Retratos de la noche londinense que nos remiten a cuadros de Caravaggio, chicas en fiestas de pueblo retratadas como madonnas de Rafael, bodegones que no esconden la propia puesta en escena que el fotógrafo ha recreado... A Jesús Madriñán le gusta jugar con los géneros, subvertirlos, darles un giro. En sus propuestas no hay una simple búsqueda estética, se intuye que detrás de cada foto hay una reflexión y un bagaje visual muy heterogéneo. Con lo que hemos visto de él hasta ahora, y después de haber podido conocer un poco más a fondo su proceso, lo cierto es que nos entran muchas ganas de ver qué nos depararán sus próximos trabajos.
Háblanos un poco de tus inicios, ¿cuándo empieza tu vocación artística? ¿Qué te lleva a estudiar Bellas Artes?
La vocación siempre estuvo ahí, pero a uno se la van quitando poco a poco. Me temo que el sistema educativo se va encargando de que, desde pequeños, dejemos a un lado cualquier tipo de interés o habilidad creativa, no interesa estimularlo. Así terminé estudiando la carrera de Derecho. Por supuesto no la terminé, me pasaba las clases dibujando… En cuanto tuve la oportunidad di el salto a Bellas Artes y, sin duda, fue lo mejor que pude hacer. Siempre recomiendo estudiar esa carrera, es toda una experiencia vital.
Después de licenciarte realizaste un master de fotografía en la Central Saint Martins, ¿cuándo y por qué escogiste la fotografía como tu medio técnico? ¿Qué crees que te hace o te define como fotógrafo?
En realidad, yo no me considero fotógrafo, sino artista. Para mí la fotografía es el medio técnico que más me interesa a la hora de abordar mis proyectos. Siempre trabajo con fotografía analógica de gran formato. Me enamoré de esta técnica mientras vivía en Londres, visitando una exposición en The Photographers’ Gallery, frente a un tríptico de Anna Linderstam. Qué maravilla. Me impresionó la calidad y definición de sus fotografías. En mi ignorancia pensé, ¿qué cámara digital tendrá? Debe de ser carísima… Unas semanas después tuve la oportunidad de conocerla en Central Saint Martins, y de su boca escuché, por primera vez, que había algo llamado “large format”. Sin dudarlo, y sin haber disparado nunca antes una cámara analógica –soy de la generación digital–, me fui a una tienda de fotografía de segunda mano, que era mitad tienda de fotografía, mitad restaurante chino, y me compré una cámara de gran formato. Después pasé meses peleando con ella, las lentes, las placas, etc., hasta que conseguí domarla. Adoro trabajar así, y ser el primero en sorprenderme al revelar un negativo y descubrir la imagen que se ha quedado atrapada en él para siempre.
Sabemos que la cotidianidad es tu fuente inspiración, ¿hay algún hecho mundano que sea recurrente en tu obra o que quieras trabajar?
Encuentro que en la experiencia, y en todo aquello que me rodea, está el terreno más fértil para la creación. Suelo partir de mis propias vivencias a la hora de desarrollar proyectos porque, para mí, es importante materializar todas esas cuestiones que se agolpan en mi cabeza. Creo que yo mismo estoy presente en cada uno de mis retratos –son, de alguna forma, una proyección de mi mismo, una búsqueda. No podría decir que el retrato o la juventud sean algo recurrente en mi obra; sencillamente se trata, hoy por hoy, de lo que yo soy, y es en mi entorno personal donde yo busco respuestas. Es como si en cada retrato me interrogase a mí mismo.
La fotografía de lo que definiríamos como cotidiano me lleva a pensar en Instagram, ¿qué opinas de este modo de captar el día a día?
Creo que Instagram está mucho más cerca de una labor de autopromoción que de un interés por captar lo cotidiano. Con todas las imágenes que decidimos subir a nuestras redes sociales no estamos haciendo otra cosa que mostrar una identidad proyectada, previamente trabajada y seleccionada.
Todos admiramos a otros autores, ¿cuáles son tus referentes?
Últimamente estoy fascinado con Nikolay Bakharev. Adoro, sobre todo, sus composiciones, y ese valor añadido que algunos trabajos adquieren inevitablemente con el paso del tiempo. Disfruto mucho, también, de trabajos como los de Virxilio Vieitez, o Hashem El Madani, en los que la fotografía es un valioso documento social que encierra pequeñas y grandes historias. Otros referentes podrían ser Marlene Dumas, Tillmans, August Sander…
En las fotografías de las series de Good Night London y de Boas Noites hiciste una serie de retratos con la minuciosidad técnica y el control con el que se fotografiaría un retrato en un estudio, pero lo realizaste en un escenario inusual. Y en la serie de El Estudio podríamos decir que has redefinido el bodegón, ¿cómo surge esta idea de subvertir dos géneros clásicos?
La verdad es que no surge tanto la idea como la necesidad. No recuerdo ningún momento en el que yo decidiese que iba a hacer retrato o bodegón, son lugares a los que llegas de forma orgánica, porque te interesa y sientes una atracción. La intención de subvertir ambos géneros, de desafiarlos, surge de la necesidad de experimentar, de ver qué ocurre si cambio las reglas del juego. Por otro lado, hay dentro de mí cierta dicotomía. Por una parte soy purista y exigente en cuanto a técnica, y por otra, me interesa capturar momentos de veracidad. Si quiero perfección técnica en medio del caos, no me queda otra que ir a por ello.
Has realizado numerosas exposiciones. Sabemos que has expuesto en el Centro Galego de Arte Contemporánea en el marco de la exposición Edita: secuencia/sentido y además hace poco inaugurabas una nueva exposición en la galería Trinta titulada El Estudio, ¿qué supone para ti poder exponer tu obra?
Es agradable cuando uno habla y al otro lado alguien escucha; mucho más agradable es, incluso, si responden y se genera un diálogo. Imagino que cuando un artista expone su obra sucede algo semejante. Es la posibilidad de llegar al otro, de ser escuchado, y con suerte, tal vez, poder recibir en algún momento una respuesta. El arte es una reflexión en voz alta.
Expones, realizas proyectos más personales y también profesionales y además has sido docente durante un tiempo, ¿cómo afrontas cada paso y proyecto? ¿Cómo nos resumirías y definirías tu proceso hasta hoy?
Todo va surgiendo paso a paso, la vida misma, vaya. Lo importante es tener entusiasmo, ganas, tal vez ambición. Yo nunca he tenido nada claro hasta ahora, pero vas tomando decisiones y haciendo camino al andar, hasta que te das cuenta de que estás donde siempre has querido estar o, en todo caso, algo más cerca. Disfruto mucho la docencia, también de los encargos comerciales, pero el verdadero placer es sacar adelante proyectos personales, sin ningún tipo de presión, sólo teniendo que responder ante uno mismo. Mi proceso, hasta hoy, ha sido ir descubriéndome.
¿En qué estas trabajando ahora? ¿Tienes algún proyecto personal en mente o algún encargo interesante?
Ahora mismo estoy comenzando a gestar dos nuevos proyectos, pero todavía es pronto para hablar de ellos. Uno de ellos está comenzando a tomar forma en el museo MAC Gas Natural Fenosa, donde estoy disfrutando de una beca como artista residente. Por otro lado, en breve se publicará mi primer libro, con la editorial Fabulatorio –absolutamente recomendables sus libros, por cierto. Estamos ya en la recta final. De hecho, hoy mismo veremos la maqueta definitiva en imprenta para asegurarnos de que todo esté perfecto. Estamos muy ilusionados, y con muchas ganas de poder presentarlo al fin. Es un libro en el que cada detalle ha sido meditado y cuidado al máximo. Pronto podréis darnos vuestra opinión.