La directora y dramaturga Lola Arias vuelve a desafiar los límites entre la ficción y la realidad con Reas, una película que fusiona documental, musical y testimonio para retratar la vida en la cárcel de mujeres de Ezeiza. A través de un proceso colaborativo de cinco años, Arias construye un relato que escapa del morbo y la estigmatización, apostando por una mirada más humana y colectiva del encierro.
Lola Arias es una artista multifacética cuyo trabajo transita entre el teatro, el cine y la literatura, siempre con un fuerte anclaje en la realidad social. Su trayectoria ha estado marcada por proyectos que abordan historias de vida desde la experimentación escénica y audiovisual, como en Teatro de guerra (2018), donde reunió a excombatientes de la Guerra de Malvinas de ambos bandos para reconstruir sus recuerdos del conflicto. Con Reas, su más reciente película, que se estrena el 7 de marzo en cines españoles, Arias se sumerge en el universo carcelario para explorar la cotidianidad, los vínculos y las formas de resistencia de quienes han estado privadas de su libertad.
Para empezar me gustaría que nos cuentes cómo empieza a gestarse la película. Reas desafía los límites entre documental, ficción y musical. ¿Cómo surgió la idea de mezclar estos géneros dentro del contexto carcelario?
La película comienza a gestarse cuando voy a presentar mi primera película, Teatro de guerra a un ciclo de cine que había en la cárcel de mujeres de Ezeiza. Tras la presentación hubo una charla, y las personas que estaban ahí comenzaron a decirme: a nosotras también nos gustaría ser parte de algún tipo de práctica teatral o película de nuestras propias vidas. Del deseo de las personas detenidas de hacer algo artístico con ese tiempo de condena aparece la idea de dar unos talleres de cine y teatro al año siguiente. A partir de esos talleres empecé a pensar en hacer una película.
La idea de que fuera musical surge del hecho de que la música es algo muy importante en el contexto de la cárcel. De hecho, dos de lxs protagonistas de la película tenían una banda juntxs (Nacho y Estefy) que se llama Sin Control. La música es un espacio de expresión que existe dentro de la cárcel y también una forma de resistencia. De aquí nace la idea de hacer una película musical, donde se contará la vida de un grupo de personas detenidas.
La idea de que fuera musical surge del hecho de que la música es algo muy importante en el contexto de la cárcel. De hecho, dos de lxs protagonistas de la película tenían una banda juntxs (Nacho y Estefy) que se llama Sin Control. La música es un espacio de expresión que existe dentro de la cárcel y también una forma de resistencia. De aquí nace la idea de hacer una película musical, donde se contará la vida de un grupo de personas detenidas.
La película tiene una fuerte impronta colectiva. ¿Cómo fue el proceso de trabajo con lxs intérpretes para reconstruir sus historias y transformarlas en escenas musicales?
Esto ocurre a lo largo de una serie de talleres, porque en realidad la película se gestó a lo largo de cinco años. Primero se dieron los talleres dentro de la cárcel y después fuera, con personas que habían sido liberadas. En estos talleres no solo hacíamos ejercicios de actuación, de escenas y demás, sino que también había una parte de formación musical (de instrumentos de canto, de coreografía, etc.).
Conversábamos sobre cuáles eran los tópicos o las problemáticas que para ellxs eran más importantes de su experiencia en la cárcel, y a partir de eso fui escribiendo las canciones. Fue un proceso largo. Los géneros musicales venían de ellxs. Yo les preguntaba, ¿qué música es importante para ustedes? Y ellxs traían cumbias, rock & roll, reggaetón… La composición ocurre pensando en géneros que tuvieran relación con lxs intérpretes.
Conversábamos sobre cuáles eran los tópicos o las problemáticas que para ellxs eran más importantes de su experiencia en la cárcel, y a partir de eso fui escribiendo las canciones. Fue un proceso largo. Los géneros musicales venían de ellxs. Yo les preguntaba, ¿qué música es importante para ustedes? Y ellxs traían cumbias, rock & roll, reggaetón… La composición ocurre pensando en géneros que tuvieran relación con lxs intérpretes.
Reas no cae en el estereotipo del ‘drama tumbero’ (narrativas carcelarias marcadas por el realismo crudo o el morbo), sino al contrario, apuesta por un universo visual y narrativo muy singular. ¿Cómo buscaste diferenciarte de esos relatos y construir una mirada distinta sobre la prisión?
Justamente una cosa que siempre discutíamos con todo el equipo con el que hicimos la película era cómo no caer en lo que nosotros llamábamos el ‘realismo carcelario’. Es una convención, como cualquier realismo, que dice que la única forma de representar la cárcel es a través de la violencia. Es decir, hacer de la cárcel un espectáculo donde uno muestra personas detenidas como perpetradores de la violencia de la que han sido víctimas. Lo que generan ese tipo de representaciones es mucha estigmatización y discriminación.
Si estás acostumbrado a ver series o películas que únicamente muestran a las personas que están detenidas como personas violentas, luego, obviamente, ¿quién quiere darle trabajo a una persona que tiene antecedentes penales? ¿Quién quiere sentarse a tomar un café con una persona así? Esto solo genera miedo, discriminación, rechazo. No es que en Reas se evite la violencia, hay una escena en la que, a través de un hueco en la pared, podemos ver una paliza. Sin embargo, sí que se evita siempre esa posición de espectacularizar la violencia y adoptarla como la única forma de representar el encierro.
Si estás acostumbrado a ver series o películas que únicamente muestran a las personas que están detenidas como personas violentas, luego, obviamente, ¿quién quiere darle trabajo a una persona que tiene antecedentes penales? ¿Quién quiere sentarse a tomar un café con una persona así? Esto solo genera miedo, discriminación, rechazo. No es que en Reas se evite la violencia, hay una escena en la que, a través de un hueco en la pared, podemos ver una paliza. Sin embargo, sí que se evita siempre esa posición de espectacularizar la violencia y adoptarla como la única forma de representar el encierro.
Tienes toda la razón.
Todo el tiempo trabajamos sobre qué es lo que queremos mostrar de la cárcel. Porque se pueden mostrar muchas cosas. Por eso la película trata mucho sobre la comunidad, sobre las familias que se generan sin lazos de sangre. Familias en el sentido de pequeños grupos de cuidado, de amor, donde las personas se protegen y se ayudan en ese contexto tan violento. Eso es lo que la película trata de rescatar. Más allá de que no romantiza la cárcel, sino que trata de decir que dentro de ese contexto violento también existen el amor y la solidaridad.
“La música es un espacio de expresión que existe dentro de la cárcel y también una forma de resistencia. De aquí nace la idea de hacer una película musical.”
Centrándonos más en lxs personajes y sus historias. La película está protagonizada por personas que han pasado por la cárcel y reconstruyen su propio pasado. Me gustaría saber cómo ocurrió el diálogo entre su experiencia real y la puesta en escena. ¿Cómo les conociste, y cómo supiste que debían formar parte de Reas?
Fue interesante porque a lo largo de estos años en los que, como te contaba, hacíamos talleres, se fue armando un grupo. El plan inicial era que en el último taller íbamos a elegir quién formaba parte de la película, pero la realidad es que al final de los talleres quedaban catorce personas que se habían comprometido en este trabajo artístico. Habían contado y trabajado en cosas hermosas, y decidimos que todxs debían formar parte. Fue muy orgánico en ese sentido, no fueron audiciones ni buscaba roles, porque tampoco había roles preestablecidos.
¿Hubo algún intérprete que, en un principio, dudara en participar en la película por algún motivo, o todxs estuvieron dispuestxs desde el comienzo?
Algo muy particular que pasó con la protagonista de la película, que es Yoseli (yo ya la había conocido cuando estaba detenida en la cárcel de Ezeiza), fue que ella había salido de la cárcel y había empezado a trabajar como cuidadora de ancianos. Cuando la llamé para hacer la película y para participar en los talleres, me dijo: no, yo no quiero saber más nada con la cárcel, no quiero volver a hablar o pensar sobre eso. Estaba enfocada en su nueva vida.
¿Y qué pasó?
Tras varias conversaciones, comenzó a darse cuenta que no iba a ser volver a ese pasado de una manera traumática, sino que iba a poder reconstuirlo a partir de la actuación, del juego, de la música. Entonces sí que le interesó y le gustó porque entendió que era algo distinto, no tenía que ser una víctima de su propia vida. Sino que esto le permitía hacer cosas hermosas que también le daban un sentido de autoafirmación.
La música y el baile son elementos clave en la película. ¿Cómo influyeron en la forma en que lxs protagonistas se relacionaron con sus propias historias? Por cierto, son temazos.
Ellxs estaban muy involucrados en el proceso de creación musical. Las canciones cuentan cosas que son importantes, tanto la de Yoseli y su deseo de viajar, de salir y de vivir otra realidad, como por ejemplo el tema que habla sobre la relación con las guardias, que es una cumbia que cuenta esa relación tan compleja entre la violencia y el cuidado. En realidad, también es una canción de amor. Es una forma de representar las relaciones tan complejas que se construyen a lo largo de los años entre el servicio penitenciario y las personas detenidas, vínculos muy fuertes a veces.
“Para mí era importante que la película te hiciera pensar que hay otra vida posible tras la cárcel. Que pueden reinventarse, que esas personas no están condenadas de por vida por esa experiencia.”
La película aborda temas bastante interesantes e incluso polémicos. La prisión suele ser vista como un espacio de castigo y encierro. Sin embargo, en Reas también aparecen elementos de reinvención, imaginación y futuro. ¿Qué lugar ocupa la esperanza en la película?
Para mí era importante que la película te hiciera pensar que hay otra vida posible tras la cárcel. Que pueden reinventarse, que esas personas no están condenadas de por vida por esa experiencia. Es algo muy difícil porque la cárcel es como un tatuaje, una vez lo tienes ya es para toda la vida. Vivir con ese tatuaje y que no te condene a estar discriminado es difícil. Yo quería que la película abriera esa posibilidad de futuros, que podían ser muchos. Y por eso al final cada una imagina y cuenta su vida tras la cárcel.
¿Qué dice Reas sobre el sistema carcelario argentino y, más ampliamente, sobre la justicia y la reinserción social?
La película problematiza muchas cuestiones, desde cómo funciona la justicia, por ejemplo, si pensamos en las escenas que va atravesando Yosely en relación a su caso, y todo lo que se narra del juicio abreviado. Muestra que muchas personas, cuando son detenidas y entran en la cárcel, no llegan a pasar un proceso de juicio, sino que simplemente arreglan entre fiscal y abogado un juicio abreviado. ¿Eso es la justicia? ¿Eso es realmente un proceso justo en el que se te permita probar o no la inocencia? No, simplemente se acepta este arreglo para que la persona pase el menor tiempo posible ahí dentro, sin que haya un proceso judicial limpio y efectivo. Evidentemente el sistema no funciona.
La película también narra que la cárcel en sí no es un espacio en el que las personas se formen para el futuro. Por ejemplo, a nivel laboral, hay una escena en la que las presas están cosiendo los uniformes de las guardias y una dice: esto no sirve para nada. No las pagan bien ni les aporta ninguna herramienta útil para su vida de después. De una manera muy suave, la película va problematizando muchas cuestiones: la justicia, la reinserción social y el trabajo que la cárcel hace sobre las personas. Son muchas cosas que están ahí contenidas. Quizás el film no es tan obvio, pero si uno mira con atención las ve. Reas no intenta adoctrinar sino hacerte ver, y que te deje pensando sobre ciertas cosas.
La película también narra que la cárcel en sí no es un espacio en el que las personas se formen para el futuro. Por ejemplo, a nivel laboral, hay una escena en la que las presas están cosiendo los uniformes de las guardias y una dice: esto no sirve para nada. No las pagan bien ni les aporta ninguna herramienta útil para su vida de después. De una manera muy suave, la película va problematizando muchas cuestiones: la justicia, la reinserción social y el trabajo que la cárcel hace sobre las personas. Son muchas cosas que están ahí contenidas. Quizás el film no es tan obvio, pero si uno mira con atención las ve. Reas no intenta adoctrinar sino hacerte ver, y que te deje pensando sobre ciertas cosas.
La película pone en escena identidades trans y no binarias en la prisión. ¿Cómo fue trabajar estas experiencias y visibilizar sus desafíos sin caer en estereotipos?
La realidad es que, cuando uno piensa en una cárcel de mujeres, la mentalidad binaria social hace que uno piense en mujeres cis. Pero la cárcel de mujeres es un espacio en el que conviven mujeres cis, mujeres trans, hombres trans, personas no binarias… Eso es una realidad dentro de la cárcel, esta ahí, entrás y lo ves. No es que la película intente representar algo que no existe. La cárcel femenina es un espacio en el que conviven muchas identidades de género, y las relaciones de amor también lo son. Tanto cuando Paula cuenta la relación con su novia, o la relación entre Yoseli y Nacho, son experiencias cotidianas. La película simplemente lo que hace es mostrarlo de una manera natural, como se vive dentro de la cárcel, pero obviamente también mostrando que para el resto de la sociedad sigue siendo un poco extraño.
No se trata de dar a entender que esté todo solucionado en ese sentido. De hecho, Nacho cuenta su experiencia como hombre trans en la cárcel en comparación con el trato hacia las mujeres trans. Sigue habiendo muchos territorios de disputa en relación con las identidades que aglutina la cárcel de mujeres. Creo que la película lo que hace es exponer esas problemáticas y mostrar sin demasiado ‘drama’ una realidad que existe.
No se trata de dar a entender que esté todo solucionado en ese sentido. De hecho, Nacho cuenta su experiencia como hombre trans en la cárcel en comparación con el trato hacia las mujeres trans. Sigue habiendo muchos territorios de disputa en relación con las identidades que aglutina la cárcel de mujeres. Creo que la película lo que hace es exponer esas problemáticas y mostrar sin demasiado ‘drama’ una realidad que existe.
¿Crees que Reas contribuye a desestigmatizar la imagen de las personas privadas de su libertad?
Sí, creo que algo muy lindo que pasa cuando termina la película es que la gente quiere conocerles, quiere verles, quiere hablar con ellxs. Y eso para mí tiene que ver con que esas personas se muestran en su potencialidad, en su belleza. Por eso uno tiene ganas de que vengan a conversar después de la película y saber más. Eso me parece que es lo más hermoso, que te genere un interés y una curiosidad, no miedo y rechazo.
“Crear otro tipo de narrativas produce un cambio concreto en el tejido social porque muestras otra forma de entender una realidad y produces más empatía, más interés, más curiosidad.”
Teniendo en cuenta tu trayectoria en el mundo del arte, en trabajos anteriores también exploraste historias reales a través de la ficción, como en Teatro de guerra o Futureland. ¿Qué te atrae de este cruce entre el arte y la realidad, y de contar historias desde estos márgenes?
En realidad yo hago teatro desde hace más de veinte años, y así como empecé haciendo teatro de ficción, después me fui yendo hacia la ‘no ficción’. Fue un proceso natural que tiene que ver con interesarme con vidas ajenas, por problemáticas a las que no tenía acceso si no entraba en contacto con esa comunidad. Tratar de entender realidades que quizás desde el escritorio, desde la investigación, sin estar en el territorio eran muy difíciles de entender.
Es ese interés por otras realidades, ese deseo de conocer otras experiencias y otras vidas. El poder ponerte en otra posición, fuera de lo que conoces, porque has sido criado, educado, perteneces a cierta cultura y clase social, etc. Hay muchas cosas que no puedes imaginar desde el lugar en el que estás. Entonces para mí, esos proyectos siempre fueron experiencias, viajes hacia zonas desconocidas. Eso es lo que más me interesa de lo que hago.
A lo largo de estos años he hecho más de veinte obras de teatro y dos películas, pero cada proyecto me ha llevado a un lugar diferente y a aprender cosas que no conocía. Eso es lo más interesante para mí de hacer arte, poder salir de esa zona de confort, de lo que ya sabemos.
Es ese interés por otras realidades, ese deseo de conocer otras experiencias y otras vidas. El poder ponerte en otra posición, fuera de lo que conoces, porque has sido criado, educado, perteneces a cierta cultura y clase social, etc. Hay muchas cosas que no puedes imaginar desde el lugar en el que estás. Entonces para mí, esos proyectos siempre fueron experiencias, viajes hacia zonas desconocidas. Eso es lo que más me interesa de lo que hago.
A lo largo de estos años he hecho más de veinte obras de teatro y dos películas, pero cada proyecto me ha llevado a un lugar diferente y a aprender cosas que no conocía. Eso es lo más interesante para mí de hacer arte, poder salir de esa zona de confort, de lo que ya sabemos.
¿Crees que el arte tiene un rol político en la forma en que narramos las historias de quienes han sido marginadxs o silenciadxs?
Sí, justo lo que te comentaba antes. Crear otro tipo de narrativas produce un cambio concreto en el tejido social porque muestras otra forma de entender una realidad y produces más empatía, más interés, más curiosidad. Eso es lo más fuerte de estos proyectos, más allá de que en sí cambiaron la vida de las personas. La película se estrenó en febrero de 2024 en la Berlinale y, un mes después, por el deseo de ellxs de seguir trabajando en el arte, yo empecé a ensayar una obra de teatro que se llama Los días afuera. Es la segunda parte de la película y habla sobre la libertad.
Qué maravilla, cuéntanos más al respecto.
Esta obra de teatro se estrenó en Argentina y después fue al Festival d’Avignon, y ahora hizo veinte giras internacionales, están por la función número ochenta. Ahora están en Francia y van a venir a Madrid en el Festival de Otoño, en noviembre. Es la segunda parte porque habla sobre las problemáticas de la libertad: cómo es encontrar un trabajo, una vivienda digna, recomponer la familia, etc. Pero también con el mismo registro musical. Con lo cual, el proyecto tomó una dimensión social y de reinserción muy grande a lo largo de los años.
Va mas allá de la obra en sí, porque para que esas personas pudieran viajar por el mundo había que operar con trabajadores sociales, abogados, productoras, etc. para reconstruir ciertas cosas que ellxs no tenían. Ni seguro social, ni seguro médico, ni pagaban impuestos, ni tenían un montón de cosas. Entonces, en ese sentido, también hay un cambio concreto en sus condiciones materiales a partir del trabajo, y siento que eso también es una de las partes que más me interesa de lo que hago.
Va mas allá de la obra en sí, porque para que esas personas pudieran viajar por el mundo había que operar con trabajadores sociales, abogados, productoras, etc. para reconstruir ciertas cosas que ellxs no tenían. Ni seguro social, ni seguro médico, ni pagaban impuestos, ni tenían un montón de cosas. Entonces, en ese sentido, también hay un cambio concreto en sus condiciones materiales a partir del trabajo, y siento que eso también es una de las partes que más me interesa de lo que hago.
Mirando hacia el futuro, ¿te gustaría seguir explorando historias en el ámbito carcelario o tienes nuevos territorios por descubrir?
Ahora estoy trabajando en otros proyectos. No quiere decir que no pueda volver en algún momento, pero ahora estoy trabajando en teatro y metida en otros temas.
Si pudieras imaginar el impacto ideal de Reas en la audiencia, ¿qué te gustaría que dejara en lxs espectadorxs?
Un poco lo que habíamos dicho antes: curiosidad, empatía, interés. Ganas de encontrarse con esas personas y reconocer esa realidad, de tener menos miedo y más empatía. Porque la cárcel está llena de personas que, por exclusión, violencia, pobreza, o falta de educación no vieron otra forma de sobrevivir que cometiendo un delito. La realidad es que cada vez hay más personas que están excluidas de lo que nosotros llamamos ‘la ciudadanía’. Que no tienen trabajo, que no tienen papeles, acceso a vivienda; no tienen nada. Y eso, con el capitalismo desenfrenado en el que vivimos, y más en estos momentos donde hay un giro hacia la extrema derecha radical, significa más personas que quedan afuera del sistema.
