Tras su paso por el Festival de Sevilla, hablamos con Mina El Hammani, quien nos sorprende con su nueva faceta como espía en Raqa, la última película de Gerardo Herrero (Territorio comanche, Bajo terapia), presentada en el festival y que llega a los cines el próximo 22 de noviembre. En esta historia, Mina comparte protagonismo con Álvaro Morte (La casa de papel, Immaculate), y ambos interpretan a infiltrados que viajan a Siria con la misión de capturar a un líder del ISIS.
Adaptada de la novela Vírgenes y verdugos, de Tomás Bárbulo, Herrero construye un thriller que se desarrolla en el bastión del Estado Islámico, exponiendo la opresión que sufren sus habitantes, especialmente las mujeres. Acción, tensión y una actuación destacada de Mina, quien nos confiesa haber encontrado una nueva pasión por el cine de acción. En esta entrevista nos habla de su trayectoria, su despedida de Élite, su nueva productora para destacar historias de mujeres racializadas, y qué le depara el futuro.
¡Hola, Mina! Sevilla te está acogiendo para el estreno de Raqa. ¿Has tenido tiempo de ver alguna otra peli del festival? ¿Alguna que te llame la atención?
No, la verdad es que no he podido ver ninguna película todavía, pero sí hay una que tengo muchísimas ganas de ver: la de Desmontando un elefante, de Natalia de Molina. Me hace mucha ilusión porque tengo una amiga que participó en el proyecto como bailarina y me contó un poco de la historia. Me pareció muy interesante. Aún no he tenido la oportunidad de verla, pero creo que se estrena en enero, así que estoy esperando con muchas ganas.
Muchos te ubicamos por Élite, pero tu camino en la actuación comenzó mucho antes. ¿Cómo nació tu conexión con este mundo?
Cuando era pequeñita me llegó el casting de Ana y los 7. Una conocida estaba organizándolo y me preguntaron si quería participar. Tendría unos seis o siete años; recuerdo leer el guion y sentirme un poco rara. Nací en Madrid, pero mis padres, que vienen de una familia muy humilde, han trabajado durísimo para darnos oportunidades. Yo iba a interpretar a una niña con un contexto muy distinto al mío. Recuerdo que le pregunté a mi madre, entonces, ¿yo soy esta niña? Y ella me contestó: Mina, tú puedes ser lo que quieras.
Esa frase ha cobrado mucho sentido a medida que he crecido en esta profesión. Fue algo difícil al principio porque mis padres no querían apuntarme a teatro, y hasta que me gradué y empecé a trabajar, a los dieciséis años, no tuve independencia para hacerlo. La suerte llegó dos años después, cuando apareció el casting de El Príncipe. Ese trabajo me dio estabilidad mientras estudiaba y aprendí en la práctica lo que las escuelas de interpretación no enseñan.
O sea que fue una oportunidad que te cambió la vida.
Aunque también viví el lado duro: cuando El Príncipe terminó, estuve un año y medio sin que me llamaran para otro proyecto. No tenía trabajo y, como me había independizado, volví a la hostelería. Soy una curranta, trabajo en absolutamente todo: a mí no se me caen los anillos. Allí entendí que la profesión era temporal; hoy trabajas y mañana, no sabes.
Ahora mismo tengo la suerte de poder escoger proyectos que me apasionen y prefiero involucrarme a fondo, leer guiones que me inspiren y disfrutar del proceso. Me motiva abrir espacios de reflexión a través del arte y visibilizar historias. Especialmente porque soy hija de inmigrantes. Me importa que se nos valore y se nos vea.
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Después de varias temporadas, le dijiste adiós a Nadia en Élite. ¿Cómo fue cerrar ese capítulo?
Pues mira, ha sido muy bonito. Volví en la octava temporada y, aunque al principio tenía mis dudas, ya que sentía que me había despedido de ella de alguna manera, reflexioné y pensé: nunca volveré a estar en una serie que me ha dado tanto. Quise cerrar este ciclo y acompañar el final junto a la familia Shaana, a la que adoro. Además, trabajar de nuevo con Abdelatif Hwidar, con quien también he coincidido en Raqa, fue increíble. Él fue nuestro coach de árabe y para mí es como un padre. Reunirnos todos después de seis años fue increíble; ver como habíamos cambiado, madurado, no tuvo precio.
Sentí un orgullo al pensar que el cierre de Las Encinas viene de la mano del personaje de Omar y de los palestinos, de la gente de clase baja. Eso tiene mucho peso para mí porque siempre he creído en la lucha social y en dar voz al pueblo. Y se está viendo ahora con lo que desgraciadamente está pasando.  En un mundo donde lo elitista muchas veces se idealiza, me pareció importante que el final destacara eso. Estoy muy agradecía por Élite, lo recordaré siempre con muchísimo cariño.
Hemos visto que has pasado bastante tiempo en Nueva York, al igual que Nadia en la serie. ¿Qué crees que te ha dejado este personaje en tu vida?
Sí, ahora mismo me estoy planteando irme para allá una temporada (risas). Es gracioso porque el personaje me está llamando. De Nadia me llevo muchísimo, sobre todo esas ganas de seguir aprendiendo y formándome, igual que ella. También, mantener esa visión y ese enfoque humano, que creo que es lo más importante.
Ahora también te has aventurado detrás de la cámara con tu productora Quiet Productions, junto a tu amiga Candela García. ¿Qué fue lo que te animó? ¿Qué proyectos tenéis entre manos?
Lo que me animó fue la pandemia. Fue un momento de pausa que me obligó a frenar. Yo vivía mucho en el futuro, siempre pensando en lo que quería hacer, y de repente tuve que parar y vivir el presente. No sabía qué me deparaba el futuro, pero al salir de la pandemia un amigo director quiso hacer una obra de teatro. Hablando con él me di cuenta de que quería montar una productora para contar historias de mujeres, especialmente mujeres racializadas. Historias reales que conecten y en las que el público español pueda verse reflejado.
Hablé con Candela y ella se sumó de lleno al proyecto. Así dirigí mi primer corto, 30 segundos. Y ahora estrenamos el Monstruo de la fortuna, de Manuel Castillo. ¡Estoy muy emocionada! El motor de todo esto es tener las riendas de mi carrera. No es un plan B, pero dentro de la interpretación, que es mi vida, quiero explorar otros terrenos que la complementen. Tener mi propia empresa me permite decidir los proyectos en los que me involucro, tanto artística como económicamente, y canalizar todo a través de una productora.
“Me motiva abrir espacios de reflexión a través del arte y visibilizar historias. Especialmente porque soy hija de inmigrantes. Me importa que se nos valore y se nos vea.”
¿Y cómo te lo montas para poder compaginarlo todo?
Hay momentos y momentos, porque ahora estoy con muchas cosas. Cuando tengo períodos más libres, me centro al cien por cien, pero en etapas como esta, con promociones de películas, apenas puedo hacer nada.
Lo que tengo claro es que quiero vivir cada cosa en su momento. Disfruto de todo lo que hago porque he tenido la suerte de elegir una profesión que amo. No quiero sufrir de más; aunque a veces me sienta insegura o no sepa cómo afrontar ciertos proyectos, no lo veo como un problema. Simplemente contextualizo y me adapto al momento en el que estoy.
Vimos una foto tuya con Zendaya en el estreno de Challengers. ¿Fue ahí donde la conociste? ¿Cómo fue ese encuentro? No sé por qué, pero siento que tenéis unas vibes muy similares.
Es majísima. Estaba con mi amiga Laura y me dijo: esta es como nosotras, se tira con los tocanes y se va con un plato de lentejas (risas). Es maravillosa, de verdad, muy agradable, guapísima, un bellezón. Estuve un rato hablando con ella y le dije que la admiraba tanto como actriz como productora, y todo el rato estuvo con una sonrisa.
A veces idealizamos demasiado a la gente famosa y me pregunto por qué. Somos seres humanos que estamos aquí por y para el público, para generar historias y reflexiones. En mi caso, cuando alguien se me acerca con timidez, me da un poco de vergüenza porque pienso: por favor, no hace falta. Por ejemplo, yo admiro muchísimo a Al Pacino, y si algún día tuviera la oportunidad de estar con él, no le pediría una foto, simplemente le escucharía. Creo que lo importante no es idealizar sino querer conocer de verdad quién está detrás.
Cuéntanos sobre Malika, tu personaje en Raqa. Ella es una enfermera que se lanza en una misión en Siria, y eso ya suena a un viaje intenso. ¿Qué fue lo que te atrapó de ella al leer el guion por primera vez?
Lo que me atrapó al hablar con Gerardo hace tres años fue que, aunque al principio dudé, este papel me ofrecía algo diferente. Estaba en un momento en el que siempre me ofrecían personajes árabes, y lo tenía claro: no quiero encasillarme solo en esos roles. Quiero que se me incluya también en otros contextos. Soy española, nací en España, y creo que, al igual que alguien llamada Paula Martínez  puede interpretar a una Malika, pienso que yo también puedo optar por otros papeles. Tuve que tomarme un tiempo para decidirlo.
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¿Qué hizo que te decidieras por hacerlo?
Cuando leí el guion me encantó que fuera una película de acción y espionaje. Me pregunté, ¿en qué otro momento tendré la oportunidad de interpretar una espía? Me atrapó por completo. Sobre todo las escenas de lucha, como la pelea con Fariba. Pensé, ¡necesito pegarme de hostias! (risas). Además, me pareció importante porque muchas veces asociamos la acción con lo masculino, y eso no tiene género.
Luego, al profundizar, empecé a ser más consciente de todo lo que rodea al ISIS. Me preocupaba que la historia girara en torno a la religión, pero el guion deja claro que esto no es religión, es violencia, es matar por intereses políticos y económicos. Es generar terror a toda una población. Creo que es clave informarse bien antes o después de ver la película. La información marca la diferencia.
¿Y cómo os preparasteis para esto?
Irene Zoe, la guionista, nos recomendó varios documentales. Pero para mí, el personaje de Malika no parte desde la manipulación del ISIS. Ella entra con una misión: es una espía. Mi preparación fue siguiendo un orden cronológico del guion. Malika llega con el objetivo claro de atrapar al jordano pero con desconocimiento de todo lo demás.
Lo interesante para mí era cómo, en medio de esa misión, el entorno empieza a influirle: conoce mujeres, les pone nombre a las miradas, escucha historias que la afectan, pero tiene que rechazar esos sentimientos para no perjudicar su cometido. Es un equilibrio complicado porque como mujer no puedes evitar empatizar, pero como espía tienes que bloquearlo.
Totalmente.
Por ejemplo, hay un momento con el personaje de Aiba en el que casi la veo como mi hija. Eso me genera sufrimiento, pero Malika no puede permitirse desviarse. Su contexto es desolador: viene de haberlo perdido todo y de estar deshumanizada. Pero al interactuar con estas mujeres, poco a poco se va humanizando, aunque su motivación principal sigue siendo buscar algo de justicia. Aunque no soy madre, solo de dos gatos (risas), creo que Malika actúa como una madre que, al haber perdido todo, se aferra a esta misión para intentar hacer justicia en un mundo que le ha arrebatado tanto.
“Sentí un orgullo al pensar que el cierre de Las Encinas viene de la mano del personaje de Omar y de los palestinos, de la gente de clase baja. Eso tiene mucho peso para mí porque siempre he creído en la lucha social y en dar voz al pueblo.”
¿Y físicamente? ¿Para las escenas así de más acción?
Me preparé a tope yendo mucho al gym y comiendo bien. Tuve la suerte de estar con unos especialistas previamente al rodaje durante varias semanas. Obviamente preparamos la coreografía, todo estaba coreografiado. Pero dentro de la coreografía tenías que estar atenta a muchísimas cosas para que se viera real. El día que rodé con Fariba, dije, vamos a tirarnos al barro, necesito que esto sea sucio, guarro. Que no haya nada absolutamente mental, que esté, perdóname mi expresión, en el coño (risas).
(Risas) Perdonada estás. Lo hace mucho más real.
Pelear desde allí, ese agotamiento que viví, fue espectacular y muy gratificante para mí. Recuerdo llegar a la habitación después del rodaje y al día siguiente levantarme con todas las piernas llenas de moratones. Ahí dije: he hecho mi trabajo bien y me siento muy orgullosa. De hecho, con Raqa he descubierto una nueva faceta. Fíjate que antes quería hacer personajes muy reflexivos, que sí, también. Pero me he dado cuenta de que necesito acción. Bueno, a mí la acción… hacer un Lara Croft en España me encanta. 
Entonces, ¿repetirías otro proyecto así?
Vamos, ¡haría un proyecto que tuviera mucha más pelea y escenas de acción! Aunque no era del todo consciente de la preparación que conlleva. La gente, cuando escucha acción, se piensan que es algo grande con unas superproducciones, pero no es así. Hay toda una parte interpretativa muy fuerte, humana, y eso se ha conseguido en la peli gracias a la predisposición del director y de todo el equipo.
Tengo que agradecer al equipo de Marruecos y de España porque no sabéis la maravilla que es que se junten equipos de diferentes países, que se fusionen tan bien y que nos enriquezcamos tanto culturalmente. Tanto por las expresiones como por la comida. Eso ha sido un regalo. Al final somos vecinos hermanos.
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La relación entre Malika y Haibala, el personaje de Álvaro Morte, es clave. ¿Cómo fue crear esa conexión?
Ha ido in crescendo. Es la segunda vez que trabajo con él. La primera fue en Historias para no dormir: La pesadilla, pero en esta segunda hemos estado mucho más mano a mano y ha sido un regalo. Espero que siga cosechando todos los éxitos que está consiguiendo porque como intérprete es maravilloso, pero como compañero es una persona que te sujeta, te acompaña. Tener ese apoyo de compañero realza tu interpretación.
Además, se ha preparado un pedazo de personaje. Solo por ver a Álvaro Morte hablar en árabe… O sea, la gente tiene que ir al cine a verla. Hasta mi hermana dijo que incluso hablaba mejor que ella (risas). Álvaro es una persona muy metódica, profesional, muy agradable con todo el mundo, y es algo que valoro muchísimo. ¡Tengo muchas ganas de que llegue ya al festival! Ahora está con Lilly Collins presentando la obra de teatro Barcelona en Londres. Después de toda la promo y entrevistas, me voy para allá a verla.
Rodar una historia sobre opresión y conflicto suena muy intenso. ¿Hubo momentos en el set en los que sentiste que la carga era demasiado fuerte? ¿Cómo hiciste para no llevarte toda esa energía a casa?
Cuando tengo un proyecto me dedico al cien por cien, no separo. O sea, más que separar, reflexiono. Si hay alguna secuencia que me deja una sensación rara, la pienso mucho. Como esa escena en la que Felipa me tira al suelo y empieza a maltratarme. Cuando llegué al hotel después de grabarla, pensé, joder, estas mujeres no pueden hacer nada. Dentro de la ficción entendí que, si te metes realmente en el papel, acabas entendiendo a las personas en todas sus dimensiones. Ese día no quise separar la experiencia, quise reflexionarla. Decidí seguir indagando en todo el bagaje emocional que te puede generar.
Es verdad que, cuando termina el proyecto y estás en tu casa después de una semana pensando en todo lo vivido, vienen bajones. A veces ser empática me ayuda mucho en la profesión, pero otras me afecta mucho en mi vida personal. Por ejemplo, con las mujeres de la película, después de rodar me preguntaba, ¿y ahora qué puedo hacer? Es complicado. Lo único que me emociona es saber que puedo generar una reflexión en los demás. ¿Qué más puedo hacer? Siempre hay algo que se puede hacer, y eso también lo he aprendido.
Fuera de los rodajes, ¿qué es lo que más disfrutas hacer para desconectar?
Pues mira, ahora mismo desconecto mucho viendo Los Simpson (risas). También con mis gatos, que son maravillosos. Soy muy de mis amigos, tengo un círculo pequeño pero que siento enorme. Me encanta salir a cenar por Usera, que tiene unos restaurantes chinos increíbles. Aunque, la verdad, estoy en un momento muy tranquilo. Me gusta salir de vez en cuando a tomar algo con mis amigas, pero disfruto muchísimo del tiempo en casa.
El otro día, por ejemplo, fui al Lidl, hice la compra y me sentí súper feliz. Estoy muy en plan señora de mi casa, y la verdad es que lo estoy disfrutando un montón. Ahora que tengo más tiempo estoy viendo muchísimas series. Tengo pendiente Querer, donde está Miguel Bernardeau y me hace muchísima ilusión verlo.Tener mi espacio y mi tranquilidad es algo que valoro mucho. Soy bastante casera: estar con mi familia, con mis amigos y, cómo no, en casa con mis gatos es lo que más me llena.
Después de Raqa, ¿qué sigue? ¿Algún proyecto que te emocione?
Después de Raqa, Gerardo me llamó para ofrecerme un personaje chulísimo en su nueva serie, ¡y español! (risas). También este verano rodé una película maravillosa, La tierra de Amira, de Roberto Jiménez. Tengo muchísimas ganas de que salga. Y hay cosas de teatro que se están moviendo. Entonces, es terminar la promoción y a ver qué viene.
También te digo, estoy en un momento en el que necesito reactivarme yo. Tienes que trabajar constantemente la seguridad y la motivación, y estoy en ese momento ahora. Estar aquí, en Sevilla, la verdad es que lo reactiva. Lo que venga, bienvenido será; y lo que haga, también, pero siempre con mucha dedicación y muchísimo amor al arte.
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