Desde 2001, OFFF ha sido un escaparate del diseño artístico y un punto referencial para nuevos talentos y proyectos. Hector Ayuso fue uno de los creadores del festival, y actualmente continúa ejerciendo de director artístico. Nadie mejor que él para explicarnos los orígenes, los porqués, la trayectoria y, en definitiva, a qué nos referimos cuando hablamos de OFFF Barcelona, un festival donde los artistas se convierten en público.
Y ya van dieciocho ediciones. Personalmente, no se me ocurren eventos, por lo menos en Barcelona, tan veteranos. Hazme un breve resumen de cómo han transcurrido estas casi dos décadas de festival.
La idea inicial era hacer un festival dedicado a películas hechas en Flash. En aquella época empezaron a salir cortos hechos con ese programa, incluso de gente como Tim Burton y algún videoclip de Radiohead. Pero a partir del segundo año decidimos abrirnos a otras disciplinas y el evento ha ido creciendo y evolucionando junto al público y los invitados. Para nosotros lo más importante siempre ha sido tratar de mutar año tras año y no repetir la fórmula, de manera que nuestro público continuamente espere algo diferente. Lo que hemos conseguido en estos dieciocho años ha sido consolidar esa audiencia. De hecho, ¡llevamos seis o siete ediciones seguidas agotando entradas!
“During the past 17 years, we’ve been trying to define what OFFF really represents.” Y así cada año. ¿La definición de OFFF es la ausencia de ésta?
Más o menos iría por ahí la cosa. OFFF quiere reinventarse año tras año. No tenemos respuestas cerradas para absolutamente nada y estamos abiertos a cualquier cosa que nos inspire o nos aporte algo nuevo. Para nosotros lo más importante es que cuando el público vuelva a casa después del festival llegue súper cargado de energía, con ganas de hacer cosas nuevas, con ganas de probar. Creo que de momento lo hemos conseguido y la gente sigue viniendo. Siguen confiando en OFFF.
En la bio de Twitter pone que OFFF es una manera de entender el arte. ¿Cuál es esa manera?
Yo hablaría de cómo invitamos a nuestros speakers. Es decir, aunque muchos de ellos se dedican al diseño y trabajan en estudios o por su cuenta, siempre hemos intentado hacerles ver que a OFFF no se viene a hablar de sus proyectos ni de sus trabajos; vienen a hablar de la parte inspiracional, de por qué hacen las cosas que hacen y cómo encuentran la inspiración para seguir creando cada día. Por eso les llamamos artistas y no diseñadores. Desde el primer año intentamos montar un evento al que nos gustaría ir como público, y eso viene un poco por la necesidad que teníamos de poder exponer esas cosas que estábamos haciendo por nuestra cuenta y que no estaban hechas para un cliente específico, que eran parte de nuestra propia experimentación.
¿Se podría decir que OFFF es un poco un centro de creación o un espacio que intenta influir en el público y la gente que viene al festival, más que una exposición de arte?
Sí, sobre todo buscamos crear un contexto en el que ocurran cosas. No venimos a ver una exposición ni a ver a alguien hablarnos de su trabajo. Venimos a un lugar que por el contexto, por cómo se da y por el hecho que todos están aquí como parte del público, incluido los invitados, es un lugar donde ocurren cosas, una especie de fábrica de ideas. En estos dieciocho años nos hemos encontrado con muchísimos proyectos que han nacido durante los días del festival entre personas que se han conocido aquí.
A nivel de gestión, ¿cómo ha evolucionado la selección de los artistas? ¿Se ha cambiado el criterio?
El criterio no ha cambiado para nada. Digamos que empezamos invitando aquellos que eran nuestros héroes y a los que seguíamos en el día a día, pero el criterio siempre ha sido no mirar tanto el nombre o la persona que hay detrás sino su idea o si nos ha llegado a transmitir algo. Es por eso que, cada año, el programa ofrece algo diferente e intentamos no repetir nombres. Vamos, que más del noventa porciento del programa lo constituya gente que no ha venido nunca al festival.
“Lo más importante siempre ha sido tratar de mutar año tras año y no repetir la fórmula, de manera que nuestro público continuamente espere algo diferente.”
Viena, Milán, México. ¿Cuántas sedes ha habido fuera de Barcelona? ¿Ya existía la ambición de exportar OFFF al extranjero?
Siempre fue una idea que estuvo en la cabeza. Pero no lo hacemos premeditadamente, sino que cuando aparece la oportunidad, nos movemos. Nos interesa muchísimo salir fuera y llevar y traer artistas. El otro día hacíamos recuento y ya hemos estado en más de cuarenta ciudades diferentes: París, Cincinnati, Londres, Tel Aviv, Estambul, etc. Este año iremos a Sevilla, Bogotá, y Viena. Nosotros no las buscamos, ellos se acercan a nosotros porque tienen interés en llevar el festival a su ciudad y allí ya encontramos nuestros partners para colaborar con ellos.
Entre artistas y workshops, ¿cuál sería tu top cinco de esta edición?
Para mí, como curador del festival, todos los que vienen son importantes y están aquí por algo. Pero, en particular, me hace mucho ilusión Patrick Clair porque hemos intentado varias veces que viniera y por fin lo hemos conseguido. Después de monstruos como Saul Bass o Kyle Cooper, para mí es el mejor diseñador de títulos de crédito que hay hoy en día.
Para acabar, ¿qué nos prepara OFFF en Barcelona para el futuro? Porque de bien seguro hay algo pensado.
No puedo entrar en muchos detalles, pero sí puedo decir que ya hay gran parte del programa hecho para 2019. Nos gusta trabajar con mucha antelación e incluso ya estamos cociendo el evento para 2020, que será nuestro veinte aniversario. Nos esperan cosas muy, muy interesantes y alguna que otra sorpresa importante. La semana después de la edición de este año ya avanzaremos algo.