Desde pequeño, Martín Ferreyra imaginaba reinterpretar las series de ciencia ficción y películas que veía o las situaciones que ideaba cuando soñaba despierto de alguna manera. Con el paso del tiempo, ha encontrado en el arte la vía para hacer todas esas cosas con las que, años atrás, fantaseaba. Pero su aproximación a la creación artística no es la más corriente. Formarse como psicólogo le ha dado las herramientas para abordar las emociones y los pensamientos de forma distinta a muchos otros, y además le ha permitido ser capaz de analizar con más detenimiento.
Los anhelos y descubrimientos de la infancia –como un libro de una tribu Sioux– y las herramientas que le proporcionó la formación como psicólogo le han servido a Martín para construir un universo diegético propio. A través de la cerámica y la pintura, el artista argentino ha creado una sociedad repleta de seres fantásticos con los que explora conceptos como la identidad, el rito, y el mito. Las preguntas y las inquietudes del autor se convierten en el punto de partida para inventar y crear historias protagonizadas por una civilización imaginaria, mediante la que revaloriza cualidades únicas de los animales y de la naturaleza.
Estudiaste psicología, sin embargo, ahora das forma a una civilización imaginaria que es la protagonista de tus obras. Cuando empezaste a estudiar, ¿tenías previsto un cambio de rumbo de esta envergadura? ¿Te habías interesado, en alguna ocasión, por el arte?
Desde pequeño, fantaseaba con reinterpretar series de ciencia ficción, películas que veía de niño o soñar despierto con situaciones que me imaginaba. Creo que sigo trabajando con esa energía lúdica e imaginaria cuando tengo que abordar un tema o una serie, solo que de mayores pasamos por instituciones y espacios que nos guían por caminos más de lógica y de razón que, muchas veces, limitan esta energía libre de la infancia.
Vengo de una familia de médicos y docentes, no fue fácil tener el apoyo para estudiar artes a los 17 años y, en mi caso, no tenía muchas ganas de andar a contracorriente a esa edad, así que decidí estudiar algo intermedio, como es psicología. Terminando la carrera, tomé fuerzas y, poco a poco, me fui acercando por medio de talleres a la pintura y a la cerámica. Poco a poco, eso ha acabado siendo lo que hago todos los días.
Vengo de una familia de médicos y docentes, no fue fácil tener el apoyo para estudiar artes a los 17 años y, en mi caso, no tenía muchas ganas de andar a contracorriente a esa edad, así que decidí estudiar algo intermedio, como es psicología. Terminando la carrera, tomé fuerzas y, poco a poco, me fui acercando por medio de talleres a la pintura y a la cerámica. Poco a poco, eso ha acabado siendo lo que hago todos los días.
¿Tu formación como psicólogo tiene algún tipo de influencia en tu producción artística? ¿En qué aspectos dirías que es más visible?
Mi formación universitaria tiene muchísima influencia; en cierta manera, es como unos lentes con los que miro una parte del mundo. Muchas veces me los pongo para analizar un tema con más detenimiento. De hecho, algunas de las primeras piezas en cerámica se inspiraban en un test proyectivo –el de ‘árbol, persona, casa’–, que me hizo reflexionar sobre la idea que nuestros cuerpos son nuestras casas y habitamos en ellas. De allí salió un personaje, un hombre con cabeza de casa.
La psicología me ayudó a tener una visión más amplia sobre las grandes preguntas que nos hacernos en relación con la muerte, el sexo, la infancia, la educación, la familia, etc. Creo que esto me dio herramientas para poder abordar de otra forma mis emociones y pensamientos en lo que trabajo en general.
La psicología me ayudó a tener una visión más amplia sobre las grandes preguntas que nos hacernos en relación con la muerte, el sexo, la infancia, la educación, la familia, etc. Creo que esto me dio herramientas para poder abordar de otra forma mis emociones y pensamientos en lo que trabajo en general.
Debido a tu formación, tu acercamiento a la creación artística ha sido principalmente autodidacta. ¿Cuáles crees que son las claves para dedicarse al arte sin contar con una formación convencional?
Creo que nunca seremos completamente autodidactas, siempre dependemos de otro para aprender algo. He asistido a talleres y muchos amigos me ayudaron –y ayudan– en el proceso de aprendizaje. Nos vamos construyendo con el otro y eso es lo que me interesa en los caminos de aprendizaje.
¿Qué artistas has tenido como referentes durante este proceso?
Tengo una lista enorme de artistas a los que sigo y cuya obra me encanta, son grandes referentes como Lucien Shapiro, Franco Fasoli, Saner, Kaws, Kensuke Yamada, Brad Kahlhamer, Eni Wamura y más. Pero los referentes más importantes siempre han sido los precolombinos, las piezas en cerámica y piedra de museos de antropología de México, las mascaras africanas, las kachinas hopis, los alebrijes de San Martin Tilcajete (Oaxaca), etc. Esas piezas han tenido un impacto muy fuerte en mi construcción estética.
Antes de hablar más profundamente sobre esta civilización imaginaria, me gustaría empezar por el principio. ¿Cómo surge esta idea y cómo se desarrolla hasta ahora? ¿Hiciste un proceso de research y creación previo más conceptual –o incluso literario– para después traducirlo en obras, o lo has ido creando a medida que has ido pintando y esculpiendo?
El origen creo que siempre va más atrás. Trabajo desde la infancia, desde la sorpresa. De niño me regalaron un libro de una tribu Sioux, y desde ese momento, las imágenes de ese libro se quedaron marcadas en mi mente. Era sobre la cacería de búfalos y la muerte –años después, hice una serie entera sobre esa cacería. Leyendo un poco más, encontré que los Sioux toman el último respiro del búfalo como su alma y lo toman por respeto al animal que acaba de morir.
Leo mucho sobre mitología precolombina, sobre nativos de Canadá, Estados Unidos y México, que me hacen reflexionar sobre el valor de la naturaleza, sobre la transformación vida/muerte, y voy profundizando y construyendo historias en relación con estos temas. Otras veces, una técnica lleva a un tema, y voy construyendo más desde el material. Pero nunca intento sistematizar este proceso, trato de dejarlo lo más libre posible.
Leo mucho sobre mitología precolombina, sobre nativos de Canadá, Estados Unidos y México, que me hacen reflexionar sobre el valor de la naturaleza, sobre la transformación vida/muerte, y voy profundizando y construyendo historias en relación con estos temas. Otras veces, una técnica lleva a un tema, y voy construyendo más desde el material. Pero nunca intento sistematizar este proceso, trato de dejarlo lo más libre posible.
Mediante la representación de una especie de seres fantásticos investigas conceptos como la identidad, el rito, y el mito. ¿A qué se debe esta elección? ¿Hasta qué punto está influenciada por tu bagaje personal? ¿Crees que son estos conceptos los que resumen la naturaleza del ser humano?
Creo que son conceptos claves para entender cómo el deseo se construye en relación con la identidad y se une en comunidad en relación con rituales y mitos colectivos, pero no creo que resuman la naturaleza del ser humano. Son temas que siempre me interesaron en mi paso por psicología. Tienen que ver con ese bagaje personal y tienen que ver con imaginar otras comunidades, jugar con algunas historias que me interesan para entender esta sociedad en la que vivimos y pensar otras posibles.
¿Cuáles son las criaturas que tienes como referencia a la hora de crear tus propios personajes? Muchos tienen elementos tribales, sin embargo, ¿se debe al hecho de querer representar costumbres y ritos? ¿O fue el atractivo que viste en esta estética lo que te hizo decidir qué tipo de escenas representar?
Los rasgos de los personajes responden, la mayoría de las veces, a una cualidad que me gusta explorar –creo que muchas culturas precolombinas hicieron lo mismo. Por ejemplo, Mictlantecuhtli, dios del inframundo o la muerte, es representado con forma de calavera. Si voy a dibujar a un leñador que corta un árbol, lo represento como una calavera que corta un árbol. Siento que de esa forma hago más evidente el mensaje para quien que lo quiera leer.
Me gusta revalorizar las cualidades únicas de los animales, el poder animal –pájaros que pueden volar, serpientes que se transforman año a año, jaguares con fuerza física, etc.; cada animal tiene una cualidad que lo embellece y me gusta tomarlo en cuenta a la hora de personificar ese personaje. Es mi forma de revalorizar la naturaleza.
Me gusta revalorizar las cualidades únicas de los animales, el poder animal –pájaros que pueden volar, serpientes que se transforman año a año, jaguares con fuerza física, etc.; cada animal tiene una cualidad que lo embellece y me gusta tomarlo en cuenta a la hora de personificar ese personaje. Es mi forma de revalorizar la naturaleza.
Los personajes que representas no se han quedado únicamente en tus pinturas, sino que también has sabido darles forma a través de la cerámica. ¿Cuáles son las principales diferencias entre los procesos creativos de una técnica y la otra? ¿Empezaste con la pintura? ¿Cómo fue trasladar los personajes que pintabas a la tercera dimensión?
Prácticamente comencé al mismo tiempo con la pintura y la cerámica, la relación siempre se dio de una forma muy orgánica. Muchas veces, el resultado de alguna pieza en cerámica me sirve de inspiración para trabajar algo en pintura y viceversa. Sí creo que la cerámica es mucho más lenta que la pintura, sus procesos son muy naturales. Y es compartido entre muchos ceramistas que estamos trabajando con la tierra y que, de alguna manera extraá, este material se vuelve más sensible a tus estados de ánimo y a los cambios climáticos, entre otras mil variables, que siempre influyen a la hora de construir una pieza.
En tus creaciones está muy presente la idea de comunidad. Apuestas por recontextualizar costumbres y lo haces a partir de un estilo naif. Además de esta última característica, ¿qué otros elementos son imprescindibles en tus trabajos?
Me interesa mucho el concepto de comunidad, y desde que vivo en México, este concepto se ha hecho más fuerte. He colaborado y generado comunidad en un país nuevo, y me gusta pensar que allí está el futuro de las organizaciones sociales. Me gusta pensar en esos rituales cotidianos, en cómo salimos y entramos en los mismos de acuerdo a la comunidad en la que participamos. Como elementos imprescindibles, claramente están el fuego y la serpiente. Me sirven para simbolizar muchos pensamientos que tenía en mente. El fuego es símbolo de fuerza y transformación al igual que de deseo. Lo mismo con la serpiente, ya que cambia la piel cada año, me sirve como elemento de renovación dentro de estas comunidades imaginarias.
Además de las temáticas que tratas y los personajes que protagonizan tus obras, ¿tienes alguna otra obsesión como artista?
Los personajes los siento como actores que trabajan en relación con una pregunta. Si algo me obsesiona, en realidad, son esas preguntas. A veces es una historia de alguna tribu, a veces algo que quiero simbolizar o hacer metáfora como fuego/deseo, a veces una problemática social. Es esa pregunta, esa inquietud, esa curiosidad la que me cuestiona, me mueve a crear e inventar historias.
Has encontrado un estilo muy personal y característico. Está claro que conseguir una obra así de reconocible es el objetivo de cualquier artista. Sin embargo, ¿te has llegado a sentir limitado? ¿Hay algo nuevo que quieras probar?
Sí, es muy difícil encasillarse en una línea de trabajo. Me encanta el arte en general, sigo mucho lo que pasa en las ferias y en las galerías de arte contemporáneo, pero me crié con una estética más joven, más ligado al street art. Es difícil encontrar puntos medios entre esas corrientes, pero creo que la obra se va moviendo y adaptando, con el tiempo, hacia donde se generen preguntas y nuevos diálogos. Estos últimos años me interesó trabajar más con el cuerpo, pensando en vídeos, coreografías y performances. Creo que se puede seguir una estética y moverse a otros medios sin perder ese gesto que es de uno y que te diferencia del resto.
Sería ideal para los artistas priorizar sus ideas y plasmar lo que ellos han creído necesario. Pero, siendo realistas, a la hora de vivir de la creación artística, muchas veces hay que considerar otras variables. ¿Hasta qué punto crees que se debe tener en cuenta al receptor durante el proceso de creación? Personalmente, ¿has tenido que enfrentarte a trabajos en los que se te ha dado poca libertad creativa?
He tenido la suerte de no haber sufrido muchas restricciones en mis procesos creativos. Las veces que me proponen un tema o algo con lo que trabajar, lo siento como un desafío para crecer y encontrar otros medios de expresión o materiales con los que trabajar. Ese receptor, ese otro, es fundamental a la hora de producir la obra, pero sin mi inquietud personal es imposible crear nada. Creo que ese es el verdadero motor de la obra: si no encuentro el porqué, no creo poder ser capaz de producir nada.
Has expuesto en varias galerías y festivales, y has colaborado con marcas como Nike o HP. Aun así, ¿consideras que vivir del arte es tan difícil como sugiere la mayoría? ¿Ha habido algún momento en el que te has planteado renunciar a ello?
Ha habido mil momentos en los que me he planteado renunciar, pero pasa el tiempo y me doy cuenta que ya he hecho de esto mi oficio, ya no sé hacer otra cosa. Es una profesión difícil, pero nada es tan difícil cuando haces lo que te encanta. Suena a cliché, pero de verdad es lo que siento. Lo más difícil con el tiempo es seguir encantado. Para eso trato de pensar en otros medios, hacer el oficio más complejo. También salirme de la rutina me da mucha frescura; doy clases, tengo una línea de cerámica utilitaria, hago murales, pienso en exposiciones y obras públicas… Todo esto nutre la profesión y da herramientas económicas para poder sobrevivir de esto.
Algo que puede hacerte replantearte si poner punto y aparte a la producción artística son las opiniones de los demás respecto a tu trabajo. ¿Cómo has actuado al encontrarte con un ‘no me gusta’ desde un cliente o una galería? ¿Tiene que ser uno mismo el primero en creer en su obra? ¿Cuánto tiempo te ha llevado a ti hacerlo?
Siempre siento que la obra es un diálogo interior con uno mismo, tratando de reflejar una emoción o un sentimiento con el otro. La obra, para mí, es una carta que estoy escribiendo a un ‘otro’ desconocido sobre lo que me preocupa, me asusta o me da alegría. Es como un diario íntimo que siempre tiene un espectador posible de por medio. Como no sé quién será ese espectador, trato de ser lo más claro posible, sin caer en obviedades. Me gusta pensar que la obra tiene mil caras y que cada persona hace una lectura diferente. Lo más complejo es que la obra encuentre al lector adecuado. Mis preocupaciones realmente son esas; si gusta o no gusta, ya no depende de mí.
De ahora en adelante, ¿cuáles son tus planes como artista? ¿Algún proyecto que quieras llevar a cabo y puedas desvelar?
Estoy trabajando mucho en nuestro taller de cerámica, Estudio Dinamo. El taller está localizado en Huerto Roma Verde, un proyecto comunitario relacionado con la permacultura, el reciclaje y el contacto con la naturaleza y la tierra en una megaciudad como Ciudad de México. Allí abrimos nuestro taller de cerámica a la comunidad para que tenga contacto con el barro desde un lugar creativo y lúdico.
Aparte de eso, estoy enfocándome en generar proyectos de intervenciones con escultura en espacios públicos que generen conciencia sobre la naturaleza y el cambio climático. Es algo que todavía está en proceso, espero que vaya tomando más forma estos años. Y sigo todos los días trabajando en mi obra y ampliando mi línea de cerámica utilitaria. ¡Wl próximo año quiero sacar una serie nueva de pipas y ocarinas!
Aparte de eso, estoy enfocándome en generar proyectos de intervenciones con escultura en espacios públicos que generen conciencia sobre la naturaleza y el cambio climático. Es algo que todavía está en proceso, espero que vaya tomando más forma estos años. Y sigo todos los días trabajando en mi obra y ampliando mi línea de cerámica utilitaria. ¡Wl próximo año quiero sacar una serie nueva de pipas y ocarinas!