Él es artista por vocación. Desde que era pequeño sabía que había nacido para crear y dibujaba porque así era como se sentía feliz, simplemente. A día de hoy, aquel niño curioso experimenta no solo con el dibujo, sino con otras muchas disciplinas artísticas: Ricard Aymar explora, pues, distintas formas de felicidad. Hablamos con él de su arte o, como él mismo dice, del latido del alma que nos mantiene vivos.
Dibujas, fotografías y también realizas esculturas. Incluso has colaborado en la realización de un libro. ¿Te definirías como un artista polivalente? ¿Qué supone para ti experimentar con estos distintos tipos de arte?
Siempre me gustó el reto de experimentar con nuevas disciplinas artísticas, me considero un autodidacta curioso. Creo que dominar varias técnicas da más libertad a la hora de transmitir un mensaje… Pero no me considero un experto, reconozco que todavía me quedan muchas cosas por aprender: esto me motiva especialmente a la hora de afrontar un nuevo proyecto. Lo mejor es olvidar los miedos y sorprenderse a uno mismo.
¿Has sabido siempre que querías dedicarte al arte? ¿Cómo fueron tus inicios en el mundillo?
Sí, de pequeño ya destacaba en el dibujo. Dibujando e inmerso en mi mundo de fantasía, era feliz. Y acabé estudiando ilustración. Empecé trabajando como diseñador gráfico e ilustrador al mismo tiempo que iniciaba mi trayectoria como artista plástico. Luego, poco, a poco, fui ganando experiencia y evolucionando… Y, a día de hoy, sigo en ello.
Has expuesto tanto nacional como internacionalmente: Barcelona, Granada, Gijón, pero también Bélgica o Noruega han sido testigos de tu trabajo. ¿Qué es lo que más cambia según el país donde expongas?
En realidad no hay mucha diferencia, en todo el mundo hay gente con interés y sensibilidad hacia el arte. Pero sí que es cierto que hay países donde la gente está mas acostumbrada a comprar una obra de arte que en otros. Es un factor cultural, supongo, aunque el nivel adquisitivo también influye.
¿En qué te basas a la hora de decidir cómo y a qué va a hacer referencia tu siguiente exposición?
Bueno… Se trata de transmitir o, mejor dicho, sugerir un mensaje, una idea o un concepto. Pero de una manera sutil y contundente, dura y amable al mismo tiempo. Normalmente, dejo que el proyecto fluya hasta materializarse. De la primera idea hasta la obra final, hay todo un viaje de dudas. Es difícil saber desde el principio cómo acabará.
“Mis sueños no son del color azul de los sueños de algún amigo. Mis sueños son como las fotografías.” Utilizas este fragmento, escrito por Lucien Verneuil, para referirte a tu exposición (nowhere), donde también se menciona la falta de color, que es « compensada por el blanco. » Háblanos un poco de estas decisiones cromáticas donde el blanco es protagonista.
La respuesta es fácil: ¡soy daltónico! Bueno, un poco daltónico, no del todo: tengo algunos problemas para ver según qué colores. Pero también creo que el color, si no es importante para la obra, no hace falta… Aunque, ahora que vivo en México, es algo que podría cambiar para mí.
Cors de Pedra es quizá uno de tus trabajos más singulares: durante más tres años has estado coleccionando piedras que recuerdan a corazones, en su forma más visceral. Esta obra nos remite a naturaleza, a sentimientos y al paso del tiempo. ¿Cuál es el nexo de unión entre esto y tu forma de concebir el arte?
Últimamente he pasado muchos momentos caminando por la naturaleza, disfrutando de las montañas y de sus bosques. Esto, sumado a que mi pareja, Laura, es geóloga, inevitablemente ha influenciado en mi obra reciente. Mediante mis últimos trabajos he querido, de alguna manera, juntar estas dos pasiones.
No solo en Cors de Pedra podemos ver corazones; están muy presentes en toda tu obra, sobre todo en la escultura: Cor de Llenya, Contracor, Nadie… ¿De dónde viene esta especie de fijación por representarlos? ¿Qué simbolizan para ti?
No lo sé, supongo que me apasionan como objeto. El cómo un simple órgano puede ser tan importante, tener tantas connotaciones, tantas lecturas y tantos significados en nuestra cultura: para mí es como la víscera del sentimiento, la representación del amor y del dolor, el latido del alma que nos mantiene vivos.
Eres miembro fundador del colectivo pluridisciplinar L’Estudi. Háblanos un poco de este proyecto. ¿Qué te impulsa a formar parte de él?
Al acabar los estudios, Jordi Santamaría, Josep María Galceran, Mario Tarragó y yo decidimos montar nuestro propio estudio de diseño gráfico e ilustración. De esta unión surgieron varios proyectos como La Caixa d´Art o El Libro es el Lugar, en los que también colaborábamos con escritores, poetas, músicos, fotógrafos… Aunque ahora cada cual haya ido por diferentes caminos, nos une una gran amistad y seguimos colaborando juntos de vez en cuando.
Haciendo balance de tus años como artista, ¿qué es lo que más te llena y lo que más vacío te deja de tu trabajo?
Lo que más me llena es ver que mi obra puede llegar a la gente, conmover consciencias, emocionar y no dejar indiferente al espectador. Lo que más vacío me deja es, precisamente, ver lo vacío que puede llegar a ser, a veces, el mundo del arte.
Recomiéndanos una exposición actual a la que hayas ido o a la que te encantaría ir.
Visité el Museo de Antropología de México DF hace poco, lo recomiendo mucho. Quedé muy impresionado, pero solo pude ver la mitad… ¡Es enorme! Hacen falta unos tres días para verlo con calma.
¿Qué tiene ahora mismo Ricard Aymar en la cabeza?
Ahora el proyecto Cors de Pedra, que no considero cerrado: me gustaría ampliarlo y culminarlo en forma de libro. Pero también estoy pensando en proyectos nuevos que, de momento, son un secreto hasta para mí…¡Todo se andará!