Bandia Ribeira es una fotógrafa gallega residente en Gales. En su último trabajo, Life is great, without it you'd be dead, retrata las consecuencias del cierre de las industrias que daban empleo a la mayor parte de la población. Charlamos con ella acerca de su nuevo proyecto y de sus inquietudes como fotógrafa.
¿Cómo te iniciaste en el mundo de la fotografía?
Cuando estudiaba Ciencias Políticas en Santiago, hice unos cursos de fotografía en un centro social, la Casa Encantada, y también en el centro sociocultural Xoan XXIII. También tomé clases de fotografía en la FAMU de Praga, cuando estaba allí de Erasmus. Ese fue el primer contacto, que también vino mirando muchas revistas y libros. Empecé a hacer fotos con más intencionalidad con un proyecto sobre la cárcel de mujeres de Wad Ras, en Barcelona, en colaboración con la fundación FIAS, que impartía talleres de iniciación a las tecnologías para presas. Con ellas montamos unos cursos de fotografía digital en este centro, y yo iba haciendo fotos por mi cuenta cuando se podía. Me dieron una de las becas del seminario de Albarracín, y a partir de ahí empecé a trabajar en otros proyectos.
En algunas series optas por el blanco y negro, y en otras por color. ¿En qué te basas para tomar esta decisión? ¿Qué posibilidades le ves a cada formato?
Con el blanco y negro, al eliminar la información de color, el proceso es diferente. Yo utilizo cámaras digitales, entonces desde el principio se pueden ir haciendo pruebas y ver por dónde se quiere seguir trabajando. No es algo en lo que piense a priori. Ahora estoy usando siempre el color porque me da más posibilidades creativas y es una capa más de información que se puede utilizar en favor de lo que intentas contar.
Háblanos un poco de Life is great, without it you'd be dead. ¿De dónde has sacado el título?
El título lo saqué de una película de Harmony Korine que se llama Gummo (1997). Hay una secuencia en la que una voz en off pronuncia esta frase con resignación: “la vida es maravillosa, sin ella estarías muerto.” En las imágenes se ve un pueblo por el que acaba de pasar un tornado, y la película muestra a los supervivientes que quedan viviendo un estado de shock post traumático.
Me pareció encontrar esa misma agitación en la zona donde yo vivía, que es una de las más empobrecidas de Reino Unido tras el desmantelamiento de la industria en la época de Margaret Thatcher; y cuando escuché la frase viendo la película pensé que era buen título y que reflejaba el espíritu del libro, así que la utilicé. Aquí también hubo unas consecuencias sociales, económicas y geográficas relevantes relacionadas con la desindustrialización, que dejaron una huella muy fuerte y una sensación colectiva de expolio.
Me pareció encontrar esa misma agitación en la zona donde yo vivía, que es una de las más empobrecidas de Reino Unido tras el desmantelamiento de la industria en la época de Margaret Thatcher; y cuando escuché la frase viendo la película pensé que era buen título y que reflejaba el espíritu del libro, así que la utilicé. Aquí también hubo unas consecuencias sociales, económicas y geográficas relevantes relacionadas con la desindustrialización, que dejaron una huella muy fuerte y una sensación colectiva de expolio.
En este trabajo retratas una sociedad que ha sufrido las consecuencias de la desindustrialización, como dices. ¿De qué manera crees que se plasma eso en los ambientes y personas que has retratado?
El libro es una mezcla de muchas cosas. Es la exploración de un sitio nuevo para mí, e intenté buscar situaciones de éxtasis, de velocidad, de exaltación y también de decadencia. También hay empatía y curiosidad, porque yo vengo de un sitio con circunstancias similares, que es la zona de As Pontes y Ferrol en Galicia, donde también se vivieron años de reconversión industrial.
Con este proyecto y con el anterior, hecho en Tiger Bay, he cambiado mi forma de fotografiar, que se ha vuelto más subjetiva. En lugar de ceñirme a un tema concreto he optado por una exploración más libre del territorio mediante la fotografía. Ahora estoy preparando un proyecto en colaboración con el archivo de una galería para continuar fotografiando en el sur de Gales.
Con este proyecto y con el anterior, hecho en Tiger Bay, he cambiado mi forma de fotografiar, que se ha vuelto más subjetiva. En lugar de ceñirme a un tema concreto he optado por una exploración más libre del territorio mediante la fotografía. Ahora estoy preparando un proyecto en colaboración con el archivo de una galería para continuar fotografiando en el sur de Gales.
“No me interesa estigmatizar la pobreza ni crear un discurso de victimismo en torno a ciertos colectivos.”
Siempre me ha atraído esa estética británica menos cool y nunca he sabido exactamente por qué. En tu series has captado muy bien esa esencia. ¿Qué te atrae de la estética de las personas que has fotografiado en Gales?
Al final, no creo que las conexiones con la gente solo tengan un plano estético, o que la razón por la que se decide fotografiar algo sea un ejercicio de estética. Estás trabajando sobre un tema y lo tienes que representar visualmente, y vas viendo cosas que te llaman la atención y desarrollando una historia. Las personas que fotografié en Gales o en otros lugares son gente que me encuentro en la calle o en los sitios a los que voy a fotografiar y que me interesan por distintas razones. Desde el trabajador de un desguace a una actriz, o gente que acude a eventos religiosos o que sale por la noche de fiesta, o unos chavales jugando en la calle… Son los personajes que forman la historia, los sujetos, el centro en torno al que gira todo lo demás.
Hay muchos fotógrafos británicos que admiro, como Chris Killip, Paul Graham, Anna Fox, Tom Wood, Martin Parr o Paul Reas, que fue mi tutor en el curso de Fotografía Documental en Newport. Ellos fotografiaron su propia sociedad en un momento histórico de mucha conflictividad, los años de Thatcher en los 80, con mucho criticismo. Yo estoy en la posición de una extranjera, y todo es estimulante en cierto sentido. Estoy fotografiando algo que me es ajeno, con lo que no tengo unos vínculos fuertes, y que estoy intentando entender. Lo que tengo claro es que no me interesa estigmatizar la pobreza ni crear un discurso de victimismo en torno a ciertos colectivos.
Hay muchos fotógrafos británicos que admiro, como Chris Killip, Paul Graham, Anna Fox, Tom Wood, Martin Parr o Paul Reas, que fue mi tutor en el curso de Fotografía Documental en Newport. Ellos fotografiaron su propia sociedad en un momento histórico de mucha conflictividad, los años de Thatcher en los 80, con mucho criticismo. Yo estoy en la posición de una extranjera, y todo es estimulante en cierto sentido. Estoy fotografiando algo que me es ajeno, con lo que no tengo unos vínculos fuertes, y que estoy intentando entender. Lo que tengo claro es que no me interesa estigmatizar la pobreza ni crear un discurso de victimismo en torno a ciertos colectivos.
Muchas de tus fotos dan la sensación de ser robadas. ¿Pides permiso a quien vas a retratar antes de hacer la foto? ¿Cómo se lo toman?
A veces voy a sitios habiendo pedido permiso y una vez allí ya tengo la libertad de fotografiar. Otras veces me encuentro con alguien en la calle y pregunto si puedo hacer una foto, otras veo una situación que me interesa y pruebo a ver qué pasa. Normalmente busco cierto consentimiento, más o menos sutil. Depende de las situaciones. Si me dicen que no de una u otra manera, me voy a otra cosa.
¿Estás trabajando en algún proyecto más?
Quiero terminar el proyecto sobre los recolectores en Inglaterra e Irlanda que empecé hace seis años, y volveré el próximo invierno. También quiero empezar a trabajar en encargos para publicaciones y revistas. Estoy preparando una exposición en la galería Sala Sal en A Coruña con las fotografías de Life is great, without it you'd be dead, que voy a continuar fotografiando este verano. Y estoy investigando para empezar un proyecto nuevo.