Si seguimos la amplia trayectoria de Poldo Pomés como realizador, destacan dos documentales bien distintos: Recordando a Coderch y Nieves Arrazola: lucha clandestina, cine y lentejas, y es que este cincuentón elegante mira al mundo influido por infinidad de matices. Se declara músico frustrado, pero yo diría que es un melómano de pro que en cuanto puede se pone a pinchar para los amigos. Nos vemos para comentar su último trabajo Miguel Milá. Diseñador industrial e interiorista. Inventor y bricoleur, que presentó recientemente en la Fundació Miró, pocos días después de que al maestro le concedieran la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes. Un documental imprescindible para conocer mejor a un pionero del diseño español cuyo trabajo se ha basado en poner al día la tradición, y que con el tiempo ha visto como su célebre lámpara TMC es considerada un objeto de culto por varias generaciones.
Acabo de ver tu cortometraje El pijo y vengo un poco tocado…
¿Es bueno, eh? Esta basado en un hecho real que grabamos en tres días después de algunos años dándole vueltas y en plena crisis de los 40. Lo rodamos en cine y la imagen es impecable.
Hay una presencia explícita de la estética en tus trabajos. ¿Cómo lo explicas?
¡Yo creo que por cultura y por culpa de mis padres! En casa todo el interiorismo lo cuidaban mucho, el mobiliario y lámparas eran de Milá. Siempre he estado rodeado de fotografías artísticas o publicitarias. Supongo que todo esto influye, ¿no?
La influencia de tu padre es evidente en tus trabajos. Te habrá servido más que ir a una buena escuela…
Yo empecé con él y con mi madre justo cuando se iniciaba la era del vídeo. Cambiamos la tecnología y sustituimos la moviola por el editaje en vídeo. Pero sí, lo he mamado. Siempre digo que soy bastante inculto, no tengo estudios, no sé analizar una obra de arte, pero para hablar de una foto no me corto un pelo.
Miguel Milá defiende la emoción de la estética. ¿Tú cómo la sientes?
(Silencio) Para él el objeto, algo que aprendió de Coderch, tiene que ser útil. Para mí una cosa útil se hace bonita, y una cosa inútil se hace fea. Puede que te guste al principio, pero si no sirve la dejas de lado. Federico Correa siempre dice que un diseño tiene que ser funcional. Emocionarme me pasa poco, quizás porque no me fijo demasiado. Va a épocas. Ahora me pasa con las casas de los años sesenta, o con el Auditori de Rafael Moneo, que cada vez me gusta más.
Hace dos años hiciste un documental sobre Coderch y ahora le dedicas un documental a Milá. ¿En que se diferencian esos dos trabajos?
En el primero los demás hablan de él y en el segundo Miguel habla de sí mismo y charla con otra gente. En este sentido, nada que ver. Lo bueno de haber trabajado con Miguel es que te deja hacer, sin condiciones y ha sido muy fácil todo el rodaje. Quedábamos en su casa, le hacía unas preguntas y nunca marcó nada. Le propuse que para enseñar las piezas hablara con algunos de sus amigos y colegas de profesión.
¿Cómo se te ocurrió?
Siempre he tenido mucha admiración por Miguel y pensaba que se hablaba poco de él. Después de la buena acogida que tuvo el de Coderch me animé. Hablé con Santa & Cole y les dije que lo iba a hacer. Apostaron inmediatamente y teníamos muy claro que era un trabajo sobre la figura de Milá y no sobre los diseños que ellos editan.
Me ha llamado la atención que no hayas contado con el testimonio de la familia, aparte de su hijo Gonzalo.
A eso le di muchas vueltas y al final me decanté por su bis profesional. Me interesaba contar cómo empezó, con quién trabajó… Creo que la familia no tenía que salir. Hubiera sido otro documental.
El título me gusta especialmente porque te da la pista de que es una persona que ha ido por libre.
Ahí me ayudó Clara Quintana, que también ha hecho la dirección de arte y el diseño gráfico. Se le ocurrió lo de inventor y bricoleur, porque lo dice él mismo en un momento del documental. También cuenta que solo le han salido bien los auto-encargos. Lo que me gusta de Miguel es que es lo menos diseñador que hay. ¡Es un artesano! Puede convertir un matamoscas en un objeto bonito.
¿Has descubierto alguna faceta de él durante estos dos años de rodaje?
Yo conocía más a su hermano Alfonso, con quien comía a menudo e incluso le llamaba tío Alfonso. Era un gran amigo de mis padres. De Miguel he descubierto su humildad, lo señor y buena persona que es y el sentido del humor que tiene.
¿Cómo ha sido el trabajo de sintetizar tantos años de profesión y una personalidad tan singular?
A mucha gente le sorprendía que no tuviéramos un guión cerrado. Yo preferí construirlo a medida que grabábamos. Empiezo cronológicamente, pero después hago unos saltos en el tiempo.
Destaca una secuencia en la que Milá entra en Vinçon dos días después del cierre. ¿Cómo se te ocurrió?
Fue una sugerencia de mi mujer, Marta Feduchi, y resultó muy emocionante ver a Fernando Amat mientras recogía las cosas. ¡Me siento un privilegiado! Teníamos la idea de enseñar las piezas sobre un fondo blanco y pensamos en la Sala Vinçon. Se lo comenté a Fernando y me dijo que para él era un honor.
Lo que desprende el documental es una admiración absoluta por su obra. ¿Te ha despertado algún otro sentimiento Miguel ahora que ya lo habéis estrenado?
Sí; que aún lo quiero más. ¡Ahora es mi tío de verdad! (risas).
¿Cómo valoras que vayan cerrando los lugares icónicos de una Barcelona que se acaba?
Con tristeza. Al final las ciudades serán todas iguales. Perderán su identidad. Pero no podemos culpar a los antiguos propietarios. Los alquileres son insostenibles y las grandes marcas utilizan Barcelona como un escaparate. Estoy de acuerdo con un comentario de Óscar Tusquets repecto a Vinçon que dice que lo hemos cerrado nosotros, el público…
¿Hacia dónde crees que va el modelo de ciudad?
Las Ramblas han muerto hace tiempo. No han podido y no han sabido gestionarlo. ¡Ahora estamos con lo de las terrazas! Hace 25 años mis padres hicieron un documental sobre “les botigues de Ciutat Vella” y si te lo miras ahora, no quedan más de un 15% abiertas. Me pregunto si tiene sentido ayudar a estas tiendas cuando todo el mundo compra en las grandes superficies. ¿Sería una ciudad real? También me enfada que en las Ramblas hayan sacado los pájaros y en cambio puedes tomarte gofres, que son veneno puro para los chavales. En cambio, esta ciudad tendría que hacerle un homenaje a Santa Eulalia. Luis Sans se la ha jugado adaptándose a los tiempos. ¡Chapeau por él!
Puedes pasar de hacer un spot publicitario, a un vídeo promocional, o un cortometraje que me ha dejado pegado a la silla. ¿Cómo explicas esa capacidad?
No me lo he propuesto... Un día, hace muchos años, estaba editando un vídeo de un viaje que había hecho la editora Miriam Tey con unos amigos a Benín, en esa época yo tenía unas máquinas de editar muy obsoletas y le pedí a Joan Riedweg, que estaba en otra ‘división’ y tenía las máquinas apropiadas, si me podía ayudar y añadir títulos a la edición final. Le puso tanta pasión que me ayudó a entender mejor que hay que hacerlo bien para divertirse. Da igual lo que sea que hagas, siempre hay que hacerlo bien. Después de tantos años ya he tocado muchos palos. Perdí el tren de la publicidad hace tiempo y me he buscado la vida. He hecho vídeos para varias fundaciones como la fundación Fero, la Fundación Josep Carreras y hace poco uno en memoria de Leopoldo Rodés, pero también pequeñas piezas para la marca de sneakers ARO, para el estudio de interiorismo Tarruella Trenchs, para el ceramista Xavier Mañosa, etc.
¿Qué lugar ocupa la duda cuando te enfrentas a un nuevo proyecto?
Bueno, ahora me han encargado uno para unos premios de gastronomía con Carme Ruscalleda y ya estoy agobiado. No me han dicho muy bien lo que quieren... Me obsesiono y además soy de mal dormir. Prefiero trabajar de noche.
¿Cómo valoras a esa generación de grandes nombres de la arquitectura y el diseño español con la que tienes lazos tan personales?
Ha tenido mucho que ver lo que ocurría en la Barcelona de los años 60 y 70. Hace poco Óscar Tusquets me decía que tener 20 años en aquel momento era lo mejor que te podría pasar: poder estar con Gil de Biedma, Vargas Llosa, Gabriel García Márquez... Coincidía con un momento en el que había hambre por trabajar de otra manera. Siempre recuerdo aquella frase de Montalbán: “Contra Franco vivíamos mejor”. Explica el ambiente de solidaridad e interés por la cultura de aquel momento. Cuando murió Oriol Regàs, Mallofré escribió un artículo en el que además de ensalzar todo lo que hizo apuntaba que si hoy Oriol quisiera montar Bocaccio al cuarto día estaría cerrado porque la vecina hubiera llamado por el ruido... (risas). Ya no hay la tolerancia que había, y sobre todo hemos perdido las ganas que ellos tenían por cambiarlo todo.
¿Y de tu generación que destacarías?
Comparado con la época de nuestros padres, tenemos la suerte de ser más internacionales, de tener más información sobre lo que pasa en el mundo en todos los ámbitos o de la facilidad para viajar, que antes era más complicado.
¿Quienes son tus referentes?
Howard Hawks, porque no es nada autor, es como invisible y, para mí, es el mejor. Incluso es menos autor que John Ford. Trabaja muy bien el guión y el montaje, que es lo más importante. También Billy Wilder y Frank Capra son una maravilla. ¡Para mi son el antidepresivo máximo! Referentes políticos no tengo ninguno. Cuando sale una noticia o tengo una duda sobre algo en política consulto a mi gran amigo y periodista Xavier Mas de Xaxàs. Es un periodista de verdad y, casi, como mi gurú. Siempre me dice que en periodismo hace falta menos opinión y más crónica. Juntos hicimos un documental sobre Nieves Arrazola y el cortometraje La última cena.
¿Buscas nuevos referentes? ¿Eres inquieto en ese sentido?
Me cansa un poco lo de la tendencia, me pone enfermo. Por eso me emociona tanto Miguel Milá cuando dice: la moda no va conmigo. Estoy harto de las tendencias. Ahora lo que se lleva son los vídeos de la plataforma Nowness, si tus trabajos no se parecen, ya no molan… ¡¡Anda ya, ya está bien, hombre!!
Tus trabajos son en equipo y veo que te rodeas de gente fiel…
Sí, pero soy muy solitario. Un poco por circunstancias. Después de muchos años haciendo publicidad en la productora de mis padres, me independicé y empecé haciendo bodas. Es una gran escuela para aprender narrativa, y además las hacía distintas cada una. Siempre digo que me costaba más editar una boda que el spot de Freixenet… Con la evolución tecnológica, como dice Coppola, todo el mundo puede hacer una película. Me gusta grabar con un equipo reducido para no intimidar. A veces voy con la bicicleta y el trípode en la espalda. Quizás pierdo en cosas: estética, calidad, técnica, pero gano en frescura.
Me decías que la música es tu gran frustración. ¿Cómo se resuelve una frustración?
Yo la he amortiguado un poco haciendo vídeos y ocupándome de la producción musical. He estudiado algo de música, o sea que algo sé; pero, por falta de tiempo y, quizá, de disciplina, no me he dedicado lo que debería, además he asumido que soy un mal intérprete.
Ahora entiendo porque está tan presente en tus trabajos.
La música es fundamental. Ahora por ejemplo estoy trabajando con Mauricio Villavecchia, autor de la música del doc de Milá, que es un músico con el que me entiendo muy bien. También compuso la banda sonora del documental de Coderch. Además compartimos gustos musicales y culturales. Hemos iniciado una reunión de melómanos algunos sábados, e invitamos a tres personas para presentar tres temas. Va a ser una cosa bonita. También pincho, de vez en cuando, en fiestas para que la gente lo pase bien.
¿Qué sueles escuchar?
Soy muy abierto, he escuchado mucho jazz, pop, muy fan de Steely Dan pero también tengo discos de Julio Iglesias, de músicos brasileños, boleros, clásica... Ahora no estoy tan al día pero tengo la suerte de tener dos hijos músicos que me pasan información y me sigo sorprendiendo. De repente descubres a alguien y piensas que hay esperanza, como me pasó con la cantante Noname y su tema Yesterday. ¡Casi lloro!
¿Cómo fue la experiencia de dirigir el vídeo de la exposición dedicada a tu padre en La Pedrera?
Lo hice con Julià Guillamón. Al principio tenía la duda de no ser la persona indicada, pero me insistieron porque decían que no querían caer en los tópicos. Salió muy rápido, lo grabamos en dos sesiones. Todo fue muy natural y me quedé muy satisfecho con el resultado
¿Se puede matar al padre desde el punto de vista creativo?
¡Yo lo maté y ha resucitado! (risas) Pensaba que había podido, pero no. Si me hubiera dedicado a la música, o a otra cosa, quizás hubiera sido más fácil, pero dedicándome a lo mismo, es inevitable la comparación. Si los padres son populares, pesan más, aunque la gente no lo acabe de entender. Y si te ponen el mismo nombre aún peor.
Miguel Milá dice que hace cosas para que le quieran. ¿Te pasa lo mismo?
Miguel dice que sus vacaciones son trabajar y es un argumento que yo también comparto. Siempre digo que el lunes soy feliz. Aunque también tengo crisis. A los jóvenes les digo que tienen que sacarse de encima aquello de la autoría y que dejen de compararse con Spielberg. Tienes que salir a buscarlo y no esperar a que te llamen. Mi trabajo me encanta pero siempre hay aspectos que te gustan menos, pero lo demás compensa. Para el autoestima es básico que te quieran, pero cuidar a los demás también está muy bien.