Durante más de una década, el trabajo de Sito Mújica se ha basado en la copia sistemática de fotografías que circulan por Internet utilizando el dibujo, la acuarela sobre papel, acrílicos sobre cartón, madera y tela, además de otras técnicas tradicionales, para volver a poner sus obras en circulación en la red traducidas a su propio lenguaje. Se ha especializado en el apropiacionismo, elaborando meta-obras con vida propia que él mismo denomina copiadas. Ha llevado a cabo proyectos de investigación acerca de la imagen en los medios de comunicación digital, y sus producciones abordan temas relacionados con el copyright, la curación de contenidos y los algoritmos. Actualmente expone en la colectiva Blanc i negre de la galería L&B de Barcelona.
Tu infancia no fue nada convencional. ¿Cómo la recuerdas?
Nací en Sabadell pero al poco tiempo mi padre quiso ser agricultor y lo vendió todo para comprarse unas tierras en un pueblecito de la provincia de Córdoba llamado Fuente Obejuna. Está situado en un montículo y todo a su alrededor está cubierto de jara, que es un arbusto muy denso y bastante alto que le da un aspecto de pueblo aislado.
¿Cómo os recibieron recién llegados de Sabadell?
Mi madre supo integrarnos muy bien, sin renunciar a su look de chupa de cuero, pantalones, pelo corto y gafas de sol. Conquistó a todas las mujeres, porque era la única que tenía carnet de coche y las acompañaba a comprar a los pueblos cercanos.
¿Qué ventajas tenía crecer en un pueblo en la España de principios de la democracia?
En los 80 hubo una crisis económica muy fuerte, pero nosotros no la vivíamos. El pueblo se autoabastecía e incluso no se utilizaba el dinero para intercambiar. La gente hacía trueques. Eso era una ventaja. Una desventaja evidente era no tener acceso a la cultura, aunque mis referentes eran Radio Pop, los programas de Paloma Chamorro y las pelis de La 2. Con 14 años ya me había visto casi todo de Federico Fellini, Luchino Visconti y Pier Paolo Pasolini. Unos mundos que no tenían nada que ver con mi vida cotidiana. Viví allí hasta los 18 años.
¿Qué pasó?
Me fui a Mallorca a hacer la mili. Allí es donde empecé a vivir otras cosas y fue un cambio radical. Conocí a artistas que tenían otro estilo de vida y empezó a gustarme escuchar a los demás. Cuando terminé el servicio militar, me quedé en la isla un tiempo trabajando en un teatro y poco después, siguiendo el consejo de mi madre, me instalé en Barcelona.
¿Cómo recuerdas esa época?
Todo fue muy fluido. En Sabadell estaba la Escola Illa de artes y oficios, y allí es donde estudié. Fueron tiempos muy divertidos.
¿La fotografía y la imagen ya tenían interés para ti?
Me interesaba y me sigue interesando mucho la pintura como materia, a pesar de que en mi obra eso queda muy diluido. La forma de reproducir una imagen a través de la pintura es lo que más me gusta. Hay dos procesos que me interesan mucho. Uno es la elección de la propia imagen, que puede suceder de forma espontánea. Otra es la manera de reproducirla. Me considero más pintor que cualquier otra cosa.
¿Cuál ha sido la evolución de tu trabajo?
Siempre hay cosas que me interesan y trabajo entorno a ellas. Pero no hay una intención de cambio. Sí hay cosas comunes desde mis inicios hasta ahora. Empecé con un proyecto que ya incluía las redes sociales en MySpace. Sin quererlo, tenía un gran poder de marketing y de captación. Eso hizo que mi trabajo se diera a conocer de una forma muy rápida. Lo virtual y lo presencial siempre ha estado en mi trabajo, desde ese momento hasta hoy.
¿Por qué escogiste MySpace?
Era el momento en que empiezo a meterme en las redes sociales y pensé en crear un proyecto partiendo de las posibilidades que tienen las redes. Decidí que todo el tiempo que requieren podía encauzarlo a mi tiempo creativo. Era un proyecto en el que copiaba a lápiz imágenes de otros artistas, luego las utilizaba como imágenes mías pero siempre acreditando a los artistas. Indicaba quién era el modelo y el fotógrafo. Eso ha cambiado ahora. No hay esa referencia al autor original, porque busco que Google me diga quién es.
¿Y lo consigues?
Google siempre se equivoca. Por eso mola. Yo cambio la imagen, por eso le estoy pidiendo un imposible al algoritmo. A veces dice cosas muy chulas. Puede confundir una escultura con un vestido de cocktail. Puedo poner la imagen de diferentes formas. La puedo colgar una vez iniciado el proceso, aunque ahí corro más riesgo de que Google no se equivoque, pero si la cuelgo una vez realizada, es más difícil. El título es muy importante en la obra. Cuando termino, la cuelgo en Google y le pido que me dé el título. Siempre me ofrece varios. Me gusta que el algoritmo tenga un valor creativo.
¿Qué tipo de imagen capta tu atención para reinterpretarla?
Al principio me interesaba el momento efímero de la imagen, y me sigue interesando. El hecho de dibujar una imagen a lápiz o hacer un óleo a partir de una imagen, lo que haces es que dure más en el tiempo. Lo que estoy haciendo ahora son imágenes tratadas por ordenador que imitan el punto de la trama de la imprenta. Es una manera de hacer con la pintura una reproducción no habitual en la pintura. En el siglo XXI puede sonar algo ridículo, pero creo que las formas de representación son insondables.
¿Es donde te sientes cómodo?
Siempre hay una referencia a las técnicas plásticas del siglo XX, y lo hago como un acto espontáneo que además tiene un punto importante de emoción. Creo que a todos los artistas les pasa lo mismo. Me gusta plantear la idea generalizada de que una obra de arte tiene que costar sufrimiento hacerla. Ahora parece que vuelve la idea de que un artista puede crear una obra más espontánea y ligera y no tan cargada de un contenido teórico.
¿Luchas contra lo efímero?
Sí, es dar importancia a ese grado de fugacidad. Hay un artista que me interesa mucho que se llama Antonio Lazo. Su trabajo habla sobre el tiempo, y él lo que busca es la atemporalidad. Aunque nos parecemos mucho, yo hablo de un tiempo concreto. Es verdad. Intento retener ese momento concreto.
¿Un tiempo concreto que te interpela?
Sí, pero es algo inevitable. Hay muchas referencias al pasado en mi trabajo. Ahora mismo estoy utilizando imágenes de esculturas clásicas. Aunque también hay mucho del punk y del post-punk de los 80. Hay algo del subconsciente en las imágenes que elijo. Todas pueden tener una relación directa con las portadas de los discos de The Smiths que he visto en mi vida.
¿Tienes claro cuáles son tus influencias más directas?
Lo vas viendo con el tiempo. Una vez has hecho la obra y la analizas te das cuentas de esos referentes. Ahora lo que más me interesa es trabajar sin tener consciencia del discurso. Eso es algo que no he hecho hasta ahora. Pienso que los artistas queremos serlo para sentirnos libres. Asociamos la libertad a la creación. Aunque si lo analizas bien te das cuenta de que esa libertad no existe ni en el ámbito de la creación.
¿Es un espejismo?
El trabajo siempre es trabajo, por muy creativo que sea.
¿Te consideras una persona libre?
Yo en ese sentido soy muy estoico (risas). Intento relacionarme con la realidad sin más. Carmen Machi me dijo que ella acepta todos los papeles que le proponen, y los hace lo mejor que sabe. Para ella todo lo demás es responsabilidad de otros. Hay que disfrutar. La vida no la veo como un sufrimiento. Si hay algo que me causa mucho estrés no lo hago.
¿Hay temas recurrentes en tu obra?
Me interesa mucho el retrato en la forma más clásica. Concibo la obra en función del lugar donde la voy a exponer y la utilidad que pueda tener. Si es que tiene alguna utilidad el arte... En la última exposición en la Galería Alzueta, hice algo un poco intuitivo. Tengo mogollón de carpetas en el ordenador donde guardo muchas imágenes. Aquí también era importante la técnica, que es la trama de medio punto, con la que no todas las imágenes te quedan bien. En este caso, no hay una coherencia argumental, pero me interesaba llevar al límite del minimalismo lo que había trabajado. La única referencia que queda de mis trabajos anteriores son los títulos de Google.
En una exposición anterior en la L&B sí que había una imposición en la imagen. Partía de una imagen de Kazimir Malévich, Cuadrado negro sobre fondo blanco, la colocaba en Google, buscaba la referencia del texto, Google me daba un título que yo colocaba de nuevo en Google y la primera imagen que aparecía era la que yo copiaba. Sí que había una imposición incluso en la imagen que estaba eligiendo porque me interesaba jugar con eso.
En una exposición anterior en la L&B sí que había una imposición en la imagen. Partía de una imagen de Kazimir Malévich, Cuadrado negro sobre fondo blanco, la colocaba en Google, buscaba la referencia del texto, Google me daba un título que yo colocaba de nuevo en Google y la primera imagen que aparecía era la que yo copiaba. Sí que había una imposición incluso en la imagen que estaba eligiendo porque me interesaba jugar con eso.
¿Quién ha tenido una mayor influencia en tu vida?
Mi madre (risas). Si pienso en gente que he conocido, seguramente no hayan percibido que me estaban influenciando. Conocí a Manuel Duque, un artista de Sabadell, y me indujo a tener una búsqueda. En el cine, Derek Jarman y en la música de Morrissey, a pesar de que es la persona que más detesto, sin embargo su trabajo me parece muy chulo, no dejo de escucharlo.
¿Qué significa la belleza para ti?
No tengo muy claro lo que es, ni siquiera me lo planteo. Simplemente hay cosas que me gustan y cosas que no, pero no quiere decir que eso sea bello. En todo caso mi referencia de la belleza es más clásica. Aunque pienso que deberíamos huir de eso. En nuestro tiempo, pienso que ya lo hacemos, al final es excluyente. Nosotros tenemos una imagen de la belleza más estadounidense. Si hablamos de personas, tenemos que tener un físico concreto que es el que vemos en los TikTokers y en los Instagramers.
¿Sientes una fascinación absoluta por la imagen fija?
Por ahí van los tiros. Ahora se ha convertido casi en un hábito. Pretendo retener la emoción. Nosotros cuando vemos una imagen y hay algo en ella que nos llama la atención, nos atrapa, pero ese instante pasa. Ese momento es el que yo traslado con lápiz, que es una cosa como muy solemne, o hago un óleo. Estoy dando una extremada importancia a esa cosa efímera del momento emotivo o de fascinación. Te sorprende porque tiene un contenido nuevo o porque tiene algo con lo que tú comunicas fácilmente.
“La inspiración para mí no existe. Creo que es un invento comercial, porque no existe como tal. Es el trabajo lo que hace que lo que hagas funcione mejor o peor.”
¿Cómo te relacionas con las emociones a nivel personal?
(Silencio).
¿Las contienes o las expresas?
Todo surge de forma muy natural, pero es verdad que no exteriorizo mucho. No soy de compartir emociones (risas).
¿Te planteas colaborar con otros artistas?
Me gustaría introducir en mi trabajo todo aquello que no tiene, y que alguien se lo aportara. A veces tengo la tentación de hacer garabatos encima de un cuadro mío acabado, pero preferiría que eso lo hiciera una persona que se dedique a los garabatos. Con Paco y Manolo, compartimos un proyecto titulado Memento mori en el que encontramos ese punto en común entre su trabajo y el mío. La fotografía para ellos es exactamente lo mismo. Captar un momento determinado, de una persona determinada con una edad que no va a volver a tener, haciendo algo que no va a volver a hacer.
Parece como si quisieras ir contra el tiempo para que se materialice.
Eso era la esencia de la pintura. Suena muy rancio pero es así.
Los selfies y la sobreexposición en redes tienen algo que ver con eso. ¿Qué opinas sobre la mercantilización del yo?
Convivo con eso y no lo juzgo. Yo estoy en las redes pero me cuesta mucho compartir mis procesos creativos. Lo hago porque creo que es necesario para que se sepa lo que estás haciendo. Es más una herramienta para que la gente se interese más por lo que hago.
¿Se puede vivir sin estar en las redes?
No lo sé. Cada vez lo desconozco más. Me fascina ver que hay gente que tiene cuatro mil seguidores y triunfa como la Coca-Cola y gente que tiene treinta y cinco mil y no se come un colín. Eso es algo que no acabaré de entender nunca del todo. Yo estoy en las redes para compartir mi trabajo con mis amigos y la gente que se interesa por mi obra.
¿Te sientes cómodo en la sociedad de la imagen?
Hoy en día nos comunicamos más con imágenes que con palabras. Y creo que me comunico mejor con imágenes. Hay gente que ha tomado otras decisiones y prefiere no tener redes sociales. A mis alumnos les pregunto de dónde sacan la información y las redes son un setenta e incluso un noventa por ciento de sus fuentes de información. Muy pocos leen libros, el cine tampoco les fascina, ven alguna serie, pero no tienen conciencia del grado de manipulación a la que están expuestos por los algoritmos. Al final no tienen la oportunidad de conocer otras cosas.
¿Sigues un método de trabajo específico?
Mis obligaciones como docente están por delante de casi todo, y cuando tengo los deberes hechos es cuando me puedo poner a pintar. Siempre cuento con el ordenador y una impresora Epson de las de antes y música. Es decir, la imagen de la pantalla con colores luz, también colores pigmento de las impresiones, y siempre escucho música. Es muy lento el trabajo que hago. Para la última expo en la Galería Alzueta estuve prácticamente todo el verano trabajando. La inspiración para mí no existe. Creo que es un invento comercial, porque no existe como tal. Es el trabajo lo que hace que lo que hagas funcione mejor o peor. Para mí es muy importante descubrir cosas que no he hecho e innovar en lo que pueda, aunque mantengo cosas que sé que me funcionan.
¿Qué hay detrás de la decisión de trabajar con imágenes robadas?
Yo no puedo hacer fotos maravillosas como las que hace Michaël Borremans, ni dispongo de un equipo de colaboradores. Al principio me cuestionaba si eso iba a ser un problema para según qué artistas, pero nunca se produjo un momento tenso. Recuerdo una vez hace algunos años que un fotógrafo que había visto un trabajo mío me escribió por Facebook y me dijo: ¿qué significa esto? Le contesté que yo era un artista apropiacionista que había utilizado una imagen suya y la había copiado en acuarela y que si la había elegido era porque su trabajo me interesa. A los pocos minutos me contestó con un: disculpa, soy estúpido. Él pensó que yo había robado una foto y la había imprimido, pero ha sido la única vez que me ha pasado. Y ahora que no hago referencia a los artistas, quizás sea algo más violento, pero lo que hago actualmente es transformar la imagen en otra cosa.
No hay mucho color en tus trabajos, ¿por qué?
Soy profesor de color... (risas). Me cuesta mucho y los pocos colores que hay están muy revisados. De hecho hay alguna obra que hay tres cuadros debajo, o sea que la misma obra está repetida tres veces porque el color de fondo no me acababa de convencer. El color lo hago yo, y dedico tiempo al estudio del color, pero no sé muy bien por qué no puedo utilizar muchos colores. En el trabajo que estoy haciendo ahora estoy incorporando color. Entre expo y expo hay un momento de transición en el que investigo acerca de cosas que no tienen tanto que ver con un discurso cerrado, sino más bien en la búsqueda de otras técnicas. Las tres últimas expos que he hecho (una en el L&B, otra en Sis de Sabadell, y la última en Alzueta Gallery), todas estaban diseñadas en el ordenador antes de producirse las obras.
Y en la transición actual, ¿cuáles son los interrogantes?
Es el momento más relajado de todos y el de la investigación plástica, más que conceptual. Ahora mismo estoy trabajando con color y en la manipulación de la imagen con la trama de medio punto.
Me llama la atención que los artistas de tu generación no hayáis constituido un grupo.
Eso son cosas de los historiadores de arte, ¿no? (risas). Nadie era consciente de pertenecer a La Movida en los 80. Si es cierto que fue un gran momento para las artes, pero, ¿qué tiene que ver Alaska con Décima Víctima? Hay un momento decisivo que es el nacimiento de la posmodernidad, pero creo que incluso eso es un invento. La historia del arte se ha construido con una serie de asociaciones, excluyendo a unos e incluyendo a otros. A partir de los años 80 la figura de Marcel Duchamp fue muy influyente pero anteriormente no era tan conocido por el público. A raíz de que un crítico empezó a estudiar el tema de la fuente y dijo que era la obra más influyente del siglo XX, ahí empezó a recuperarse la figura de Duchamp.
¿No echas en falta mayor comunicación con otros artistas?
Me gusta compartir con personas que sean ajenas a mi mundo. Quizás me interesa más eso. Confío mucho en el criterio de los demás y en las reinterpretaciones. Eso hace que mi obra adquiera otro valor y la hace más interesante.
¿Cómo te relacionas con tu obra? ¿Eres ambicioso con respecto al futuro?
No sé si estarás de acuerdo conmigo, porque creo que tenemos más o menos la misma edad... Cuando tenía 30 o 40 años me veía horrible y ahora veo las fotos y me veo mucho mejor. Y ahora que sí que estoy mal porque ya tengo unos años, me da igual. Geraldine Chaplin dice que ser mayor no tiene ninguna ventaja, pero la opción B no le acaba de convencer. Para mí tiene algo bueno hacerse mayor: te haces inmune a muchas cosas, y eso me gusta. Vivir sin ciertas tensiones es mucho más fácil.
Te refieres a la presión de agradar, de que te reconozcan, de resultar interesante...
Eso es fantástico. Te genera como una especie de coraza con la que interaccionas muy bien con el mundo. Pierdes el respeto a la decepción, al ridículo, y eso es genial.
¿Y la curiosidad de la juventud la mantienes intacta?
Sí, eso sí. Volviendo a mis primeras obras, en las que pensaba que dibujando algo retenía esa emoción, con el paso del tiempo me ha demostrado que no solo no he perdido esa capacidad para emocionarme sino que se ha hecho más plural. Ahora disfruto con muchas más cosas y más diversas. No soy tan crítico con lo que consumo. O soy capaz de ver cosas en lo que consumo que antes no veía.
¿Qué es lo que te interpela a diario?
El arte y lo que hacen los demás. Me emociona más lo que hacen los demás, que lo que hago yo.
¿El lenguaje artístico es el que entiendes mejor?
Últimamente cuando voy en metro tengo la sensación de no ser de la misma especie que la gente con la que comparto el vagón. Cada vez me siento más decepcionado con el ser humano. En la esencia está lo más interesante, que es la naturaleza, o lo que proviene de algo ajeno al ser humano. El sol, el cielo, un árbol, cualquier cosa será más interesante que nosotros mismos. Lo que nosotros hemos aportado al mundo no es bonito. Sin embargo, de lo que más me nutro es del arte, que es algo exclusivo del ser humano.
Quizás el arte sea una representación de la esencia del ser humano que no vemos representada de otra manera.
No creo que haya una diferencia entre los artistas y otras personas. Cuando uno trabaja en torno a algo que tiene ese carácter no tan práctico, se está acercando al arte y por lo tanto cualquiera podría ser creador, más que artista. Un artista debe dedicarse al arte, sino no es artista. Arte es todo aquello que hace alguien y que te evade de la realidad. Lo que buscamos en el arte es esa evasión de algo muy real. Es como una especie de estadio mental que te lleva al placer.
¿A qué lugar nos llevan tus obras?
Es muy difícil hablar sobre el trabajo de uno mismo, está lleno de referencias a otros artistas con las que hago una especie de cocktail.