La moda es un mundo de luces y sombras, de iconos eternos y cambios efímeros y constantes. Supermodelos (2025, Plaza & Janés), el nuevo libro de Luis Sala, nos permite adentrarnos en las historias de seis mujeres que redefinieron la belleza en los años noventa y que, a día de hoy, siguen siendo referentes: Nieves Álvarez, Verónica Blume, Judit Mascó, Martina Klein, Laura Ponte y Laura Sánchez.
Más allá del glamour de las pasarelas y las campañas publicitarias, el libro explora la realidad de una industria que exige constancia, sacrificio y, a menudo, una soledad abrumadora. En esta conversación con Luis hablamos de su motivación, del fenómeno de las supermodelos, de cómo ha cambiado la industria de la moda, de las presiones estéticas, de los golpes de suerte, de la ambición insana… En definitiva, hablamos del pasado, del presente y un poco del futuro de la moda.
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Hola, Luis, primero felicitarte porque he disfrutado mucho leyendo Supermodelos. Has sido colaborador en METAL Magazine, entre otros medios. ¿Qué te gusta más: entrevistar o ser entrevistado?
Yo no soy periodista, soy diseñador de moda, y mi vida en el periodismo se acortó un poco, además de porque no soy periodista, porque me parece un sector muy infravalorado. Pero me gusta más entrevistar porque me pongo muy nervioso cuando el foco gira hacia mí. Aunque todo esto es trabajar, trabajar y trabajar. Igual que cuando trabajas un libro: el segundo te sale mejor que el primero, el tercero mejor que el segundo, y el mejor proyecto es el que está por venir, como me dijo Paloma Picasso.
Yo por lo menos no estoy cómodo enseñando la cara, por eso creo que soy escritor y no actor, además de porque no tengo ese talento. Donde mejor estoy es en mi casa escribiendo y contando historias. Me he dado cuenta que hasta para un WhatsApp necesito muchos caracteres para poder decir lo que quiero, soy muy rollero. El periodismo en ese aspecto se me quedaba corto.
Para poner un poco en contexto a lxs que no se han leído aún el libro, ¿cuál fue tu motivación para escribir Supermodelos?
En este país creo que estamos los que nos importa la moda y los que dicen que les importa un pimiento, no hay un término medio. A lo mejor sí que existe en otros países de Europa o en Estados Unidos, por eso las cifras de venta; además de porque hay más gente, también hay más interés general. Pero lo que me movió a escribir Supermodelos fue acercar estas seis figuras al ámbito de lo terrenal. Cuando se crearon las figuras de las supermodelos, todos decían que eran distantes y que vivían en un mundo paralelo.
¿Y no es así?
Pude hablar con ellas antes de que este proyecto tomara forma, porque tú no te levantas y decides escribir un libro sobre supermodelos, sino que se va gestando. Sin el apoyo de todas ellas, esto a mí no se me hubiera ocurrido hacerlo. Esta obra solo tiene un veinticinco por ciento de moda, siempre digo que en el resto vas a encontrar sociología, cultura, temas de interés general y reflexiones de seis mujeres de cincuenta años que han avanzado por la vida y les ha ido bien. Pueden decir que son modelos a día de hoy, que muchas otras no pueden decir lo mismo ni han podido vivir toda la vida de esto.
Yo quería contar la historia de estas seis mujeres. Siempre estamos hablando de Carmen Laforet o Virginia Woolf, y olé, porque siempre se ha dado el protagonismo a los hombres (no entiendo el porqué). Seis mujeres que, como yo considero, han redefinido el concepto de belleza a lo largo de su vida y siguen haciéndolo. Merecen unas memorias en las que puedan explicar cómo vivieron aquellos años noventa y cómo ha sido para ellas llegar a día de hoy.
Hablas de las seis mujeres que entrevistaste. La primera fue Laura Ponte, con la que te reuniste en su casa. ¿Cómo fue esa primera conversación y qué fue lo que más te sorprendió de ella?
Lo que más me sorprendió de Laura fue que no se cree que haya sido y sea una supermodelo, y eso es el primer paso para serlo. No ha llegado a ser consciente de que nos haya podido influir tanto a los que hemos venido después. Cuando hizo la colaboración con Phoebe Philo (se convirtió en imagen de la firma), ella se preguntaba por qué era tan importante. Imagínate, ¡hasta ese punto!
“El de la moda es un mundo muy opaco, queremos mostrar que todo nos va genial, que es increíble, cuando a veces no.”
¿Y qué te sorprendió de las demás?
Lo que me ha sorprendido de todas ellas es el sentido común tan bestial, tienen los pies en la tierra. Cuando empiezas en este sector, te das cuenta de que muchas veces hay gente que lo que quiere es aprovecharse; hay que ir con pies de plomo. En la industria estamos, por un lado, gente muy joven y, por el otro lado, gente con mucha más experiencia y poder, entonces ahí hay un punto en el que se juntan el hambre con las ganas de comer. Hay que ir con cuidado, y esto es de lo que me di cuenta a lo largo de estas conversaciones, del sentido común.
Uno de los grandes temas es cómo muchas de ellas compartían una sensación de soledad. A menudo se encontraban en ciudades nuevas, lejos de su familia y su entorno. ¿Cómo crees que afecta esto a las modelos en su vida personal y profesional?
Creo que en lo personal, sobre todo siendo españolas, que somos muy de estar con nuestras familias, debería ser bastante duro. Piensa que eran niñas arrojadas a un mundo de adultos en el que muchas veces se iban metiendo sin tener demasiada idea. Ahora pienso que tenemos más consciencia de lo que es ser modelo, pero en aquel momento podía tener hasta una connotación negativa. Cuando una empieza, a su abuela le dicen, mira la niña que se te puede ir por un mal camino, porque no había referentes.
La soledad debía de ser algo bestial. Hoy en día tienen WhatsApp, Instagram, etc., están constantemente conectadas, pero ellas tenían que bajar a la cabina para hablar con sus familias. Y supongo que a nivel profesional te tiene que afectar. Estaban en pisos de modelos donde había otras niñas, cada una de su padre y de su madre, y explican cómo les desaparecía ropa, comida y demás. Cada día cambiaban tus compañeras de piso. Debía ser un mundo que desde dentro no era tan flipante como se ve desde fuera, pero, como todo en la moda. Es un mundo muy opaco, queremos mostrar que todo nos va genial, que es increíble, cuando a veces no. Es un camino que hay que currarse mucho.
En el libro comentas que la industria ha cambiado y que ahora las modelos interesan anónimas, que la importancia se la debe llevar la ropa. Ya no hay (ni existirá) ese fenómeno de las supermodelos. Pero, al mismo tiempo, vemos cómo diferentes firmas fichan celebridades para sus campañas y desfiles. ¿Cómo se explica esta aparente contradicción?
Las supermodelos se formaban trabajando. Todas ellas pasaron de ser desconocidas a tener un nombre currando y picando piedra, haciendo cosas que a lo mejor tenían cero glamour, como podrían ser catálogos alemanes o de mercería. Otra cosa diferente es que una firma coja a Kendall Jenner, que ya es Kendall Jenner, y la ponga a desfilar en París. Eso es muy diferente. Ella no empezó siendo modelo, empezó siendo una Kardashian. Así es como se forman los mitos.
Vivimos en una época en la que las supermodelos no interesan justamente por eso que decías tú y que se comenta en el libro, que se requiere mucho dinero y además, si ves desfilar a Naomi Campbell, la gente quiere tocarla. Cuando sale Naomi, la gente no se está fijando en lo que lleva puesto. Esto es lo que les pasaba a estas mujeres y les sigue pasando. Aunque paralelamente, ellas siguen trabajando, creo yo, porque son ese recuerdo del lujo noventero que nos vuelve a todos locos.
Una de las reflexiones que saco de Supermodelos es que nos olvidamos de todo el esfuerzo, dedicación y constancia que ha debido de hacer esa persona para llegar a donde está. Me gusta mucho cómo cada una de ellas comparte ese antes y después o ese golpe de suerte, pero sin olvidar todo el esfuerzo y sacrificio que llevaban haciendo desde hacía años.
El golpe de suerte tiene que darse, pero como en todo. Se necesita, pero el único sitio donde el éxito aparece antes que el trabajo es en el diccionario, como dice Del Pozo. Esto es currar, currar y currar. A veces me encuentro con gente que me dice, es que yo quiero escribir un libro. Y les pregunto, ¿te has sentado a poner una palabra detrás de otra? ¿Que detrás de una página aparezca otra? Porque esa es la magia de escribir un libro. Pues creo que lo mismo les pasa a las modelos.
Si nos damos cuenta, en muchos casos era inversión de tiempo y dinero suyo, que obviamente yo creo que podían permitirse porque ya lo habían empezado a ganar. Cuando empezaban, decían, me voy a París a hacer una temporada a ver si sale algo. Y si salía, bien, y si no, como algunas mencionan,  volvían muy tristes. Ellas son muy conscientes de que nunca pusieron todos los huevos en la misma canasta, sino que fueron repartiéndolos. Así, si esto no funcionaba, iban a poder hacer aquello.
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Claro, porque además, ellas han tenido la suerte de trabajar hastsa ahora como comentabas, pero la profesión de modelo es muy corta generalmente.
Es muy importante la idea de seguir estudiando, sobre todo para saber en qué mundo vives. Porque después vas a tener que saber un poco de economía, de matemáticas, de historia… un poco de todo. Es algo que ellas tenían claro, sobre todo cuando empezaban. Se plantean, ¿me voy a la universidad o intento el mundo de las modelos? Bueno, lo intento, pero si no me va bien, voy a la universidad.
Antes comentabas lo opaca que era la industria y lo oscura que desde fuera se puede llegar a ver, pero, tengo la sensación que muchas de ellas, en sus testimonios, desmitifican un poco esa visión, aunque comparten esos momentos más insanos. ¿Cómo viviste ese contraste entre la realidad y el mito?
El mito es bestial hasta niveles de creer que un/a modelo hace de todo para conseguir la fama. Hubo un momento en el que todo esto empezó a crearse, y sí es cierto que ha habido muchos testimonios de chicas y chicos que han vivido escenas de auténtico horror. Y luego, en cima, les ha pasado factura a ellos. Por ejemplo, el otro día leía sobre una modelo a la que hicieron polvo, la cancelaron y todo, pero el fotógrafo se fue de rositas. El abuso hacia las mujeres llega hasta ese punto; te pasa a ti pero es a quien machacan, te quedas sin trabajo, y el culpable sale impune. ¡Es muy fuerte!
Pero lo que se intenta decir es que sí, obviamente todas ellas vivieron situaciones de peligro, pero tuvieron que tomar la decisión de irse, de decir: no estoy cómoda, me voy, no trabajo más aquí. En el mundo de las modelos, te puedes sentir mal porque no encajas en el objetivo de cierto fotógrafo; tú eres increíble pero tal vez no eres una chica Helmut Newton. Todo esto va haciendo mella, sobre todo en cabezas de gente muy joven. Piensa que eran niñas. Así que tiene ese lado oscuro que creo que tienen muchas industrias, sobre todo en las que hay que tocar el timbre de la puerta correcta. Ellas siempre tocaron ese timbre bueno, y esa es la parte de la suerte.
Hay una frase en el libro que dice Martina Klein que me sorprendió: “La moda ha sido una máquina de tortura disfrazada de purpurina”. Pienso que ella es el claro ejemplo de lo mal que estaba la industria en cuanto a presiones estéticas y lo que llegaba a afectar a la salud mental de todas ellas. ¿Crees que esto sigue siendo así hoy en día?
Queremos ir de modernos, de que está todo solucionado, pero la verdad es que no. No hay modelos con otros cuerpos. No es real, en la pasarela a lo mejor solo hay una. La gente de a pie compra en Zara, Pull&Bear, Bershka y demás. Tú vas a cualquiera de estas tiendas y la talla XL es diminuta. Eso no es una realidad.
Queremos decir que todo el mundo cabe en esta industria, pero luego yo he escuchado cada comentario en el backstage y demás sitios… En tu vida privada di lo que quieras, pero no puedes hacer ese comentario delante de esa persona porque no sabes cómo está su cabeza. Y sobre todo, tú como ser humano trabájate un poco más, porque si le estás diciendo eso a alguien que no conoces, qué le dirás a los demás.
“En el mundo de las modelos, te puedes sentir mal porque no encajas en el objetivo de cierto fotógrafo; tú eres increíble pero tal vez no eres una chica Helmut Newton. Todo esto va haciendo mella.”
Sí, siguen estas presiones. Se toman muchas libertades para opinar o decir cómo tiene que ser una persona.
Sí. Para las mujeres es la delgadez extrema, pero hacia los hombres también existe este tipo de maltrato: el tipo hipermusculado, que ni los modelos de aquel entonces tenían ese cuerpo. Estaban Jon Kortajarena o Andrés Velencoso, que siguen ahí, y tienen cuerpos envidiables, pero si te das cuenta no es ese esculpido de Miguel Ángel. Son cuerpos reales de personas que irán al gimnasio o harán lo que tengan que hacer. Pero creo que esa idea que a día de hoy está tan de moda y parece una obsesión, de machacarte en el gimnasio, es algo que hace perderte cosas maravillosas.
Para tener esos cuerpos hay muchas horas invertidas, además que tiene que apetecerte dedicar todo este tiempo a esto, porque al final la vida está fuera. Es una presión que viene de la moda, del chico y la chica de revista. Por esto somos una industria que se machaca tanto y que desde fuera no atrae, porque piensan, uf, los de la moda.
Otro tema es el edadismo.
Es una cosa que no entiendo, por qué tanto machaque. Cuanto más mayor te haces, más bello eres. Las facciones se van asentando. Una arruga, lo que vaya sucediendo en nuestra cara, nuestros movimientos… es justamente lo que nos hace bellos. Envejecer vamos a envejecer todos. Y como decía Sarah Jessica Parker cuando sacaron el revival de Sexo en Nueva York, ¿qué pretenden, que desaparezcamos? Porque les decían de todo a ellas pero a los hombres, que también habían envejecido, nadie les hizo ningún comentario.
Hace un año leí una portada de Vanity Fair con Pino Montesdeoca, que justamente es una abanderada del edadismo, donde decía que viviremos cien años. Y es verdad. Si vamos a vivir cien años, tenemos que redefinir este concepto de niñas sobre la pasarela, que es irreal. Justamente la consumidora de moda tiene una edad más avanzada y no se ve reflejada en niñas de dieciséis años.
En el libro también leemos cómo algunas modelos, Laura Ponte o Verónica Blume, nunca se sintieron completamente cómodas en el mundo del modelaje. ¿Piensas que la industria fabrica personajes y se olvida de la persona real que se esconde detrás?
Me doy cuenta que todos vivimos en la mentira. Es un continuo. Todos queremos pensar que nos va genial y no es verdad, vamos tirando. El otro día fue Aitana Sánchez-Gijón a la Revuelta y Broncano le dijo, ¡estarás forrada! Y ella contestó, pues no, porque justamente me dedico a hacer teatro. Me parece muy real que la gente se atreva a decir esto porque parece que a todo el mundo le va genial.
Y no es así, claro. En la moda tampoco.
La moda, justamente en aquellos años, tuvo una apertura, por eso llegaron modelos andróginas como Bimba o Laura. Y luego muchas otras. Piensa que veníamos de la caída del muro de Berlín en el 89, entonces vinieron las soviéticas, también las chinas, etc. Empezó la globalización. También, movimientos como el grunge o el punk. Así, la que era guapa pasó a ser ‘demasiado’ guapa. Los noventa fueron una época ‘de todos’, por así decirlo. No había una sola corriente, y por eso no había solo una modelo mítica, sino varias.
A ellas creo que no les gustaba desfilar, por eso cuando pudieron se retiraron y se fueron a hacer otras cosas. Se vieron arrojadas a este mundo y fueron tirando adelante. Les resultaría divertido en aquel entonces lo que les iba pasando, con los problemas que también conllevaría, pero pienso que la experiencia te tiene que parecer divertida. Pero conforme vas creciendo y te vas dando cuenta de cuál es tu personalidad, con qué encajas más o menos, deciden bajarse del carro. Siguen estando presentes pero de una forma mucho más personal, de elección de lo que les apetece hacer.
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Uno de los cambios e impactos que se mencionan en el libro es el de las redes sociales y las pantallas en los desfiles. Modelos caminando sin aplausos, solo con pantallas siguiéndolas. ¿Crees que se ha perdido algo esencial y mágico?
Como en todo. Ahora termina una obra de teatro y la gente graba cómo salen los actores. Pasa lo mismo con el carrusel final de los desfiles. Creo que se ha perdido la magia de un aplauso, de mirar a los ojos y, sobre todo, con un aplauso estás demostrando que te ha gustado, lo estás apoyando. Vivimos en un mundo en el que todos queremos ser famosos por diez minutos, entonces pensamos que grabando ese momento final vamos a tener un minuto de fama. Todos lo queremos hacer, todos queremos sacar la mejor foto, lo vemos diariamente. Raro es cuando tenemos un día de desconexión.
Pero sí, se perdió la magia justamente en eso. También decían que cuando llegaran las redes sociales se terminarían las revistas de moda y no ha sido verdad, se siguen vendiendo y reinventando. Pero sí que había una parte del desfile que quedaba ahí, y era eso lo que lo volvía mítico.
En una de las entrevistas, Verónica Blume menciona que siempre quiso hacer Vogue pero nunca lo consiguió. Muchas veces, incluso nosotrxs no celebramos nuestros logros porque siempre hay esa búsqueda de algo más o de aquello que se te resiste. ¿Crees que en la moda siempre existe esa sensación de querer lo que no se tiene?
Uy, todo el rato. A mí me pasa todos los días de mi vida. Nunca estoy conforme con lo que he conseguido. Miro hacia atrás y llega un momento que digo, ostras, todo lo que he hecho, pero nunca estoy conforme, siempre quiero más. Cuando escribes para no sé qué, quieres hacer Vogue. Cuando escribes para equis editorial que ya es la bomba, quieres hacer otra que te parece más la bomba.
Y eso es un poco lo que les pasaba a ellas: la que hacía pasarela quería hacer revista, y la que hacía revista quería hacer pasarela. Pero nos pasa a todos, es el inconformismo del ser humano. Y cuanto más luchamos contra eso, más nos apetece. No conozco a nadie que siempre esté conforme con lo que hace en su trabajo. Todos queremos más, queremos aspirar a más. Es la ambición.
Para cerrar, me gustaría retomar unas preguntas que lanzas al final del libro: “¿Es la belleza algo objetivo y universal, o es una mera construcción cultural? ¿Existen estándares universales de belleza o es algo que varía según el contexto cultural?” ¿Has encontrado respuestas después de escribir Supermodelos?
Creo que hay guapas y guapos universales, que no son mortales y viven en otro mundo (risas). Los ves y raramente a alguien les parecerán feos. Después hay otros que lo son por algo en concreto. Y luego estamos los que somos guapos o feos depende del que te mire. Eso es así. Pero considero que todos tenemos un lado bello: una faceta, un momento, una forma de hablar, un gesto.
Conforme va avanzando la vida me doy cuenta de que la belleza está en muchos sitios, no donde la buscaba hace cinco años; está en muchas cosas de las que me he dado cuenta después. La belleza puede estar en un pelo que empieza a tener canas, en unos hoyuelos que se marcan debajo de una barba. Hay muchas bellezas en muchos sitios, momentos y situaciones.
Muchas veces me hablo muy mal y tengo que aprender a hablarme mejor. Si como yo me hablo les hablara a las otras personas, me hubieran denunciado ya (risas). Pero justamente esto creo que es el proyecto de la vida. Las personas vamos y venimos, pero la belleza está justamente en esto, en el recuerdo que dejamos cuando nos vamos.
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