El mundo se rige por normas. Desde que nacemos hasta que envejecemos, el ser humano convive con leyes reguladoras, principios morales y códigos sociales premiados con el derecho a existir. A partir de una mirada crítica, estos patrones establecen una definición de normalidad y, a su vez, todo lo que queda fuera de ella, es decir, la otredad. Bajo esta premisa se reúnen las piezas de la exposición La producción de la otredad, la nueva muestra colectiva que llega de la mano del FAD y que se puede visitar en el Museu del Disseny de Barcelona.
Entre el mirador de la Torre Glòries y els Jardins del Bosquet dels Encants se encuentra imponente el DHub. Para cualquier otro viandante puede ser solo un edificio de piedra gris casi negra, pero para un artista resulta el punto de encuentro por excelencia donde nutrirse de diferentes tipos de arte. Al entrar, un cartel presenta todas las exposiciones, y entre una larga lista se encuentra La producción de la alteridad. El espacio A acoge hasta el 5 de enero de 2025 las piezas de trece artistas que comparten un propósito: exponer la representación del ‘otro’ frente a los modelos hegemónicos. De esta manera, y mediante diferentes lenguajes artísticos como la música, la arquitectura, la fotografía o el diseño, se reflexiona sobre las dinámicas de la sociedad actual y sus procesos de producción.
En un espacio tan íntimo, las palabras de Salvi Plaja se hacen más cercanas. La emoción del director del Foment de les Arts i del Disseny es evidente, y comenta antes de hablar lo mucho que le ha costado dormir. “Es una exposición de digestión lenta, cuando sales te deja más de lo que piensas cuando has entrado. Dadle el tiempo que se merece”, aconseja. Su euforia no es para menos. Es la primera vez que la FAD realiza una muestra como federación y no como asociación. Promotores del evento, su intención es clara: iniciar una etapa de proyectos más profesionales y expertos de la materia, como en este caso, en el que Maite Borjabad coge las riendas como comisaria.
“Tras haber habitado muchos contenedores culturales, creo que es muy importante la cultura y a través de las exposiciones que el cambio y la diferencia se vayan manifestando y afectando a las instituciones estructuralmente”, afirma Maite. Es la manera de relacionar casos como el del bombardeo de Gaza, las políticas territoriales de Europa o el asesinato de Samuel lo que termina de conectar a los allí presentes con la exposición. “Cuando hay una diferencia entre un grupo dominante y otro inferior, este definido como inferior abre la puerta a procesos de discriminación de distinta índole”.
Ante la posible duda sobre si la diferencia entre los trabajos de los artistas puede romper el hilo conductor, lo deja claro: la otredad surge en diferentes niveles, como la representación territorial o la diferenciación de género, pero lo importante también es mostrar la manera que tienen de relacionarse todos ellos mediante un sistema que lo valida. Y concluye con la metáfora de que las piezas son como lazadas en un nudo que converge en el mismo lugar. Hay muchas puntas, y es imposible deshacerse de ello sin cambiar también la configuración del resto- “Un feminismo sin perspectiva racial no puede ser deshecho”, dice.
La exposición dice muchas cosas sin caer en el tópico de no decir nada. Maite se encarga de presentar la mayoría de obras, excepto en un par de casos en los que son los propios artistas allí presentes los encargados de explicar mejor el mensaje de su pieza. Durante el pequeño recorrido uno observa las mil maneras de construir la otredad desde una gran cantidad de materias. We Were Lost in our Country, de Tuan Andrew Nguyen, nos recibe primero, y tras esta obra, Sacolandia o White Marble Everyday, de Clarissa Tossin; y Querían brazos y llegamos personas, Detalle de producto I o Expositor I/II, todas de Sandra Gamarra, se van dejando ver.
Daniel Gasol rescata archivos policiales antiguos en Al juzgado: Expedientes de homosexuales, y Jessica Kairé nos hace parte de su obra con unos monumentos interactivos. Joiri Minaya reflexiona sobre el concepto tropical y la población caribeña en Continuum II, Ayoowiri/Girl with Poinciana Flowers y Woman-Landscape. Santiago Yahuarcani trabaja con tintes naturales sobre llanchama, y Lucia C. Pino investiga la cultura como procedimiento en Leslie y Storme 11.
Buzigahill se encuentra tejiendo cuando llegamos a su pieza. Su proyecto se titula Return to Sender: Chainlink y lo conforma una estructura textil formada por quinientas camisetas blancas deshilachadas que llegan a Uganda desde países occidentales. Fernando Portal, que también está presente, resume sus proyectos como el resultado de un estudio sobre la política de Chile. Youssef Taki es más escueto, y tras mencionar Fuera de lugar y Páginas opuestas, nos plantea una duda existencial: ¿quién construye la historia?
A pesar de sus palabras, no es la presencia de los artistas lo que más impresiona, sino al contrario, la ausencia de los mismos. Como lienzos en blanco, dos espacios decoran paredes vacías bajo unas placas con los nombres de Khyam Allami y Saba Innab, claro ejemplo de cómo la otredad coexiste con la actualidad. Establecides en Beirut, reza un cartel “estar en el presente es imposible, cuanto tu propia existencia pende de un hilo”. Aunque incompleta, parte de la colección de Khyam, Sonic Otherness, sí que puede verse.
Sin duda, La producción de la otredad, tanto en sí misma como en su proceso de producción, deja una huella permanente en quien la experimenta. Como manera de confrontar los límites impuestos por un sistema que silencia al diferente, la exposición ofrece una nueva visión sobre quién impone ese mismo término. Por unos meses tienes la oportunidad de conocer en una breve, pero gran exposición, diferentes puntos de vista sobre un concepto tan amplio y cuestionarte, tras ello, la historia y las instituciones que nos rigen tal y como las conoces.