La decimotercera edición del festival Mira culmina tras unos días cargados de música y artes visuales. Durante este pasado fin de semana, la Fira de Montjuïc en Barcelona ha vuelto a hospedar a más de diez mil personas en este emocionante festival que unifica lo mejor de ambos mundos. Desde una decena de instalaciones artísticas a más de una veintena de artistas consolidados y emergentes. Una ocasión ineludible para los amantes del arte y la música. Y, como tal, no hemos podido evitar asistir.
Una vez que has sorteado la entrada y subes las escaleras mecánicas, el mundo que dejas atrás no tiene nada que ver con al que acabas de acceder. El primer atisbo de esta nueva realidad es un amplio pasillo oscuro donde, cual cielo falso, dos focos violeta iluminan por encima de ti dándote la bienvenida. Como si te adentrases a un espacio irreal. Una vez dentro, la música te llega a los oídos desde la zona de conciertos y las luces están apagadas para dar más protagonismo a las instalaciones artísticas. Las cuales, como si fueran faros, iluminan tenuemente el entorno y te invitan a acercarte y descubrir sus secretos.
La edición de este año no se ha quedado corta en lo referente al arte digital. Los asistentes han podido disfrutar de un menú más que exquisito para todos sus sentidos, especialmente el visual y auditivo. Una de las instalaciones más sorprendentes fue Echo, de VPM. Aunque tenías que alejarte de la zona principal para encontrarla, esta coreografía de haces de luz multicolor formaba un espectáculo en el techo embriagador. Si bien siempre contaba con un buen puñado de espectadores alrededor, el espacio que aprovecharon para instalarlo no le hacía demasiado favor a la hora de que fuese cómodo de ver.
Pero para sorprender a los sentidos y descubrir nuevas formas de vivir el arte, tu mejor opción era uno de los platos fuertes, el Mira Dome. Esta cúpula, que ya había hecho acto de presencia en años anteriores, era imposible de perder de vista. Justo en el centro del patio y con una larguísima cola la mayor parte de la noche. Si tenías suerte o estabas dispuesto a esperar (en mi caso fue lo primero), la experiencia era impresionante. Dentro de la cúpula, te tumbabas boca arriba sobre unos cojines y disfrutabas de un espectáculo visual y absorbente que se extendía sobre ti, a cargo de Defasten & SOS Gunver Ryberg y de Desilence & Suzanne Ciani. Pero no fue la única experiencia inmersiva de la noche.
Con una presencia mucho más tímida pero no menos cautivadora, Silvia & the SpyGlasses fue una instalación que uno no esperaría en un lugar como ese (aunque iba exactamente en línea con el Mira). Un cuento, casi poesía, a través de gafas de realidad virtual, que seguramente fuese pasada por alto por muchos, pero que traía un momento más íntimo y pausado en medio de ese festival rebosante de energía.
El otro plato principal, la música, no se quedó atrás. Como no podía ser menos, fue una de las grandes protagonistas. Con dos zonas separadas y dedicadas únicamente a los conciertos y DJ sets, siempre había un lado donde estuviese tocando o pinchando alguien. Un año más los asistentes pudimos disfrutar de la flor y nata de la música electrónica. El polifacético Lorenzo Senni, el potente duo musical Snow Strippers, Rick Farin + Actual Objects y los British Murder Boys presentando su primer álbum en veinte años fueron algunos de los shows más esperados. Aunque las contribuciones de Kim Gordon, trayendo The Collective, su obra más electrónica hasta el momento, y A.G. Cook, que demostró por qué es padre del hiperpop, fueron las más comentadas y celebradas por el público.
El programa musical de esta edición ha sido impresionante y no solo por los artistas invitados. Muchos de los conciertos iban acompañados de espectáculos visuales. Así es fue el caso de Robin Fox, quien nos sorprendió con un directo lleno de lásers y luces, y Bicep, que presento su nuevo concepto artístico Chroma con un show audiovisual. Sin embargo, el privilegio de cerrar la última noche con un broche de oro cayó en las talentosas manos de Toccororo. Esta reina española acabó la noche con una frenética sesión que hizo gala de toda su esencia.
Además de este par de espacios, había otra estancia dedicada a la música, pero con un toque distintivo, Altar. Cuando entrabas en esta sala, parecía como si te hubieras introducido en otro lugar distinto. Esta instalación inmersiva se trataba de un espacio abierto pero acogedor, donde una pantalla de gran tamaño y una mesa de mezclas se posicionaban majestuosamente en el centro. Luz, sonido y entorno trabajaban al unísono para crear un ambiente casi relajante en el que, si querías, podías tomar un descanso en unos alargados cojines que había en el suelo. Pero ese paraíso de calma se cargaba de energía para los sets de DJ y performances.
Igual que el propio festival, esa sala era una mezcla deliciosa entre lo visual y lo sonoro. Una experiencia que adelanta el futuro de la música contemporánea y el arte digital. Y no es para menos, teniendo en cuenta que este ha sido la edición con mejores números para el festival. De hecho, ya se han puesto manos a la obra con la próxima edición anunciando a artistas invitados. Aunque será difícil superar el nivel que han alcanzado este fin de semana, seguro lo consiguen.