A Mirela Balić se le olvida que ha dejado atrás el rubio para dar la bienvenida al moreno y al flequillo. No es de extrañar teniendo en cuenta que en los últimos dos años se ha puesto en la piel de casi una decena de personajes en la ficción. De Chloe, su personaje en Élite, serie que la ha llevado a convertirse en hija, amiga y hermana de Maribel Verdú y donde se ha reencontrado con Ester Expósito a la que no veía desde el instituto, a trabajar de la mano de Luis Tosar y Arón Piper en Código Emperador o a vivir un rodaje de diez en Zorras. Mirela no ha parado y ha llegado la hora de hacer balance.
Con tan solo veinticinco años esta actriz española de origen serbo-croata, que ahora se muestra segura de sí misma posando frente a la cámara vistiendo la colección primavera/verano 2024 de Lola Casademunt y que no duda en reconocer el papel fundamental que ha jugado la terapia en su bienestar actual, ha tenido que perderse varias veces para encontrarse. Iba para chelista profesional hasta que su pasión por el teatro se interpuso en su camino gracias a un brillante profesor de instituto. Tuvo que aprender a decir que no y ahora está decidida a encontrar el equilibrio en una industria que no lo pone nada fácil.
Aprovechando que tiene unos día de “parón” (sí, entre comillas) después de haber encadenado proyectos sin descanso durante meses, nos sentamos a hablar con ella para saber cómo está viviendo toda esta aventura. Una aventura para la que es difícil estar preparada que le ha enseñado a anteponer su salud mental, a cuidarse y a echar el freno sin sentirse mal por ello.
¡Hola, Mirela! Creo que te pillo de vacaciones después de varios meses sin parar de rodar, ¿dónde andas?
Sí, la verdad es que estoy gestionando este descanso, este parón, bastante bien. ¡Se nos olvida descansar! He estado en Marbella con Maribel (Verdú), mi madre ficticia real (risas). Y luego he estado en una casa súper bonita en el campo. ¡Agustísimo!
El gusto que da conectar con la naturaleza, ¿eh?
Totalmente. El privilegio de la vida es levantarse con pajaritos y unas vacas de fondo. Esa es la nueva era del lujo.
¡Exacto! Y lo bien que sienta no tener que socializar durante un rato, ni dar los buenos días a nadie. Perdón si suena hater (risas).
No, no, es que es tal cual. Soledad y un poco de silencio, estamos demasiado estimulados. Y en este curro ya ni te cuento.
¿Estás ya de vuelta?
Sí, ya estoy por aquí, aunque por poco tiempo. En breves me voy a Portugal con mis amigos.
Portugal no puede salir mal.
Se come bien y se bebe bien, ¿qué más quieres? (Risas).
Ya sabemos que has estado encadenando un proyecto tras otro prácticamente sin descanso, pero cuéntanos, ¿en qué has estado trabajando en lo que llevamos de año?
Es una gran pregunta, echar la vista atrás e intentar ver el calendario ordenado. El año empezó terminando Élite 8, ¿no? Bueno, no sé si ya había terminado entonces. (Risas). A final de año estábamos cerrando la última temporada de Élite y empecé el rodaje de Mala influencia, que dirige Chloe Wallace. Es una novela de Wattpad, un drama adolescente de amor, aunque yo siempre destaco en este tipo de películas y dramaturgias la importancia de la amistad. Hay una parte superbonita de amistad en el papel que a mí me toca con Alberto Olmo y Farid Bechara, que son mis niños en la ficción y se han convertido en mis niños en la realidad. Ha sido un rodaje muy lindo. Ahora las plataformas apuestan tanto por las series que parece que es lo único que existe, ¡pero también se hacen películas! Destaco de Mala influencia que me hacia mucha ilusión hacer una película y me sigue apeteciendo hacer más pelis. Venía de grabar dos temporadas de Élite que al final han sido doce meses, seis meses casi siete por temporada. Te pegas un viaje hermoso, porque yo me he metido en la piel de Chloe, mi personaje en la serie, en comparación el rodaje de Mala influencia se me ha hecho supercorto. Hemos grabado en dos meses que, teniendo un secundario, al final se hace mucho más liviano. Lo hemos grabado entre Madrid y Valencia, cogiendo trenes a mansalva. Eso es lo que he estado haciendo hasta ahora.
Confirmamos que no has parado.
Y ahora es donde viene el tomate del que me gustaría hablar, porque me parece muy importante. A los actores se nos ha metido en vena que parar es equivalente a un abismo. Claro, no voy a mentir, sí. Cuando paras dices, a ver si voy a estar al borde de un precipicio. Yo el precipicio todavía no lo veo, creo que es muy pronto porque he parado hace dos semanas más o menos. No es momento para agobiarse, todo lo contrario. Creo que es hora de respirar, observar, aposentar lo vivido, los personajes, inhalar y exhalar. Es una profesión en la que o trabajas once horas y te levantas a las cuatro de la mañana durante doce meses sin parar, sin tener vida social y te enfermas porque como no tengas un buen sistema inmunitario te pones malito y el cuerpo te para; o es completamente la contra y estás en un silencio absoluto que da mucho miedo, ansioso de que suene el teléfono para que te den un papel. El ejercicio de conciencia que a mí me gusta hacer es uno mítico que creo que a cualquier ser humano le remueve, y es decir ¿dónde estaba Mirela hace un año? O hace cinco, qué quería Mirela y dónde está. En mi caso, no puedo sentirme más agradecida y privilegiada.
Estar continuamente en la piel de otros personajes debe ser agotador. Es importante que te tomes tiempo para reconectar contigo misma, saber quién eres. Al final hay una persona detrás de todo que tiene que ir asimilando lo que está viviendo.
¡Claro! Y una cosa muy importante que el otro día hablaba con una compañera actriz. Le decía que me daba miedo irme de vacaciones, que se me ocurría irme a un sitio cerca y pocos días, por si surgía algún proyecto. Ella me dijo que me tatuase esto en la cabeza: los actores no nos vamos de vacaciones cuando podemos, sino cuando paramos. Ni siquiera cuando puedes, cuando paras. Siempre puedes coger y volver si hay una oportunidad de trabajo, pero eso es lo que destaco cuando hablo del miedo que da parar.
Y cuando paras, ¿apagas el teléfono o siempre lo tienes sobre la mesa por si se presenta alguna oportunidad?
No, y me da mucha pena. Creo que apagar el teléfono es otro gran privilegio hoy en día, ¡yo no puedo! Claro que tengo mis momentos de desconectar y dejar el móvil, me voy a dar una vuelta con mi perro por el campo, fin. Pero sí que he vivido muchas veces con mi pareja el decir, vamos a poner un tiempo límite de que yo esté trabajando, porque si no se me va; estoy hablando con mi repre, gestionando lo de la semana que viene, etc. Hay más curro aparte de las series. Me hace gracia decir que he parado porque no es verdad. Estoy todos los días que si con una sesión de fotos, una entrevista, proyectos personales…
Decías que el rodaje de una temporada de Élite puede prolongarse incluso más de seis meses. ¿Cómo se gestiona eso? ¿Te sientes más cómoda a medida que vas cogiendo tablas?
Yo ahí dividiría dos sensaciones. En el día a día de rodaje yo soy la persona más feliz del mundo. Me apasiona y trabajo de lo que más me gusta, eso es un regalo. Rodando estoy en mi salsa, si son seis meses o doce yo encantada de la vida porque además allí haces piña con todo el mundo. Yo en Élite entré diciendo, wow, qué lugar más grande, y al mes éramos todos amigos. El departamento de maquillaje y peluquería son familia, ¡todo el equipo! Hay una parte de ese día a día que me hace sentir muy en casa, puedes implementar tu rutina, tu forma de trabajar, y conocer a la gente te ayuda también a trabajar mejor. Pero luego, la otra parte, que tampoco diría la parte mala sino en la que hay que tener mucho cuidado, es que son muchas horas de rodaje. Poco sueño, hay que cuidar la alimentación. En rodajes nunca se come todo lo bien que te gustaría. Comer fuera nunca es igual que comer en casa. Eso es sobre todo lo que, a nivel personal y físico, me he propuesto reformar de cara a próximos rodajes para madurar el resto de mi vida. Nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestras emociones. Si tu cuerpo no está bien nutrido, bien dormido y bien descargado de tu vida personal para ponerte al servicio del personaje, apaga y vámonos.
Si no el cuerpo te para y no hay mucho más que hacer.
Sí, entonces yo he aprendido a llegar a casa y no ponerme a hacer cien mil cosas. Aprovechar para dormir, no despertarme a las cinco de la mañana para enchufarme a mirar el móvil. Nunca he sido de que me recojan a las cinco y diez y yo levantarme a las cinco, ¿sabes? Que tengo compañeros que son así y lo respeto, pero luego vienen dormidísimos a los rodajes (risas). Yo no puedo, tengo que llegar ya a tope. Tengo compañeras que me dicen que no es posible que tenga tanta energía a esas horas, pero yo me levanto para hacer lo que más me apasiona en la vida y eso es brutal. Me suelo levantar prontito para ir despertando el cuerpo, hacer un par de estiramientos, tomarme mi infusión…
¿Eres más de infusión que de café?
Es que esa es otra, en los rodajes se bebe muchísimo café, se fuma, se come mal. ¡La alimentación es tan importante! Todo vale porque estás muy estresado y los picos de estrés nos piden chute de cafeína. Yo después de Élite he notado que mi cuerpo se ha puesto enfermo. Terminé de rodar con unas amigdalitis tremendas. Me fui a hacer unos análisis, tengo una amiga nutricionista que me empezó a ayudar a tener un poco más de conciencia. ¿Esos cuarenta cafés para qué? La gracia va a ser aplicar todas esas herramientas cuando vuelva a rodar.
Bueno, ser consciente de ello ya es un gran paso.
¡Exacto!
Leyendo algunas de tus entrevistas anteriores, no tardé en darme cuenta de que una de las palabras que más repites es “terapia”. A ella le atribuyes gran parte de tu bienestar actual, del equilibrio mental que has alcanzado. Y he de he decir que me alegra infinitamente que cada vez se hable más abiertamente de este tema. ¿Qué te ha dado la terapia?
La terapia, hace cuatro años, me salvó la vida. No solo me dio herramientas para ser la persona que soy ahora, sino que me salvó vida. Yo pasé por una depresión. He escuchado a gente decir que con 19 o 20 años no puedes estar deprimido, ¡pues claro que sí! Son cosas muy importantes y me parece la hostia que nuestra generación se preocupe tanto por la salud mental, que vaya a terapia y sea algo que está muchísimo más integrado que antes. Todavía oigo a gente decir “el loquero”, me parece muy fuerte. Entiendo el choque generacional. No recuerdo con quién lo hablaba, pero alguien me decía que en su generación, como personas más mayores, no se preocupaban tanto de todo, como dando a entender que en nuestra generación somos un poco overthinkers. Nos rayamos demasiado, le damos importancia a todo. No frivolizo esa mirada que tienen algunos adultos sobre nosotros porque muchos de ellos han tenido que resolver las cosas así, hablando mal y pronto, por huevos; sin herramientas. Despierta, trabaja y se te quita la tontería. Hay algo de eso que recojo y creo que es para observar. Yo me he criado en una familia, mi madre es serbia y mi padre croata, en la que había que trabajar, despertarse y activarse. Eso no quiere decir que sean personas que no piensan sobre sus emociones y cómo se sienten, en absoluto. Parte de ello lo recojo, supongo que algo habré heredado de esa mentalidad que ahora me tiene a mi así también. Pero no se nos debe olvidar trabajar nuestro interior. Vivimos a mil revoluciones y tenemos que preguntarnos qué sentimos, por qué nos frustramos o no podemos salir de una situación, por qué no sabemos decir que no. Yo actualmente te diré que no voy a terapia, pero me apetece mucho. Hay esta cosa de que solo se va a terapia cuando se está mal. Me parece brutal que entre nosotros, los jóvenes, estemos compartiendo que vamos a terapia. Que estemos empezando a romper con la idea de que solo se va a terapia cuando se está fatal. ¡Voy a terapia porque quiero ser la mejor versión de mí misma!
Me interesa mucho el momento previo al estreno de la séptima temporada de Élite. Estamos hablando de un fenómeno global, una serie que siguen decenas de millones de personas en todo el mundo. Este era sin duda tu estreno más grande hasta la fecha en cuanto a difusión. ¿Tenías miedo de que tu vida cambiara para siempre?
Sí que noto que hubo dos momentos. Uno primero cuando salió la nota de prensa con los nombres de las nuevas incorporaciones en la temporada siete, ahí hubo como un mini boom. Hubo un reflejo en redes sociales, me subieron un poco los seguidores. Ahí todavía no era consciente. Luego ya fue de cara al estreno, que ahí fue una burrada. Yo le decía al productor, Rubén, que le adoro, esto ya es la temporada siete, el bombazo fueron las primeras. Como diciendo que tampoco la iba a romper. Él me respondía que no tenía ni idea de lo que estaba hablando, que la serie era de verdad y que tenía un impacto a nivel mundial. No sé si era algo que yo no quería ver, pero efectivamente luego se estrenó y a mí me dio un petardazo. Además todas las críticas eran “Maribel Verdú y Mirela”, “Maribel Verdú y Mirela…” Vamos, sin tirarme flores, pero es que la trama de Maribel y mía es heavy, es divertida, y creo que es una dupla de personajes bastante épicos y locos. A través de los comentarios de la gente me di cuenta, mucho más tarde, de que había hecho un curro de la hostia. Maribel y yo lo habíamos hecho muy bien y yo no era ni consciente de que estaba tan orgullosa de mi trabajo. Quería que la gente viese el trabajo que había hecho, que le había intentado dar al personaje una profundidad para que no se quedase en la superficie. Meses más tarde fue cuando empecé a ver que la gente me decía que se había visto reflejada en Chloe, que les había gustado mucho. ¡Que mi trabajo lo ha visto el público, qué bien!
¿Lo sentías también cuando salías a la calle? ¿La gente te reconocía o te paraba?
En la temporada siete, cuando se estrenó, sí que lo sentí mogollón. Me acuerdo del primer día que me fui a Gran Vía a hacer unas tareas de la vida y de repente una niña francesa con su madre, un chiquito italiano… pero en plan heavy, ¡tú eres la de Élite! Había llegado el momento (risas). Muy épico. Mis amigos me preguntaban si no me estaba agobiando. Tampoco era Beyoncé que no pudiese ir a comprar el pan, un término medio, pero sí que noté que la gente me paraba. Que salgo de fiesta y me siento mirada, que voy al metro y…
¡El metro, gran momento!
¡Gran momento! En el metro estamos estáticos, nos miramos y nos observamos. Me acuerdo que me pasó más de una vez que había gente en el metro, como vamos todos enchufados a pantallas, que iban viendo Élite en el móvil. Una levantó la mirada y me enseñaba la pantalla diciéndome, “¡eres tú!”. (Risas). Muy fuerte, ha sido muy bonito. La verdad es que no es algo que me haya agobiado porque la gente con la que me he topado ha sido muy amable. Pero lo que quiero decir es que qué va a haber de malo en que haya gente que te pare por la calle para decirte que les encanta lo que haces. O que eres muy guapa, aunque a mí siempre me sienta mejor que me digan cosas buenas sobre mi trabajo que sobre mi físico, la verdad. Pero, ¿sabes lo que te quiero decir? Si alguien me piropea, de la forma que sea, ¿cómo me va a sentar mal?
Total, siempre y cuando el acercamiento sea respetuoso.
Eso es, hay gente muy bonita. Yo soy amante de los humanos, de hablar y de conocer. La gente me paraba hasta que me he teñido de morena para la película de Mala influencia porque quería dar un cambio, porque esa es otra. Me gusta mucho cambiar para cada personaje, que cada uno tenga su mundo, su cara, su pelo y su todo. Ahí soy un poco actriz de método intensa (risas). Me tiño de morena, me hago flequillo y, claro, no es solo que no se me reconozca por la calle, es que hay amigos que no me han reconocido de primeras (risas).
¿Te preocupa que ahora siempre se refieran a ti como “la de Élite”? Lo digo porque, pese a que ha sido la serie con más alcance en la que has participado, tú no has dejado de formar parte de otros proyectos. ¿Te molesta que esta coletilla te acompañe independientemente de lo que hagas?
Se podría decir que antes de que esto existiese en mi vida, antes de entrar en Élite, sí me podía dar un poco de cosa. Pero la verdad es que no porque, ¿por qué me daría miedo la coletilla? Porque a los actores nos da miedo que se nos encasille. Pero realmente no me siento encasillada, porque antes de Élite yo he rodado muchas cosas y muy diferentes. En Tú también lo harías hacía de una periodista, en Cristo y Rey de una chavala de la farándula del circo en los setenta en España. De repente en Zorras se puede asemejar más a una adolescente en busca de liberación, pero no tiene nada que ver con el personaje de Élite. Así que realmente no, no me da miedo. Y estoy orgullosa de ser “la de Élite”.
Te volveremos a ver en Las Encinas, en la octava temporada, ¿hay algo que nos puedas adelantar?
A ver, déjame que piense algo que no sea spoiler (risas). En la octava temporada, como no podría ser menos en Élite, hay dos nuevas incorporaciones que son mis compis Ane Rot y Nuno Gallego. Nuno es dos años menor que yo, pero estudiamos juntos en la RESAD. Ellos dos entran siendo una dupla de personajes muy heavy, lo que plantean es muy bestia. Me parece que tiene unas comparaciones con la sociedad actual bastante locas. Hay una liada bastante tremenda, todos tenemos nuestras tramas y explosiones finales. Y yo diré de Chloe que, después de la séptima temporada en la que sufre, sufre y sufre, hay un poquito de remanso de paz para ella en la octava. Y es algo que me hace feliz (risas). Se ve otra parte de ella, y yo creo que el público después de haberla visto sufrir tanto también van a agradecer que le den un respiro.
Y de Élite a Zorras, el proyecto al que te refieres como “lo más bonito que me ha pasado en la vida”. ¿Qué es lo que más disfrutaste durante el rodaje de esta serie?
Todo, todo, todo. Desde cómo llegó a mí hasta cómo conecté con las actrices, el equipo, el rodaje. Tengo una suerte enorme, en todos los rodajes que llevo hasta ahora he tenido una experiencia maravillosa. Equipos buenos, profesionales, gente maja, gente buena. Eso es un gusto, porque luego hablas con mogollón de actrices que llevan diez o cuarenta años trabajando y te cuentan barbaridades. Desde gente mala hasta espacios muy peligrosos para rodar. Podemos remontarnos también a cuando no existía la figura del coach de intimidad, que a mí me parece algo muy fuerte. Antes vivíamos en peligro constante rodando. Hoy en día, como alguien se sobrepase medio milímetro en un rodaje, se lía parda. Hay un respeto general muy heavy. En Zorras hay algo que guardo con un cariño especial, fue tan bonito. Rodamos como en verano, Tai, Andrea y yo fue conocernos y flechazo, amigas. Lo mismo pasó con los directores, con la productora. Además una productora llena de gente joven, de mujeres muy cracks, superinteligentes. Y luego, claro, la historia que contábamos. Va de la mano lo que pasa en la realidad con lo que pasa en la ficción. La historia que queríamos contar era de amistad, de ternura, de libertad, de gente que se quiere liberar de una manera muy sana, que es prácticamente lo que yo siento en la vida. Iba a contar algo que iba conmigo, con mi moral, entonces fue un diez.
Qué maravilla todo.
Sí, es que me emociono porque ojalá volver a vivir esto rodando.
¿Por qué todo el mundo debería ver Zorras?
Porque es la hostia, y punto. (Risas). No, porque me parece una serie muy importante para cualquier edad porque es educativa pero no es dogmática. No tiene un mensaje de “esto es así”, pero expone realidades del poliamor, BDSM, bisexualidad, hablamos sobre cuerpos no normativos, etc. Lo que más me ha gustado en la vida, hablando de pararme por la calle, fue una vez en Atocha cogiendo un tren. Tres mujeres de entre unos cincuenta a sesenta y largos años me pararon y me dijeron, “tú eres la de Zorras”. No me lo creía. Unas mujeres de la edad de mis padres han visto la serie y me están parando porque les ha flipado y les parece superimportante. Una me decía, “me parece muy importante esto de shibari” (risas).
Esa no te la veías venir (risas).
Es que el título de Zorras puede sonar como que es para chavales o no sé, pero no, ¡es para todo el mundo! Creo que es una serie que nuestros padres deben ver, que gente más mayor debe ver y educarse sobre todo esto. O no educarse, pero que sepan que estas cosas existen y que esta es la nueva liberación sexual. Y además es divertida. Es un formato de treinta minutos, tiene un formato súper ágil y nosotras tres somos majísimas. ¡Lo tiene todo!
Seguro que hay quién piensa que todos estos proyectos surgieron de casualidad, de manera fortuita o gracias a la tan cuestionable suerte. Pero lo cierto es que tú te has formado (y mucho) para ser actriz. Estudiaste cuatro años en la RESAD, la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, persiguiendo un sueño: dedicarte al teatro.
Sí, ¡y quiero dedicarme al teatro! De hecho, ahora que he parado y no estoy empalmando con otro rodaje porque me he hecho un dominó de siete proyectos, le daba una vuelta al teatro. Ahora me da un poco de miedo. Bueno, no es miedo porque subirme a un escenario no va a dejar de apetecerme y apasionarme, tengo muchas ganas de dejarme la piel, pero siento que se ha quedado ahí. Después de hacer un formato televisivo y de cine durante dos años… Pero mi pasión nació del teatro. Yo tocaba el chelo, toda mi familia es músico. Mi madre es chelista y yo era como mi mamá es chelista, pues yo también. Era muy buena con el chelo, con el piano también. Al llegar al Grado Profesional del Conservatorio me planteé si era eso lo que quería en la vida, ¡pues tal vez no! Hice una obra en una extraescolar del instituto al que iba que no era poca cosa, con un profesor maravilloso, David Casquet, que le amo. Él era nuestro profe de Lengua y Literatura, y era de esos profes de los que de verdad te apetece aprender. El tío hizo una extraescolar de teatro y empezamos a participar en certámenes. Me apunté un año en el que hicimos Mariana Pineda de Lorca, en la que estaba mi queridísima Ali, que ahora es Alice Wonder, al piano dándole música. Y hacía de monja Ester Expósito, ella estudiaba también en el Fortuny, en el instituto. Yo en esa obra me enamoré del teatro. Le dije a mi madre que no quería ser chelista profesional, que quería ser actriz. Empecé a hacer pruebas para la RESAD y entré. No es fácil entrar.
Tiene fama de ser muy exigente.
Sí, sí. Hay gente que lo intenta años y años, es una risa. Eso parecen las pruebas de no sé el qué (risas). Allí me pegué el viaje cuatro años en los que fui superfeliz. Al terminar la RESAD me imaginaba que iba a coger mi monólogo y a llevármelo por ahí, y justo comenzó este boom televisivo. Empecé con una, con otra, y así hasta el día de hoy.
Cuando decides que no te vas a dedicar profesionalmente a la música, ¿no sientes la necesidad de apartarte del chelo durante un tiempo? A modo de punto de inflexión, de período de reflexión.
Cuando tocas un instrumento, o lo sigues tocando de forma regular o no. A mí en la RESAD me pasó una cosa muy bonita. Cuando le dije a uno de mis directores que tocaba el chelo lo que hicieron fue incluirlo en las obras. Eso hizo que lo retomase de alguna forma para darle un ambiente sonoro a ciertas obras, de repente aparecía en una escena un personaje que iba con el chelo. Pero no es lo mismo que si hubiese seguido practicando tres horas mínimo cada día, evidentemente. Ahora coger el chelo sería un trabajo muy gordo, pero lo que es la música nunca la he dejado. Siempre me he rodeado de músicos, mi mejor amiga es cantante, mi chico es productor y DJ, cuatro de mis amigas son DJs también, etc. La música está en mí y yo en ella.
Como buena amante de la música, no puedo evitar preguntarte qué hay en tu playlist de Spotify.
No te digo que no me guste la música actual porque escucho las canciones de Bad Gyal como todo el mundo, son maravillosas. Pero la música a la que yo recurro en mi casa, cuando voy a limpiar, a ordenar o tengo que subrayar textos y apuntes, es Ella Fitzgerald, Louis Armstrong, y punto. ¡Soy feliz! El jazz y la música clásica es mi movida para relajarme. No te sabría decir una canción. Yo en casa pongo eso pero como vivo con dos DJs el resto de mi vida tiene banda sonora. Son las pinchadas que se preparan aquí mis colegas, que un día puede ser hard techno y otro día una sesión de reggaetón oscuro o lo que sea. Tuve una época de cumbia a saco. Estos últimos meses me ha dado por volver a temas que escuchaba antes, mítico disco de 2015 de Mac Miller.
Volviendo al teatro, ¿te están surgiendo oportunidades? ¿O tienes que ser tú la que mueva ficha para que se empiecen a activar proyectos?
Yo creo que tiene que salir más de mí porque, claro, en el teatro hay una cosa. Te pueden contactar, evidentemente, pero a la escena le tienes que decir que estás en la escena. Yo salí de la RESAD y no dije aquí estoy, yo me fui al cine. Creo que es importante decirle al CDN, a los directores y los compañeros que aquí estás. Te plantas y dices, “hola”.
¿Has tenido que aprender a decir no? Imagino que al principio ves cada propuesta como una oportunidad que no puedes dejar pasar.
Sí, aquí hay un melón que va de la mano de lo que decía de que parar da miedo, de no irte de vacaciones porque como vuelvas has perdido el tren. Hay un miedo muy gordo a decir que no. De hecho, hace no mucho rechacé una peli que, cuando empiezas a ver quién y cómo la van a hacer, le empiezas a dar al coco. ¿He hecho mal en decir que no? ¿Debería haberla hecho? ¡Acabo de parar! Igual no hubiera parado si hubiese aceptado esa película. Te sale un demonio que te dice que tenías que haberlo cogido, pero no. Me parece muy importante tener criterio, cuando decimos sí o no tenemos que tener claro por qué lo hacemos. No podemos ir por la vida diciendo que sí a todo, no, no. Hay que tener una buena selección, y eso me lo dijo Andrea Ros, que la amo y es una actriz increíble. Para mí ella podría ser la presidenta del mundo. Me acuerdo que tuve un dilema con un proyecto y me dijo, “yo no te voy a decir si coger este proyecto es una buena idea o no, pero sí te diré que si lo coges tengas muy claro por qué, cuál es el objetivo”. Ya sea porque el personaje me gusta, o porque necesito dinero; lo que sea. Cuando tengas un mal día de rodaje te vas a acordar de por qué estabas allí. Me ha pasado que se me ha propuesto algo y he dicho que no porque el personaje no me acompañaba moralmente, no era lo que quería, era un género que no me apetecía hacer en ese momento, o incluso porque no me sentía preparada para hacerlo. También hay que ser honesto con uno mismo, pensar si es algo que te viene bien en ese momento. Y una vez tomada la decisión, no sentirte mal.
Y hablando de oportunidades, ¿cuál fue el primer proyecto que te ofrecieron?
Cuando salí de la RESAD continué haciendo mis castings y tal. Creo que lo primero que hice fueron unos episodios en la serie Alba. Era una parte muy pequeñita, aunque yo siempre digo que no hay personaje pequeño, eso es muy importante. Lo que desencadenó esta rueda de no parar fue Código emperador, una película de Jorge Coira con Luis Tosar y Arón Piper, donde yo hacía de la mujer maltratada de Arón Piper. Venía Luis Tosar como a salvarme porque era un tipo de la inteligencia, de la policía, una bestia. Cuando me llamaron para decirme que iba a estar en una película con Luis Tosar no me lo podía creer. Cuando pregunté con quién actuaba en la escena y me dijeron que con él, me pareció una maravilla. Actuar con Luis Tosar es una fantasía, es un hombre maravilloso. No hay hombre más entrañable y familiar que Luis Tosar. He tenido muchísima suerte con el elenco de actores con el que me ha tocado trabajar. Empezar a trabajar con Luis Tosar, acabar siendo la hija de Maribel Verdú, y por el medio haber trabajado con Ana Polvorosa, Ana Wagner, Michelle Jenner… es muy heavy. Me he rodeado de la gente que yo admiro.
Antes mencionabas a Alice Wonder, cuando nos hablabas de esas primeras obras que hiciste en el instituto. ¿Os conocisteis allí?
Ali es mi familia. Ella es morena y yo rubia, bueno, ¡ahora soy morena!
¡Ahora eres morena!
(Risas). Se me olvida. Lo digo de broma, pero Ali es como mi hermana. Llevamos 25 años que llevamos existiendo pegadas la una a la otra. Es muy curioso porque somos personas muy distintas, pero es la viva metáfora de que los polos opuestos se atraen y de que nos complementamos muy bien. Toda la vida las cosas que yo he tenido y que ella no nos las hemos brindado, y viceversa. Para mí ella siempre va a ser esa persona que da igual los días o años que pasen sin vernos, porque cuando nos encontramos es casa, es familia, es sostén; es una red.
¿Pero cómo os conocisteis?
Ali y yo nos conocimos en nuestra casa encantada. Ella y yo íbamos al cole juntas, aunque de primeras no fue un match. Éramos muy distintas, ella era una rara friki y yo era otra rara friki, que aquí la gente se piensa que yo era la diva del cole. No, yo era una friki, siempre nos llamábamos frikis. Me acuerdo que un día fuimos a un parque cerca de Canal, yo con mi padre y ella con su madre. Fue lo típico de que entre padres nos decían que nos fuésemos a jugar juntas, pero no nos llevábamos. Había como una especie de casa destartalada al lado de ese parque a la que no se podía entrar, y empezamos como a quedar en ese parque porque nos gustaba investigarla, montarnos nuestras películas, decir que allí vivía no sé quién… Y desde entonces no nos despegamos. Éramos vecinas y estábamos todo el día en casa de la una o de la otra, y ahí empezamos a cantar juntas. Ahí empezó todo. Ahora tenemos 25 años, lo estamos petando y tenemos una vida adulta.
Es que lo estáis petando muy fuerte las dos.
Desde pequeña nosotras soñábamos con nuestra pasión, y ese día ha llegado. Vernos y decirnos que somos la hostia es lo más. ¡Y lo que nos queda! Lo digo y se me ponen los pelos de punta, de orgullo y de felicidad.
¿A Luke, tu estilista, le conociste a través de Alice?
Luke fue un tesoro que a mí me cayó del cielo. Sí, me lo presentó Ali. Un día random me dijo que había conocido a un chico muy especial y quería presentármelo. Nos vimos, él era un personaje, yo también, y fue un match. Justo ahí empezó mi época de exponerme, photocalls, eventos, estas cosas. Yo no sabía que había que vestirse, maquillarse, peinarse; esto era parte de mi profesión. Me flipa la moda, me encanta cuando se hace con gusto y jugando, así que Luke era mi hombre. Fue muy lindo porque sin darme cuenta se convirtió en parte de mi equipo y en mi mano derecha. Además de amigo íntimo, me ayuda en toda la parte de vestirme. Si alguien me dice que me visto muy bien en los photocalls, yo siempre lo digo: se llama Luke. Es mi partner in crime.
¡Qué importante es tener un partner in crime en todo esto!
¡Y qué lo digas!
¿Cómo gestionas todos estos compromisos para no colapsar? ¿Es importante dosificar las apariciones?
Este tema es algo que yo quería abrir en esta entrevista, porque me parece muy importante. Te diré que soy una persona social, extrovertida, hablo con cualquiera. Nunca me ha costado mucho presentarme en sociedad, no he padecido de ansiedad social. Y con eso no quiero decir que una persona extrovertida no pueda sufrir ansiedad social o tener momentos de saturación. Cuando empieza todo este boom no es tanto ansiedad lo que siento, sino que me doy cuenta de que yo no sabía que esto era parte de mi profesión. Exponerse, ir a eventos, ¡saber elegir a qué eventos! Todas estas cosas se aprenden. He ido conociendo un poquito este mundo y ahora empiezo a tener conciencia de que no hace falta ir a todo, de que no hay que ir si no estás bien o no estas preparado. ¡O no te apetece! No hay nada que te obligue a hacer esto. Y si vas, que sea porque te apetece, porque te lo vas a pasar bien. Tuve un momento de agobio porque no entendía de qué iba todo este mundo, y luego también tuve una época en la que lo pasé bastante mal en la parte de eventos porque yo estaba rodando Élite durante diez horas al día. Estaba reventada, con mucho cansancio, y de repente hubo unas cuantas semanas que era eventazo tras eventazo. Me acuerdo un día que llegué a casa y me dio un ataque de ansiedad que dije, ni evento ni eventa. Cancelé todo, devolví toda la ropa que me habían prestado, pedí disculpas y tuve que hacer el ejercicio de no sentirme mal porque había esta cosa de “si no estás aquí te pierdes el momento, si no estás aquí no eres guay”.
El tan famoso FOMO.
Exacto. O sea, me ha dado un ataque de ansiedad, ¿qué FOMO ni que hostias? Está mi salud diciéndome que descanse. Ese momento me sirvió para darme cuenta de que nada es tan importante, que la salud siempre es lo primero, y que a estas cosas hay que ir divirtiéndose. La cara bonita es, ahora que he parado un poco y tengo tiempo, que esta noche voy a un evento y me apetece. Me visto, me maquillo o quedo con mi maquilladora, nos damos la chapa y nos tomamos un café, viene Luke y juego con él a que hoy me apetece ir de Matrix y buscamos un look… esa es la parte divertida. Mi prioridad es ser actriz, porque yo lo que quiero es ser actriz. Y eso es importante, porque hoy en día ser actor es equivalente a ser influencer. No me meto en absoluto con la figura del creador de contenido porque me parece un curro como cualquier otro, pero a mí no se me olvida que lo que yo quiero es ser actriz. Entonces todo lo demás va en segunda posición.
Qué importante es hablar de esto, de la parte que no se ve.
Y me gustaría decir una cosa más, respecto a cómo me siento en los photocalls. A mí me ha pasado una cosa con la que me he tenido que enfrentar, y que ahora que estoy mucho mejor no me importa exponerla como ser vulnerable que soy, que es que hace dos meses me dio una disociación de mi físico que te cagas. Parecerá una tontería, pero yo este año me he teñido cinco veces de pelo. Al final uno cambia. Al terminar de rodar Élite engordé unos cinco kilos, entre tontería y no sé qué otro kilo y medio, y de repente ves que has engorado seis o siete kilos en cuestión de meses, te has puesto morena cuando nunca has sido morena, llevas flequillo que te cambia la cara… Me acuerdo que hice una sesión de fotos en la que me miraba y no me encontraba. Ahí entramos en otro tema importante que es el bombardeo que tenemos, tanto mujeres como hombres, porque a los hombres también se les mete que hay que estar petados y parecer masculinos… Que todo está cambiando, también hay que decirlo, se está empezando a abolir el género y guay. Pero eso no quita que yo llegaba a mi casa y, por muy mirada feminista que tuviese, me levantaba y no me quería poner esto en el photocall porque me veía el brazo de tal forma, la pierna, no sabía quién era… Hay que cuidarse y si tienes un momento de crisis de imagen, en vez de seguir esa bola de exposición y tal, no. Para, conecta contigo, mira qué es lo que pasa, acepta que tu cuerpo ha cambiado, recuerda que eres actriz y por lo tanto pones tu cuerpo al servicio de esos cambios. A mí nadie me obliga a cambiarme el pelo, lo hice porque quería, pero se nos olvida que las actrices nos llevamos el papel a casa. Quiero decir, yo no me tiño de morena para el rodaje y llego a mi casa, hago un chasquido de dedos y cambio a mi hábitat natural como Mirela. Es una reflexión muy extensa, pero quería compartirla.
Muchísimas gracias por abrirte tanto.
Es que luego no hablamos de estas cosas y me parecen mucho más importante que otras.
Hace unos meses le pedías al 2024 vacaciones y, aunque haya costado, parece que se te ha concedido el deseo. ¿Qué más le pides a este año?
Voy a parecer muy intensa, pero salud. Y más trabajo (risas). Llámame workaholic, pero me encanta mi trabajo. Equilibrio para estar sana.