La música de Ëda Díaz es un puente sonoro que une las distancias entre Francia y Colombia, un mosaico donde el jazz, los ritmos latinos y la cautivadora voz de Ëda se entrelazan para mantenernos ahí durante los once temas que conforman Suave bruta, su álbum debut.
Suave bruta es más que una fusión de géneros; es un testimonio de la rica herencia cultural de la artista y su capacidad para tejer narrativas sonoras junto al productor Anthony Winzenrieth. Desde Nenita a Dèja-Vu, treinta y dos minutos que nos traen desde tangos a boleros, aunque siempre con la mirada en dirección al pop de vanguardia. La artista sabe experimentar con el sonido sin dejar de sonar catchy. Nos comenta que este lanzamiento debería haber sido en la época post-covid, pero la incertidumbre del momento hizo que se atrasara. Nosotras nos alegramos, porque de esta manera ha podido llegar este álbum a nuestros oídos y hemos podido hablar con ella.
De madre francesa y padre colombiano, nace Eléonore Díaz o, como se hace llamar ella, Ëda Diaz. ¿Cómo estás? ¿Nerviosa por el lanzamiento de tu álbum debut?
Muy bien y, al mismo tiempo, con un poco de vértigo… ¡Estoy con muchas ganas ya de que no me pertenezca!
Empezaste tus estudios en el conservatorio público de París a los cuatro años y, si no me equivoco, fuiste tú quien pidió a tus padres que te inscribieran en clases de música. ¿Qué recuerdos tienes de esa época? ¿Cómo una niña tan pequeña tenía tan claro el deseo de sumergirse en el mundo de la música?
No fue exactamente en el conservatorio público de París pero cerquita… Bueno, es un detalle porque, para ser muy honesta, no me acuerdo de nada, pero mis padres me contaron que les había pedido clases de música. Una tarde fuimos a escuchar un concierto de alumnos más grandes y me contaron que ese día me enamoré del contrabajo. A mi madre le dio mucha risa que me llamara la atención porque yo era una hormiguita. Mi padre escuchaba la música y la radio todo el tiempo. Me llamaba a cada rato para que le prestara atención a unos detalles que lo emocionaban: ¡Eleonore, escucha ese clarinete! ¡Eleonore, escucha bien, se oye la voz de Glenn Gould! Por eso creo que fue algo muy natural para mí.
Entre París y Medellín, entre la formación clásica de contrabajo –instrumento que te ha acompañado desde el principio de tu carrera musical– y la carrera universitaria de urbanismo. ¿Cómo ha sido mantener este equilibrio?
Empecé con el contrabajo muy tarde, mi formación clásica fue con el piano. Solo de adulta volví a recordar que el contrabajo había sido el primer instrumento que había querido estudiar. Mi relación con la música clásica en el conservatorio no había sido muy concluyente porque no cuadraba con el molde, entonces, después del bachillerato, pensaba que la música como profesional no era para mí.
Empecé a estudiar en la universidad y, al mismo tiempo, seguí explorando mi lugar en la música a través del rock, del piano y del canto jazz, pero también de la música latina. Hasta que me encontré con el contrabajo y lo empecé a estudiar mientras terminaba mi master de urbanismo. La música siempre ha estado presente, al principio era como banda sonora y ahora como protagonista. Todo es cuestión de senderos y de periodos escogidos.
En este momento, como vivo en París, he ido compensando la falta de Colombia a través de mis composiciones en español, que toman sus raíces en ritmos tradicionales latinos. ¡Tal vez un día Francia suene más en mis ondas por estar yo recorriendo las tierras del realismo mágico!
¿En qué momento tomaste la decisión de crear este proyecto musical?
Este proyecto musical empezó en el 2016, ya tenía algunas composiciones y las empezaba a tocar de forma acústica. Hasta que conocí a Anthony Winzenrieth, el productor y músico con el que hice este primer disco. Teníamos muchos gustos en común y ganas de explorar juntos esta mezcla entre la vanguardia, la electrónica y la música popular latina.
Hace unos años publicaste una versión en francés de La casa en el aire, se hizo viral en YouTube y aquel espléndido y respetuoso trabajo te valió una recepción en casa del maestro Rafael Escalona, compositor del tema, por parte de sus descendientes. ¿Cómo fue esa experiencia? ¿Qué relación tienes con esta canción en especial?
¡Uf! El encuentro fue muy bonito y muy emocionante. Seguimos en contacto con su hija, Astrid Escalona, y su nieto Juan, que también es músico. Estamos con muchas ganas de colaborar juntos. La casa en el aire es una canción de mi infancia, un gran clásico de Colombia, muchos artistas como Rosario o Lola Flores han hecho su propia versión.
Con Anthony hicimos una primera versión que solíamos cantar al empezar los conciertos, y un día de verano me desperté con la canción sonando en francés. Así que me senté a grabarla sin pensar que tomaría tanta visibilidad. Fue una verdadera sorpresa.
Suave bruta parece ser una exploración profunda de tu identidad musical, de ese equilibrio del que hablábamos antes. ¿Cómo describirías la evolución de tu música desde ese primer EP, Ëda (2017), hasta este álbum?
Siento que Suave bruta es la culminación de lo que empezamos a explorar con el primer EP. Refleja el anhelo de construir un mundo propio combinando mi amor por el folklore colombiano, más ampliamente los ritmos tradicionales latinos que han sonado en mi infancia, y mi fascinación por la música actual pop de vanguardia. También es una conversación entre Anthony y yo, un juego, una exploración entre su mundo musical y el mío.
Durante estos años he explorado lo que me parecía ser a primera vista muy contradictorio, lo que no lograba combinar y que en este primer álbum por fin existe bajo una ola y misma identidad. También ha sido una exploración de mi identidad a través de la letra y los temas de las canciones, que hablan de mi construcción como adulta dentro de un mundo absurdo y complejo.
El título de tu álbum hace referencia a un clásico del músico colombiano Joe Arroyo. ¿Por qué Suave bruta? ¿Qué significa para ti?
Es la canción de Joe Arroyo la que inspiró mi apodo de DJ, esto cuando empecé a vivir de la música. Con el tiempo se me olvidó y volvió a surgir al momento de buscarle un título a este primer álbum. En él, hablo de mis diferentes facetas aparentemente opuestas y que ahora forman un todo coherente lleno de matices. Además, en este álbum exploramos una diversidad de materias sonoras, unas más LoFi, otras muy producidas, unas muy rítmicas, otras más íntimas, unas que inspiradas de la realidad, otras más oníricas… Entonces, parecía obvio que Suave bruta era el título perfecto para reflejar todo eso.
Como ya nos has comentado, Anthony Winzenrieth está detrás de la producción de Suave Bruta, con quien has estado trabajando desde 2017. Pero ¿ha habido grabación de instrumentos en estudio con otros músicos y/o habéis trabajado con samples?
Además de las grabaciones de Anthony y mías, hemos utilizado samples grabados con el celular en nuestra vida cotidiana: una cantante del metro en París o un secador, por ejemplo. O de la naturaleza, como cantos de paraíso y canciones de mi infancia, como A media luz, de Carlos Gardel. Artistas amigos que vinieron a grabar en el estudio como Natascha Rogers, que toca la campana, el clarinetista Robby Marshall, o Baptiste de Chabaneix, un percusionista que toca con nosotros desde el 2019.
En diferentes ocasiones has mencionado la influencia de tu abuela ‘Nenita’ en tu vida. Abres Suave Bruta haciendo referencia al tango A media luz que nos decías, pero también a ella, titulándolo con su nombre. ¿De qué manera ha influido tu familia en la formación de tu vínculo con la música y en la construcción de tu identidad artística?
Es un tango que me enseñó mi abuela que todos llamamos con el apodo Nenita. Mi abuela de Medellín cantaba mucho y solía organizar tertulias en casa con sus primas, allí empecé a aprender tangos, boleros y bambucos. En cierto modo, allí también empecé a arraigar mi identidad musical porque esos géneros fueron los que me procuraron mis primeras emociones musicales e influenciaron mi forma de cantar. Por el lado francés, mi abuelo pintor cantaba muy bien, también solíamos cantar con mi madre todas las mañanas rumbo a la escuela. Mi familia construyó un vínculo intuitivo de placer y de amor con la música.
Algunas de las pistas de este álbum se lanzaron hace dos años en tu segundo trabajo, como Tutandé. ¿Cuál fue la razón detrás de incluirlas nuevamente en este álbum?
Para ser honesta, en esta época queríamos publicar el álbum pero, como ya se sabe, el periodo post-covid era muy complicado y muy inestable para poder tocar. No queríamos publicarlo sin darle la máxima oportunidad de ser escuchado. Le habíamos dedicado demasiado amor y energía a este álbum como para soltarlo así. Por eso decidimos compartir un par de canciones, sabiendo que seguro encontraríamos nuevos compañeros de aventura que querrían apoyarlo con el mejor entusiasmo. ¡Y así fue!
Brisa es el tema más íntimo de la tracklist. Escucho de fondo un instrumento de cuerda que no soy capaz de identificar, ¿es algún instrumento propio de Colombia?
¡Hmmmm, tal vez un instrumento de Macondo!
Tras el lanzamiento de los dos singles del disco, Sabana y Banano y Tiemblas, algunos medios te identifican dentro de la nueva movida alternativa con artistas como Las Añez, Puerto Candelaria o Edson Velandia. ¿Qué creéis que tenéis todos en común?
¡Con seguridad mi amigo Juancho Valencia, director de Puerto Candelaria, contestaría que somos todos unos raros! (Risas) Creo que tenemos en común el amor por la cultura colombiana, pero también por la libertad y la experimentación. Diría que somos de los que exploramos nuestra propia identidad para abrirnos a la consciencia de pertenecer a un mundo común que incluye a todas las generaciones.
En la nota de prensa se menciona tu interés por poetas como Octavio Paz, Pablo Neruda o Gabriel García Márquez. ¿Nos recomiendas algún poema que no te canses de leer?
Silencio, de Octavio Paz, por supuesto.
Creo que podríamos adentrarnos en tu proyecto durante horas; se nota cuando hay un bagaje detrás de un artista y se agradece. Así que, para concluir, lo voy a dejar en tus manos. ¿Qué pregunta te gustaría que te hiciera?
Mi mente habla demasiado y las preguntas son constantes. Creo que justamente os invitaría a dejaros guiar por los sonidos y los silencios. La música habla por sí misma. ¡Yo solo soy un vínculo! Y la pregunta, podría ser esta: ¿qué es lo que más piensas?
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