este proyecto. Nuestro punto de vista no es tan importante ahora. ¡Que opinen libremente los demás!
¿Seguís creyendo que el derroche se entiende como maldito? Creo que la gran mayoría de sujetos lo conciben como nueva norma...
El derroche de lo excedente que nos interesa no tiene nada que ver con el consumismo vacío y enloquecido que alimenta las colas enormes frente a los grandes almacenes. Es otra cosa.
Las mujeres accedieron al ocio, tal y como lo entendemos actualmente, con la creación de los primeros grandes almacenes y escaparates, ahí donde la rica y la pobre se mezclaban. ¿Creéis que un consumo más responsable traería consigo un ocio más responsable? La destrucción del capitalismo...
Hay que ser más responsables con nuestro consumo sin duda, pero por sí solo no será suficiente para solucionar el problema. Hay que regular, por ejemplo, el uso del plástico urgentemente y la cultura extractivista que ha llevado al planeta al colapso. Se necesita reglamentación que limite a las grandes empresas y esto es muy muy complejo. Los retos ante el cambio climático son enormes y hay que buscar soluciones acorde. Diferenciar en nuestra casa la basura, no es para nada suficiente. Uno de los errores es pensar que todos somos responsables al mismo nivel. Todos contribuimos a ello pero desde luego hay intereses en que nuestra estructura energética sea la que es, por ejemplo, o que el cambio a vehículos que no dependan de los carburantes fósiles esté tardando tanto, o que la industria alimentaria genere tantos desperdicios y consuma tanta cantidad de energía.
¿No creéis que más que una liberación total del trabajo lo que necesitamos es una mayor regulación del trabajo artístico? Un cuidar del hacer.
Estamos de acuerdo con lo que decía hace mucho tiempo Duchamp (entre otros): “Es vergonzoso que todavía estemos obligados a trabajar para existir, [...] estar obligado a trabajar para existir es, realmente, una infamia”. Para ello hay iniciativas que se han intentado aplicar como son la Renta Básica que conllevaría separar la necesidad del empleo para la subsistencia. Son medidas que benefician a toda la sociedad por igual. También a artistas. Y también a las personas que están al cuidado de sus familiares y otros muchos trabajos que no están contemplados en nuestro sistema productivo pero que son también esenciales para nuestra subsistencia.
Acogiéndome a las palabras de Ibon Aranberri: “El arte ya no existe, existe la experiencia estética. El arte no existe en tanto que objeto, porque los objetos han de ser transicionales. Aunque ya se encarga el mercado de fetichizar y convertir el objeto en algo ensimismado y autonómo.” (Para crecer como artista tienes que matar al padre, 2007). ¿Concebís el arte como fetiche, o no? ¿Y por qué?
Estamos muy de acuerdo con la frase de Ibon. El arte es una experiencia estética, los fetiches los crea el mercado de forma muy eficaz. En nuestro caso no nos interesa, ni priorizamos tanto el tener como el ser.
Algo tiene que chocar para que la obra adquiera su sentido, su función es la crítica: ¿qué pensáis al respecto?
Nos parece muy bien que el arte sea crítico, pero no limitaríamos nunca su campo de acción.
So Lazy. Elogio del derroche, hasta el 18 de abril en CaixaForum Barcelona. Avenida Francesc Ferrer i Guàrdia, 6-8.