Existe un dicho que afirma: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. Es difícil que en la vida todo salga como lo planeamos. De hecho, Etienne solo era un adolescente ilusionado cuando la chica de la que estaba enamorado se fue, dejándole a su hija recién nacida. Sin embargo, eso no le detuvo para seguir adelante, criar a su hija hasta la adolescencia y reencontrar el amor. En realidad, son esas ausencias y fallos las que nos van dando forma. Pero, a veces, cuando conseguimos reconstruirnos, sigue quedando una pieza sin poder encajar. Hasta que lo hace.
Nahuel Pérez Biscayart no es nuevo en esto del cine internacional, pero sí que es la primera vez que toma este tipo de papel (un padre joven que pasa a ser un adulto obligado a crecer a la fuerza). Nahuel es un actor camaleónico, capaz de interpretar de igual forma a un activista LGBTQ+ en el París de los noventa como a un jockey drogadicto en Buenos Aires. Pero, en No hay amor perdido (título original, La fille de son père), el nuevo largometraje de Erwan Le Duc, que se estrena en cines españoles este 7 de febrero, consigue sacar una de sus facetas más sinceras y vulnerables. 
Etienne es un hombre normal, enamorado y un padre amoroso, pero fue volver a ver el rostro de la madre de su hija por televisión y su mundo se volvió a remover. Y, afortunadamente, hoy hablamos con Nahuel para conocer más sobre ese mundo.
Cuando tuviste el guion de No hay amor perdido en tus manos por primera vez, ¿qué fue lo primero que pensaste?
Lo leí filmando una peli con Isaki Lacuesta https://metalmagazine.eu/post/isaki-lacuesta-prisioneros-del-tiempo en Barcelona, una peli muy complicada. No porque el rodaje fuese mal, sino porque era de una carga muy intensa. Me entra este guion un día y me pongo a ojearlo tarde en la noche, en la cama, de curioso nomás, y no pude parar de leerlo. Lo leí todo, así, de saque. Y cuando pasa eso, en general, es que hay algo con el guion que es atractivo en un sentido profundo. Algo me magnetizó. No me pasa muy seguido.
Lloré leyendo el guion, lo cual es raro, porque son un género bastante desagraciado para leer. Uno tiene que poner mucha imaginación y nunca sabe cuál es el tono. Es injusto pedirle a una peli que, a través de las palabras, uno entienda el tono. Y, sin embargo, me parecieron diálogos muy delicados, muy graciosos y tiernos. No sé, había una sensibilidad muy clara que me dio inmediatas ganas de saber quién era este director.
Trabajar con Erwan Le Duc ha debido ser una experiencia interesante. ¿Habías colaborado con él antes? ¿Cómo fue la química al trabajar con él en el rodaje?
Increíble. Bueno, era justo durante el Covid y tuvimos la suerte de encontrarnos varias veces. Nos juntábamos en el parque del jardín de Luxemburgo, en París, todos enmascarados a intentar conocerse en ese contexto tan torpe. Creo que eso también ayudó a construir una colaboración bien sincera. Eran tiempos especiales.
Nos conocimos de manera muy directa en ese tiempo extraño y detenido. Era como un casting muy liviano de leer las escenas, nos divertimos mucho. Hubo un entendimiento bastante inmediato. Él vivió en el exterior, viajó, venía del mundo periodístico del deporte. Había un background ahí muy politizado. El rodaje fue increíblemente gracioso y simple.
La relación entre Etienne y Rosa es el corazón de la película, y la química con Céleste Brunnquell se siente muy auténtica. ¿Cómo la lograsteis?
De manera muy simple. Un poco vuelvo a la misma palabra, porque fue sin muchas exigencias. La primera vez que nos juntamos fue en la casa de Erwan. Entonces ya, de alguna manera, el primer encuentro fue familiar. Como era el Covid estaba todo cerrado y tuvimos que cocinar, estuvimos juntos en una terracita aislados, etc. El núcleo familiar se armó bastante rápidamente y tuvimos muchos momentos de pasar juntos.
No sé, clásicos de tomarnos el tren para ir a ver al director y volver juntos. Esas cosas de la vida simple que hacen que uno empiece a entenderse con el otro, no solo intelectualmente, sino físicamente. Subir al tren, bajar, ir a comprar; actividades que hacen que los vínculos se naturalicen.
Lloré leyendo el guion, lo cual es raro, porque son un género bastante desagraciado para leer. Uno tiene que poner mucha imaginación y nunca sabe cuál es el tono.”
Etienne es un padre muy presente en la vida de Rosa, ¿pero crees que a veces cruzaba el límite entre el amor y la sobreprotección?
No, y lo voy a defender. Como todo, lo que puede ser un gesto amoroso para un padre, para la hija puede ser un gesto sobreprotector y agobiante. Creo que dentro de todo es un padre bastante moderno y sensible, no tiene problema. Muchas cosas, obviamente, le dan pánico. La idea de la emancipación de la hija, por ejemplo. Pero es que es un joven que también está creciendo en cierto punto, y madura a través del crecimiento de su hija. Todas las cosas que pueden parecer un poco fuera de lugar tienen que ver con que él también está teniendo una especie de adolescencia tardía. Pero no me parece que sea un padre sobre protector.
Es un padre que, de hecho, se anima bastante: se anima a ir a buscar a esta mujer que desapareció, se anima a confrontar a su hija, se anima a no quedarse estancado en un lugar. Obviamente, acompañado de personajes también muy valientes, como el de su pareja y el de su hija, que lo confrontan y lo hacen crecer. Pero siento que es un pibe con ganas de no quedarse estancado.
¿Qué fue lo que te atrajo o te convenció de interpretar a Etienne?
Me dio mucha curiosidad y, no sé si miedo, pero una especie de riesgo muy claro, la idea de hacer de padre de una hija de diecisiete o dieciocho años. Uno dice: ok, me interesa la propuesta. Quiero decir, algo de las edades va a ser parte de la dinámica entre los personajes, y no está buscando un padre superestereotipado. Por eso me mandan este guion. Eso también me atrajo. La idea de que alguien me pueda visualizar en un personaje en el que yo, a primeras, no me imaginaría.
Y lo que te decía del guion, es muy sensible. Tiene una escritura, un fraseo muy particular. Tiene una distancia casi irónica con las situaciones, sin que eso haga que la visión de la peli sea fría. Está en un punto muy para mí, muy especial de distancia en relación con la tragedia que la peli quiere contar.
En lo personal, hacer personajes en los cuales yo naturalmente no me imagino me genera una curiosidad. Sobre todo me genera curiosidad saber por qué el director me ve a mí en ese papel. Esto era claramente algo que yo nunca había hecho. Nunca había encarnado una relación paternal tan especial como esta. Ser un padre joven, un adulto que fue obligado a crecer un poco a las trompadas, como decimos en Argentina, y hacerse cargo de esta niña y sacar lo mejor de él. No sé, había algo de la energía del personaje que me atrajo. Después, de todos modos, siempre lo que me termina confirmando las ganas de hacer algo es la relación con la persona que va a dirigir y con el elenco.
A lo largo de la película, Étienne asegura haber superado el abandono de Valérie. Pero, ¿crees que realmente lo había logrado?
No me acuerdo en qué parte dice eso, pero claramente no lo superó. Si no, la peli no existiría. No pasaría todo lo que pasa. Existe el derecho al olvido, al olvido intencional, y a veces uno navega esas aguas por propia necesidad y por supervivencia. Es un poco el estado en el que estaba este personaje, de no soltar, que el balón no pare. Él está siempre ahí, corriendo detrás de la pelota, poniéndole pasión, filosofía, gracia a la vida. Eso es tierno, de alguna manera. Porque también está escapando seguramente de ese trauma, de ese dolor que sin dudas lo aqueja desde la separación de esta mujer. Lo loco es que va sin decir nada, lo cual es de una gran frustración, porque las fantasías pueden ser infinitas.
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De hecho, Youssef, el novio de Rosa, comenta en una escena que Valérie es la “creadora” de la vida de Etienne. ¿Él tenía razón?
No sé si es la creadora de su vida, pero claramente lo marcó de una manera muy, muy fuerte. Por supuesto. Uno no solo marca a través de la presencia sino a través de la ausencia, y la identidad se configura en torno a fantasmas también. Toda esta energía de la que hablamos seguramente tiene que ver con ese vacío gigante que le dejó la partida de Valérie.
Viéndote en otras producciones, es difícil no verte como un actor camaleónico. Has interpretado a un amplio abanico de personajes, pero ¿hay algún aspecto común entre ellos?
Es más una pregunta para los analistas, para los críticos. No sé, no veo mi obra con ojos muy objetivos. La verdad, sé en qué lugares pulso y qué lugares me divierte habitar. Tuve un momento de hacer personajes que sobreviven. También, si lo vemos con ciertos ojos, Etienne puede ser un personaje que está en supervivencia. Está forzado a habitar espacios incómodos, transiciones incómodas, ya sea la muerte o la separación. Porque, en un punto, a mí lo que me gusta de hacer películas es también ponerme en un lugar humano. Hay algo de eso que claramente me atrae, supongo que por varias razones.
¿Cómo por ejemplo?
Una es porque la vida, si no, sería muy plana. Tener un trabajo que me legitime búsquedas más intensas es un superplan. Y, por otro lado, porque la experiencia es como priman mis elecciones. Las pelis que hago tienen mucho que ver con la experiencia, con lo que quiero vivir. Que haya algo de la cámara que capture esa experiencia de ver a un actor en problemas siempre es interesante.
Cuando elijo personajes que tienen una conflictividad y un trabajo que hacer, está bueno ver también un actor intentando resolver algo difícil. No hago de argentino de Buenos Aires, que lo podría hacer, pero supongo que también el hecho de que viajé y que hice pelis en otros idiomas tiene también que ver con eso. Estar empujando los límites todo el tiempo.
“Si uno planea todo, la capacidad de sorpresa se ve muy disminuida. Yo no quiero saber lo que voy a estar haciendo dentro de cinco años.” 
Has trabajado en producciones en varios idiomas: francés, inglés o alemán, entre otros. ¿Cómo te preparas para actuar según este factor? ¿Crees que ser políglota ha ampliado tus oportunidades?
Sí, por supuesto. Aunque me ha puesto en lugares muy incómodos también, lo cual hace que la vida se vuelva absoluta y presente. Cuando uno está en estado de supervivencia, ya sea porque no habla el idioma del todo o está en un contexto que no conoce, hay algo de eso que te pone creativo. Si me ha abierto puertas, han sido también aguas difíciles de navegar. Pero, si bien no lo hice de forma consciente, claramente me di cuenta de que, para que un actor argentino pueda tener las posibilidades de trabajo que tengo yo, sin dudas el idioma, o los idiomas, son una de las grandes claves.
Para cerrar, en la película se hace hincapié a la frase: “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”. ¿Tienes planes concretos para tu futuro profesional o prefieres dejarte sorprender?
Confieso que me gustaría tener un poquito más de plan, pero la verdad es que soy un desastre. No sé ni lo que voy a hacer dentro de una hora. Tengo lineamientos generales muy de la vida, pero profesionales, no. Soy muy malo haciendo networking, conectando el lobby. Ni siquiera soy muy cinéfilo. La vida me va sorprendiendo y me va cruzando con la gente con la que tengo que trabajar, supongo. Y también me gusta algo de eso. Porque si uno planea todo, la capacidad de sorpresa se ve muy disminuida.
Yo no quiero saber lo que voy a estar haciendo dentro de cinco años. No quiero ser yo el creador de ese futuro. Sí tengo intenciones, deseos, pulsiones que me llevan o me hacen gravitar a determinados lugares. Pero eso no quiere decir que yo esté decidiendo; puedo manifestar, intentar evocar futuros, situaciones o emociones que me interpelen. Pero, de ahí a producirlas, no. Soy muy, muy malo en ese sentido. Pero está bien, no pasa nada. No hay que comparar todo con la lógica estadounidense del ‘five years’. Es mucho más que una carrera.
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